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Categoría: Incestos

Agustina y Agustín

Lo que voy a contar no es porque crea que soy un ejemplo de lo que una mujer deba hacer sino porque considero que a otra persona le puede ser útil, ya que creo que no se debe juzgar a una persona sin haber estado antes en sus zapatos

Mi nombre es Agustina y tengo 23 años. Vivo en la capital de mi país, Argentina. Soy la típica morocha argentina ya que tengo piel trigueña, grandes ojos verdes, boca pulposa, tetas grandes, pezones gruesos y largos, gran culo, aunque no me gusta su forma, pues es grande hacia los laterales pero no es pulposo ya que si bien no es chato tampoco parece una manzana. Me depilo completamente. Tengo una madre de 52 años, aunque la guacha parece mi hermana mayor. Ella sí tiene el culo que a mí me gustaría tener pues el suyo no solo es grande sino también pulposo. Si bien está muy bien pues no solo parece joven sino que además se viste como una pendeja y tiene no solo un gran culo sino también unas tetas muy grandes, no está casada ni convive con ningún hombre, aunque con quien coger no le falta porque más de una vez por semana, llega tarde a casa con la excusa que tuvo mucho trabajo, algo que no le creo porque he recibido varias llamadas telefónicas para ella. No tengo padre, no es que haya nacido del Espíritu Santo sino que porque, mi madre me ha dicho que él, murió, motivo por el cual no quiere que otro hombre llegue a casa.

Yo comencé a tener vida sexual muy joven, pues como estaba mucho tiempo sola en casa, ya sea porque mi madre trabajaba o salía con algún chongo, yo usaba internet para pajearme y encontrar compañía. Lo cierto es que a mis 23 años ya sabía perfectamente que tipo de verga, y por donde, me gustaba.

Hace unos meses empecé a trabajar en una estación de servicio y un día llegó a cargar gas un tipo que me agradó, (1,80 de estatura, unos 80 kilos, pelo rubio y un poco pelado, voz suave y muy atento). No bien lo vi bajarse del coche, pararse a mi lado y decirme que le llene el tanque, pensé “lléname vos el tanque a mí”. Cuando me pagó y yo le estaba dando el vuelto, uno de los billetes se me cayó, por lo que me agache y al levantarme no pude evitar mirarle la bragueta, se le veía bien marcada la pija porque llevaba puesto un pantalón vaquero, creo que se dio cuenta porque no bien le terminé de dar el vuelto me preguntó si podía invitarme a tomar algo. Yo le dije que no porque estaba trabajando, a lo que él riéndose me dijo “obvio que ahora no, pero ¿podría ser en otro momento?” a lo que yo le dije que podría ser, que me dejase su teléfono y que si encontraba tiempo en mi ajustada agenda, jajaja, hasta yo me lo creía, lo llamaría”. Me dejó su número de teléfono y se fue. A partir de ese día, cada 2 o 3 días venía a llenar el tanque de gas, me decía que estaba muy linda, me regalaba un bombón diciéndome “un bombón para otro bombón”, y me preguntaba si tenía su número de teléfono. Así fue durante más de un mes. Yo me resistía a llamarlo porque si bien era bastante mayor que yo y estaba muy bueno yo jamás había estado con un hombre tan grande, pero fue tanta su insistencia, y la calentura que yo tenía, pues hacía más de dos meses que no cogía, puesto que había terminado con mi novio cuando descubrí que me engañaba con otra, lo llamé y arreglamos para vernos al domingo siguiente, pues ese era el día que yo no trabajaba, y como mi abuela no estaba pues se encontraba de vacaciones, no iría a su casa a almorzar. Cuando nos vimos apareció con un ramo de flores y me lo dio diciéndome que no las mire mucho, yo le pregunté el motivo y él me dijo que era porque si lo hacía se secarían de envidia ante mi belleza. Eso, junto a su caballerosidad para hacerme subir al auto, me mató. Arrancó y comenzó a manejar, sin preguntarme adonde quería ir, por lo que un poco me asusté, no porque me llevase a un lugar a coger sino porque no sabía hacia donde me llevaba; no obstante a las pocas cuadras me preguntó si me parecía bien ir al Tigre. Yo le dije que sí y, ya más tranquila, empecé a hacerle preguntas respecto a él. Así me enteré que se llamaba Agustín, que era soltero, que tenía una fiambrería y que vivía a pocas cuadras de la estación de servicio. Yo le conté cosas de mí y cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el Tigre. Como ya era el mediodía me ofreció ir a comer, pero yo le dije que aún no porque todavía no tenía hambre. Me ofreció entonces dar una vuelta en un catamarán, cosa que si acepté y después de hacerla si fuimos a almorzar. En todo momento me demostró que era un caballero porque me dio la mano tanto para subir como para bajar del catamarán, cada vez que cruzamos una calle, me acerco la silla para que me siente, me abrió la puerta para entrar y salir del restaurant, se levantó de su silla cuando yo me levanté para ir al baño, me abrió la puerta del coche cuando volvíamos y no me toco la pierna con la excusa de la palanca de cambio. Cuando estábamos por llegar a mi casa me ofreció vernos otro día, a lo que inmediatamente dije que sí y quedamos en vernos el sábado de la semana siguiente. Él me dijo que le parecía bien, y riendo agregó, que para que no me olvidase me lo recordaría cada vez que fuese a cargar gas, a lo que yo, dándole mi número de teléfono, le dije que no sería necesario que fuese, que si quería recordármelo que me llamase pero que no era necesario. Entonces me dijo que a pesar de mi buena memoria y a pesar de poder llamarme por teléfono, prefería ir a cargar gas para así deleitarse con mi figura.

