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Amigas así, valen la pena

Era de esas amigas a la que siempre uno le tiene ganas, pero sólo a veces se da... Le pedía que saliéramos, que teníamos tanto de que hablar y necesitaba un par de consejos. Pasamos un indo día, pero pasó la hora y como todo un caballero fui a dejarla a su casa. Pensaba irme de inmediato, porque era tarde aún me quedaba llegar a casa. Insistió en que pasara a tomar un vaso de jugo que accedí, cuando entramos nos dimos cuenta que estaba sola, sus papás no llegarían, sino hasta mañana. Prendimos la tele y nos quedamos pegados viendo una película. Me iré a dormir me dijo y entró al baño, así que debía esperar que saliera para irme.

Tenía un camisón de seda rojo, que caía desde sus tiritas en los hombros bajando con suavidad, que se ajustaba perfectamente a su figura, sobre pecho dejaba notar un par de pezones redonditos, más abajo bordeaba la parte superior del muslo, por detrás, se encorvaba en su espalda para bajar en ese redondo culito, la tela dejaba traslucir su colaless del mismo color y que se perdía entre los glúteos. Descalza caminaba hacia mí, no se si venía en cámara lenta o era parte de su faceta seductora, los ojos almendrados que brillaban, su frente ceñida, pero una sonrisa pícara en sus labios, labios pintados de rojo. Me tomó de la mano, me hizo un gesto de silencio y me llevó al segundo piso, a su pieza y cerró la puerta.

Me preguntó como estaba, no sé qué le respondí, pero la escuche decir que no estuviera nervioso, que íbamos a relajarnos. La tome por la cintura y la empuje contra una pared, ahí comenzamos a besarnos, lento, yo pasaba mi mano sobre su espalda sobre la suave tela, y le acariciaba el pelo. Comencé a lamer su cuello y darle pequeñas mordidas, sentía que comenzaba a excitarse, volvía a su boca y mi mano bajaba hasta el trasero, primero por sobre su camisón, pero cuando ella quien tomo mi cabeza y paso sus labios por mi cuello, mi mano bajo y se topó con ese lindo culito. Me gustaba apretar y soltarlo, además de jugar con la tira del colaless. Mi otra mano jalaba su pelo y mi boca iba desde su cuello hasta la suya. Siguió besándome y tomó mis manos, las puso arriba de su cabeza, haciendo que me apoyara en la muralla. Ahora ella era quién tomaba la iniciativa, me sacó la polera y tocaba mi miembro por sobre el pantalón. Me seguí besando el cuello, baja por mis hombros, a veces sus pezones rosaban mi piel, lo que me gustaba.

Sus manos ahora abrían mi pantalón y los bajaban, con su boca bajaba por mi vientre, hasta llegar a mi ombligo, ahora lentamente se agachaba, su escote estaba justo debajo de mí, y dejaban ver ese lindo par de tetas. De rodillas bajó mi bóxer, y en su boca roja metió mi pene duro, con su mano afirmaba mi pene, duro y su boca besaba el glande que no dejaba de latir, su lengua también participaba y llenaba de una saliva tibia mi miembro, de vez en cuando me miraba y sonreía con malicia, se detenía como, como experimentando, sólo para ver mi reacción y cuando yo gemía de placer volvía a ocupar su boca. Yo trataba de cerrar los ojos, pero la escena de ella dándome sexo oral, además de sus tetas agitándose me tenían hipnotizado; no podía hablar, sólo gemía de vez en cuando y mi respiración aumentaba cada vez más. Cómo si tuviese un don, era la mamada más rica que me habían hecho, hasta sus manos se movían exquisitamente; cada vez que palpitaba, me apretaba con sus manos y sus labios. Con sílabas entrecortadas, le dije que iba a terminar, ella me miró con ironía, sonrío y comenzó a pajearme y lamerme más rápido, sentía como el glande se hinchó por última vez y mi leche salió. Llenado su boca y manos, ella dejó que corriera por su cuello, saltó también a su pijama.

Ella siguió tocándome, yo le pedí que parara, pero no hizo caso. Se levantó, se limpió la boca con una toallita y me acostó en su cama, ella se recostó en mi pecho, y con ternura puso sus manos en mi pene, no me decía nada, sólo me tocaba, como con cariño; de pronto la ternura volvió a convertirse en calentura, el cariño ahora me excitaba, ella si sabía cómo sacar a uno del reposo. Cuando nuevamente estuve duro, su boca dejaba entrar y salir mi miembro, yo estaba a punto de comenzar a gemir de placer otra vez, cuando la maliciosa me miró con esa sonrisa coqueta, se acostó boca abajo al lado mío, mirando hacía el muro. Ahora tuve tiempo de volver a mirarla, el rojo hacia resaltar su culo tierno, además el camisón recogido dejaba ver el extremo de sus glúteos. Con una mano acaricié su espalda hasta bajar al final del camisón, a ella le gustó que masajeara el trasero, hasta sentí pequeños gemidos que de vez en cuando se lo agarraba con fuerza, a esas alturas se veía su tanga y con mis dedos tiraba de las tiritas, puse mi lengua en tu trasero y comencé a besarlo, con mi lengua buscaba su ano, mientras sacaba lentamente la prenda. Ahora con mis dedos buscaba su vulva, al llegar note la humedad y cuando escarbaba con mis dedos, los ruidos de placer se hicieron más fuertes.

Me acosté encima de ella, tome su pelo y le bese el cuello, mientras mi otra mano tocaba el su clítoris, lo acariciaba suave y de vez en cuando apretaba, sentía que daba saltitos cada vez que repetía el juego. Su vagina ya estaba mojada, me recosté sobre su espalda y mi pene ahora hacia el recorrido en busca de su vagina, le levante el culo y me calentó el quejido que se le escapo cuando la penetre, fue muy suavecito, la respiración se hacía más rápida y de vez en cuando repetía el quejido, seguía lamiendo su cuello, le daba besos en la oreja. Ella comenzó a moverse, me pareció increíble el roce mientras aumentaba, me daban ganas de ser más brusco, al parecer ella lo buscaba, por sus movimientos subieron de velocidad. Me salí. Levante su cadera, haciendo que quedara en cuatro, ahora podría penetrarla a mi antojo, cada vez más rápido y con cada gemido que daba, era como si exigiera más fuerza, terminamos de sacar su camisa de dormir, sus tetas estaban libres y mientras entraba y salía le tomaba los pechos, afirmándome de ellos como para entrar más fuerte, ella estaba vuelta loca y yo más y más caliente, le tome el pelo y lo jalaba como si fueran las riendas de una yegua, eso la hizo gritar, me pidió que no parara y sus quejidos eran audibles en toda la cuadra, me dijo que estaba a punto de terminar, que llegáramos juntos. Cuando sentí ese gemido de placer, la di vuelta, ahora yo la miré con malicia, veía en su cara que estaba bajo mi control. Me puse sobre vientre, terminé de pajearme y le llené esas tetas con semen. Al terminar se lo metí un par de veces en la boca.

Me levanté a buscar toallitas le limpié el pecho, y me acosté al lado de ella, así nos pilló el otro día abrazados, como dos grandes amigos…

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