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Categoría: Flechazos

AMOR CANIBAL

Susana Cárdenas bajó del bote con cuidado. No deseaba mojar sus botas con el agua del mar.

Enfermera titulada, había sido enviada por el Hospital General en el que trabajaba para que colaborara con la tarea del doctor Blanco, quien era el encargado de llevar adelante el plan de vacunación masiva en los países mas pobres, para diferentes enfermedades infecciosas tropicales.

Desde el éxito que los planes mundiales de vacunación tuvieron a partir de las décadas de 1960 en adelante, la joven enfermera había fantaseado con ser parte de los mismos.

Ahora se le había dado la oportunidad, ya que el Hospital General había entrado en un plan de padrinazgo de este proyecto, colaborando con el mismo mediante la donación de vacunas y el envío de voluntarios a donde fuese necesario.

Cuando Susana leyó el ofrecimiento de incorporarse al proyecto, no dudó un instante y una semana después se encontraba de viaje hacia una de las islas cercanas al archipiélago de Borneo. Su objetivo era una de las islas mas remotas, en donde la penetración de la cultura moderna había sido mínima, y donde los nativos continuaban en su mayoría con sus costumbres ancestrales.

Una vez desembarcada, emprendieron una marcha a pie bordeando la costa, hasta el lugar del campamento del doctor Blanco.

Los nativos que la habían transportado retornaron en su bote a la isla principal del archipiélago, de donde habían partido, dejando a Susana en manos de un grupo de habitantes locales.

Todos ellos vestían solamente unos taparrabos de vivos colores que cubrían sus genitales, pero que dejaban totalmente al descubierto sus partes traseras. La vestimenta era unisexo. Las mujeres del grupo no llevaban prenda alguna en la parte superior de su cuerpo, exponiendo sus pechos sin ningún tipo de vergüenza.

-Pensar que en Occidente nos creemos muy de avanzada cuando hablamos de top-less y aquí lo han hecho toda la vida- pensó.

Luego de un rato de marcha, el calor húmedo empezó a empapar la camisa de Susana, pegándose en su piel y haciendo transparente su brassier a los ojos del grupo.

Susana empezó a entender porqué en esos climas era mejor ir sin camisa que llevarla puesta.

Al cabo de una hora llegaron a un lugar en donde había un grupo de personas pescando y asando los peces en improvisadas fogatas en la playa.

Susana observó que todas eran personas jóvenes, ninguno pasaba los treinta años, y que todos hombres y mujeres, estaban completamente desnudos.

El nativo que le servía de intérprete le explicó que ese era un grupo de personas solteras, a las cuales no se les permitía usar el taparrabos hasta que se hubieran casado.

- O sea que el taparrabos es el anillo de matrimonio de esta gente... - pensó Susana

La intérprete le dijo que ella debería quedarse con los jóvenes hasta el otro día, en donde sería escoltada al campamento del doctor Blanco. El grupo que la había traído era un grupo de cacería que había tenido la cortesía de acercarla hasta ese punto, pero a partir de allí se iban a adentrar en la selva profunda con el objetivo de cazar monos. Susana ya sabía que el mono y el pescado eran las principales fuentes de proteínas de los nativos.

A diferencia de los adultos, la mayoría de los jóvenes conocía el idioma, por lo que no tuvo dificultades para relacionarse con ellos.

Notó que las chicas observaban a los hombres sin disimulo, ni recato, de una manera que sería impensable que lo hiciera una jovencita occidental.

Se sentó alrededor de una fogata femenina, en donde cinco chicas estaban asando pescados.

Si bien las chicas estaban hablando en su propio dialecto, las voces y las miradas delataban inequívocamente que estaban hablando de los cuerpos de los chicos.

Cuando les preguntó acerca de esto, le comentaron que en su cultura la observación del cuerpo no era una conducta "deshonrosa" (si, esa fue la palabra que usaron), como para la gente blanca, y que una chica tenía toda la libertad del mundo para mirar todo lo que quisiera a los jóvenes del grupo.

De hecho, las chicas comenzaron a hablar en el idioma de Susana, para integrarla a la charla.

La mas joven, que no tenía demasiado trato con mujeres fuera de su tribu le preguntó cuando iba a morir. Las otras rieron y la trataron de tonta.

Una de las jóvenes explicó:

-Disculpa a mi hermana pequeña porque es una tonta. Lo que pasa es que no sabe que todas las extranjeras se visten como tú. En nuestra cultura, la única vez que una mujer se cubre todo el cuerpo con ropa es cuando está moribunda, a punto de fallecer. Mi hermanita se sorprendió porque te vio demasiado saludable como para morir.-

Susana se rió inicialmente, pero al rato se empezó a sentir incómoda cuando se dio cuenta que los miembros mas jóvenes del grupo la miraban con asombro.

