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"Una noche de birras y coca termina en sexo con una amiga"
Hola. Me llamo David y soy de Barcelona. Tengo 38 años y si me he describir os he de decir que soy un chico de lo más normal. Ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco, y bajito (1,60). Quien espere leer un relato con un pedazo de tío como protagonista, que deje de leer. No soy así. ¡Ah! Y debo ser el único bicho raro que tiene una polla de tamaño normal.
Bueno, al lío. Estoy casado con mi chica, con la que estoy desde hace 7 años, pero aunque la quiero con locura lo cierto es que en la cama podría ser mucho mejor. Es muy clásica, diría que vergonzosa, sin demasiadas ganas de probar cosas nuevas… y yo en cambio soy lo contrario. No soy un hacha, pero soy de los que piensan que en el sexo no ha de haber límites dentro del respeto y de lo que sea consensue con la pareja. Y me encanta probar nuevas cosas, tener nuevas experiencias.
No es que busque fuera de la pareja lo que no tengo… bueno, sí, ya que con ella no puedo… pero no es algo que me obsesione. Cuando ha pasado, cuando ha habido relaciones fuera de la pareja ha sido más porque “han pasado” que por buscarlas yo.
¿Si me siento mal por ello?. No. Mi manera de pensar es que el sexo, aunque importante, es un accesorio del amor, y mientras no se haga daño a la persona, uno ha de ser libre de hacer lo que quiera (ojos que no ven…). Puede parecer una forma de pensar egoísta, pero lo que no voy a hacer es dejar de disfrutar cuanto pueda de algo que me gusta tanto como el sexo.
Bueno, esto pasó hace unos pocos días. Previo aviso a mi mujer de que la noche sería larga (ya me conoce mis “voy a tomar una cerveza”…), quedé con una amiga después de trabajar para tomar unas cervezas en un bar. Nunca he buscado nada con esa amiga, a la que llamaré Claudia. Tipo normal tirando al está muy bien, bajita como yo, abierta. Sí, esas que no te importaría tirarte pero que nunca te lo planteas ni buscas hacerlo.
Las a-saber-cuántas-cervezas se convirtieron en cubatas, y ya llevábamos un par de éstos cuando me dijo que yo no estaba para volver a casa en coche. Toda la razón. Y ante la perspectiva de que ningún taxi me llevara al verme mal, me propuso ir a su casa a tomar la última mientras se me bajaba la taja. ¿La última para que se me bajara? Un poco contradictorio, pero por mí encantado. Total, vivía cerca, el bar cerraba en breve y yo no quería irme de lo a gusto que estaba.
La sorpresa fue cuando me preguntó “¿Te parece si pillamos algo?” Ese algo solo podían ser unos gramos, y obviamente no me negué. Pasamos por el cajero y tras una llamada se vio con un tipo que le pasó la droga.
Al llegar a su casa (vive sola), me acomodé en el sofá, y ella apareció con dos quintos. Se acomodó a mi lado y sacó los dos pollos de gramo cada uno. Y en nada ya teníamos las primeras rayas preparadas.
La noche iba transcurriendo entre risas y rayas, solo interrumpidas por la petición a Claudia de dejarme dormir en su sofá y el whatsapp a mi mujer diciéndole que dormía en casa de un compañero (como otras veces había hecho), que iba mal. Solo que esta vez no era un compañero.
Teníamos música puesta y como suele pasar con la coca, no es solo que te desinhibas, sino que se te suelta la lengua. Así que aún no sé ni cómo, pasamos de las risas al tono un poco más grave al estar explicando a Claudia cómo me iba con mi mujer en la cama… que si escaso sexo, que si monótono, que si clásico, que si a veces me costaba hasta ponerme… Ella escuchaba atentamente y como buena amiga, sin entrometerse, tratando a ratos de disculparla a ella, dándomela a mí a ratos. Yo no buscaba nada.
Obviamente y tras más rayas, llegó su gran pregunta, que si le había sido infiel, y mi sincera respuesta, que sí, que un par de veces. Y entonces el interrogatorio… ¿y cómo te sentiste?, ¿disfrutaste?, ¿qué es lo que más te puso?, ¿repetirías?... y yo contestando sinceramente, por lo que ya podéis imaginar mis respuestas.
Al rato llegó el momento clave.
- ¿Y conmigo te liarías? -me preguntó entre sonrisas de colocada.
