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Hemos estado viviendo por casi cinco años a 350 kilómetros de Marshall, en Alaska, mi marido es un cazador y una vez al año lleva nuestras pieles a la ciudad por el servicio local de helicópteros, esta temporada se fue justo antes de que llegara la tormenta, me quedé sola en casa esperando su regreso, por lo general el proceso toma dos o tres días, pero este año las tormentas siguen llegando una tras otras y ha transcurrido ya una semana y mi marido todavía esta varado a Marshall.
Otra noche más sin él, mi vulva ardía y mis labios mayores hervían, todo mi sexo era en llamas, la pira en mi vagina no me daba paz, entrecruzaba mis piernas y trataba de pensar a otras cosas, pero sentía la presión de mi tanga contra la turgencia de mi clítoris inflamado, no pude resistir más, me fui al dormitorio y caí sobre la cama desabrochándome el jeans, baje hasta mis talones mis vestimentas y procedí a tocar mis carnes calientes, con dos dedos me abrí la concha, estaba ya toda mojada, mi chocho desbordaba mis néctares, puse dos dedos dentro mis pliegues y me sacudí en un gemido casi agónico.
Me estremecí al penetrarme con vehemencia y casi con urgencia mi vagina rechoncha, arremangué como pude mi polerón y mi sujetador, mis tetas se cimbraron libres, la picazón en mis pezones era insoportable, necesitaba pellizcarlos para aminorar esa sensación de prurito, mis tetas también sufrían un escozor, el refriegue de mi vulva era el único alivio posible y yo lo sabía.
Continué la penetración, rascando con suavidad mi clítoris, sentía cosquillitas también en mi ano, así que también me encargué de él, pasé mi mano bajo mis glúteos y forcé mi esfínter primero con un dedo y después con otro más, moviendo mis dedos dentro y fuera de mis ranuras, comenzó esa sensación de cosquillas en mi vientre, mis muslos, mi culo y mi vagina, mis pies estaban encorvados, como también mi espalda, fue entonces que comencé a sacudirme, las convulsiones se apoderaron de mi cuerpo mientras chillidos y gritos escapaban de mi garganta, cerré mis muslos y adopté una posición fetal, los escalofríos y tiritones continuaban sacudiéndome, ese fue el primero de mis orgasmos esa noche.
Tratando de recuperar mi respiración, me puse de espalda con mis piernas plegadas y mi almejita rasurada y todavía delicada y sensible se abrió como el capullo de una flor, pasé mis dedos por la hendedura y los lleve primero a mi nariz, si es verdad semejaba a un olor de mariscos, luego los lleve a mi lengua y disfruté el sabor salino de mi chuchita, acomodé mi sujetador y mi polerón, mis tetas se habían apaciguado y la urticaria no me daba molestia, mis tobillos permanecían ligados por mis jeans.
Me senté al borde de la cama y finalmente me levanté desperezándome y estirándome, con un histriónico bostezo me fui al baño a refrescarme, me miré al espejo y me dije … eres una guarra … me gusto mi aspecto cachondo, estaba todavía en estado de excitación sexual, la fiebre en mi útero se había mitigado, pero mi chocho continuaba vivo.
Me desvestí y decidí ducharme para limpiar las secreciones de mi vagina, y quizás el agua extinguiría los fogonazos en mi chorito, dirigí el chorro de la ducha a mi vulva y una descarga eléctrica recorrió mi humanidad, un poco con la esponja, un poco con mi mano libre, abrí mis muslos y mí chochito y le tiré agua a su interior … ¡apágate! … ¡apágate! … ¡apágate! … pensaba mientras bañaba el interior de mi chocho excitado, pero de mi boca entreabierta escapaban gemidos y en mi cabeza explotaban chispas y flamas, me senté en la bañera y mis dedos refregaron mi botoncito sensible a mil por hora, con mi rostro deformado por la lujuria estallé en otro orgasmo fabuloso, terminé casi acostada en la vasca refregando mi vulva y follando mi mano … ¡oh! mi dios.
Con los restos de mi humanidad encima, mis piernas tembleques me llevaron a la cama, me vestí con mi pijama fresco y limpio, apoyé la cabeza en mi almohada y me desvanecí en un sueño reparador.
