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Alexa 1

(Cómo fue preparada para ser desvirgada, lentamente, una linda chica, con la ayuda de su ardiente hermana y sus amantes)

1. Luego de una orgía que duró cuatro días, en la que apostamos varias cosas, mi amigo Felipe y yo quedamos como esclavos de Tamara durante un mes, y aunque ella nos usó pocas veces, nos sacó jugo y canas verdes y un par de veces fue de lo más humillante, pero eso lo contaré (o no) después. Cuando el mes iba a cumplirse, nos pidió un último trabajito, que para mi fue el más placentero: la educación sexual de Alexa, su hermanita.
Alexa tenía 18 años recién cumplidos y estudiaba flauta, clarinete o fagot, una de esas cosas exóticas, en... una escuela de prestigio. Se parece mucho a su hermana salvo que es unos diez o doce centímetros más alta, lo que la hace verse aún más delgada y frágil que su hermana mayor, y que tiene una cara más linda. Yo la conocía de tres o cuatro de veces que fuimos a bailar con Lucy, Tamara y algunos otros amigos que ignoraban que yo me las cogía (o viceversa) y ella me veía con admiración apache, modestia aparte. La vez anterior a los hechos aquí narrados, unos tres meses antes, a ella se le habían pasado las copas y terminó bailando, colgada de mi cuello, diciéndole que yo le gustaba mucho.
Fue lindo. Alexa, delgada y caliente me hacía sentir muy bien, tocando su cintura y bailando a su ritmo, mientras sus duros pechos se oprimían contra mí. Esa madrugada le hice el amor a Lucía como pocas veces, pero se lo hice pensando en otra.
En fin, pasó. Nos fuimos a Acapulco seis amigos (ver “vacaciones de estudiantes”) y Felipe y yo volvimos como esclavos de Tamara. Pasó casi todo el mes y casi al final, nos tuvo una semana a pan y agua (“los quiero llenos,” decía, para la despedida, que será una sorpresita) hasta que un mediodía nos citó a ambos en la café de la Facultad, y dijo que nos quedaban cuatro días, “cuatro tardes largas”, y que ya podíamos ir saliendo rumbo a su cueva.
Tammy vivía en un cuarto de azotea que yo había conocido seis meses antes, luego de follar con ella en una fiesta en casa de Felipe (esa historia ya la he contado), y hacia allá fuimos. Cuando llegamos nos ordenó que nos quitáramos toda la ropa salvo los calzones, y nos pusiéramos sendos gorros de estambre tejido, de modo que nos taparan los ojos, y a continuación nos hizo sentar en dos altos bancos que había en su cuartucho. Ahí estábamos cuando tocaron a la puerta. Abrió, cerró y nos dijo: “Pablo, Felipe, uno de ustedes dos va a gozar de la virginidad de Alexa, aquí presente, pero más va a disfrutarlo ella. Y eso no pasará hoy. A partir de este momento tienen estrictamente prohibido hablar... los tres, y solo podrán obedecer sin réplica. Por lo pronto, sigan sentados”.
Pasados unos minutos nos ordenó quitarnos el gorro, sin pararnos, y vimos a la bella Tamara, totalmente desnuda, acostada en su cama, y a Alexa vestida únicamente con sus braguitas, sentada en una silla, atada de manos y pies al mismo, y con la boca amordazada por un pañuelo. Tamara dijo entonces: “mi hermanita quiere ver y hoy le tocará ver, sin poder descargarse, como pueden darse cuenta. Ahora, párense los dos y, pensando y viendo, mastúrbense despacito, echándole a Alexa lo que salga”.
Lo hicimos, mientras Alexa nos comía con los ojos, y Tamara, viéndonos, se masturbaba a su vez. Felipe se corrió antes que yo, vaciando una buena cantidad de leche en el regazo de Alexa. Entonces Tamara me ordenó que parara, y bajando al suelo, exactamente delante de su hermana, me dijo: “Penétrame, termina en mi”. Yo la obedecí: deslicé mi verga ardiente en su bien lubricado coño, siguiendo el camino que bien conocía, y los violentos movimientos que a ella le gustaban.
Yo le daba la espalda a Alexa, que veía mis nalgas, mi espalda, el violento movimiento de mi pelvis y la cara de su hermana asomando sobre mi hombro, lo mismo que sus piernas, abiertas, levantadas, que se estremecían al ritmo de mis movimientos. Me vine dentro de Tammy y seguí acariciándola hasta que me rechazó y, volteando hacia donde estaba Felipe, cuya verga estaba otra vez erecta, le dijo “hazme terminar” y Felipe ocupó la posición que yo tenía unos segundos antes.
Mis queridos amigos se vinieron en medio de ahogadas exclamaciones mientras yo, sentado en la orilla de la cama, los veía a ratos a ellos y a ratos a la bella Alexa.
Tamara se levantó y dijo: “ahora, ustedes dos deben irse. Los espero mañana a las ocho, aquí”.

