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Al teléfono

Sonó el despertador a las siete y cuarto de la mañana como todos los días. Abriendo los ojos y lo miró con desdén y un poco de mal humor. Estiró el brazo y presionó el botón de paro de la alarma. Se sentó al borde de la cama todavía dormido y con la cabeza medio agachada, buscando las zapatillas debajo de la cama. Al momento recordó la noche anterior y esbozó una sonrisa que le cambió el semblante. No se acordaba de lo que había hecho con su mujer, pero si la sensación agradable que le quedó cuando se quedaron dormidos y abrazados después de haber hecho el amor.

Oscar era alto, bastante alto, casi llegaba a los dos metros de envergadura. Quizás un poco obeso, pero poco, y bien disimulado por su estatura. No era guapo pero tampoco era feo, a pesar de la nariz que le dejaron después de aquella operación de tabique nasal en la que desdeño la cirugía plástica. Su complexión tirando a atlética, sin que fuera muy marcada. Hacía mucho tiempo que quería hacer algo de ejercicio, alguna arte marcial que no fuera demasiado agresiva, o pesas suaves para mantenimiento, pero ni el tiempo ni la edad, mas cerca de los treinta y cinco que de los cuarenta, se lo permitían.

Su trabajo era delante de una pantalla y aún así su pasión por la informática le llevaba a estar largas horas delante del ordenador llegando incluso a perder algo de estar con su mujer. Lo que le llevaba a tener alguna pequeña discusión con ella.

Nuria no era muy alta, en torno al metro sesenta y cinco, pero era endiabladamente guapa ( por lo menos así la veía su marido ), una belleza que tenía encandilado al hombre que quería hacerse el fuerte y duro delante de ella (así es como en el fondo le gustan a ella los hombres). También estaba un poco entradita en carnes, pero es que después del verano era lo normal. Dos meses en la sierra madrileña, con esos aires tan sanos, le abrían el apetito a cualquiera.

También lo oyó pero se quedó en la cama, todavía no era su hora y decidió que podía descansar un poco mas.

El siguió con lo suyo. Se fue al baño y se aseó comenzando con un lavado de cara con agua bastante fría y acabando con la colonia.

Después de vestirse se despidió de ella como todas las mañanas con un suave beso en los labios.

Todavía iba pensando en la noche anterior cuando bajaba por las escaleras camino del coche. Comenzaba a recordar los detalles. No podía evitar que comenzara el abultamiento de su pantalón, pero le encantaba recordarlo. Le excitaba recordarlo. Seguían viniéndole a la mente las imágenes mientras pensaba en el trabajo que le esperaba ese día. No se fijó siquiera en el cruce temerario de otro vehículo que casi le hace chocar con el semáforo. Solo con un leve movimiento consiguió esquivarlo como si nada hubiera pasado.

Ya en el trabajo no podía quitárselo de la cabeza. Seguía su trabajo pero, como dicen los informáticos, en background, su subconsciente repetía las escenas de la noche anterior una y otra vez.

No era mala persona. Le gustaba tratar bien a todo el mundo y evitar las disputas. Su carácter era variable, no en vano era un geminiano, y además agravado con su ascendente en Cáncer. Se le podía pedir un favor, siempre respondía a la llamada y sin poner peros.

Quizás un poco estricto para ciertas cosas.

Consiguió acabar lo que le quedaba pendiente cuando, a eso de media mañana, le avisan de una llamada telefónica.

―Si, dígame.

―¡Hola!.

―¡Ah! ¡Hola!, ¿Que tal preciosa?.

―Muy bien.

―Cuéntame ¿que tal la mañana?

Normalcomo siempre, solo que hoy estoy un poco distinta.

―¿A que te refieres?

―Pues que mi temperatura está subiendo

―¿Estás mala con gripe o algo así?

―No, que tengo un vibrador dentro de mi coño y otro en mi clítoris y creo que voy a tardar muy poco en correrme.

―Y ¿a que esperas? ¿que te de mi permiso?

―No, solo quiero que sepas detalladamente lo que estoy haciendo. Solo siento que tu no puedas hacer lo mismo.

―Estoy esperando que me lo digas

―Estoy moviendo el vibrador adentro y afuera y siento como el clítoris me va a estallar de grande que lo tengoooo. . .

No pudo acabar la narración. Solo se oían gemidos al otro lado del teléfono y la misma frase.

―Me estoy corriendo. Que orgasmo. Otra vez. . .

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