- Nunca me lo he planteado, pero sí, claro. Si tuviera la oportunidad, no me importaría.
- Ajam… -fue toda su respuesta mientras se me quedó mirando fijamente a los ojos.
Sostuve la mirada y entonces, lentamente, como pidiéndome permiso, Claudia se reclinó hacia mi y sus labios rozaron los míos. Un pico. Otro más. Ahora abrimos un poco más los labios… el beso. Lento, cálido, disfrutándolo. Se separó de mí unos instantes.
- ¿Te ha gustado?
No contesté, ahora fui yo quien me lancé sobre ella y empecé a besarla. Un beso ya más atrevido, directo, recorriendo cada rincón de su boca al ver que ella correspondía, mientras mis manos acariciaban su costado una vez encontrado el borde de la camiseta y ella acariciaba mi pelo sujetándome contra ella.
Me acomodé y ella abrió sus piernas levemente. Invitación aceptada. Mi mano se desplazó de su costado a su pantalón, empezando a acariciar su coño sobre la ropa mientras ella movía su pelvis acompasadamente y yo pasé de comerle la boca a comerle el cuello.
Cuando captó que me peleaba con sus botones, rió por lo bajini, pero tanto nada y menos en utilizar su mano libre para ayudarme y desabrochar sus dos primeros botones. Suficiente. No le dejé mas: mi mano encontró el camino y entró en su ropa, acariciándole sobre la ropa interior.
- Estás muy mojada, ¿lo sabes?
- Eso es por la farlopa -dijo.
- Pues habrá que meterse más, pero luego.
Me centré más en mi mano y en masturbarla sobre la ropa con más fuerza, siguiendo la raja de su coño, perfectamente marcada y presionando donde sabía que debía presionar. No duró mucho. Claudia me apartó y procedió a sacarse los pantalones y la camiseta. Y yo aproveché el intermedio para rápidamente atacar con la tarjeta el pollo. Cuando los pantalones ya no estaban se encontró con un pico en la tarjeta delante de la nariz, que esnifó sin dudar.
-Te quedan restos -dije. Y tampoco dudé en limpiárselos yo mismo con mi boca antes de volver a besarla, notando al acariciar sus piernas, ahora sí, la suavidad de su piel. Mi mano volvió a ascender y esta vez entró dentro de su ropa interior. Quizás muchos y muchas me entenderéis cuando hablo de esa satisfacción cuando te lo encuentras depilado (no como el de mi mujer, por más que se lo pida)… Claudia como pudo se empezó a bajar la prenda (ni me preguntéis si eran bragas o tanga), y se abrió esperando a mis dedos, que rápidamente se centraron en su clítoris mientras ahora mi boca se centraba en uno de sus pezones.
Claudia gemía y movía su cuerpo al ritmo de mi mano y mi boca, y yo estaba en la gloria. Ya no podía parar, quería más. Me deslicé y empecé a besar su pubis mirándola a la cara, viendo como me estaba pidiendo con la mirada que no parara. Le hice sufrir un poco besando la parte interior de sus muslos, esquivando su vagina… dios, como olía… hasta que yo mismo no pude contenerme más y ataqué su coño con mi lengua. Ahora el clítoris, ahora bajo recorriéndolo hasta que mi lengua entra en ella saboreándola por completo, ahora vuelvo a su clítoris y dejo que mi dedo juegue con la entrada de su coño… Ella se deshacía y yo por descontado, también. Levanté sus piernas y empecé a comer su culo. Es algo que me encanta hacer: jugar con mi lengua con el ano, irlo dilatando poco a poco y notar como la punta de mi lengua entra en él, mientras mis manos juegan con el coño de la chica, masturbándola. Claudia se dejaba, y cada vez se movía más y más, gimiendo más entrecortadamente. Claro que se puede fingir, pero pocas cosas adoro más que el orgasmo femenino, y me gusta creer que consigo que se corran las chicas. Y para ello, lo intento antes de follar. Después nunca se sabe si lo voy a conseguir o no. Así que volví a su coño y empecé a succionar con fuerza su clítoris, a follarla con dos dedos, a chupar salvajemente, hasta que empezó a temblar y retorcerse. Yo la sujetaba para que su cuerpo no se separara de su boca. Sus gemidos iban a más. Hasta que se dejó caer y empezó a relajarse.