Muy lucida, abrí mis ojos, el reloj de la pared señaba las 06:20, era temprano, sin modorra ni somnolencia, me levanté y me fui a colocar el agua en la salamandra para preparar un poco de café, luego me fui al baño para hacer mis necesidades y lavarme un poco, después volví al dormitorio para estirar la cama y vestirme.
No me sentía con mucho apetito, así que volví a la cocina y con abundante café, degusté un ligero desayuno, salí a apalear un poco de nieve fuera de la puerta y luego me fui al granero donde dormían nuestros perros, los alimenté y los hice salir, tenemos ocho perros que mi marido utiliza cuando sale a recorrer las trampas con su trineo, Matt un perro de seis años, es el más experimentado de nuestros animales de trineo, me llegó por atrás a oler mi trasero y después me olfateo por delante, este siente algo de mis dos orgasmos de la tarde anterior, pensé.
Despejé la nieve de la entrada del granero, porque una vez que se endurece hay que sacarla con chuzo y picota, la tormenta había dejado casi un metro de nieve en las inmediaciones de nuestra granja, limpié el granero de las porquerías de los perros, me aseguré de que bebieran y los encerré nuevamente, pero Matt me lo llevé a la casa para hacerme un poco de compañía.
La región es muy tranquila, no hay un alma viva en kilómetros, pero sabíamos que a unos 30 kilómetros de nosotros había una nueva familia desde el año pasado, hasta el momento no habíamos tenido contacto alguno con ellos.
El día se trasformo en rutina, acomodé unas viejas frazadas en las cercanías de la salamandra para Matt, pero el prefirió finalmente echarse cerca de la puerta, al parecer la alta temperatura de la estufa a leña era demasiado para él, en la tarde salí con él a alimentar a sus compañeros y luego volvimos a la casa, mi chochito se había comportado y mi mente se había concentrado en divagar en los quehaceres de la casa y pensar en mi marido que estaba imposibilitado de volver, fuera de casa, el viento había comenzado a recrudecer y la ventisca llego con rugidos furiosos, el viento daba puñetazos a nuestra casa y la nieve había cubierto las ventanas del lado norte, en la lejanía explotaban algunos relámpagos y truenos.
El pensar en mi esposo me volvió a hacer sentir ciertos cosquilleos, me recordé que él tenía en su oficina alguno de esas revistas para hombres con fotografías e historietas eróticamente obscenas, me recosté en el diván y comencé a leer alguna de ellas, las fotografías eran bastante sugestivas, pero las cartas de los lectores al editor eran fogonazos directos a mi entrepierna, muy luego había abierto mis jeans y mi mano masajeaba mi chocho.
Una lectora narraba la noche que su novio le rompió el culo y como él luego se vino en sus tetas y le hizo limpiar su verga con su lengua, me recordé inmediatamente del color, olor y sabor del semen de mi marido, aunque si había tenido tocacíones anales por parte de mi consorte, hasta ahora no me lo había metido por ahí, esas lecturas me habían perturbado, así que di una última vuelta para asegurarme que estaba todo en orden, puse unos cuantos leños más en la salamandra y me fui a la cama, Matt estaba hecho un ovillo echado cerca de la puerta.
Me desnudé completamente y me di a la lectura, estaba medio sentada en la cama mientras mis ojos ávidos recorrían las líneas que describían las más tórridas vicisitudes de los lectores, mis pezones estaban totalmente erectos y con comezón, mis fluidos hacían relucir los labios hinchados de mi vulva, juntando las plantas de mis pies y abriendo mis muslos, había expuesto mi rosácea vagina como un brioche con crema, mis dedos iban de mi vagina a mi boca repetidamente, disfrutaba de mis deliciosos humores, el refriegue continuo a mi florecido capullo me provocó dejar caer la revista y llevar mis piernas a mis tetas y por debajo de mis nalgas perforarme mi chuchita con mis dedos hasta que la potencia de la detonación de mi corrida, me hizo saltar sobre mis sabanas gritando cosas obscenas … quiero pija … alguien que me folle … rómpanme el culo … quiero una vergota en mi chochooooo …
Mis gritos despertaron a Matt que ahora me miraba desde el vano de la puerta con curiosidad, como interrogativamente, olfateaba el aire y volvía a mirarme … con voz autoritaria lo gritoneé y el volvió a su lugar, después que me repuse continué leyendo y me volví a correr con igual o mayor intensidad, con mis piernas estrechando mi mano empapada de secreciones, me adormecí como un ángel.
