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Amigo del gimnasio y mucho más

Pasaron dos semanas desde mi encuentro sexual con Alvaro en las duchas del gimnasio. Unos días después se fue de vacaciones y no hemos vuelto a vernos. Nuestras conversaciones por teléfono son muy excitantes, tanto que siempre acabo con una erección, pero me obligo a no masturbarme y reservar mis energías para el día que vuelva a verle y a sentirle.



Hoy era un día como otro cualquiera, me levanto de la cama con mi habitual tienda de campaña, me doy una ducha relajante, mientras enjabono mi cuerpo imaginando que es Alvaro el que me lo recorre con sus manos; lo que no ayuda a que se me baje la hinchazón. Desayuno tranquilamente y me voy a la Universidad.



Por la tarde me dirigí al gimnasio para hacer un poco de deporte. Estaba más vacío de lo normal a causa de que la gente ya se iba de viaje. Hice un poco de pesas y cinta, y luego me fui a clase. En la puerta había una nota que decía que la clase se había suspendido hasta mañana. Decepcionado me iba a ir a las duchas para cambiarme cuando la puerta se abre, me giro sorprendido y, apoyado en la puerta, esta Alvaro, sonriéndome. Sin que me dé tiempo a reaccionar me coge de la muñeca y tira de mi dentro de la clase.



Esta oscuro y no puedo ver nada cuando la puerta se cierra. Oigo como cierra con llave y después silencio. Me pongo en pie y, con las manos empiezo a buscarlo. Con cada paso que daba me iba excitando más y más. Finalmente di con él:



—Por fin me has encontrado. - me dijo al oído suavemente mientras me abrazaba con sus musculosos brazos- Espero no haberte hecho daño.



—Me la debías, así fue como me diste el primer beso; ahora me toca a mí.



Busque su cara con mi mano, le agarre con firmeza y le di un beso con todas mis ganas. Notaba como él también ponía fuerza en nuestro beso. Por fin lo tenía a mi lado y no le dejaría marchar. Nuestro beso se fue calentando y yo con él. Me di cuente de como mi polla empezaba a crecer deseosa de volver a juntarse con Alvaro y, la suya también crecía, presionándose contra mi muslo. Nuestras lenguas seguían entrelazándose mientras me dirigía hasta la pared. Al cabo de un rato se separó un poco de mí:



—Estaba deseando volver contigo. -me dijo al oído mientras me la recorría con su lengua.



—Yo también. No he parado de pensar en ti. Y con mucho esfuerzo, te he estado esperando. Me gustaría verte.



Sin decir nada más, las luces empezaron a parpadear y se encendieron. Tuve que cerrar los ojos por el repentino golpe de luz. Cuando se me fue aclarando la vista pude observarlo mejor. Estaba a unos pocos pasos de mí, con el torso al desnudo, marcando esos precisos abdominales que una vez recorrí, un pantalón corto ajustado que resaltaba su miembro, que me volvía loco. En mitad de la clase, había colocado unas cuantas colchonetas:



—¿Has preparado todo esto?



—Si -me dijo sonriendo, cada vez que sonreía me derretía- cuando vi que hoy no habría clase fui a secretaria, le pedí las llaves al conserje, que es amigo mío, y lo prepare para nosotros.



Me quede sin habla. Mientras lo seguía mirando, Alvaro se dirigió a mí, me tendió la mano, que con gusto acepte y nos tumbamos en las colchonetas.



—Yo también he estado sin correrme desde nuestro último encuentro- me dijo mientras se acariciaba la polla por encima del pantalón.



—Pues habrá que arreglar nuestra situación.



Lo tumbé boca arriba y me subí encima. Nos volvimos a besar mientras movía mis caderas para que nuestras pollas se frotasen. Estábamos muy calientes. Después nuestras bocas con un hilillo de saliva y fui bajando lentamente, por su pecho, lamiendo sus pezones, disfrutando de su sabor, de sus músculos; hasta llegar al “premio gordo”. No podía esperar más. Con un rápido tirón le quite los pantalones, liberando su polla. Estaba erecta y dura, recubierta por una capa de líquido transparente. Sin dudarlo me lo metí en la boca y empecé a succionar. Por fin lo tenía. Con cada mamada sentía como sus músculos se contraían.



Seguía marcando un ritmo lento para disfrutar más. Mi mano iba recorriendo sus huevos, acariciándolos. Mi lengua jugueteaba con su capullo. Estaba en pleno éxtasis cuando poso una mano en mi cabeza. Me la saque y le mire a los ojos:



—No quiero acabar todavía. Quiero que disfrutes tu también.



—Eso tiene fácil solución.



