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Abrí los ojos y… no era parte de un sueño, o sí lo era, pero ahora despierto siento que el contacto físico es real. Ely, la madrina, se ha metido en mis sueños y en mi cama y está acariciando y lamiendo el falo triunfal, que la hizo disfrutar ese glorioso orgasmo esta misma madrugada, en el garaje. Pero como dicen en las series de tv, este hecho será parte de otra historia, mañana se las sigo, es mucha tensión para esa lectora madura que siente revivir esos momentos como cuando estaban latiendo en su sexo.
Con este párrafo había concluido la primera parte de mi historia de sexo en familia, la esposa de mi padrino, Ely se había apropiado de mis ganas de sexo, en la madrugada en el garaje, ahora venía por más, aprovechó el sueño erótico, se hizo dueña de la situación, mi desnudez y la notable erección de la apetecible “cosota”, motivaron a ir por más, aprovechar que el padrino estaría fuera hasta después del almuerzo le daba el espacio necesario para apropiarse de este inocente jovencito con toda la testosterona a full. Ja! De Jovencito y hormonas a full, sí, de inocente, poco, sabía cómo hacerlas vibrar, agitando la magia de una verga lo suficiente gruesa para desatar su pasión y despertar los más oscuros deseos.
La madrina quería sacar a luz los deseos y liberar la pasión que la mantuvo inquieta desde ese sexo a las apuradas en el garaje.
Ahora, tenía un tiempo para ella, el hacedor de sus sueños tendido, dormido y desnudito. Me contó que: “pude dormir poco, desperté caliente, con el sexo húmedo, las ganas de tenerte dentro latiendo con fuerza inusitada. Tu padrino tenía obligaciones en la empresa que lo retienen hasta media tarde, mientras le servía el café, pidió que te hiciera un suculento desayuno para reponer fuerzas. No tengas dudas de que le voy a preparar el mejor desayuno”
- Hola bebé, buen día! La madrina te está preparando el “mejor desayuno”, bueno… en realidad venía por el mío, venía para tomarme la “lechona” que tiene mi hombre, la siento bien llenita de una nutritiva y tibiecita leche que pueda nutrir a la madrinita. Sí, bebé?...
Despertar de ese modo, luego de una noche agitada era lo mejor que podría pasarme, sin dejar de mirarse en mis ojos, me la tenía agarrada entre las dos manos, masajeando lentamente y mientras los labios se abrían para meterse todo el glande dentro de su boca. Encerró en sus labios la cabezota, lamiendo sin dejar de perder uno solo de mis gestos, actuando lento pero consecuente para seguir llevándome al cielo.
Se arrodilló entre mis piernas y deshizo del babydoll, toda la desnudez de la mujer madura en plenitud, la piel muy blanca, opulentos senos cargados de deseo cuelgan con la gracia natural de su volumen, el vientre sin excesos, la sombra de los pendejos dan el justo sentido erótico, un rayo de sol se filtra y produce un brillo especial de sus jugos vaginales esparcido sobre los rulos que intentan esconder el acceso al rincón de todas las delicias.
Ojos abiertos como el dos de oros, admiran la desnudez del efebo, éste también está arrobado admirando a esa deseable madura que se le ofrece sin otra condición que la de entregarse a sus instintos más primarios, despertar a ese demonio que unas horas antes le había hecho probar el sabor de su semen.
Tendida, a cuatro patas se acerca hasta ofrecerme el desayuno, que mame de sus tetas. Me gusta mamar estando encima, volteo y me coloco para exprimirla a gusto y “piacere”, colabora apretándoselas como cuando la mamá da la teta al niño, saltando de una a la otra hasta colmar mi capacidad de chupar.
Ahorcajado, coloqué la vera entre las tetas, frotando los pezones en el glande. Ella la aprisionó entre sus pechos y comenzó a pajearla, ayudaba con el movimiento de pelvis, acercándosela hasta los labios. Mirarnos a los ojos mientras realiza complacida la mamada, intensa, tratando de que cuando le entre hasta el fondo pueda aguantar los diez segundos retenida a tope, juegos y desafíos para mostrar sus habilidades de lujuriosa hembra.
La mamada concluyó cuando las mandíbulas no pudieron seguir en actividad, es tiempo de atosigar esos deliciosos “meloncitos”, exprimir el jugo gemido cuando retengo en mi boca la rosada cereza, tironcitos que excitan y la llevan al escalón siguiente del camino al paraíso.
Rodamos en la cama, ella encima, tomada de la cintura, elevé hasta colocarla sobre la punta de la verga, sin advertencia la ensarté hasta quedar el glande en la vulva, con el mismo efecto elevé mis caderas y jalé su cintura, con ímpetu, en un solo movimiento, se la entré toda. El ahogado gemido fue la respuesta fehaciente de la brusca intrusión. – Animal!, me haces daño!