Me parecía el hombre ideal, sobre todo porque cuando me ayudó a bajar y nos despedimos, me dio un beso en la mejilla, sin intentar llegar a mi boca, lo que me dejó aún más caliente, por lo que al llegar a casa y no estar mi madre, me fui a mi pieza para masturbarme, pensando en lo caballeroso que era y en cómo me había tratado, sin intentar manosearme y sin apurar nada.

Toda esa semana me masturbe pensando en él y en cómo me trataría en la cama.

Quedamos en encontrarnos en un cine el siguiente sábado a la noche. Lo propuse yo pensando que en la oscuridad del mismo se le escaparía una mano, pero me equivoque por lo que no pasó nada. Eso me calentó aún más, por lo que cuando me invitó a cenar le dije que bueno pero que lo hiciésemos en su casa. Aceptó y pasando por una rotisería, en donde compró un pollo con papas, fuimos a su departamento. No bien entrar me di cuenta, por lo limpio y ordenado que estaba todo, que si me trataba como me trataba no era para engancharme sino porque era realmente un caballero muy meticuloso, lo que me encantó.

Después de cenar me quiso llevar a mi casa pero yo, mintiéndole, le dije que prefería quedarme esa noche en su departamento porque mi madre no estaría y tenía miedo de quedarme sola. Entonces me preguntó si no tenía miedo de quedarme con él a lo que yo, agarrándome de su cuello y parándome en puntas de pie a fin de darle un beso en la frente, le dije que no, ya que no me haría nada que yo ya no hubiese hecho ni quisiese hacer. Ahí me tomó de la cintura y llevó sus labios a los míos que se abrieron como una flor para que se fundieran nuestros alientos, nuestra saliva y nuestras lenguas. Fue un beso largo durante el cual no solo nuestras lenguas estuvieron en contacto sino que sus manos acariciaron mi espada y mis glúteos y las mías los suyos sino que también durante el mismo pude sentir como su verga aumentaba de tamaño apoyada contra mi panza.

Cuando nuestras bocas se separaron fue para que nuestras miradas se cruzasen y para que, con una sonrisa de oreja a oreja, me tomase de la mano y me llevase hasta su habitación.

Al entrar en ella no pude dejar de darme cuenta lo bien arreglada que estaba, aunque el tiempo que estuve parada fue poco, porque enseguida me hizo acostar y acostándose a mi lado comenzó a acariciar mis pechos, por sobre mi remera, pero al poco tiempo y viendo que yo no oponía resistencia sino que había comenzado a franelear su pija por sobre el pantalón, paso sus manos por debajo de la remera y al llegar al corpiño, liberó mis pechos de él y sacándolos fuera, me los comenzó a chupar. Yo aprovechándome de que su pantalón era de vestir y por lo tanto no apretaba su pija comencé a pajearlo. Al sentir subir nuestra temperatura, dejó mis pechos y recorrió mi pancita a besos, por lo que tuve que dejar de masturbarlo pero lejos de dejar quietas mis manos aproveché y me saqué la remera y el corpiño; al verme hacer esto, desabotonó mi pantalón y me lo quitó junto con mi bombachita. Luego de quitarme estas prendas, molestas para lo que quería hacerme, comenzó a besarme los pies y luego las piernas para, al llegar a mi vagina y pasar su lengua por sobre mis labios mayores separándolos, soplar suavemente mi cueva, haciéndome sentir un placer muy intenso; de allí pasó primero a lamerme el clítoris y luego bajando por mi vagina y separando mis labios menores, con su maravillosa lengua, llegar hasta mi ano y recorrer todo su perímetro, hecho lo cual y logrando que mi excitación aumentase, volver a subir hasta mi clítoris. No sé cuántas veces lo hizo, solo sé que tuve el orgasmos más fuerte que había tenido hasta ese momento y que caí en un sopor como nunca había tenido, con decirles que no me di cuenta cuando se desvistió.

