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Anita y el carnet de conducir

~~Hoy os voy a hablar de Ana, es una amiga que conocí hace tiempo por chat pero nunca habíamos quedado. Como todas las mujeres, me buscó cuando más le interesó, que fue cuando se empezó a sacar el carnet de conducir, ya que ella no tenía coche y quería ver si le dejaba el mío. Yo me lo acababa de comprar y no me hacía mucha gracia dejarle el coche a alguien que nunca había cogido uno. Ana me pidió esto porque iba bastante mal de pelas y no podía hacer muchas prácticas en la autoescuela, pero aún así dijo que me pagaría lo que hiciese falta. Ante su situación (trabaja haciendo sustituciones como maestra), le dije que no había problema y que ya hablaríamos, que me diera lo que quisiera.

Ana es una chica normalita, eso sí, con unos ojos verdes preciosos. Mide 1.70 y no está ni gorda ni delgada, digamos que tiene curvas. La verdad es que no está mal. Como es maestra, muchos de sus alumnos la conocen como “la profe de las tetas grandes”, y no es que tenga gran cosa, usa una 95, pero la verdad es que sus pechos se dejan ver bastante bien.

Llegado el día pasé a buscarla por su casa y fuimos a un polígono donde no había tráfico para poder practicar. Estuvimos alrededor de hora y media enseñándole lo más básico y al final hizo circular el coche sin problemas. Cuando terminamos sacó 30 euros de su bolso y me dijo que era todo lo que tenía y que no me podía pagar más. Yo sabía que no me mentía, porque su situación, como he dicho, no era buena, así que le dije:
Si quieres puedes pagarme de otra forma.
¿Cómo? - me contestó
Acompáñame un día a tomar algo al centro comercial, pero tendrás que hacer lo que te diga, tranquila que no es nada raro.
¿Y qué tengo que hacer?
Ya te digo que no es nada raro, y además es en un centro comercial, sé que no te gusta quedar mucho con gente que no conoces. Sólo te pido que ese día vayas vestida como yo te diga, nada más.
Ana se lo pensó, me miró y se puso nerviosa. No sabía muy bien qué hacer, pero 30 euros eran 30 euros... Al final con temor aceptó.
Quedaremos el jueves a las 19:00 en la puerta, mañana te mandaré un correo diciendo qué ropa te pondrás.
De vuelta a su casa no habló tanto como al principio, pero se tranquilizó bastante, nos despedimos y se fue a su casa y yo seguí mi camino a la mía.

Al día siguiente le mandé un correo explicándole lo que tenía que llevar: unos zapatos planos, normales, medias o pantys, un pantalón cortito, bastante por encima de la rodilla, una camiseta de tirantes, una chaqueta con cremallera por encima y la ropa interior que ella quisiera. Su respuesta no tardó en llegar, se mostraba sorprendida pero aceptó, teníamos un trato y ella había dado su palabra.

El miércoles a las 19:00 cuando llegué ya me estaba esperando en la entrada, la verdad es que llamaba bastante la atención con los pantalones tan cortos, estaba bastante guapa. Nos saludamos con dos besos y la miré: “estás preciosa” le dije. Ana era en ese momento todo nervios. Me acerqué a ella cogiéndola con mi mano por la cintura y le susurré al oído:
Ahora tienes que hacer una última cosa.
¿El qué? - me preguntó ruborizada.
Vas a ir al baño y te vas a quitar la camiseta y el sujetador, y saldrás sólo con la chaqueta abrochada.

Ana me volvió a mirar incrédula, podría haberse ido perfectamente, pero sus nervios la traicionaban y la gente que había alrededor le intimidaba más que ayudarle. Los baños están en unos pasillos laterales, así que fuimos juntos y la esperé en la puerta. Tardó como unos cinco minutos en salir.
Tengo que ver que me has hecho caso, no te preocupes que no te haré nada, acércate – le dije.
Se acerco hacia mi, la rodeé con mis brazos y metí mis manos por su espalda bajo la chaqueta, no llevaba camiseta, buena chica. Luego la separé un poco y me dispuse a bajarle lentamente la cremallera, Ana me paró y protestó:
¿Pero qué estás haciendo?
Te he dicho que no tienes que preocuparte, es sólo un poco para ver que no llevas el sujetador, ni siquiera quiero verte los pechos, tranquila.
Accedió y seguí bajando la cremallera hasta por debajo de sus pechos, efectivamente no llevaba el sujetador, y cumpliendo mi palabra no le retiré la chaqueta, pero tampoco me hizo ninguna falta: apenas bajé un poco más la cremallera sus dos tetas se dejaron ver casi completamente. Le volví a subir la chaqueta hasta la mitad de su pecho, dejándole un escote no demasiado atrevido, pero sí sugerente.
Ahora vamos a la entrada y ya te puedes ir.
Ana me miró, asintió y nos pusimos a caminar por el pasillo hacia la entrada.
Si te quieres vestir ven conmigo y te vistes en el coche, no te haré nada, si no vete así y me cuentas qué tal.
Una vez más los nervios la traicionaron. Podría haberme dicho que se iba así, haber esperado y haber vuelto a entrar al baño para vestirse, pero me dijo que bajaba pero que no le hiciera nada más.

Bajamos al parking, abrí el coche y le dije: “móntate y vístete, yo no entro para que veas que no te quiero hacer nada”.

Ana se montó, esperó a que se apagara la luz del coche, dejó el bolso a un lado y sacó de él el sujetador y la camiseta. Se quitó la chaqueta. Yo miraba atento por la ventanilla mientras vigilaba que no viniera nadie. Allí estaba ella, semidesnuda, con sus dos preciosas tetas al aire. Se puso el sujetador, luego la camiseta, y por fin la chaqueta, salió y me dijo: “ya está”.

Nos despedimos con dos besos y cada uno nos fuimos por nuestro lado. Hace un rato me ha mandado otro correo para ver si podemos dar otra clase...

Ya os contaré.

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