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Categoría: Primera Vez

alumna preferida

había entrado en un prestigioso colegio de paga en el que
las clases eran muy rigurosas. El ambiente era bueno, pero
la verdad es que no solía pasar nada que se saliera de lo habitual.
La presión de los profesores impedía que sucediera nada.

Yo vestía un bonito uniforme compuesto por los pantalones
grises, polo o camisa blanca (según la estación del año),
un jersey azul de pico y una americana con el emblema del
colegio. Parecíamos unos ejecutivos en pequeña escala.
Eso era algo que aborrecía pero tenía que reconocer que
al menos no tenía que estar mirando tontamente el armario
para decidir qué ropa me iba a poner ese día. Las chicas,
por el contrario, lucían una falda a cuadros rojos y blancos,
combinado con un polo o camisa blanca. Por supuesto, debían
llevar el jersey. Las faldas eran una de las cosas que más
me gustaban de ese colegio. Al menos nos podíamos alegrar
la vista.


Pasado un tiempo fui conociendo a gente. La convivencia
era buena y más aún cuando te tenías que quedar al comedor
(que ese era mi caso) y tener que sufrir aquella comida pre-cocinada
que me producía a veces dolor de estómago. Poco a poco fui
entablando una amistad con la gente que sufría el castigo
del comedor. En ese primer año que estuve, no pasó nada en
especial. Más bien fui afianzando los pilares de la amistad
que había creado.


Pasó el primer curso y casi sin darme cuenta pasé al siguiente
nivel. Yo, como se me daba bien el tema de los ordenadores,
logré hacerme un hueco en la sala de Informática y conseguí
regirla. Aquello era algo que nunca me hubiera imaginado.
Allí, yo solo, dando clase a la gente de cursos inferiores.
Eso me permitió subir mi caché particular dentro del colegio.
Pero eso no me excluía de tener que soportar la comida del
comedor.


Yo, daba mis clases con mucho gusto, aunque siempre había
algún que otro alumno que se dedicaba a fastidiarme. Recuerdo
el caso de un 1º de BUP, en el que había dos individos (creo
que se llamaban Luis y Alberto) que en vez de atender, se
dedicaban a meter virus a sus compañeros. Pero como todo
en la vida tiene su compensación, el dar clase a ese curso
me gustaba. No por los dos chavales que me fastidiaban,
sino porque había una chica que me encantaba. Se llamaba
Silvia.


Tenía los ojos marrones claros. Solía llevar la falda un
poco más corta que las demás alumnas, cosa que la trajo algún
que otro problema en el colegio. Yo se lo agradecía. Era
más bien tímida, aunque su mirada era ardiente. Me la presentaron
pero yo no le hice mucho caso. No porque no me gustara, sino
porque pensaba que no tenía nada que hacer con ella.


Un día en el comedor, nos sentamos frente a frente. Empezamos
a hablar de cosas sin sentido. Cuando terminé mi comida
me levanté y ella me guiñó un ojo. Eso hizo que se me helara
la sangre. Pensé: "¿Habrá sido a mi?". Mientras
iba a dejar mi bandeja con los restos de aquel amago de comida,
observé cómo ella se levantaba de la mesa sin haber terminado
de comer. Yo no le di importancia y me subí a mi aula de Informática.


Estando allí, oí que llamaban a la puerta. Me fijé que era
ella ya que las puertas tenían un rectángulo con cristal
transparente por los que se podía ver quién estaba dentro.
Me acerqué y le abrí la puerta. Ella me preguntó que si podía
pasar. Obviamente yo se lo afirmé. Entró y se sentó delante
del ordenador en el que yo estaba programando. Lo miró y
me preguntó que qué era eso. Yo intenté explicárselo con
un lenguaje coloquial, pero me fue imposible. Ella se quedó
igual que cuando había entrado. Me explicó que le interesaba
la informática y que yo daba las clases muy bien. Eso me alagó
pero noté cierto tono en su voz que hizo que los pelos de mi
cuerpo se erizasen.


Yo empecé a comentarle algo sobre ordenadores pero ella
sacó otro tema del cual estuvimos discutiendo. Yo seguí
de pié y opté por sentarme a horcajadas en una silla, visto
que la conversación iba para largo. Ella entonces se levantó
de la silla y se sentó en la mesa. Me sorprendió y ella se escusó
diciendo que estaba más cómoda en la mesa. Yo me lo creí ya
que yo solía hacer lo mismo. Seguimos hablando pero pasado
un tiempo, mis oídos dejaron de escuchar la conversación
para pasar a oír un lejano eco que producían sus palabras.
Entonces me di cuenta que la estaba observando de arriba
a abajo.