Cuando abrí mis ojos él estaba desnudo a mi lado jugando con mis pezones, que me dolían de tan duros que estaban.

Mirándole le dije ahora me toca a mí saborear tu sexo y sin dejar que me diga nada bajé hasta que mi boca chocó con su pija y la empecé a chupar. Sentí como su pelvis se presionaba contra mi cara para que su pija entrase más adentro; sentí como sus manos apretaban mi cabeza para que mi chupada fuese más profunda; sentí como la punta de su poronga golpeaba mi campanilla; la saque y la volví a introducir, para que él repitiese los movimientos de su pelvis y sus manos; no sé cuántas veces repetimos estos movimientos, lo cierto es que en una sacada me dijo “Basta o me vas a hacer llegar y yo quiero meterla en tu conchita” a lo que yo le respondí “Sí, métemela y llénamela de leche que embarazada no voy a quedar porque termine ayer de menstruar”, le mentí pero era que quería sentir como su leche recorría mis entrañas y pensé que todavía me duraría el efecto de las pastillas anticonceptivas que había dejado de tomar cuando me peleé con mi novio hacía dos meses; no se lo hizo repetir y me la metió con mucha delicadeza de una sola estocada, y cuando sus huevos hicieron contacto con mi pelvis la sacó muy lentamente para, teniéndola afuera, hacerla jugar con los labios y el clítoris, juego que me volvió loca y que me llevó a pedirle que me la volviese a meter a lo que me contestó que esperase, que estaba jugando y luego me preguntó si no le gustaba como jugaba, yo le dije que sí, que jugaba muy bien pero que estaba caliente y que quería que su leche apagase el fuego que me envolvía; me dijo que ya lo apagaría pero en lugar de hacerme el clásico mete y saca repitió varias veces ese jueguito, tantas que acabé otra vez. Parece que esa era la señal que estaba esperando porque ahí sí me la metió y sacó varias veces, tantas como las que necesitó para llenarme la concha de leche, la cual al salir expulsada de su pija impactó con fuerza en mi matriz haciéndome tener un nuevo orgasmo.

Si algo le faltaba para ser perfecto, llegado ese momento me demostró que lo era porque en la cama me hizo gozar como nunca había disfrutado.

Después de descansar un poco me llevó al baño donde haciéndome ingresar a la ducha comenzó a enjabonarme los pechos, siguió por la cintura y llegó a mi vagina a la que enjabonó no solo por fuera, jugando con mis labios y clítoris sino que dejó ir hasta tres dedos en su interior, brindándome un nuevo orgasmo, al haber llegado me dice ahora te toca la espalda, por lo que voy a darme vuelta, pero él me aprieta contra su cuerpo haciéndome sentir lo dura que estaba su pija y me enjabonó la espalda y los glúteos de esa forma; me pidió que yo lo enjabone y eso hice, aprovechando para hacer jugar entre mis pechos su poronga; cuando pareció que iba a acabar, llenándome con su leche las tetas me hizo parar y dándome vuelta me hizo parar con las manos contra la pared y con su pie hizo que separe mis piernas, a la vez que una de sus manos se apoyó contra mi espalda haciéndome doblar y sacar cola; pensé que quería metérmela por el culo y como ya lo había hecho por ahí no me preocupé y me doble abriendo mis piernas para que mi agujerito posterior quede fácil para su uso, pero ¡no lo uso!, me la volvió a meter por la concha, para al sacarla hacerla jugar con mis labios y mi clítoris haciéndome desearla bien adentro. A los minutos de hacer esto me la ensartó y comenzó, el deseado, mete y saca. Llegamos juntos a un fantástico orgasmo que de lo fuerte que fue, hizo que mis piernas se doblen y de no estar ensartada por su caño de carne me hubiese caído. Luego me dio vuelta y diciéndome “Gracias” me terminó de bañar y yo lo terminé de bañar a él.

