-¿"Alas"?- dijo el pirata,...
Aquí continuamos con el relato de Donna, La Sirena Atrapada....
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Con mi precio en oro y plata pagado semanas há, el pirata que había comprado título de mi esclavitúd desnuda ya había llegado a nuestro harén por cobrarme de mi dueño, y era claro para con todos allí que ese pirata era un hombre que no aceptaba negativas. Además era él un criminal muy conocido con el mundo de engañar y estafar, de modo que cuando mi dueño insistió que jugaran un rato de dominó ante una botella de ron en vez de llevarme de allí al instante, el pirata por supuesto olía al poste.
-La gorda ya es pagada y es mía;...- le dijo a mi dueño, -... no voy a ponerla en juego para que la ganes de mí.
-No, eso no,- le mintió mi dueño con voz dulce amargo, -Ella sí que ya es tuya, que por más bonita sea yo no puedo con ella. Recuérdate que ella me es muy peligrosa, que al acercármela, hasta el oler de su cutis me pone con catalépsia alérgica.-
-¡¡¡Y qué maldito cómico es eso!!!- se rió bravo el maleducado. -¡Que la jamona más pingue de en mil años se ha caido desnuda y desamparada en tu harén y tú te la encuentras *alérgico*!
-Sí,- le respondió mi dueño, -Me es un ironía.-
El ironía pesimo, por supuesto, era que mi dueño había contratado a venderme sin saber que él y yo eramos a caernos muy muy enamorados; nuestro amor brotándose y enfloreciéndose cuando yo le expliqué que su alergía de mí no era resultado de mi quimica natural sino de ciertas nueces que yo comía para mantenerlo lejos de mí.
-¿Sabes lo que creo yo?- el pirata le jugueteaba a mi dueño, -¡Alérgico nada, creo! Mejor es que ella te presente más chocha con que tú puedes tratar,... ¡Que la verdad, ella es un vero trofeo de chocha ...y tetas, ... y piernas...y del todo! ...¡Y con brincándose desnuda ella ...! ¿Has visto alguna vez esa película de ella brincando desnuda en esa piscina bosquera?
-Sí, vecino,- se le aclaró mi dueño al pirata, -Recuérdate que soy yo mismo él que te la dí tu ejemplar de esa película.
(¡Otro ironía enloquecedor! ¿¡Ve Usted?!)
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Mientras mi dueño y el pirata jugaban de dominó y charlaban de la película mortificante de mí que en mi vida libre la reina del club yatero haba grabado sigilosamente de mí... pues, Usted ya sabrá de todo eso. Mientras mi dueño y el pirata jugueteaban en otras partes, yo y cincuenta-y-seis otras mujeres cautivas aguantábamos entrenamiento desnudo sobre el Patio de Clases Bailar. ¡Ese trabajo sufrimos a instancia del pirata, y eso no obstante que cuando empecemos la tarea la mayoría de la danza - un tanto de cuarenta-y-ocho mujeres - perteneciera claramente al harén de mi dueño, así que fuera puro puro injusto que tal grupo bailase nada a mando del pirata! (De las ocho mujeres restantes de las cincuenta-y-seis que nos entrenábamos, siete claramente pertenecían al pirata, que a ellas él trajo consigo al llegar a nuestro oásis; y la última era yo misma, que no sabía por aquel momento si yo pertenecía o de mi amado dueño o del pirata sadista.)
De todos modos, con el entrenamiento ya en marcha todas sabíamos que estábamos todas en juego, las concubinas del pirata estando muy muy deseosas para que mi buen dueño las ganara con los dados y el dominó - y las concubinas de mi dueño... ¡aterradas! ¡Digo que si no fuera por nuestro temer de las varillas de las instrúctrices es facil que nos hubiéramos a echado a correr hacía a los jardines y allí procurar a trepar las meras murallas para escaparnos de todo!
Tras dos horas hastiosas, las instrúctrices nos otorgaron una pausa de unos minutos para que limpiáramos las vejigas y almorzarnos brevemente y de pie de unas recortadas de frutas dejados allí para nosotras por las esclavas.