La muchacha mayor le dijo nuevamente que esto era así por la misma razón que le había explicado, ya que si bien conocían al doctor Blanco, el contacto de los nativos con mujeres occidentales era muy esporádico.

Luego de que otra jovencita se acercara al grupo para preguntar por su estado de salud, Susana decidió tomar el toro por las astas.

-Ya es suficiente, no estoy enferma- les dijo con furia.

Con un movimiento rápido, casi de un tirón, se quitó la camisa y el brassiere, los que fueron a parar a la arena.

-Tampoco estoy casada!- les dijo sin calmar su voz mientras se paraba y se quitaba los pantaloncillos color caqui de explorador que llevaba puestos. Igual suerte corrieron sus bragas.

Susana permaneció de pié desnuda unos instantes, mirando a las jóvenes. Unos gestos de aprobación en sus caras le hicieron sentir que había hecho lo adecuado. Los destellos del fuego iluminaban su cuerpo en el atardecer tropical, dando a su figura un tono amarillo anaranjado, como una estatua de oro brillando ante el resplandor de las antorchas.

Se sentó nuevamente y empezó a compartir la plática de las jóvenes.

Susana escuchó con interés como hablaban en forma vívida y explícita de sus gustos, de una manera que no sería considerado adecuado para una dama en su país de origen.

-Mira, ahí está M'bok- dijo una refiriéndose a un joven musculoso que tironeaba de una red de pescador. Como todos los demás, el joven se hallaba desnudo completamente.

-Me gusta su cuerpo. - continuó la joven -Sus músculos son duros como rocas y su trasero es firme. Me gustaría morderle el trasero. Sin embargo, miren su pene. Mide lo mismo que el de mi pequeño hermanito que tiene solo ocho años. Creo que si él te penetrara, ni siquiera te darías cuenta-

Las jóvenes rieron vivamente.

-Habría que decirle "Avísame cuando la tengas adentro así por lo menos me entero"- dijo otra entre risas

Nuevamente el comentario fomentó la hilaridad general.

-Todas ustedes son unas tontas, yo me he acostado con él y les aseguro que cuando su pene se pone duro, su tamaño aumenta hasta quedar así- dijo otra, mientras hacía un ademán con las manos que simbolizaba lo que Susana consideró un tamaño mas que aceptable.

Susana observó también que no solo eran las mujeres las que miraban, sino que los hombres también estaban muy interesados en el tema. De hecho, se percató de que varios penes entraban en erección después de contemplar vivamente a alguna de las mujeres. Lejos de ocultar este hecho, los muchachos trataban de pasar cerca de la joven a la que miraban, de tal manera de que ésta notara su estado de excitación.

Susana preguntó a sus compañeras y una de ellas le dijo:

-Están pavoneándose. Te muestran que se han excitado mientras te miraban, así que están invitándote a acostarte con ellos si a ti te gusta lo que ves-

-Los hombres son todos iguales. - pensó Susana- si no fuera porque están desnudos, el comportamiento no es muy distinto de el de los sujetos que te encuentras en la barra de los bares de solteros-

-¿Que hacen ustedes cuando un hombre se viene a mostrar ante ustedes con el pene en erección?- le pregunto Susana al grupo.

-Si la tiene linda, lo invitamos a hacer el amor, que mas- respondió inmediatamente una de las chicas. Las demás asintieron.

En eso, uno de los jóvenes pasó cerca de una de las chicas, exhibiendo sus atributos masculinos en su mejor estado.

-¿Quien es este muchacho? ¿Alguna lo conoce?- dijo la chica

-Es el hermano menor de M'petai, el que vive cerca del arrecife.- le contestaron

-¿Hermano menor? No me parece muy menor ahora... Miren el tamaño que tiene su miembro!!!-

Las jóvenes pusieron toda su atención en los atributos del muchacho, el cual posó para ellas como pavo real desplegando sus plumas.

Susana se unió a la partida de mironas. El pene lucía esbelto, rígido, potente. Su cabeza se encontraba tremendamente hinchada, y las venas se encontraban expandidas, como raíces de un árbol.

-Salió cabezón el niño- dijo Susana. Las demás rieron.

-¿Amigas mías, que opinan?- dijo la joven a la cual el chico se le había insinuado- ¿Creen que vale la pena que me acueste con él?-

-Lo que veo me parece bien. Creo que deberías probarlo- dijo una de las amigas.

-Si, pruébalo, que estamos aburridas y queremos algo de diversión- dijo otra

Susana no entendió muy bien a que se refería

-Pruébalo, pruébalo- empezaron a cantar a coro las amigas.