- Te la sacó? –pregunta retórica. – Ni te atrevas!... te muerdo! -Ahhh… sigueeee…
Este fue el inicio, luego ellas recitó el monólogo de sus evoluciones, jadeos y gemidos escriben una notable página de erotismo y placer. Se esmera en ser y parecer como la diosa del sexo que había imaginado desde el primer instante.
Los gemidos y jadeos se entrelazan con el primer orgasmo, la pausa y vuelva al ritmo de la cogida, y otra vez. Realmente era una afortunada de poder conseguir esos orgasmos, uno tras otro, sentir el disfrute de cada uno es un momento que disfruto casi tanto como el propio. Sentirla debatirse y pelearlo para subir a la cima, tensa y crispada transfiere la sensación mágica de ser gestor de tamaño placer.
Subir a la cima y dejarse sujetar de la cintura, empalada en mi poronga, sonríe con los labios y con los ojos, quieta, expectante hasta que comienzo a moverla, elevando la pelvis para llegar al fondo, sentirla moverse dentro de su cueva reinicia la marcha hacia el orgasmo por venir.
Es un combate épico, dos cuerpos dispuestos, enfrentados, enchufados, oponentes que buscan el mismo objetivo, su logro es mi mérito, su placer es mi satisfacción, su gozo mi regocijo.
Jadeante la dejé llegar al descanso físico y la serenidad emocional, quedó “sentada” en el trono que le ofrece mi pelvis, la verga deliciosamente escondida dentro de su sexo, el gesto agotado no puede opacar el resplandor del goce angustiosamente transitado.
La verga perdió algo de la vibrante erección por la falta de actividad, pero conserva elevada la turgencia que al atisbo de comenzar el bombeo, recupera la vibrante tensión del instante previo. Sin desocupar su cuevita, retoma el subibaja por el “palo enjabonado”, húmedo en exceso, me gusta el roce intenso, pero el momento amerita continuar como sea, mis ganas de eyacular están a la espera de que Ely me regale esa cogidota prometida. – Vamos, la madrina te va a dar esa cogidota prometida. Ahora vas a saber lo que es una hembra, mucho mejor que lo que te hizo Grace. Vamos, cógeme toda, bebé!!
Esta mujer también estaba hecha un demonio, se movía como para producir fuego en la fricción de los sexos, eleva y baja con vehemencia, gira y se balancea, estirándose sobre mi pecho, las nalgas son un flan del modo que las mueve para que la verga salga hasta la puertita y otra vez hacia atrás para metérsela hasta los testículos. El polvo avanza a toda prisa, la calentura exige, los músculos tensos, los tendones tensos como cuerda de violín, el vientre tenso de tanto esfuerzo por elevarla, puse mis manos debajo de mis nalgas para subirla bien alto y dejarla empalarse, jadear y gemir por el shock de la caída.
Dejé de pensar, todos mis movimientos y esfuerzos están puestos en pos de esa eyaculación que atraviesa el momento supremo, el instante donde se detiene el corazón, todos los músculos y esfuerzos puestos en abrir el camino al momento liberador, el estallido emocional, el bufido como toro a punto de embestir y…
- Ahhhhh, ahhh…
Fue todo lo más que pude decir, el ardiente chorro de semen emerge con la fuerza contenida de la opresión forzada, la espera de su placer devino en el premio de esta eyaculación tan intensa. Los latidos dilatando el conducto por donde escapa la vida del hombre para producir nueva vida es una sensación inigualada, soltar la energía masculina dentro de la madrina es doblemente grato, por el alivio personal y por el goce de su expresión al sentirme fluir dentro de ella. Se movió, suave, despacio, sabía cómo terminar de desagotar la fuente de vida.
Inmóvil, instante de introspección, acompaña con respeto, caricias y silencio son el mejor agasajo a quien está entrando al cielo.
Se toma su tiempo, el semen se escurre por el tronco de la poronga, que luego recupera con su lengua.
- Esta ricura no puede perderse, la hiciste para mí por eso me la llevo. – Voy a preparar el café para mi señor, disfruta del reposo del guerrero, te llamo cuando esté listo. –beso con sabor a semen…
El guerrero reposó, hasta el llamado de Ely, en calzones me presenté a compartir ese momento de café y miradas.
Me senté en el desayunador, ella evoluciona preparando el aromático expreso. El sexo está sentado entre nosotros, los gestos, las miradas, las caricias y los roces todos están cargados de lascivia, la lujuria impera en cada uno de nuestros actos, la novedad curiosa del descubrimiento sexual se imponte sobre todas las consideraciones, la pasión sobrevuela en las intenciones, transpiramos deseo y erotismo. Terminado el último sorbo de la infusión, el silencio habla con la estridencia de una tromba, de la mano me volvió a la cama, ahora jugaba de local, su cama sus reglas.
