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Desde que nos conocimos en el colegio siempre hubo algo especial entre los dos.
De hecho siempre decíamos la misma tontería de que acabaríamos casados, aunque a día de hoy lo dudo.
Iván era un chico absolutamente normal, de hecho la mayoría de las chicas ni se fijaban el él pero había algo que hacía que las que lo conocían se encandilasen y yo tenía algo que hacía que no pudiese “dejarme”.
A lo largo de nuestra vida, fueron muchas las veces que quedamos expresamente para y solo para follar.
Tenía una polla perfecta, enorme y gorda, como las que me encantan.
Cada vez que me ponía a cuatro patas para follarme gemía tanto que a veces ya no sabía si era de dolor de lo profundo que me entraba o de placer porque me rompía el coño.
Así pasamos los años.
Él siempre regalándome palabras bonitas de “te quiero”.
Yo se las devolvía con toda sinceridad. Pero ambos dos sabíamos que no iba a transcender de eso, unas palabras bonitas mientras se folla.
Iván no se fiaba de mí a la hora de mantener una relación. Sabía que yo era muy promiscua y en cuanto me ponían una polla delante de la cara me lanzaba como una loba a comerla.
Por otro lado a mí me pasaba lo mismo, no me fiaba de él. Toda cuanta novia tuvo la engañó estando entre mis piernas.
Decía que conmigo sentía algo que no era capaz de encontrar en otras chicas.
Para mí eran palabras vacuas, puesto que después de follármelo me marchaba y ahí se quedaba la cosa hasta que a alguno le entraba el calentón.
Era lo bueno de vivir a diez minutos de distancia el uno del otro.
Aunque debía de sentirme mal por ello, los fines de semana después de bajar a ver a mi novio, cogía camino a casa de Iván.
Podía acabar de haber follado con mi novio, que me daba igual. Me duchaba, me arreglaba y me iba a verlo si estaba disponible.
Cada vez que llegaba allí era una aventura.
Él me avisaba cuando los padres iban para cama y me dejaba la puerta abierta.
“Trepaba” por portal y entraba silenciosamente.
Aunque siempre me gustó follarme aquella polla y que no necesitaba nada más, siempre intentaba darle un toque morboso a nuestros encuentros.
Otras veces ese toque salía sin más.
El año que cursé 2º de bachiller conocí a su novia. Casualidades de la vida íbamos juntas en la misma clase.
A la hora del descanso yo me cruzaba con Iván y muy recatada, le sonreía y me iba.
Al final del descanso él dejaba a la novia en el instituto para ir a clase y como era de esperar yo no estaba en clase.
Me encontraba a escondidas con él, nos íbamos en el coche a un lugar apartado y allí me desnudaba y me lo follaba.
Era simple sexo, pero saber que su novia estaba en clase toda tranquila mientras yo metía aquella polla en mi boca, la empapaba en saliva y luego me la follaba como la más grande de las putas, eso me excitaba más que nada en el mundo.
Llegando a las navidades un día esperando a que la clase empezase oigo decir a su novia:
-Iván es muy bueniño, es un cielo, me dijo que esperaría lo que hiciese falta.
No sé cómo no me reí en su cara o como no le dije nada.
Simplemente salí con mi amiga, sabedora de lo que pasaba y le dije “si yo me follo a otras por atrás mientras tú no sabes nada, así, así yo también espero lo que haga falta”
Cuando ya estábamos en las vacaciones de navidad un día me suena el móvil.
Me llega un mensaje de texto de ella preguntándome si Iván y yo teníamos algo.
No sé qué esperaba de mí, pero como la zorra que soy, le dije que no, que desde que estaban juntos no volviéramos a vernos…
En fin, que mi aventurilla siguió su curso a lo largo de 10 años.
En otro de nuestros encuentros, simplemente me dediqué a regalarle una mamada hasta que se corriese en mi boca.
Me llenó de leche la boca y yo gustosamente la tragué.
Aquel día no hubo nada más, era mi regalo, puesto que nunca lo hiciera y al igual que a un hombre le gusta desvirgar a una chica, yo tuve mi premio especial.
El último encuentro que tuvimos fue en su casa una noche.
Aquella vez “trepé” de nuevo por el portal y entre en su casa.
Creo que fue de las veces que más recé por no encontrarme con los padres, o con la hermana que fuera compañera mía de clase.
Estaba completamente desnuda, a excepto de los tacones.
Iba por la casa muy despacio escuchando cualquier mínimo ruido.
Subí las escaleras y entré en su habitación. No estaba.
Me quedé allí esperando.
Vino al minuto y me llevó al cuarto de baño.
Había preparado un baño con mucha espuma.
Entramos en la bañera los dos, yo encima de él.
Estaba sentada encima suya, rozando mi coño a lo largo de su polla, pero sin dejar que me la metiese.
Aquello me excitaba muchísimo y a Iván le estaba volviendo loco el no poder follarme. Las ganas le podían, asique fui buena por una vez.
Me levanté y lo levanté a él también.
Le aclaré la polla un poco y empecé a comérsela con mucha delicadeza.
De arriba abajo, jugando con mi lengua en su glande, muy despacio haciendo círculos.
Me metía todo lo que podía en la boca, y el resto se lo acariciaba con la mano.
En un momento cogí algo de jabón y lo eché en mi mano.
Comencé a masajearle la polla y hacer fuerza para que hiciese espuma sobre ella.
Me giré de espaldas a él. Iván me inclinó. Yo separé mis nalgas para dejarle la entrada del coño bien abierto.
Me la metió de golpe.
Tuve que ahora un gemido para que no nos escuchasen.
Él no paraba de follarme, cuanto más entraba y salía más espuma hacía.
El ruido que se escuchaba al entrar esa polla en mi coño enjabonada me estaba volviendo loca y aunque no quería me corrí.
Salimos del baño para la habitación ya que el agua se enfriara toda.
Allí aún mojada y con restos de jabón en el coño me tumbó sobre la cama boca arriba.
De un cajón sacó un consolador y empezó a follarme con él.
Le pedí que se diese la vuelta sobre mí.
Así mientras Iván me follaba con el consolador, yo podía comerle la polla.
Luego lo tumbé a él boca arriba en la cama.
Me puse de cuclillas y me volví llevar su polla a la boca, mientras que con la otra mano no paraba de clavarme el consolador.
Seguí así hasta que me corrí irremediablemente.
Luego le pedí que me colocase a 4 patas y me follase como la guarra que soy.
Así lo hizo.
Aplastó mi cabeza contra la cama mientras me la metía una y otra vez.
Sus embestidas iban acompañadas de azotes en el culo, cada vez más rojo y dolorido.
Yo me mordía los labios intentando no gemir y que me escuchasen los padres en la habitación de al lado.
Cada vez estaba más y más mojada y le pedía a Iván que me la metiese con más fuerza.
Fóllame como a una puta barata, fóllame como a una puta barata, repetía una y otra vez.
Tenía el coño tan encharcado que necesitaba que me doliese que me penetrasen.
Iván me dio la vuelta y me puso boca arriba.
Me la clavó hasta romperme el coño mientras me estrangulaba y me escupía en la boca.
Cuando se cansó de mi me obligó a abrirla y me la folló hasta correrse en mi garganta.
Desde aquella mamada le había cogido el gusto a correrse en mi boca y verme saborear su corrida.
Era una buena puta, sí, y después de sentirme como tal recogía mis cosas y me iba.
Hace muchos años que no me follo a Iván, ahora soy una puta fiel, pero los recuerdos y las ganas no desaparecen nunca…
Quien sabe, ¿quizás tenga que haber un reencuentro para una nueva historia no?
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