El reloj señaba las 05:55, era muy de mañana, me desperté porque algo húmedo resbalaba en mi pierna, estaba cubierta con una manta, pero mi pierna estaba expuesta, la lengua de Matt ungía mi extremidad, sentí escalofríos y cierta repugnancia … ándate de aquí perro chupa picos … le grité muy enfadada, Matt se quedó inmóvil, así que le lancé una pantufla que le llegó por el lomo, atemorizado salió rápidamente de mi dormitorio, me giré y seguí durmiendo.
Me levanté pasadas las siete de la mañana, la tormenta afuera todavía rugía con violencia, me fui a la cocina y pasando por el salón, vi a Matt girado hacia la pared y con su hocico hacia su pija … eres un chupa vergas … le grite así como de pasadita y continué hacia la cocina, con el rabo del ojo capte que su verga estaba fuera casi toda, me frené en seco como si hubiese chocado con una barrera invisible, retrocedí y jamás imagine ver tamaña verga gorda, rosadita y con una hinchazón natural en su base … todavía sentí un poco de asco al mirar el sexo de Matt, pero indudablemente era una pija de respeto, no soy ninguna beata, también yo soy una chupa picos, pero de mi esposo particularmente, bueno, también de alguno de mis ex, pero jamás tuve nada que ver con una polla así de grande, sin segundas intenciones me fui a la cocina a desayunar.
Esa mañana proseguí con mis labores rutinarias sin mayor novedad, almorcé y como todos los días, escuché la emisora local que transmite mensajes para los lugareños y escuché … “para Laura- 404, su marido Robert le avisa que se encuentra bien, por control médico le encontraron apéndice inflamada, será intervenido mañana, regresará a casita en siete u ocho días más” … yo soy Laura y 404 es el registro de nuestra propiedad, el mensaje era claro, lo había entendido muy bien, pero debía corroborarlo, así que espere a las 22:00, la segunda emisión de mensajes.
A las 21:30 me senté a escuchar las transmisiones de la estación local muy nerviosa, pues era la primera vez que hacían referencia a mí, a las 22:00 exactas pusieron la cortina musical que anunciaba la lectura de mensajes y volví a escuchar el mensaje exactamente igual, siendo el único medio de comunicación en estos parajes, lo encontré fantástico el servicio, pero quedé preocupada por mi esposo Robert.
Esa noche todo mi entorno giraba en referencia al mensaje en cuestión y mi esposo en particular, al día siguiente fue algo similar, mis sensaciones sexuales se habían desvanecido y lo único que pensaba es que mi marido estuviera bien.
Al tercer día me levanté con humedad en mi vulva, fui a buscar las revistas y leyendo y tocando me revolqué en la cama estremeciéndome como una ramera en celo, fueron dos magníficas corridas manoseando mi chocho hasta con cinco dedos de mi mano, me fui a la ducha con los muslos y mi conchita que todavía temblaban.
Me senté al borde de la cama todavía con afano en mi respiración y pensando en las pijas que venían mamadas y otras rompe choros de las historias de la revista … ¡una chiquilla con tres compañeros de la escuela! … la muy puta, pensé … y yo acá solitaria mamándome mis propias tetas, porque en el último orgasmo sí que me chupé mis tetitas y me mordí un pezón a la vez, ¡qué cosa más rica!
Hice todas las faenas diarias, estuve cortando un poco de leña ya que mi hombre no regresaría tan pronto y mis pensamientos iban y venían con las historias jugosas de Roxana Hollander, las calientes cartas de sus lectores y los acomedidos consejos de ella.
Esa tarde escuché los mensajes, no había nada nuevo, me fui a la cama con nuevas revistas de mi marido y me dispuse a jugar con mi chochito, me puse una cómoda bata cortita que cubría justo mi ingle, debajo solo mis masas mamarias con una incómoda picazón, mientras leía las carta de la Xaviera, una particularmente me llamó la atención, una enfermera de un hospital que seducía a sus pacientes, imagine mi Robert en manos de esa puta chupa picos y que agarraba su verga y que le comía el vergón, me puse celosa.
