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Amores truncados (21)

-- XV --
La pérdida de la virginidad ocurrió un año antes de su estancia en América, cuando Helena solo contaba quince año.
Sobre las seis de la tarde de un día desapacible, con fuertes lluvias y vientos huracanados, se hallaba Helena guarecida en el portal del Centro de Documentación Musical, en la calle de la Rábida, donde había ido para cumplimentar un recado de su profesora de música. Dudaba entre sí esperar a que cesara la tormenta, cosa en aquel momento improbable, o lanzarse a vertiginosa carrera hasta la Plaza Pedralbes, para allí coger un autobús, lo cual le supondría un gran remojón.
Comenzaba a oscurecer en aquel frío día de otoño. Un señor, que paró el automóvil y asomó la cabeza por la ventanilla para hablarle, la sacó de su indecisión. Tenía rostro agradable, cabría decir que simpático, y aspecto de buena persona. Frisaría en la cuarentena, y vestía con elegancia, en consonancia con la riqueza que denotaba el Mercedes último modelo. En tono cariñoso, le dijo:
--Muchacha, te vas a mojar. Anda, sube, que te llevo a tu casa.-- Y abrió la portezuela del coche para que ascendiera a su interior.
Helena, seducida por la confianza que inspiraba aquel señor, no lo dudó un instante, puesto que aquel oportuno ofrecimiento la liberaba el tener que aguantar el fuerte chaparrón.
Cuando estuvo aposentada, con un suspiro que expresaba bien a las claras la satisfacción por el problema resuelto, con semblante alegre y la desenvoltura que le caracterizaba, le dio las gracias. Por su parte, él le dijo:
--Me llamo Estanislao, pero todos me llaman Estanis, y así quiero que tú me llames. No te importará que nos lleguemos un momento a la calle Font del Lleo, a donde ahora me dirigía. Tengo que entregar unos documentos y enseguida termino.
--Por mí, no hay ningún inconveniente, pues hasta las ocho no tengo que llegar a casa. Yo, me llamo Helena.
--¡Helena!?Repitió Estanis con énfasis, mientras ponía el vehículo en marcha. ?Tú sabes, que Helena, hija de Zeus y de Leda, aunque no se conoce bien si lo fue de Zeus y de Némesis, se casó con Menelao y que fue raptada, primero por Teseo, de quien la liberaron sus hermanos Cástor y Pólux, y después por Paris, que desencadenó la guerra de Troya. Al morir Paris, se caso con el hermano de éste, Delfobe, y al caer Troya volvió a unirse con Menelao. Ya viuda, Polixa, esposa del rey Tlepólemo, de Rodas, la mandó matar. Aunque tu belleza no le va en zaga a la mitológica Helena, cabe esperar que no serás causa de tantos desaguisados.
Y lo expresó con tal ternura, que Helena, que le miraba a la cara, sobrecogida ante tanta erudición, no pudo por menos de esbozar una dulce sonrisa de agradecimiento.
Paró el vehículo frente a la verja de una magnífica torre. Descendiendo del coche, previno a Helena:
--No tardo ni un minuto. Entretanto, para distraerte, puedes escuchar la radio o ver la televisión, lo que mejor te parezca. Y puso en funcionamiento el minúsculo aparato televisivo.
Visto de pie, Estanis aparentaba más años, tal vez cincuenta. Era de complexión fuerte, no muy alto. Por la espalda se adivinaba una incipiente calvicie en la coronilla. A pesar de todo, su porte elegante y distinguido paliaban las carencias de que adolecía para que pudiera parangonarse con un apuesto galán de cine.
Como bien dijo, al cabo de unos minutos apreció de nuevo, aposentándose en el coche.
--Poco he tardado, como te dije. Vamos a buscar un sitio cómodo para virar el coche.?Puso el Mercedes en marcha y siguió por toda la calle Font del Lleo hasta la carretera de las Aigües.
Al hacer la maniobra para virar el automóvil, este quedó encarado a la ciudad, que toda iluminada se mostraba a sus pies como si fuera un entretejido de guirnaldas luminosas, algunas rectas y otras sinuosas, como serpentinas lanzadas al aire y prendidas en el firmamento. Al fondo, el mar, mostraba sobre su superficie arremolinados cúmulos que pendían del firmamento y prestaban al conjunto un aire irreal y misterioso. La pesada lluvia percutía sobre el techo y el parabrisas, convirtiendo la luz de las bombillas en chispeantes rayos de hiperbólicos y diminutos soles. Ante tanta magnificencia, Estanis propuso:
--Te parece que nos quedemos aquí unos minutos para contemplar esta vista tan maravillosa.?Y sin esperar repuesta, paró el motor y apagó las luces, salvo las de posición, dejando el limpiaparabrisas en funcionamiento.
Más de un minuto ambos quedaron callados, contemplando el grandioso espectáculo que se mostraba a su vista.
Rompiendo el hechizo, Helena le espetó curiosa:
--Tú, ¿a qué te dedicas?
