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Amor clandestino
SINOPSIS: El deseo de poseer a una hermosa mujer de protuberante trasero. Despierta a la sexualidad, un amor que se ha mantenido, durante más de diez años, en la clandestinidad…
ECSagardez
Con sólo tocarle el cuello y recorrer con mi lengua su contorno hasta llegar a sus oídos y penetrar con el órgano gustativo sus orejas, su cuerpo se estremeció. Mientras mis manos recorrían con avidez sus senos, logrando que sus pezones se endurecieran como una roca y salieran disparados del pequeño sostén que los cubría.
Ella exhaló un suspiro y la calentura que la había apoderado se hizo visible al perlarse su frente de sudor. Mientras yo trataba de enviarle ligeros soplidos de aire que salía de mi boca a través del aliento.
Mis manos descendieron con la rapidez del rayo, buscando colarse por la cintura del jean que portaba y ella sumió el estómago para darme la libertad que anhelaba de llegar hasta su braga verde esmeralda de hilo dental que portaba y en ese resquicio pude tocar sus vellos púbicos.
La excitación que se había apoderado de ella, ya no le permitía oponer resistencia y dejó que mis manos llegaran hasta su vagina y mis dedos, cual víboras en busca de su madriguera, se introdujeron en esa oquedad que ya estaba demasiado húmeda y comenzaron a juguetear con el botoncito del placer que erguido buscaba una guerra espadachina.
Cuando toqué su clítoris y jugué con él por unos instantes, ella ya no pudo contenerse y exhalando un largo gemido dejó escurrir sus fluidos entre mis dedos, logrando en ella un orgasmo increíble, porque sus piernas se estiraron y dejó que su cuerpo en esa silla, donde estaba sentada, soportara todo su peso.
Sus labios buscaron mi boca y me plantó un beso, señal de amor o señal de agradecimiento por el placer que le habían prodigado mis manos y mis dedos.
II
Después todo quedó en silencio… Por algunos minutos nos quedamos mirando y no dijimos nada. Nuestro silencioso amor era más visible que las cursilerías de un "te amo" o "eres todo para mi". Estamos identificados por el mismo sentimiento que no existen palabras entre nosotros para calificarlo o cuantificarlo.
Ella quiso tomar con sus manos mi miembro que estaba a cien por hora. Pero nos contuvimos, porque podrían llegar los compañeros del turno nocturno y no deseamos ser el hazmerreír y menos que ella sea objeto de las críticas…
III
Grecia es una hermosa mujer de 30 años, casada y con dos hijas, desde que nos conocimos hace más de 10 años, el amor nos flechó a ambos. Pero tuvieron que pasar algunos años para que ambos entendiéramos que lo nuestro era sólo algo platónico y que teníamos que cuidar las formas para no vernos metidos en problemas con nuestros cónyuges.
Sin embargo, desde unos cinco años atrás, la situación cambió notablemente y los problemas maritales de ambos nos han acercado más, aunque en la clandestinidad hemos dado rienda suelta a nuestro cariño.
Recuerdo muy bien, en una fiesta de la ciudad donde vivimos, llegó al lugar donde trabajaba cerca de las 5 de la mañana, porque se había presentado un problema en el lugar donde se celebraba el festejo y su esposo había sido detenido por la gendarmería.
Su preocupación era tangible. No quería que él pasara la noche en la prisión y acudió por ayuda a verme. De inmediato hicimos las llamadas telefónicas necesarias y nos dijeron que en cuanto se le pasaran las copas, ya que estaba ebrio y escandalizaba en la celda, lo dejarían en libertad.
Si eso ocurría, ganaríamos unas cuatro o cinco horas.
IV
Tras tranquilizarla y decirle que el problema estaba resuelto, pero que lo soltarían varias horas después, sin precisarle cuánto. Comencé a besarle la frente y en la boca, mis caricias fueron subiendo más de tono y la falda que portaba se levantó como por arte de magia, hasta mostrarme una tanga multicolor.
No pude evitar la excitación que me causaba la escena. Sus piernas blancas y sus gruesos muslos me estaban invitando a agacharme y así lo hice… Metí mi cabeza en la entrepierna y aspiré el perfume de su piel, llegando también el fresco olor de su vagina.
Sobre la pequeñez de la parte delantera de esa tanga, empecé a recorrer con mi lengua y enseguida se conjuntaron la humedad de mis lamidas y sus fluidos.