Sentí un ruido y vi a Matt cauteloso que me miraba, le hice seña y se acercó, le alargué mi mano cubierta de jugos vaginales y comenzó a lamer mi mano acuciosamente … si lame mi mano, también mi lamerá el chocho, pensé … di unas palmaditas sobre la cama y Matt se encaramó de un salto, luego una palmaditas sobre mi zona púbica y Matt comenzó a barrer mi coño con su lengua que me hacía torcer de placer, mis pies no se podían encrespar más, se echó entre mis piernas y su larga lengua se introdujo en mi vulva que me hizo lanzar un grito.
Deje de lado definitivamente las revistas, aquí había algo serio, jamás una lengua me había lamido tan dentro de mi chuchita, me penetraba con diez o quince centímetros de esa belleza que me hacía vibrar, la sensación era única, indesmentible, pero tenía mis aprehensiones, me estaba haciendo gozar y mucho, era una culebra esa lengua, tan flexible, tan áspera, tosca y esquiva, su penetración estaba descubriendo lugares jamás alcanzados por nadie, mi zona pélvica reaccionaba al ritmo de su lengua, mi espalda encorvada me hacía reptar y mover mi chochito para hacerlo entrar más adentro.
Matt se había tumbado cómodamente con su hocico sobre sus patas, su cabeza giraba hacia un lado y después hacia el otro, cambiando la angulación de esa lengua intrusa, esa metomentodo que me horadaba y me sacudía en grititos y aullidos, mis manos se habían posado en su cabeza y acariciaban sus orejas, el sentido de rechazo era años luces lejos de mí, mi cuerpo lo aceptaba y yo también … haz que te la meta en tu chorito … haz que te perfore ese chocho pelado … dile que te haga correr como la puta de Babilonia … haz que te lengüeteé el ojetillo rugoso y fétido de tu culo … muéstrale lo guarra que puedes ser … mi cerebro estaba en conexión directa con mi chocho, ya no había vuelta atrás, mi cuerpo y mi cerebro cómplices en esta cachondeada, estábamos entrando al universo bizarro donde la razón era proscrita.
Matt me hizo revolcarme y sacudirme en violentas convulsiones orgásmicas, estaba hozando con su hocico dentro mi vulva heroica, mi coño valeroso que no se rendía ante los ataques incesables de su lengua pervertida, mis piernas subían y bajaban, se abrían y se cerraban, tremaban incontrolables … ¡ooohhh! perro pajero comete ese coño … gritaba desesperada, enloquecida, trastornada … ¡aaahhh! ¡ssiii! … haz que me corra … cómeme toda perro conchudo … cómeme … los orgasmos eran tantos, un concadenarse de ola tras ola de sacudidas perversas y lujuriosas, casi me borré.
Mi respiración era dificultosa y entrecortada, me había hecho correrme hasta con el cerebro, tenía punzadas en mi cabeza por el esfuerzo de mi sangre corriendo a todo lo que da, para estimular los billones de poros de mi piel, mis dedos enredados en el tironeo y forcejeo con las sabanas, los dedos de mis pies abiertos y separados, quizás si algún día lograre cerrarlos de nuevo, pensé con una sonrisa dibujada, forzada, estaba exhausta.
Plegada y en posición fetal, todavía sentía a Matt que se había echado casi a mis pies y miraba el muro como diciendo … ¡yo no fui! … perro maricón, pensé … pero que portento de lengua, me giré para acariciarlo, su lengua pendía de un lado de su hocico, pude apreciar lo larga y gruesa que era, respiraba jadeante y como que rehuía mis ojos … persistía en esa pose de desentenderse de lo que me había provocado, mi mirada hacía él había cambiado para siempre.
Mientras acariciaba sus flancos, su pija asomaba uno o dos centímetros fuera de su funda peluda, la punta carmesí llamó mi atención, esa era una polla, una polla formidable, la polla que mi chocho andaba buscando, mi pervertido cerebro, envió señales inequívocas al resto de mi cuerpo, esa polla tenía que ser mía, el comploto carnal comenzó a rondar mis neuronas y mi cuerpecillo frágil se entregó a la falta de razón.
Me arrodillé para masajear esa pija con ambas manos, Matt sobrio y caballero como buen perro, se recostó y levantó su pata para darme vía libre a su órgano sexual, rocé sus huevos sintiendo la dureza de sus cojones llenos de lechita y mi vagina me hacía pucheritos, encantada por las visiones que le llegaban directamente a través de mis ojos centelleantes de una apasionada lujuria, mis jadeos comenzaron y mis susurros musicales también.