--Estoy titulado en Ingeniería con master en Ciencias económicas, y represento a una serie de grandes empresas multinacionales, para introducir los productos en cualquier país del mundo. Me paso la mayor parte del tiempo viajando. El trato principal lo tengo con los gobiernos de los países que visito. Mi labor consiste en abrir nuevos mercados para las industrias que represento. ¡Satisfecha! ? Mirando de cara a Helena, le interroga a su vez: --Y tú ¿qué estudias?
--Estoy acabando BUP, y pienso estudiar Ciencias Biológicas ?le contestó con su aire desenvuelto.
--¿Cómo te dio por dedicarte a esta rama tan intrincada de la ciencia?
--Desde que vi en televisión a mi tocaya, la doctora Ochoa, me gustó tanto su persona y su forma tan sencilla de abordar todo lo relativo al sexo, que me propuse imitarla. ? Aclaró Helena.
--Pero tú bien debes saber que la sexología abarca varios campos del conocimiento netamente antropológico y estudia la sexualidad y sus problemas desde el punto de vista fisiológico, psiquiátrico y de la venereología--ginecología, los cuales guardan más relación con la medicina que con la biología, que estudia los aspectos concernientes a la vida en nuestro planeta. ¿No te habrás confundido de carrera?
Helena se achicaba al comprobar el conocimiento enciclopédico que Estanis tenía de todas las cosas. Lo miraba con aire aterrado, por temor de que él se diera cuenta de su incultura. No contestó, por miedo de poner la pata. En vista de que nada decía, Estanis continuo diciendo:
--Si quieres ser bióloga, tendrás que enfrascarte en el estudio de la zoología, la botánica y la bioquímica y meterte de lleno en la ingeniería genética. Ya veo que harás la competencia a Gregor Mendel, que en el último tercio del siglo pasado dio origen a la genética con sus tres leyes homónimas sobre el modo en que se transmiten los caracteres a la descendencia. En fin, que no dudo serás una célebre investigadora del genoma humano y de la genoteca, para fabricar seres clonados.
Siguieron contemplando el paisaje, mientras una tenue y dulce melodía de Debussy que sonaba en la radio del coche, contribuía, con el pertinaz repiqueteo de la lluvia y alguno que otro relámpago, a crear en el exiguo receptáculo del vehículo que les obligaba a estar tan junto un melancólico ambiente no exento de romanticismo. Cuando Estanis se volvió para mirar a Helena, vio reflejado en su rostro el temor que le producía el tema de conversación abordado. Intuyó que la materia tratada excedía de sus capacidades y que la había asustado. Para crear de nuevo la atmósfera de confianza que en un principio reinó entre ellos, no se le ocurrió otra cosa que acariciarle tenuemente la mejilla, mientras sugería:
--Vamos a dejar cuestión tan trascendental, y háblame de ti. ¿Tienes novio? Helena negó con la cabeza. Él prosiguió:
--Pero debe haber un montón de mozalbetes que te ronden. Porque, la verdad, es que eres muy bonita. ?Y lo dijo con la sinceridad que se transmite cuando se está plenamente convencido de lo que se dice.
Helena estaba sobresaltada. Se sentía tan insignificante ante aquel señor, que intelectualmente le parecía un superhombre y que por todo cuanto le dijo demostraba ocupar una alta posición social, que las palabras ensalzando su belleza dichas tan sinceramente y viniendo de él, le produjeron una sensación irreprimible de gozo. De modo que no pudo contener el expresar la satisfacción que sentía, recreándose en su pregunta:
--¿De veras te parezco bonita?.?Y los ojos de la niña escrutaban en los de su acompañante la sinceridad de sus palabras.
Estanis, que leía en el pensamiento de Helena como en un libro abierto, vio el efecto que le causaba su alabanza, y emocionado por la ingenuidad infantil aunque muy femenina de la niña, se sintió un tanto paternal. Cogió su barbilla con mimo, y le alzó el rostro para mejor estudiarlo. Después de contemplarlo con atención, no pudo por menos de exclamar:
--¡No bonita, sino una belleza perfecta y encantadora!.-- El rostro de la agasajada se mostraba tan feliz y cercano al de Estanis, que éste no pudo vencer la tentación de acercarlo hacia sí y besar sus labios. Fue un beso ligero, y tal vez por eso Helena seguía contemplándolo con la misma sonrisa de complacencia, sin que demostrase rechazo o molestia por el ósculo recibido.
Al notar la muda aquiescencia de la infantil muchacha, Estanis, que había notado el embrujo de aquellos labios, se sintió arrastrado por el deseo que el contacto le produjo. Se olvidó por completo de que se trataba de una niña, aunque el desarrollo de sus protuberancias físicas evidenciaban que no era tan infantil. Volvió acercar el rostro al de Helena, que no puso ninguna resistencia, y con suavidad de consumado artífice en las artes amatorias, inició, con suavidad de pluma, el movimiento cadencioso de pasar sus labios sobre los de ella, que tan dulcemente se le ofrecían.
.
(Continuará)
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 1975
  • Fecha: 06-04-2003
  • Categoría: Primera Vez
  • Media: 6.2
  • Votos: 69
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4578
  • Valoración:
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