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"Una cita sin mayores pretensiones termina en gozo mutuo"
Ana y yo terminamos de cenar en un pequeño restaurante de la playa, cerca del hotel más barato que habíamos encontrado en esa zona de la playa. La conversación, las risas, las reflexiones habían fluido con mucha naturalidad durante toda la velada. A ratos pensaba que me la podría comer cruda encima de la mesa, empezando por acariciar su vagina con mi lengua y a ratos pensando que no tendría ningún éxito y que ella se estaba aburriendo. Cuando le mencioné la opción de pasar unos días, me dijo que prefería dos habitaciones separadas a lo cual no opuse ningún reproche. De hecho las dos habitaciones estaban en el mismo pasillo, así que si llegaba algún cambio inesperado, no supondría mayor problema. Estábamos charlando sobre unos islotes que se veían en la línea del mar, y del color tan hermoso de la puesta de sol. Ana estaba en los escalones delante de mí, se había tambealado un poco, la sujeté por la cadera, nos reímos, conseguimos tambalearnos los dos y terminamos en una posición de lo más sugerente. Ana sentada sobre una piedra de formas redondeadas, y yo delante de ella. Ella rodeándome con sus piernas. No podía evitarlo, yo estaba muy excitado desde hacía más de una hora. Su perfume me encantaba. El beso llegó inesperado, natural. Ana no parecía ni sorprendida ni incómoda. Primero fue un beso con delicadeza, símplemente empujando mis labios contra sus deliciosos y carnosos labios. Luego abrimos nuestras bocas y comenzamos a explorar nuestras bocas. Lenguas se entralazaban. Poco a poco, cómodamente dejaba caer mi peso sobre ella y obviamente podía notar mi excitación. Tras un rato maravilloso, separó su cara de la mía, me mordisqueó el labio con una suavidad, maliciosa, sensual, y se quedó mirándome a los ojos.
- No soy de dulce pero este postre me ha gustado mucho.
- Tiendo a estar de acuerdo, y podríamos aderezarlo con un heladito caliente, no crees?
- Creo que tu estás bastante listo, y yo llevaba la última hora deseando comerte todo, incluso una buena salsicha, dura que creo que hay por aquí en algún lado.
Yo no pude evitar reírme ante la ocurrencia.
Hice mi cadera más pesada contra su pared púbica, ella rodeó mi cadera con sus piernas, mi cuello con sus brazos y apretamos nuestros cuerpos uno contra el otro. Noté unos perfectos senos aplastados contra mi pecho y ello no hizo sino aumentar mi erección. Entramos en su habitación, continuaba abrazada a mí, y la llevé a una mesa. Muy pocos minutos bastaron para quitarle sus pantalones, su tanguita y para que ella con destreza me abriera la bragueta, agarrase mi miembro y le diera un masaje, lo que aumentaba aún más mi excitación. Mi verga estaba lista. Salía ya líquido preseminal, pero yo quería curiosear por su vagina, quería intentar con todas mis ganas que ella aullara de placer.
Estaba sentada sobre la mesa, abierta de piernas y adivinando lo que quería hacer, se dibujó una sonrisa en su cara.
- Nunca me lo han hecho. No sé si me gustará o no… pero ninguna objeción a que lo intentes. Yo tengo curiosidad por probar algo contigo.
Mis labios, mi lengua, fueron dibujando curvas en su muslo, lentamente y fui bajando hasta ahí. Sus labios estaban muy calientes y para mi agrado, muy húmedos. Paré, separé la cara y me deleité soplando. Abrí la boca, primero besé los labios mayores y acto seguido mi lengua empezó a curiosear por la zona. Primero una respiración intensa, luego un murmullo y poco a poco unos gemidos que se iban haciendo más y más intensos.
- ooohh Dios!!! Qué gozada!!!!
- Dónde narices has aprendido a hacerlo así???
- Es la primera vez que lo hago. Y estoy encantado, yo pensaba que no estabas a gusto.
- Habla menos y opera más…. Me voy a correr aquí y ahora..
Bueno llamaremos a la puerta.
Ana se tronchó de risa.
Mi verga fue rozando el pubis, dando toquecitos y luego hizo un atisbo de penetración.
- A tí te gusta juguetear, no!!!???.
- Sí, mucho!
- Pues me tienes a mil, y cachondísima…
- Yo creo que deberíamos estar desnudos y más cómodos, no crees?
- Yo quiero acción y la quiero ya.
- Tus deseos son mis órdenes.
Mi verga fue entrando lentamente, rozando unos labios sedientos de visita. Por suerte mi verga es ancha, así que el gozo pudo llegar aún más a niveles bastante satisfactorios.
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