Mi cansancio se había desvanecido, mi vientre plano sobre mis muslos y mi boca a centímetros de esa verga que sospechosa y cautelosa se asomaba lentamente, aumente mi velocidad y presión a su pene canino, mis canticos guturales ritmaban una danza para encantar a la serpiente rosácea que despertaba de su letargo, Matt se había levantado y encorvándose ligeramente, daba estocadas al aire con su ariete que goteaba su néctar acuoso, su pócima trasparente comenzaba a crear un mancha húmeda sobre la toalla, mis dedos bañados de su ambrosía líquida me los llevé a la boca para saborear su preciado semen, delicia de delicias.
Mi chocho impúdico suplicaba por esa polla lustrosa y escurridiza, me cubrí mis caderas con una toalla y poniéndome en cuatro, me giré hacia él, separé mis rodillas, arqueé mi espalda y le presenté mi capullo florecido a Matt, casi con pereza se acercó a olfatearme … ¡dale perro maricón métemela ya! … ¡ ya perro guarro, hazme a pedacitos mi chocho! … Matt, se la había tomado en serio, yo era su perra, y su perra debía ser preparada para la inseminación, me lengüeteó repetidas veces, luego sentí su pelaje en mis nalgas y sus patas en mi espalda.
Matt probó varias veces, me tenía en ascuas, todo mi chocho hervía … lancé un alarido digno de Tarzán cuando su polla penetro mi vagina, fue todo uno, la entrada violenta y sus patas aferraron mis caderas para tironearme y perforar mi vulva ardiente, era un piqueteo, un martilleo furioso, algo gigantesco me hizo aullar y arañar las sabanas, su bola estaba en mí, ¿dolor? … sí quizás un poco de dolor, pero esa sensación avasalladora de sentirte ultrajada y violentada a voluntad tuya, era nuevo para mí, me sentía un poco vejada, pero no más que guarra y puta lujuriosa, me estaba gustando el todo.
Mi peludo amante entre jadeos y saliva que goteaba en mi espalda, detuvo su exaltada y violenta pasión perforadora, estaba enterrado en mi profundamente, comencé a sentir una cosa calentita que se derramaba a borbotones desde su polla a mi chocho, era lechita caliente, pero no era una eyaculación, era un caudal de esperma, mi barriguita se infló y ese calor se esparcía dentro mi cavidad colmando toda mi vagina, y su pene y su bola crecían aún más … ¡oh mi dios! … ¡no hay más espacio dentro de mí! … ¡me va a reventar!
Justo en los momentos de angustia, de entre los labios de mi vulva, salieron expelidos con fuerza una serie de chorritos que aliviaron la presión de mis paredes vaginales, su gigantesco miembro tocaba todas mis partes delicadas y excitables, mis contracciones lo hacían bombear más y más de su lechita dentro de mí, como si jamás hubiese tenido una perrita para desahogarse … ¡ahorita tienes tu perrita, maricón, pero no exageres que mi chocho tiene una capacidad finita! … ¡no soy un pozo sin fondo, rompepelucas! … ¡deja ya de rellenar mi chocho, mamabolas! … lo insulte con todo, pero él continuaba bombeando semen dentro de mí, otro par de chorritos escaparon de mi vagina.
Matt solo jadeaba, se había girado y estábamos pegados por nuestros culitos, sentí la fricción de su bola y vergota girando dentro de mí, causándome otros espasmos, otros chillidos, otras convulsiones, si lo dejaba ir, me hubiese remolcado por toda la casa, así que aferré sus patas y lo mantuve lo más inmóvil posible, mientras mi vulva con sus grandes labios ondeaba empalada en su asta.
El impertérrito Matt, haló un poco hacia adelante y nos desenchufamos con un sonoro “floosch”, el mar de semen se versó sobre las toallas traspasando y humedeciendo las sabanas, caballerosamente vino a limpiar mi abusado y gozador chocho, provocándome tiritones varios y también gemidos, luego salto de la cama y se fue cerca de la puerta de salida a concluir la limpieza de su monstruosa pija.
Toda la ropa de cama, toallas, pijamas y mi lencería, las lleve al cuarto de lavado, después sin más ni más, ordene con ropa limpia mí dormitorio y me fui a la cama, dormí como un lirón.