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Por aquel momento, ante el dominó, mi dueño ya había ganado del pirata a dos de las danzarinas de él. Esto no irritaba nada al pirata, él quien pensaba en ganar de mi dueño siete u ocho de nosotras con el transcurso de las doce o catorce horas en frente. Y con pensando en las horas en frente, mi brillante dueño inició una pausa del dominó, con repartiéndole al pirata un purro muy bueno y con comenzando a decirle a ese acerca de su hábito de reunirnos en forma de "alas" cuando fuera hora de ponerme a re-crear en vivo y mortificada mis escenas de juego desnudo en la piscina bosquera, las que la reina del club yatero grabó en cinta a escondidas de mí.
-"¿Alas?",- dijo el pirata, riéndose bien gachondo y curioso, -¡A ver!-
-Pues, nada más escucha, vecino,- le dijo mi dueño, -que te voy a decirte del todo...-
-¡Eso no,- le aclaró el pirata, -¡Sino vamos A VER, digo! Vamos ya por poner a la gorda a jugar ante a las "alas" desnudas de que hablas!
-¡Estupendo!,- se le acordó mi buen dueño, -Yo traeré los dados.-
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No muy lejos, sobre el Patio de Clases Bailar yo estaba comiendo todas las recortes de fruta que podía, que mi dueño ya me había advertido horas há, -Come mucho tras las clases, mi amor, que cuando comenzamos con las horas de juego en la piscina tú vas a estar retozando mucho y comiendo muy poco.-
¿Ve Usted? Eso era parte del plan (del plan difícil, tal vez estúpido) que mi dueño tramaba para liberarme de las garras del pirata.
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-¡Alas, Concubinas!- llamaron las ayas con las palmadas de regular y con voces calmas en el cielo. (Mi dueño les había dicho que nos mantengan con toda calma posible.) -¡Corriendo, Concubinas!- cantaron, -¡Alas a la verja de la piscina!....-
A dirección de mi dueño, unas esclavas (aterradas ante al pirata) colocaron dos acolchados sillones de playa a la verja de la piscina - uno para mi dueño, y el otro para el pirata. Y ¿ve usted?, ¡al instante que el pirata se acomodó en uno, nosotras del dueño reformamos nuestra reunion de tal manera que todas parrábamos al lado del divan de nuestro dueño, así haciendo una gran ala a su lado de los sillones y nada al lado del pirata.
-¡Pero hagan una ala por aquí también, esclavitas!- insistió ese; y estando que estábamos muy aterradas de él, eran sí unas de nosotras que no atrevían desobedecer. Pero mi noble dueño hizo una resolucion ante al pirata, diciéndole que, -No, No, amigo; estas mujeres son mías, y además las dos que yo gané de tí con el dominó, y mientras que todas sean mías, a mi lado se quedarán.
Así, las cincuenta concubinas de mi dueño (y las dos danzarinas recién ganadas del pirata) formábamos a nuestro lado una ala grande y desnuda, y al otro lado las cuatro favoritas del pirata y su danzarina restante formaban una ala chica y triste, la que parecía tanto más debil cuando los dos machos escogieron a cual a dos mujeres de su ala particular para acostarse desnudas consigo sobre su sillón.
-La gorda es mía.- propusó el pirata. -¡Gorda!,- me llamó, -¡A mi ala!
Pero mi papel en ese comedia no me ponía ni en una ala ni en la otra, sino me ponía a jugar desnuda y mortificada en las aguas de la piscina ante todos los ojos allí, tanto los ojos del harén de mi dueño como ante los ojos del pirata y sus pobres, muy pinchadas "esclavitas". Lejos del pirata, y desairándole, me quedaba parrada inmovil al lado del divan de mi buen dueño, esperando su mando para que me entrara en el agua. La mano de él me sobaba casualmente (¡y con amor!) de las desnudas nalgas y exploraba ligeramente el interior de mi pierna, sus yemas alcanzando a cosquillarme enloquecedor de los pelitos de mi rendija, y a palpar mi pudenda tan "grande", tan "venusta," y ya con la película sigilosa, tan famosa entre los harenístas principales del mundo, tal desnuda pudenda mía ya suspendido en bajo juego romanesco de dados entre a mi dueño magnífico y al horror de pirata.
