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Categoría: Confesiones

Ana Julia la mujer que me inició en el sexo

Primera parte



Gran conflicto viví cuando era un mozalbete, dentro de mí había dos fuerzas en constante pugna cada una quería imponerse a la otra, la una deseaba que continúe siendo el joven sencillo, dócil, bonachón que en más de una ocasión había sido humillado por su modo de ser y por otro parte otra de mí que cansada de ese trato deseaba que tome las armas de la rebeldía, de la insubordinación de la resistencia y que haga que la sociedad respete mi modo de ser y luche contra quienes me habían humillado que a nadie afectaba; poco a poco fue ganando esta última a la larga se impuso poco a poco me hice respetar y que acepten mi nuevo modo de ser, unos admitieron y se alegraron otros no y se alejaron de mí.



Un acontecimiento que no lo busque definió mi comportamiento futuro y fue el idilio que viví con Ana Julia, una hermosa mulata bastante mayor a mí que por cosas de la vida estaba viviendo en la casa de un compañero de colegio, ella buscó algo de mí que le gustó ser sencillo, dócil, bonachón, ella a mí también me gustó mucho pero por la diferencia de edad pensé que ella fuese inaccesible a mis pretensiones de tener algo con ella ya que esa edad los jóvenes estamos cargados de mucha fuerza erótica pronto caí en la cuenta que había algo que unía a las dos y era un fuerte deseo erótico, esa relación que viví con Ana Julia ayudaría en mi cambio, el joven sencillo, dócil, bonachón que en más de una ocasión había sido humillado había sucumbido por el opuesto. Me hice complicado, rebelde, indomable, astuto y pícaro. Decidí a tomar las armas de la rebeldía, de la insubordinación para luchar contra quienes me habían humillado y me impuse totalmente.



Me tuvo a sus pies por largo tiempo. Ella me enseñó todo cuanto ahora sé y gusto del arte del erotismo. Ya no era virgen cuando me ligue con ella, ya me había entregado a más de una de esas mujeres fáciles que circulan por las calles en búsqueda de algún ser a quien complacer a cambio de unas monedas; cuando fui de ellas en búsqueda de sexo ya que siempre fui muy ardiente pero como lo anote también era un joven cándido e inocente. Estas experiencias fueron desagradables, vacías, sucias donde la entrega con algo de deseo mutuo no existía, buscaba que ellas expresen su acto sin fingir, sin aparentar que se placen de lo que hacen, esas contadas experiencias negativas hicieron de mí un ser que no guste de los lupanares y cuando entraba en contacto con una golfa sufra un tremendo bloqueo que me impedía toda acción y más bien trate de buscar de adentrarme en su vida esperando que en algún momento encuentre la mujer con quien erotizar como a mí me gusta. Todavía ahora cuando eventualmente entro a un lupanar y contacto una golfa siento la misma sensación que la primera vez viví, siento esas experiencias desagradables, vacías, luego de mi experiencia con Ana Julia nunca he pagado por tener sexo.



¡Ana Julia!



¡Que hermosa mulata era!



Me tuvo por largo tiempo poseído, embrujado, siempre dispuesto a satisfacer sus apetencias eróticas con su modo de hembra vivida se adentró poco a poco en mí cuerpo y en mi mente. Me forjó a su medida. Hizo de mí cuanto deseó. Yo me entregué totalmente desde esa experiencia siempre lo hice del mismo modo cuando tuve contacto íntimo en mis futuras experiencias eróticas Creo supe corresponder con altura de un joven potencialmente infinito con mucho poder puro desbocado. Como potro desenfrenado ella me cabalgó y me condujo a la meta del erotismo total.



¡Ana Julia!



¡Que hermosa mulata era!