Durante la fría noche, sentí movimientos en mi cama, Matt se acomodó a mi lado y se adormeció junto a mí, su perrita, me regocije al sentir un macho, mí macho a darme calor con su cuerpo, durante la noche me desnudé y me abracé a él, mis tetas eran excitadas por su pelaje, mis muslos, mi torso, mi vientre y mis entrepiernas también.
En la mañana me despertaron los lengüetazos de mi macho a mis entrepiernas, su lengua era muy incitante para hacer cualquier cosa, abrí espontáneamente mis muslos y sentí el calor y la aspereza de su órgano lingual, comenzó un ataque sostenido a mi conchita, era tan intensa la estimulación que mis piernas temblaban, cuando él sumergía su lengua en el charco de elixires que emanaban de mi chocho, yo contraía mis músculos para atrapar su lengua en mis profundidades, el mete y saca me volvía loca, el hurgueteo continuo a mi ranura me hacía chillar y gemir, gritaba obscenamente mientras mi ojos se posaban en su pija que había salido casi a mitad de su funda.
Lo necesitaba en mí coño encharcado, metí dos dedos en la laguna viscosa de mi vagina sintiendo el chapoteo mientras me follaba a mi misma, una, dos, tres y muchas veces más, él hozaba con su hocico en el lodazal de mi sexo portando mis niveles de calentura a un plano superior, quería su huevo dentro de mí, su bola, su aguzada pija entrando y saliendo de mi inflamado chocho, lanzando gemidos alejé su hocico de mi deliciosa chuchita.
Me levante y coloque una cortina de baño plástica sobre la cama, traje seis toallas limpias, envolví mi cintura en una de ellas y me coloque en cuatro, Matt me miraba sin mucho interés, pero cuando vio que alcé mi culo, se pegó a mis nalgas lengüeteando mi orificio anal y vaginal al mismo tiempo, mi culo danzaba en su hocico, él salto sobre mí con fuerza y no quedó en buena posición para penetrarme, retrocedió y lo intento como cuatro veces más, luego como si hubiese recordado el come hacerlo, me montó, bajó un poco sus cuartos traseros y empujó su polla dentro de mí sin titubeos, su ardorosa cogida inició a martillear mi chorito, mis chillidos de placer comenzaron cuando su bola se introdujo en mi canal vaginal y empezó a inflarse, flashazos de luces de colores nublaban mi vista a ratos, mi coño se contraía mil veces, mi ano también, la carretada de orgasmos viajaban por todo mi cuerpo a diferentes tiempos, como ondas magnéticas, como olas marinas que besan la playa en un ir y venir infinito.
¡Uuugghh! perro chupetero cógeme … ¡fóllame mi almejita! … ¡hazme todas las cochinadas que quieras! … ¡comete a tu perra caliente! … le gritaba así y todas las obscenidades que se me venían a la cabeza, me había hecho acabar y continuaba a darme un goce increíble, casi demencial, alucinante y enloquecedor, como en una rueda de colores caleidoscópicos los, orgasmos seguían sucediéndose sin pausa, como la piedra lanzada en la superficie de un lago y rebota una, dos, tres y muchas veces más, hundiéndose y dejando círculos concéntricos de nuevas y renovadas olas de placer que jamás terminaban.
¡Ooohhh! ¡ssiii! … sentí las descargas efervescentes y cálidas, su semen anegaba el dique de mis carnes rosadas, hasta el ojete rugoso de mi culo se contraía, los potentes chorros de líquido seminal me hacían acabar una y otra vez, mi vagina se estrechaba y se ensanchaba, mamando su verga que continuaba a disparar lechita caliente, una sensación celestial y paradisiaca obliteraba mis sentidos, mi ser era solo mi chocho y esta verga que escupía semen con perritos directamente en mi matriz, Matt hizo su movimiento y quedamos culo con culo, esta posición lo obligaba a descargar hasta la última gota de sus semillas en mi vagina, maravillosa cosa que me regalaba unos cuantos orgasmos más.
Hacer el amor con Matt, era como un alucinógeno que te hace dependiente, pasas a ser adicta, quieres más y siempre más, por eso era un poco contrariada al despegarme de él, quisiera ser follada otra vez, pero él se había ido a limpiar su verga dejándome con los crespos hechos … ¡perro chupetero y maricón! … lo recrimine, pero luego me vino en mente que en el granero tengo siete machos más … me arrebujé en dos frazadas, me puse las botas y fui a buscar a los otros perros …
—– continuará —–
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