Su falda reposaba sobre sus piernas entreabiertas. Llevaba
calcetines de color azul marino y se había quitado el jersey
por lo que sólo llevaba el polo (ya que era temporada cálida).
Sus pechos se marcaban pese a que llevaba sujetador. Era
de color negro, por lo que se transparentaba. Eran redondos
y según mis cálculos, sobresaldrían de mis manos lo justo
como para poder jugar con ellos. Sus pezones se marcaban
a través de su sujetador. Ella se dió cuenta de que yo estaba
en otra parte con mi pensamiento por lo que optó por callarse.
Yo seguí mirándola sin darme cuenta de que ya no estaba pronunciando
ninguna palabra. Pasado un rato la miré a los ojos y ella
me dijo que si me gustaba lo que estaba viendo. La verdad
es que me cortó mucho pero sin darme cuenta le dije un SÍ que
en la vida hubiese dicho. Su respuesta fue inmediata: "Voy
a enseñarte algo que nunca olvidarás". Aquellas
palabras se me quedaron grabadas. No supuse que aquello
que me dijo fuera lo que ella se dispuso a hacer.


Bajó sus manos hasta que tocaron sus piernas. Poco a poco
se fue retirando su falda hasta la altura de la ingle y dejó
al descubierto sus muslos. Sólo de verlo me produjo una
erección inmediata. Empezó a tocarse los muslos con movimientos
circulares y terminó de arrartrar su falda hasta que dejó
al descubierto sus bragas. Eran también negras. Ella me
dijo que me acercara y así hice. Me acerqué con mi silla hasta
el borde de la mesa y ella apoyó sus piernas en el asiento
en el que yo estaba. Tenía delante de mí todo su precioso
tesoro. Eso sí, de momento sólo podía mirarlo ya que intenté
tocarlo y ella me retiró la mano.


Ella siguió con el juego y deslizó su mano hasta su vagina.
Introdujo un dedo por las bragas y empezó a masturbarse.
Su dedo iba abriendo sus labios vaginales. Aquello era
digno de ver. Mi pene no sabía hacia dónde expandirse. Después
de tocarse, me dijo que le quitara las bragas. Se las quité
y ella siguió masturbándose. Esta vez más rápido. Podía
ver cómo su clítoris estaba duro y cómo se lo tocaba. Su respiración
se hizo más produnda. A la vez que hacía esto, con la otra
mano se tocaba los pechos. Sus pezones se pusieron más duros
todavía.


Sin darme cuenta, ella llegó al primer orgasmo. Me miró
y me dijo que si me había gustado. Yo asentí y me dijo que siguiera.
Acerqué mi mano a su sexo y noté cómo estaba húmedo. La empecé
a masturbar, a lo que ella respondió con un gemido. Sus labios
estaban dilatados por el movimiento que habían sufrido
anteriomente. Yo jugueteaba con ellos y con su clítoris.
Ella disfrutaba.


Paré de masturbarla y la cogí por la cintura. La acerqué
hasta que su sexo rozaba mi cara. Ella me miró pero me dijo
nada. La empujé hacia atrás y ella se tumbó sobre la mesa.
Empecé a lamerle el clítoris mientras la introducía un
dedo por su vagina. Ella movía su cadera hacia arriba y abajo
como si la estuvieran penetrando. Aumenté el ritmo de mi
lengua lo que la produjo el segundo orgasmo. La estaba haciendo
el amor con mi lengua.


Después de aquello, ella se levantó y se quitó el polo. Sus
pechos pedían ser tocados y no se hizo esperar. Mis manos
fueron directas a ellos. Le quité el sujetardor como si
de un profesional se tratase y abarqué sus dos senos con
ambas manos. Eran una delicia. Sus pezones se trababan
entre mis dedos y eso le gustaba. Pasé de tocarlos a besarlos.
Mi lengua recorría aquellos morenos pezones.


Me cansé de chuparlos y decidí que ya era hora de darle rienda
suelta a mi órgano, ya que había permanecido erecto desde
el primer momento y no había podido participar.