Ella abrió más sus piernas para dejar que hiciera a un lado la tanguita y metí mi lengua poco a poco hasta penetrarla totalmente y relamí de nuevo ese agujero que tanto me ha cautivado.
Su clítoris impaciente fue tomado con mis labios y no pude evitar apretarlo, logrando que ella exhalara un leve suspiro de placer… Se acomodó bien en el sofá donde estaba sentada y dejó caer un pie al piso, mientras la otra pierna reposaba en el respaldo. Mi lengua no tenía reposo, el bocado se me antojaba y seguía introduciéndose más y más, hasta que sentí como su cuerpo se laxaba y había que aprovecharlo. De prontó lanzó un gritito, producto del orgasmo que estaba experimentando.
V
Luego de tener su primer orgasmo por el sexo oral practicado… Ella se incorporó y me desabrochó el cinturón de la bermuda que portaba para desabotonarlo y dejarlo caer. Mientras sus manos me bajaban la truza y se apoderaron del enhiesto miembro viril para bajar y subir el prepucio como si estuviera masturbándome.
La dejé hacerlo, porque ya necesitaba sentir la piel de sus manos sobre mi pene. De pronto agachó la cabeza y su boca, como una funda, se apoderó de mi verga y chupó la punta, con la lengua limpió el pequeño punto de líquido seminal y se la introdujo suavemente hasta que desapareció entre sus labios.
Era la gloria sentir como su lengua humedecía mi verga y la chupaba a más no poder. Por unos instantes se la sacaba completamente y la lamía a lo largo y ancho, para meterla de nuevo en su boca y juguetear con el prepucio que ella bajaba con la mano.
El glande se veía reluciente y ella le pasaba la lengua en la punta, lo cual hacía que me estremeciera. Pero no pude más y aunque le avisé que estaba a punto de eyacular. Fue el mensaje que estaba esperando porque abrió la boca y se la introdujo totalmente en el momento que se iniciaron las cuatro o cinco descargas de sémen que llegaron hasta su garganta y el cual se tragó sin el menor asomo de asco.
VI
Ambos nos incorporamos del sofá y tendimos en el piso una colchoneta. Nos desnudamos y seguimos el juego erótico con el toqueteo, besos y pasé su lengua por todo su cuerpo. La coloqué boca abajo y desde el cuello la recorrí con mi lengua, probando el sabor salado de su sudor, hasta que llegué a sus prominentes nalgas.
Comencé a abrirle esas caderas que tanto me emocionan y pasé mi lengua por su ano y su vagina. Ella puso una almohada bajo su vientre y levantó sus nalgas, lo cual me dieron la oportunidad de ver el espectáculo enorme de una vagina y un culo de grandes proporciones.
Mi lengua por momento jugueteaban con su clítoris y en otras se introducían en el centro de su ano. Ya nada nos importaba, el deseo y la excitación había superado todas las expectativas que ambos teníamos con respecto al sexo.
Bien humedecida de los dos agujeros, le propuse me brindara la oportunidad de ser el primero que la penetrara por el ano. Sólo me respondió:
— Soy tuya mi vida… Has de mi lo que quieras…
No me hice del rogar… Y coloqué la punta de mi pene en su ano y poco a poco la penetré… Ella hacía un gesto de dolor… Pero no dijo nada… Seguí insistiendo en la penetración, hasta que los pliegues de su culo se fueron aflojando para permitir el paso del caliente y enhiesto miembro.
Una cuarta parte de mi verga estaba dentro. Pero no quería hacerle daño, así que dejaba que se acostumbrara a ella, hasta que le metí la mitad… Ella sólo decía:
— Si la sacas te mato… Pero hazlo poco a poco…
Sus palabras me infundieron confianza y seguí con la maniobra… Hasta que no pude más y la saqué poco a poco, casi hasta la punta, hasta que de una sola estocada se la introduje salvajemente… Ella lanzó un grito de dolor, pero al tenerla bien agarrada de la cintura, nada pudo hacer para zafarse…
Por unos instantes contuve mis movimientos… Eso le dio confianza y de poco a poco comencé ligeros movimientos de mete y saca… Hasta que ella se acostumbró a tener toda la verga en su interior y también comenzó a moverse y nos fundimos en un solo vaivén que duró escasos siete u ocho minutos. Porque ella pareció tomar aire y dejó caer todo el cuerpo en la colchoneta para lanzar un gritito al tiempo que decía:
— Me vooooooooooooooooyy, mi vida… Me voooooyyy…
Yo no respondí, porque sólo lancé algo que se confundió con un gruñido salvaje y le de`posité varios chorros de esperma que fueron un paliativo al dolor de su entrega anal.