Me quita toda la ropa dejando mi polla bien dura al aire. Ahora me tumbe yo boca arriba y él se puso encima mío con su polla en mi boca. Hicimos un 69 mucho mejor del que recordaba en las duchas. Notaba como su lengua, disfrutaba de cada centímetro de mi miembro. Ambos aumentamos en ritmo, yo notaba como mi semen estaba a punto de salir, y quería que acabase junto a él. Así que con el líquido que se derramaba de mi boca unté mi dedo y se lo fui metiendo en su ano. Con una súbita descarga de pasión, empecé a soltar todo el semen que había acumulado estas últimas semanas en su boca. Unos segundos más tarde notaba como su leche calentita iba llenando mi boca.



Nos sentamos. Nos miramos a los ojos y nos fundimos en otro beso. Nuestras corridas pasaban de una boca a la otra. Después nos separamos y nos quedamos recuperándonos juntos:



—Has hecho trampa – me dijo con su sonrisa picarona- no valía estimular otras zonas, aunque he de reconocer que me ha gustado.



—Lo siento, quería que acabásemos juntos.



Me dio un beso en la frente mientras apoyaba la cabeza en su pecho. Notaba su respiración agitada y su corazón latiendo rápidamente y disfrutaba de tenerlo tan cerca. Notaba como su polla se iba poniendo erecta de nuevo, lo que provocaba que la mía también se empezase a levantar. Me cogió del mentón para levantarme la cabeza y me dio otro beso. Mientras volvíamos a besarnos mi mano volvió a su polla y la suya se dirigió a la mía. Nos empezamos a masturbar. Un rato después le separe lentamente. Me miraba extrañado:



—¿Qué pasa?



—Quiero hacerte un regalo, para pedirte perdón por la trampa de antes y también… porque te quiero.



Note la sorpresa en su rostro. Me separe aún más, pero me cogió y me beso:



—¿Qué regalo es?



—Mi virginidad anal. Tú me la diste a mí la primera vez y quiero que tú me la quites.



Me puse a cuatro patas ofreciéndole mi ano. Alvaro se puso detrás mío y empezó a pasar su lengua. Con cada lametón soltaba un débil gemido. También pasaba la lengua por mis huevos por mi polla. A continuación, suavemente, fue introduciendo un dedo para ir abriéndolo, me dolía un poco. Después introdujo un segundo dedo. Mis gemidos iban en aumento.



Finalmente me puso cada mano en una nalga para abrirme y, con ayuda de su saliva en mi ano y de mi saliva en su polla la fue introduciendo poco a poco. Primero solo la cabeza. Sentía dolor, pero no quería demostrarlo, quería más. Poco a poco la metió y, con un último golpe, la metió entera.



EN ese momento no lo pude aguantar más y solté un fuerte gemido. Inicio las embestidas con un ritmo lento:



—Alvaro me encanta



—A mí también ahh. Tu interior es muy caliente.



—Sigue no te detengas ahh me encanta tu polla.



Su ritmo fue en aumento:



—Sii ahh se siente mejor de lo que pensaba



—Lo sé -dijo mientras su mano se dirigía a mi polla- yo también lo sentí ahh



Me di la vuelta, enredé mis piernas en su cintura y bajo su cuerpo hasta que ambos se juntaron:



— Quiero seguir sintiéndote siempreee ahh



Nuestros orgasmos eran cada vez más seguidos y altos, Mientras me penetraba su mano masturbaba mi polla:



—Alvaro, ahh me voy a correeeer.



—Yo también, tu culo…aprieta mi polla cada vez ahh mas.



—Dioooos si ya vieneee



—Me corroooo.



—Sii lléname Alvaroo



Ambos nos corrimos a la vez. Su polla empezó a soltar toda su corrida llenando mi interior, notaba como su leche caliente recorría mi ano. De mi polla salió también una buena descarga llenándonos a los dos nuestros cuerpos y caras.



Nos quedamos tumbados, recuperando el aliento, mirándonos fijamente:



—Un rencuentro espectacular.



—A merecido la pena esperar.



—Quiero que sepas que yo también te quiero, desde que te vi en el gimnasio y te bese.



—Alvaro – le dije- vamos a estar juntos ¿verdad?



—Siempre.



De pronto las luces se apagaron. Me quedé sin saber que había pasado, cuando unos minutos más tarde empecé a escuchar a Alvaro reírse:



—¿Qué ha pasado? -le pregunte extrañado.



—Que han cerrado el gimnasio dejándonos dentro. Hasta mañana no podemos salir.



—Bueno -le volví a coger de la nuca a tientas- habrá que divertirse hasta que nos abran.



Nos fundimos en otro beso que daba paso a una noche de sexo, orgasmos, sudor, saliva, semen y amor.



FIN


Datos del Relato
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