La chica hizo un gesto y el joven se acercó. Para sorpresa de Susana, la joven tomó el pene con la mano, y lo introdujo en su boca.

-¿Van a hacerlo aquí??? - preguntó Susana - ¿No prefieren un lugar... mas íntimo?

-Shhhh- la callaron las demás.

Susana comprendió que cuando las jóvenes le decían que querían diversión, estaban motivando a la amiga a que hiciera el amor en frente de ellas. La diversión era la contemplación del equivalente de un espectáculo de sexo en vivo.

La joven chupó la cabeza del pene en forma ávida, casi violenta. De hecho, no mostró casi ninguna consideración por el muchacho. Mientras tanto, acariciaba el tronco y los testículos con la otra mano.

Cuando percibió que el pene había llegado a su máxima expresión posible, retiró la boca, tomó el pene con una mano, y corrió su piel hasta el fondo, de manera que la cabeza quedara completamente al descubierto. Exhibió el órgano a sus amigas, las cuales exclamaron grititos de admiración parecidos a los que dan los espectadores de un espectáculo deportivo.

Susana dedujo que el show ante las amigas era una parte de la ceremonia de igual trascendencia que el acto sexual mismo.

-¿Opinan que ahora está listo para estar dentro mío?- preguntó la joven mientras continuaba la exhibición del pene erecto.

-Póntelo, póntelo- la arengaron las demás

La muchacha soltó el miembro y se puso en cuatro patas. El joven se arrodilló detrás. Las demás chicas se movieron y rodearon a la pareja. Susana hizo lo mismo.

-Pontelo, póntelo- cantaron en coro las chicas

El joven tomo a la muchacha de las caderas, y empezó la penetración. Susana pudo ver como éste penetraba con todo el ímpetu que tenia, hasta el último centímetro de su miembro, hasta el fondo de la vagina.

A medida que el acto se consumaba, gemidos de placer irrumpieron de su boca

Las demás chicas, empezaron a imitar en tono festivo los gemidos, siguiendo el ritmo de su compañera, mientras se reían ampliamente.

Cuando el clímax fue alcanzado, las chicas dieron pequeños aullidos y algunas aplaudieron, como hacen los hombres cuando su equipo de fútbol anota un tanto.

Los amantes permanecieron en abrazados en silencio. Mientras tanto, las demás chicas se sentaron en círculo, abrieron sus piernas, y empezaron a masajear sus genitales con los dedos. Se miraron las unas a las otras, a fin de sincronizar los movimientos, y todas se acariciaron al mismo ritmo, con los mismos movimientos, de la misma manera. A esta altura de los acontecimientos, Susana juzgó que sería una descortesía el no imitarlas, así que se unió al grupo de buena gana.

Al momento de los jadeos y los orgasmos, ahora era el joven y su amante los que arengaban y festejaban, sin dejar de estar abrazados.

Durmieron en la playa luego de comer el pescado que habían asado.

A la mañana siguiente, las chicas se ofrecieron a guiarla hacia la cabaña del doctor Blanco.

Susana no se molestó en vestirse. Después de todo, había estado desnuda toda la noche en frente de esta gente y para sus compañeras, la desnudez era la forma habitual de vida.

Sin embargo suplicó a sus nuevas amigas:

-Avísenme cuando estemos cerca de la cabaña, ya que deberé ponerme las ropas con que me habéis visto ayer. Entre nuestro pueblo, no está bien visto que una mujer se presente ante un hombre como el doctor Blanco sin ropas.- expresó

Sus compañeras rieron.

-No te preocupes, una de las causas de que el doctor se lleve tan bien con nosotros es que ha hecho todo lo que está a su alcance para adoptar nuestras costumbres, de manera que no lo veamos como a un extraño. -

-Entiendo que no se va a molestar por verlas a ustedes desnudas, pero eso no se aplica a mi- replicó Susana.

-Tu no entiendes - le contestaron- El doctor ha adoptado nuestro ritual de vestimenta, y como es un hombre soltero, no se le permite que use ningún tipo de prenda. Por ende, cuando lleguemos, no creo que te diga nada al verte, porque él estará totalmente desnudo...-
Datos del Relato
  • Categoría: Flechazos
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
ana
invitado-ana 23-02-2004 00:00:00

me gusta tu cuento esta muy bien, pero me gustaria mazo que lo continuaras para saber como continua y que hace el doctor al verla totalmente desnuda.

princesamaya
invitado-princesamaya 22-02-2004 00:00:00

Solo te pido por favor, que continues la historia, quiero saber que pasa cuando se encuentren el doctor y la enfermera... saludos

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