Ana Julia, tendría unos treinta y cinco años o más ricamente vividos cuando la conocí. Yo era bastante menor a ella. Era la mujer perfecta. Todo lo que tenía bien dotado. Su cuerpo era perfectamente bien proporcionado con una piel marrón oscura que me llamaba a que la transite, la hurgue e la indague, tenía cabellos negros cortos bucleados que me llamaban a que los acaricie, sus grandes ojos zarcos que hacían maravilloso contraste con su negritud me hipnotizaban, sus senos voluptuosos, eran unos conos perfectos, sensuales, exquisitos, fueron más de una ocasión presa de mis arrebatos de lujuria. Su abultado y exuberante pubis provisto de escaso bello albergaba su nido voraz, ávido, glotón poseía dos puertas que fueron en más de una ocasión abiertas unas veces violentamente otras con delicadeza por mi juvenil bálano erguido deseoso de satisfacción con la energía de un potro desenfrenado. Mi excitación hizo que en más de una ocasión me precipite sobre ella con desesperación tanto que Ana Julia debía controlar mi ímpetu. Su centro de excitación era más voraz, más ávido y más glotón aún que las otras partes de su cuerpo. Sus piernas bien torneadas asieron mi cuerpo con el mismo frenesí con el que yo deseaba posarme en su nido, sus muslos que eran su punto débil los colme de besos y caricias es ahí que ella perdía su auto control, pero lo que con más claridad recuerdo son sus posaderas que eran portentosas muy paradas, dignas de admiración. ¡Que hermosas eran! Si sus senos eran maravillosos, su nido cautivador, sus posaderas fueron mi total perdición, ¡sí! mí total perdición. Ellas me hicieron su esclavo. Todavía las siento en mis manos cuando solía acostarse boca abajo, sacaba punta, se las acariciaba coquetamente y me las ofrecía levantándolas con sensualidad. Yo las acariciaba delicadamente y las besaba con pasión. No dejaba nada de hacerlas mías a ella le placía mucho mi modo de excitarla hurgando ese sitio de su cuerpo. El olor que despedía su anito mezclado con los, olores de su cosita fue mi perdición desde el día cuando por primera vez olí esa fragancia anal se quedó grabado en mi mente y ahora cuanto tengo un encuentro erótico con una mujer, no puedo evitar llevar mis manos, mi nariz y hasta mi boca para atiborrarme de él a unas les gusta que huela esos olores que lama su anito a otras no ya que lo consideran sucio siempre cambian de parecer cuando sienten lo rico que es sentir, mi lengua recorrer ese lugar y sacar de lo más profundo de ese lugar oleadas de orgasmos.



¡Ana Julia!



¡Que hermosa mulata era!



Mi perdición, todavía siento cuando abrí sus posaderas, contemplé su cavidad negruzca, herméticamente cerrada como introduje mi dedo buscando el deseo deseado. Encontré el deseo y me apoderé de él, lo hice mío. Todavía siento mi miembro apretado entre sus paredes que entraba y salía constantemente dejando dentro de ella todo lo yo que tenía adentro, lancé mis fluidos, mi pasión, mi ardor, mi arrebato, mi fogosidad hasta lo más profundo de ella; todavía escucho claramente sus palabras contradictorias cuando me introduje por primera vez:



- ¡Que gruesa la tienes, potrito! ¡Única! ¡Mete espacio poco a poco! Sí así está bien potrito ¡Para! ¡No más! ¡Empuja! ¡No pares! ¡Así! ¡Continua! Suelta lo que tienes, suelta todo, lo quiero todo, sí la tienes rica.



Cada vez que soltaba mis fluidos, mi ser se ensanchaba, chorros de fluidos inundaron su cavidad posterior y su esfínter apretaba mi príapo como para impedir la penetración por lo que yo debía empujar para penetrarla completamente esa sensación es deliciosa.



Todavía recuerdo cuando ella me dijo que antes de introducir mi falo debo lamer su anito, fue maravilloso, delicioso, único, todavía siento mi boca y mi lengua cuando la repase una y otra vez y la enjugue de los fluidos que mí ser goloso había depositado en el suyo, me dijo que introduzca mis dedos poco a poco para ir preparando el camino, recuerdo como hizo que bañe su esfínter con geles para que la sodomía sea con pleno gustó sin dolor. Todavía recuerdo los espasmos de su cuerpo por la gran satisfacción que tenía, su cuerpo poco a poco se movía más y más hasta soltar oleadas de fluidos y las expresiones de completo agrado por lo que el potrillo sacó a la yegua.



Ana Julia con su experiencia erótica, siempre supo que hacer conmigo y lo que hizo y lo hizo maravillosamente con la maestría de Afrodita. Ana Julia supo cabalgar al potro desbocado, desenfrenado que casualmente se lo había encontrado a la vera del camino por azares de la vida o tal vez Eros ya había determinado nuestro encuentro, no lo sé, únicamente puedo decir que nos encontramos y vivimos hermosos momentos juntos.



Ana Julia trató de dominar al potro brioso montaraz, cerril, pero apenas pudo bajar su ímpetu, a cada encuentro él pedía más y daba más, empezó a pedir todo y a dar todo por eso soy así, doy todo y pido todo, no tengo otro modo de ser.



Ana Julia, nunca pudo dominar al potro completamente, si lo formó y moldeó como ella deseó. Hizo de él su satisfacción personal durante el tiempo que la relación se mantuvo. Él potro tenía todo ajustado a ella. Físicamente no era ni grande, ni fortachón, más bien era lo opuesto. Cuerpo delgado, blanco, pelo bien cortado. Él era un potrillo simpático, alegro, inquieto, juguetón, cerril. Él estaba bien dotado como ella quería, como su fogosidad buscaba. Ella buscaba un ser que le satisfaga que controle su carne ávida de ser poseída, de ser satisfecha en todos sus deseos. Ana Julia buscaba ser introducida, hurgada y sobre todo satisfecha por un ser ávido de sexo. En fin, esos dos seres se complementaban perfectamente, es posible que ella haya tenido encuentros eróticos con otros hombres en todo caso si los hubo fue el potrillo que la satisfizo completamente.



¡Ana Julia!



¡Que hermosa mulata era!


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