La levanté de la mesa y la puse de pié. Terminé de quitarla
la poca ropa que la quedaba para acto seguido hacer lo mismo
con la mía. Nada más quitarme los pantalones, mi pene resaltaba
como un lingote de oro en una mina de carbón. Me levanté de
la silla para cambiarme de postura, ya que había permanecido
sentado a horcajadas desde el primer momento. Me volví
a sentar, pero esta vez en la postura correcta. Ella estaba
delante de mi, observando cómo estaba de erecto mi miembro.
No hizo ningún comentario, sólo levantó las cejas ante
tal evento.


La cogí de las manos y tiré de ellas suavemente hacia abajo.
Ella interpretó a la perfección lo que yo la estaba sugiriendo.
Se arrodilló delante de mi y se metió mi pene en la boca. Yo
sentí algo que nunca había experimentado hasta entonces
y pensé que realmente no me estaba ocurriendo. La verdad
era que sí. Aquello era real.


Ella se lo metía una y otra vez, dándose de vez en cuando un
respiro pero sin dejar de tocarlo. En los momentos que paraba,
su mano se activaba y seguía masturbándome. Su lengua recorría
desde el glande hasta los testículos. Cada vez que la chupaba,
un sudor frío recorría mi cuerpo. Era un placer indescriptible.
En sus movimientos por querer sacar mi semen, noté cómo
estaba a punto de correrme. Pensé en parar, pero el placer
era tan grande que decidí darle el premio que se estaba mereciendo.
La susurré que fuera más deprisa y ella así lo hizo. En ese
momento llegó mi orgasmo que llenó su garganta de mi líquido
blanco y amargo. Ella lo tragó íntegro y rebañó todo resto
que quedara en mi pene. Me miró y me dijo que al fin le había
dado lo que ella quería.


Sin dar tiempo a que mi pene perdiera su erección, la levanté
y la dije que se pusiera encima de mi. Ella se plantó delante
de mi y se fue agachando hasta que mi pene tocó con la abertura
de su sexo. Agarré mi pene y antes de penetrarla, mi glande
acarició su clítoris cosa que a ella casi le produjo el orgasmo.
Me fui abriendo camino entre sus labios humedecidos y ella
terminó por sentarse mirando hacia mí. Mi pene entró en
su totalidad y ella era la que marcaba el ritmo. Sus pechos
se movían al compás de sus movimientos. Al mismo tiempo
que la penetraba mi mano acariciaba su dilatado clítoris.
Esto le produjo mayor placer. Ella se agarraba al respaldo
de la silla y hacía presión para que todo mi pene inundara
su vagina. Empezó a aumentar el ritmo y cada vez se iba levantando
más ya que sus piernas estaban apoyadas en el suelo. Practicamente
mi pene salía entero y se volvía a introducir. Hubo un momento
en el que se paró, para que con mi pene dentro de ella, describir
círculos con su cadera. Fue algo impresionate. En ese momento
noté cómo llegaba mi segundo orgasmo. Mi respiración y
tensión aumento cosa que ella notó. Justo cuando me corrí,
ella lo hizo también y culminamos los dos con un gran gemido.
Ella se levantó y quedó al descubierto mi miembro aún con
restos de flujo vaginal y semen. Ella se volvió a agachar
para terminar de saborear lo que anteriormente le había
ofrecido.


Una vez hecho esto, cogió su ropa y se la puso. Yo hice lo mismo
ya que además de que tenía clase, carecía de fuerzas debido
a mi mala alimentación. Ella antes de salir por la puerta
me dijo que aunque le gustaba la informática, nunca un ordenador
la haría disfrutar como yo lo había hecho.


Ella se fue y yo me dirigí a recibir mis habituales clases
de por la tarde. Al día siguiente la volví a tener como alumna.
Yo no me atreví a decirla nada, pero al final de la clase se
acercó a mi y me dijo que la habían comprado un ordenador
y que si podía fuera a su casa a instalarlo. Salió de la clase
y me guiñó el ojo al igual que lo hizo la primera vez que me
senté con ella en el comedor
Datos del Relato
  • Autor: incognito
  • Código: 14002
  • Fecha: 01-04-2005
  • Categoría: Primera Vez
  • Media: 6.01
  • Votos: 76
  • Envios: 7
  • Lecturas: 2411
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
LEX
invitado-LEX 09-08-2005 00:00:00

ES IMPRECIONANTE COMO CUENTAS CADA DETALLE DELRELATO COMO MATIENES AL LECTOR SIN MOVIMIENTO LELLENDO TU EXELENTE RELATO

claudia
invitado-claudia 02-04-2005 00:00:00

sabes es bastante bueno,tu relato me encanto las descripsiones,tienes muy buena imaginacio.

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