La dejé ir delante, gustaba mirarla menear el culito desnudo bajo el babydoll, la delantera voluptuosa en exceso, unos melones que meten miedo de tan buenos, la retaguardia discreto, sin exageración, pero para mi gusto satisfacía mis exigencias, reunía las tres características, se podía ver ese triangulito de luz entre la cola y las piernas (cerradas) que permiten ver al otro lado; tenía forma de manzana, y por último que el quiebre se produzca por él apenas terminada la cintura, sea un semicírculo casi perfecto. Aficionado a los culos, me gustaría poseerlo, aunque ella me lo retaceó, el miembro alabado por su conchita y esquivado por el ano, la misma razón: el grosor, agrada mucho por delante, atemoriza por “la colectora”.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida… parecería el estribillo de un ritmo de salsa, ahora estaba por vivir la sorpresa que me depara Ely.
- Bebé, ahora te voy a hacer mío, solo mío. Te voy a dar lo que siento que deseas con toda tu alma… este culito, verdad? –se lo palmeó, asentí. – Bueno, lo tendrás todo para ti pero con una sola condición… -espera, vuelvo a asentir. – Déjate llevar, esta cosota es bien gruesa, no quiero que lastimes, quiero disfrutarte y hacerte feliz… -asentía en cada pausa. – Ahora sólo déjate hacer y disfruta de mi… -se palmea el culo. – Bésamelo y será tuyo, todo tuyo…
Me hizo sentar en el borde de la cama, los pies apoyados en el suelo, sacó el bóxer con los dientes, tomó de la hielera un par de cubos y me frotó la verga hasta la molesta sensación del frío. Se colocó de espalmas a mí, mirando las rodillas, se sacó el babydoll, tomó la verga con una mano, con la otra volvió a pasar otro poco de aceite que introducía con el dedo, abriéndose bien los glúteos, se fue sentando despacio sobre él.
Mis sensaciones habían aumentado mil veces, el frió del hielo contrasta con el calor interior de su recto, comienza a moverse de forma un tanto extraña, está controlando el tracto anal, adecuándose al dispar tamaño. Comienza a bajar y subir, a cada evolución sentía el conducto anal como una vaina, bien ajustada, apretándose sobre la verga, haciéndome gozar al máximo. Inclinó el torso hacia abajo, hasta que sus manos llegaran a tocarse sus propios tobillos. Podía ver como el anillo anal aprisionaba el miembro, verlo irse adentro cuando se la hundía, verlo emerger pegado al pene como si fuera parte de él.
Alucinaba de ver esos detalles, tan próximos, sobre todo cuando nuevamente comienza a moverse, como saltando y ajustar el esfínter anal cada vez que se eleva, en descenso lo relaja. El aprieta y afloje produce una deliciosa sensación, dejarse ser controlado por la hembra, sin saber que se trae de nuevo, al punto de no poderme controlar.
- Para, para!... si sigues de este modo voy a venirme…
- No, bebé!. No, aguanta, sostén la respiración y las ganas se acabar, aguanta hasta que sientas que se te acaba el aire o estar cerca de perder el conocimiento.
No podía entender ni comprender la dimensión de la orden. Se elevó, apoyó la espalda contra mi pecho, giró para taparme boca y nariz, con fuerza para restringir el aire, me dejé hacer. Mientras seguía moviéndome en su culo elevando la pelvis al mismo tiempo que me iba quedando sin aire.
Postura incómoda pero placentera, mientras subía y bajaba, sentía la poronga enfundada en el estuche cada vez más apretado, gozando de un modo increíble.
Nuevamente inclina el torso hacia el piso, nuevamente el anillo entrando y saliendo sin dejar de apretarse sobre la superficie del pene, la excitación se acrecienta, sube y sube, al punto de casi no poder controlarme. Nuevamente advertí que me acercaba al momento de acabar.
- No, no! Sigue, aguanta un poco más…
Esta vez no pude, las sensaciones me superan, no pude contenerme, sentía que el semen se me iba, tratar de contenerlo era un imposible. De pronto no aguanté más y comencé a correrme dentro de ella. Al inicio sentí una explosión de placer en el vientre, contracciones y relajaciones en simultáneo, al instante el cosquilleo del semen corriendo hacia su libertad, brotando de manera inusual, sensiblemente más intenso que lo habitual, más caliente, más dilatado el conducto, cantidad y calidad inédita.
Sin ninguna duda fue la eyaculación más potente, en todo, cantidad y calidad. Cuando Ely sintió la furibunda acabada, los latidos y la profusa eyaculada, se salió de la ensartada. Ahora podía volver a respirar, a bocanadas como pez fuera del agua, recuperar el sentido y la cordura, viendo como el culito de la madrina desocupa mi leche con las ventosidades propias del bombeo continuado.
Delicioso espectáculo ver como el producto de mi calentura, asoma desde lo profundo de recto, esa escena inmortaliza este primer acto de sexo anal con la “madrina”
Se incorporó, limpió el estropicio del semen saliendo de su ano con el babydoll, se hincó delante de su macho y me la limpió con su lengua.
El tiempo es fugaz cuando se lo consume en el placer, el padrino está próximo a regresar…
Nazareno Cruz
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