No eyaculó, pero os garantizo que el interior de su cuerpo era un charco. Empecé a decelerar con mis dedos y la miré, sonriéndonos los dos. Me separé y busqué su boca para besarla, compartiendo con ella su propio sabor. Nos comimos la boca como si no hubiera un mañana.
Tras unos intantes de besos se movió buscando que yo saliera de encima suyo.
Me separé y empecé a quitarme la camiseta. Cuando me di cuenta estaba preparando dos rayas más. Le dejé hacer, obviamente, mientras también me quitaba pantalón… y calzoncillos. ¡A tomar por culo que lo hiciera ella!
Esperé a que terminara de prepararlas y que se metiera una. Tras hacerlo, me ofreció el rulo.
- Como siga a este ritmo no sé yo si me voy a correr.
- Apuesto a que sí. -Joder, con qué cara de vicio me lo dijo.
Me la metí y me recosté en el sofá. Y Claudia no perdió el tiempo. Con una mano cogió mi polla morcillona y empezó a pajearla lentamente, mientras me sonreía lascivamente al tiempo que su lengua recorría mi pecho. Ascendió hasta mi cuello, que besó suavemente, antes de volver a descender. Finalmente llegó a mi polla, que ya estaba bastante más que morcillona, y sin dejar de mirarme, empezó a recorrerla con su lengua de arriba abajo, hasta mis testículos, para volver a ascender. Yo estaba en la gloria.
Y al fin, a la cuarta o quinta lamida, dejó que entrara en su boca, empezando a hacerme una suave mamada, dejando que su pelo cayera sobre mí, haciéndome cosquillas. Me follaba con su boca, sin manos, jugando con su lengua cuando se la metía. Sacándola casi del todo para dejar sus labios sobre mi capullo antes de volver a meterla. Y así unos minutos.
Finalmente paró y volvió a ascender, para buscar mi boca con la suya al tiempo que se ponía a horcajadas sobre mí. Notaba su coño sobre mi polla, y con la mano traté de dirigirla a su entrada. Sorpresa: me la retiró. Y sonriendo, se apartó de mi boca y se sentó sobre mi polla plana sobre el mi vientre, con sus labios vaginales rodeándola. Y empezó a moverse, a masturbarse con ella. Yo notaba todos sus fluidos derramándose por mi polla, y aquello era el séptimo cielo. ¿Qué no me iba a correr? Aquello era imposible. Es algo que no muchas hacen, el polvo seco, masturbarse con tu polla… y es glorioso.
Yo creo que se dio cuenta, porque al poco (y para mi decepción, que me hubiera hasta gustado correrme así), paró, y entonces sí, arqueando su cuerpo y sin apenas ayuda de su mano, dejó que la penetrara.
Se quedó quieta, erguida sobre mí dejando que mi polla llegara lo más al fondo que podía de ella. Y entonces empezó a moverse, a follarme lentamente, buscando mis manos para jugar con sus pechos mientras ella a ratos se masturbaba el clítoris.
Joder, qué bien follaba, eso era moverse, gemir, disfrutar. Mis manos pasaron a su culo, para cogerle bien y ayudarle en sus movimientos, mientras dejaba que uno de mis dedos jugueteara con la entrada de su culo.
Empezó a acelerar sus movimientos y a gemir más aún, mientras yo me concentraba por no correrme aún. Desde luego todo efecto anti-corrida de la coca estaba desapareciendo. Unos golpes más, unos movimientos, dos arqueos, y volví a notar ese torrente de humedad, ahora sobre mi polla, al tiempo que se recostaba sobre mí, respirando agitadamente.
Me besó, la besé, y volvió a moverse, seguía follándome. Pero yo ya estaba al límite, así que empecé a apartarla. Ella lo captó y se bajó de mí, moviéndose rápido para colocar su boca en mi polla mientras me pajeaba con velocidad.
Ni 30 segundos tardé en empezar a correrme, viendo como mi leche le manchaba los labios y entraba en su boca. Dejó que me terminara de correr, y después volvió a pajearme lentamente, escurriendo los restos que pudieran quedar metiéndosela en la boca.
Se separó y volvió a buscar mi boca para besarme, con restos de leche en su boca. Ni que me importara. Estuvimos un rato besándonos y descansando hasta que dijo:
- ¿Nos hacemos un par más y vamos a la cama?.
No puedo describir esa pícara sonrisa.
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