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AMORES PERROS

Marga recibió una llamada al móvil cuando leía un libro sentada en el sofá de su casa oyendo una música relajante mientras se acariciaba por debajo de la braga. Comprobó en la pantalla que el teléfono que la llamaba era de su amiga Lorena.

-¿Tienes plan para este finde? -le preguntó Lorena.

- No, ¿por qué?

- Mis padres se van a la playa y me quedo sola en la finca. Me gustaría que vineras, así conocerás a Robert, el perro que me han regalado.

- ¿De qué raza es? -se interesó Marga.

- No lo recuerdo. Es grande, negro y muy cariñoso. Hemos hecho buenas migas.

- ¿No morderá a los desconocidos?

- No te preocupes por eso, en cuanto vea que somos amigas se hará tu amigo. ¿Puedes venir entonces?

- Sí, le pediré a mi padre que me lleve, el sábado por la mañana. ¿De acuerdo?

- Sí, ya verás qué perro tan simpático y cariñoso tengo. 

A Marga le extrañó un poco que Lorena insistiera tanto en que su perro Robert era muy cariñoso. Desde que la dejó el novio parecía un poco trastornada.

Su padre detvo el coche junto a la puerta de hierro de la finca de su amiga e hizo sonar la bocina para anunciar que habían llegado.

A los cinco minutos apareció Lorena con su perro al lado, sin correa ni bozal.

El perro olisqueó a Marga y se irguió apoyado en las dos patas traseras con intención de abrazarla, pero ella se apartó. El perro pareció decepcionado y se refugió detrás de su ama.

- No deberías haberle rechazado, pobre. Pero ya haréis amistad en el finde -le dijo Lorena.

Su padre la miró con expresión de extrañeza, se despidió de ellas y se marchó después de decirle a Marga que iría a por ella el domingo a última hora de la tarde.

- He encargado una paella como a ti te gusta- le dijo Lorena.

Entraron en la casa. Lorena le mostró la que sería su habitación.

- La casa es muy grande, pero si quieres dormiremos juntas. Robert también duerme en mi habitación.

- ¿Y se mete en tu cama? -preguntó.

- Cuando le dejo. Hay días que me apetece y otros días que no.

Se sentaron en el jardín a la espera de que les llevasen la comida encargada a un restaurante de un pueblo cercano tomando unas cervezas y picando unas aceitunas. El perro no se separaba de Lorena y miraba con recelo a Marga.

En un momento dado, Lorena se echó a correr y Robert la siguió. Después de un rato, ella se arrodilló en el suelo, se puso a cuatro patas y el perro se colocó encima de ella moviéndose como si la poseyera. Mientras, Lorena reía.  A Marga le pareció desagradable la escena y sospechó que entre su amiga y su perro había algo poco natural.

Por la noche cenaron en el porche varias ensaladas y bebieron cervezas y licores hablando de diversos asuntos, cada momento más alegres, más animadas y algo mareadas por efecto del alcohol. El perro Robert, sumiso, estuvo sentado al lado de su dueña en todo momento. 

Ya de madrugada entraron en la casa y cada una se metió en su habitación. No estaban alejadas una de la otra y Marga escuchó ruidos y gemidos al poco de acostarse.

Intrigada, se levantó y con paso vacilante se acercó a la habitación de Lorena. La puerta estaba entreabierta. Asomó la cabeza y la vio a ella a cuatro patas, desnuda, Robert sobre ella penetrándola con embestidas regulares y algo bruscas. Ella gemía de placer y decía: "No pares, Robert".

Escandalizada, regresó a su habitación. Aún escuchó desde su cama un buen rato más los golpes y gemidos. Por la mañana, Lorena y Robert entraron en la habitación de Marga y el perro la despertó con sus ladridos. Lorena se acostó a su lado.

- ¿No quieres una experiencia distinta? -le preguntó.

- ¿A qué te refieres, a que tu perro me folle? No, gracias.

- Hace otras cosas, mira.

Lorena se quitó la braga, separó las piernas y Robert le lamió  con  fruición, haciéndola gozar.

- Chupa mejor que cualquier hombre, atrévete -le incitó Lorena.

- No quiero mantener esa clase de relación con un animal, no te empeñes.

Lorena se acostó encima de Marga y le sujetó los brazos.

- No puedes decirme a todo que no, eres mi invitada y estás obligada a hacerme caso.

Marga no podía deshacerse de la sujeción, Lorena era más fuerte.

- Pues pídeme otra cosa -le dijo-, que no tenga que ver con tu perro.

- Está bien, hazme el amor.

Marga la miró sorprendida y puso una sola condición, que saliera su perro de la habitación.

Lorena sacó a Robert de la habitación y cerró la puerta. Se le oyó al perro gemir. 

- Tendrás que esmerarte por haber despachado a Robert -le dijo Lorena.

- Eso corre de mi cuenta, no te defraudaré. Ponte a cuatro patas como haces con Robert.

Lorena así lo hizo y Marga le acarició y le lamió el ojo del culo.

Entre lametazo y lametazo, le dijo:

- Siempre he deseado besarte el culo.

- Pues no te prives, lo haces muy bien.
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