-¡Acá, gorda!- me insistió ese, volviéndose a llamarme a su ala.
-Te lo siento, vecino,- le respuso mi dueño, -pero con las alas ya formados yo no puedo esperar más, sino yo tengo que ver el jeugo de la Magnífica al instante.- Sobre el sillón se veía que el bicho muy erguido de mi buen dueño de verdad pulsaba con esperanza de verme a juego desnudo y desnudito en la piscina, y las desnudas mujeres delgadas que se acostaban con él sonreían grandes al atreverse tocarle con sus yemas y dedos femeninas de tal bicho magnífico y pulsante y caliente.
-Si hoy será el último que la tenga en mi Salón de Desnudas,- le pidió mi dueño al pirata, -¡a lo menos déjame ponerla a jugar unas últimas veces en la piscina!
En realidad, el pirata estaba bién con tal deleite, que él había notado lo cerca de que yo me mantenía al dueño, y que tal cercanía no lo puso al dueño de nada de catalepsia alergica según se le había mentido, sino se nos notó también las miradas de amor verdadero que compartímos, las que el dueño y yo no podíamos esconderle.
-Está bien,- le dijo el pirata a sí mismo, -Si ese pendejo ama a la gorda que yo acabo de comprar de él, pues yo puedo usar su desesperación para quitarle a él no ya de la gorda, sino de veinte o treinta de sus otras también, y además de las instrúctrices que las entrenan, y por risa nada más, de las ayas y esclavitas que las corren y bañan y rodean. ...Y cuando la tenga a la gordita amarrada a un poste de fustigar en mi harén, ¡es entonces que la explicaré de quitapieles que no me desaira cuando la llame a parrarse en ala mía!
Entonces, para limpiar la pena que sentía ante mi recién desaire de él ante todos los ojos del harén, respuso con un acto muy muy travieso - estrechó su cuerpo sobre el cuerpo de la favorita desnuda a su lado, y con estrechando la mano hacía el cuerpo de la mujer acostada al lado de mi dueño, la pinchó bravamente de una nalga, haciéndo a ella que se saltara tanto ultrajada como adolorida! Ella, con su hombro izquierda ya anidada en el sobaco derecho del dueño, no podía volver la cara bastante para ver al pirata, sino echó su brazo libre con toda fuerza para atras, golpeándole a ese con fuerza de un hombro.
-¡¡Aááh-jaa!!...- se rió el pirata, encantado, y diciéndole, -La otra vez te cojeré de la muñeca, flaquita, ¡y quién habrá de saber a dónde te arranco entonces!
La pobre delgada procuró treparse sobre el cuerpo de mi dueño para que ese le serviría de vado ante las manos traviesos del pirata, pero mi dueño prefería quedarse de en medio entre las dos desnudas y así no le permitió tal defensa. Ella, atrapada entonces, y gruñiendo muy infeliz, se alejó cuanto podía del pirata con acurrucándose ajustadamente al lado de mi dueño, deseosa ella por la primera vez que pudiera reunirse parrada en ala con las nosotras y hacer revista desnuda en el agua en vez de acostarse sobre el sillón y dándole de cerca al pirata tanto la espalda indefensa como las delgadas nalgas tan desnudas e invitosas!
Así, con la pena del pirata ya olvidado ante la cardenal azúl-negra a la nalga de la delgada, todos en el Gran Salón de Desnudas esperábamos que se comenzara el juego lo que fuera a determinar a quién perteneceríamos horas más tarde cuando el helicóptero del pirata se desterrizara de allí.
Mi dueño se hizo del oficio,
-¡Al agua, pinguina!- cantó él, señalando el juego muy serio, -A ver como juegas desnudita en la piscina que te he regalado durante tantas semanas!
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A continuar,...
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