Hoy amanece en tu mundo, tan lejos del mío, mientras la luna menguante brilla solo para mí en ésta parte, mientras sueño despierto que tu amor traspasa la penumbra como un velo desgarrado, que cae sobre mi intimidad, que me atrapa. Siento tus ojos posarse en mis pupilas, me despojan de soledad. Tus manos danzan sobre mi cuerpo. Me estremecen tus dedos en mi espalda, tus labios en mi cuello. Suaves, húmedos. Bajo mi rostro buscando el tuyo. Sucumbo a tu mirada, me subyuga y es llama; candil que me guía al nido que es tu boca. Recorro el borde perfecto de tu cuello y me deslizo por gravedad hacia abajo. Gota sudorosa que se pierde en mis deseos. Te siento en cada parte de mi piel, en cada suavidad de vos en mi lengua. Te escucho suspirar y mis latidos se aceleran. Beso juego me divierto y excito mis ansias en tus pechos. Quiero más que nada en el mundo seguir descendiendo pero me detengo en tu corazón. Tengo tu vida, toda tu vida en mi. Cierro los ojos y me dejo llevar por tus galopes en mi mente. Al mismo tiempo mis manos moldean tu silueta en la sombra de la noche. Bajan lentas y presurosas. Llego suave... y tu espera se consume en un jadeo mudo y ardiente. Y en otro y otro más. Te recuesto en la cama y me subo a vos. Te beso, ya por vigésima vez. Te observo. Sonreís. Es tu ego. Por tenerme. Que más da. Entro en vos y te hago dueña de mi mundo; recorres mi sangre, vas adivinando mis locuras, acompasándote a mis suspiros, emergiendo desde el profundo abismo de mis anhelos... consumiéndome en lo más dulce del infierno de tu pasión. Hasta que llega el preciso instante en que ambos complementamos la historia humana de nuestros sexos y estallamos en un proceder múltiple y ensordecedor de vibraciones internas que te hacen desaparecer de mi sueño y a mí despertar del mismo. Ya casi amanece en mi mundo, tan lejos del tuyo, mientras otra noche se muere… y vos te morís con ella.



escrito con vaga.