VII
Al término del coito, los dos nos tiramos en la colchoneta para descansar del hermoso placer que ambos habíamos sentido… Para mi, no puedo negarlo, fue una entrega maravillosa… Por primera vez, Grecia, el amor de mi vida, me habia hecho entrega de su capullo anal y lo había recorrido por varios minutos con mi candente verga.
Durante quince o veinte minutos estuvimos platicando de cosas baladíes, incluso hasta del amor clandestino que nos profesábamos y de un futuro que ha durado mucho tiempo para llegar y hacerse realidad. El vivir juntos para toda la vida.
Enseguida ella bajó sus manos y comenzó a pajearme la verga. Logrando el objetivo de que se me parara de nuevo y sus labios besaron mis tetillas, su lengua recorrió mi cuerpo y se detuvo en mi ombligo para refugiarse algunos instantes, hasta que posó su boca en mi verga para limpiarla y darme otra soberana clase de sexo oral.
Pero esta acción, sólo fue el preámbulo de lo que me esperaba…
Ella se sentó a horcajadas sobre mi y solita se dirigió el pene a su vagina. El fierro candente se fue introduciendo paulatinamente hasta que mis testículos tocaron sus nalgas…
Ella se movía lentamente de arriba hacia abajo y por momentos se detenía, para iniciar movimientos circulares y en otras se lanzaba a la carga como una buena amazona. De pronto se volteó y dejó que viera como se le introducía mi verga en su coño…
El espectáculo era impresionante… La excitación que esta visión me causaba me tenía a cien… De pronto ella detuvo sus movimientos y fue la señal de que estaba sufriendo su tercer orgasmo de la madrugada… Todos los músculos de su cuerpo se contrajeron… La descarga de sus fluidos fue increíble, porque mis huevos se llenaron de líquido…
Yo levanté un poco mi cuerpo, con la finalidad de seguirla penetrando y hacer algunos movimientos, pero el peso del suyo no me permitía hacer nada… Así que logré levantarla y me moví de tal forma que ella me sugirió que la acostara.
La acosté y la penetré de nuevo por la vagina, que destilaba mucha humedad, yo diría que demasiada… Por lo que no se presentó ninguna dificultad para introducirle mi miembro que ya pedía a gritos estar dentro para escupirle el esperma que alojado en el saco escrotal pedía a gritos salir y alojarse en el caliente útero del amor de mi vida.
No tardé mucho… Mis movimientos se fueron haciendo más rápidos, hasta que inhalé como jalando aire a mis pulmones… Pero sólo era el deseo de tener toda la potencia necesaria y descargarle gran cantidad de líquido seminal.
Ella apretó sus piernas contra mi espalda y sólo alcanzó a decirme: "Que ricura mi vida… Te veniste y bien… Lo sentí todo…"
VIII
La luz del nuevo día nos sorprendió abrazados… Quizá nos quedamos dormidos en mi oficina y, cerca de las 8 de la mañana, nos despertamos para vestirnos y salí a acompañarla hasta donde estaba su coche, para despedirnos con un beso y jurarnos amor sincero.
Me regresé a la oficina y esperé su llamada telefónica para saber que ya estaba en su casa… Cuando de pronto, a lo lejos sonó un timbre…
Desperté y el acto sexual experimentado con Grecia, sólo había sido un sueño… Pero me costó trabajo despertarme. El onirismo se había confundido con la realidad… Así que no respondí al repiqueteo del teléfono, quería seguir gozando de ese acto sexual…
Acostado en la colchoneta me quedé mirando hacia arriba y muchas figuras erotizantes se mezclaban en la blancura del techo… Cuando de pronto sonó nuevamente el timbre del teléfono.
Era mi esposa, quien me preguntaba si ya había terminado de hacer el periódico. Porque deseaba que la llevara a la terminal de autobuses, ya que viajaría a la ciudad de México… Miré el reloj de la oficina y éste marcaba las seis de la mañana…
Le respondí que en cinco minutos llegaría por ella. Mientras mi mente voló hacia donde estaba Grecia. Quizá dormida o quizá teniendo también sueños eróticos. Pero de una cosa si estoy seguro. Nuestro amor sigue estando en la clandestinidad, porque no se ha podido concretar. Sólo nos hemos permitido algunos besos fugaces.
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