2. Al día siguiente, un jueves, Felipe y yo llegamos puntuales y nos recibieron con su disfraz de pecadoras: ambas con blusas negras, botas altas y minifaldas, guapas y delgadas, con su largo y lacio pelo suelto y uñas y labios pintados de negro. Sobre los tacones de sus botas Tamara mediría 1.58 o 1.59 y Alexa rebasaba el 1.70. “Vamos a bailar”, dijo Tamara.
Fuimos en el coche de Felipe a un antro que frecuentaba con Tamara y Lucía, donde ponían rock alternativo y cosas así. Bebimos cerveza (muy poca: sólo para la sed que daba el baile) y bailamos con las dos chicas. Como era jueves, el antro estaba semivacío y teníamos una alta mesa en el rincón, a oscuras y alejada del resto de los parroquianos.
Luego de bailar rico con Alexa empecé a besarla en la mesa en cuestión, a besarla y a meterle un faje espectacular, magreándole las nalgas, acariciándole el clítoris sobre la pantaleta, sobándole sus pequeñas tetas, todo sin dejar de besarla. Tenía el pito a cien y gozaba, anticipaba la cogida que le iba a dar, me tocara o no desvirgarla, mientras veía que, detrás de nosotros, Tamara y Felipe se magreaban con ansia parecida.
Cuando empezó la siguiente canción Felipe se separó de Tamara y jaló a Alexa hacia la pista. Tamara estaba acodada sobre la alta mesa, inclinada hacia adelante y yo la abracé por detrás. Cuando ella notó mi erección se acomodó de tal modo que mi verga quedó entre sus nalgas y empezó a moverse suavemente. Entonces hice una locura: aprovechando la oscuridad me saqué la verga y con mi mano derecha aparté sus braguitas y busqué su divino orificio. Ella entendió y lo hizo todo: abrió las piernas y se inclinó un poco más para ofrecerme su entrada y con su mano guió mi verga hasta el lugar sagrado.
Inicié con cierta violencia el viejo mete-saca, gozando su cueva y la excitante situación. La canción terminó y regresaron Felipe y Alexa mientras yo seguía en lo mío. Al verlos venir Tamara me dijo: “sigue, Pablito, más despacio” y Felipe sonrió socarronamente mientras Alexa nos comía con los ojos.
Me vine dentro de Tamara y no terminaba de sacarle loa verga cuando Felipe le metió la suya. Quise llevarme a Alexa a la pista pero la chiquita se quedó mirando como Felipe le daba caña a su hermana. Cuando recibió la lefa de Felipe, Tamara corrió al baño y, al regresar, dijo: “vamos a casa”.
Pero la noche no había acabado, aunque pasaba de las tres de la madrugada: en el coche Tamara le pidió a Felipe que manejara y yo me fui atrás con Alexa y apenas salimos al periférico, Tamara me ordenó “chúpaselo a mi hermanita, que está muy caliente y necesita un orgasmo”.
Ni tarda ni perezosa Alexa se quitó sus braguitas y me ofreció una amplia –aunque no muy clara, por falta de luz- perspectiva de su virginal coñito. Hice que se sentara pegada a la puerta, con una pierna abajo y otra arriba, abiertas en compas, y yo, haciéndome un ovillo, me las ingenié para que mi cabeza quedara entre sus piernas, tapada por la pequeña falda, su coño al alcance de mi lengua.
Chupé, mordí y succioné, recibí sus fluidos y su estremecimiento mientras sentía la velocidad del coche. Sólo cuando me incorporé Felipe tomó rumbo a la casa de Tamara, donde, al llegar, ella nos dijo: ya se pueden ir. Mañana a las siete. Duerman bien y desayunen ostiones.

3. A las siete estábamos ahí, naturalmente. Nos recibieron desnudas y Tamara nos exigió ponernos igual que ellas. Desnudos nos sentamos sobre la alfombra a la manera india y Tamara prendió una pipa cargada de mariguana que empezó a circular, seguida prontamente por una caguama, para refrescar la seca garganta. Alexa solo dio una chupada pero los demás fumamos hasta ponernos muy estúpidos y empezar a reírnos del vuelo de las moscas.
Además, yo estaba sumamente excitado. La mariguana tiene esa virtud sobre mi, pero si, además, le agrega usted la presencia de dos deliciosas chicas desnudas y la promesa de una cálida sesión, es natural que mi verga emergiera desafiante de entre mis muslos. La mía y, dicho sea de paso, la de Felipe.
Cuando Tamara apagó por fin la pipa, permanecimos un rato mirándonos, platicando chorradas, riendo de todo, hasta que Tamara dijo: “hermanita: mira, aprende e imítame” y desnuda, delgada, flexible como un junco, se deslizó hacia Felipe y le empezó a chupar la verga.
Yo, totalmente pacheco, cerré los ojos y me acosté para recibir la cálida lengua de Alexa rodeando el tronco de mi verga y deteniéndose en el glande. Gocé ahí hasta que le avisé con un gemido “me vengo” y ella se quitó. Me ayudé con la mano para terminar y abrí los ojos.
Tamara y Felipe seguían en lo suyo y Alexa me pidió “repite lo de ayer” y yo apliqué mi boca a su dulce coño hasta hacerla llegar al orgasmo.
Cuando terminé, Tamara, que nos esperaba, dijo:
-Hay que reponer fuerzas. Dormiremos auí los cuatro y mañana será otro día. Mañana, Alexa, serás mujer. Tengo aquí cuatro somníferos: tomémonos uno cada quién y durmamos.
Así lo hicimos y yo me dormí sintiendo aún en mi piel la suave lengua de Alexa.
(continuará...)

sandokan973@yahoo.com.mx
Datos del Relato
  • Autor: sandokan
  • Código: 3930
  • Fecha: 15-08-2003
  • Categoría: Primera Vez
  • Media: 5.18
  • Votos: 66
  • Envios: 4
  • Lecturas: 6442
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Alexa
invitado-Alexa 05-09-2003 00:00:00

Me quede con las ganas de ver el final, ¿cuándo sacarás la segunda parte? espero que pronto, me gusta que lleve mi nombre, al igual que me encanta tu forma de escribir, directa y clara.

Laila
invitado-Laila 17-08-2003 00:00:00

pero yo la verdad prefiero a Ariadna o a la Condesita queridísimo Sandokán.

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