Acabado el baño y viendo lo cansada que estaba me secó y me acostó diciéndome que durmiese que ya era tarde, cosa que hice.

Me desperté cuando el abrió la ventana, porque ya iba a preparar el desayuno. Me preguntó si quería café con leche o té a lo que le dije, tocándole la verga, “café solo, porque la leche la sacaré de acá” a lo que el riéndose me dijo que me daría toda la que yo quisiese.

Me trajo el desayuno y como, efectivamente el café era solo, riéndome ahora yo, comencé a chuparle la pija, pero él me dijo que mejor hiciésemos un 69, me pareció una excelente idea y lo hicimos, él abajo y yo arriba. Cuando su pija comenzó a expulsar leche la recibí toda en mi boca, no dejando que se escape ni una gota y no tragando tampoco nada, para luego, tomando mi taza de café, dejarla caer en ella. Al ver esto su lengua se encabrito y comenzó a hacerme lamidas más profundas, al tiempo que uno de sus dedos ingresó en mi ano; estas cosa hicieron que acabase bañando su cara con mis fluidos. Me siguió chupando hasta que mi concha quedo seca y limpia, tragándose hasta el último vestigio de mis fluidos y después desayunamos.

Terminado el desayuno le dije que debía irme pues íbamos a ir con mi madre a ver a mi abuela ya que, una vieja tradición que teníamos era la de almorzar juntas todos los domingos. Por lo cual y lamentando que no pudiésemos seguir retozando nos vestimos y me llevó hasta mi casa.

Durante el viaje no dejó de alabar lo buena que era haciendo el amor y decirme que lo había pasado muy bien.

Al llegar a mi casa me preguntó si había sido primera y última vez o se repetiría. Yo le dije que lo había disfrutado, que quería que se repitiese pero que no podría ser sino después de 15 días porque durante la semana sería imposible pues su trabajo era de día y el mío de noche, que el sábado durante el día trabajaba y que después me iría a la casa de una tía que cumplía años. Me dijo que no había problema pero que entonces me tendría que soportar como cliente pues iría a cargar gas, a lo que le conteste, riendo, que cambiaríamos los papeles porque sería yo quien le estaría llenando el tanque a él en lugar de ser al revés. Riendo, caballerosamente, me dijo que así sería pero que por verme no solo se dejaría llenar el tanque sino que hasta se dejaría embarazar.

Bajé del coche y fui hasta mi departamento, no bien entrar mi madre me dijo:

“Ya estaba por irme, pensé que no ibas a venir”, pero sin darle mayor importancia le dije “Ya vez que aquí estoy así que vamos”.

Cuando estábamos almorzando con mi abuela y esta me dijo que me veía muy bien, mi madre le dijo que me debería de ver bien porque me había pasado toda la noche fuera de casa y no solo eso sino que había llegado cuando ella ya estaba por venir sola, pues pensó que se había olvidado que era domingo y que ese día era tradición que almorzábamos las tres juntas; sacada de mi centro, clavé en sus ojos mis ojos y le dije “si bien hubiese preferido seguir comiendo verga, las tradiciones se deben seguir”. Mi abuela, riéndose, me dijo que no me preocupase por lo que decía mi madre ya que seguramente lo decía de envidia porque posiblemente yo me casaría no como ella que se quedó soltera. Mi madre iba a decir algo pero mi abuela cambió, radicalmente, el tema de la charla.

Al estar volviendo a casa me preguntó si por lo menos me había cuidado a lo que le dije que sí pues ya era grande como para saber cuidarme, pero su pregunta me hizo dudar sobre si las pastillas que llevaba dos meses sin tomar seguirían haciendo efecto, por lo que decidí ir, al día siguiente, a ver a mi ginecóloga. Al hacerlo y contarle lo que había pasado ella me dijo que las pastillas ya no estarían haciendo efecto y cuando le dije de volver a tomarlas me dijo que no porque habría que ver si no estaba embarazada, por lo que me recomendó esperar un par de semanas antes de ver que hacer, si es que había algo para hacer y me recomendó que usase preservativo si volvía a tener relaciones. Decidí entonces aguantarme y no coger con Agustín por lo menos durante esas dos semanas. Esa noche vino a cargar gas y mientras me pagó y yo le di el vuelto, disimuladamente me tocó el culo; yo mucha bola no le di, como no se la di en toda esa semana en que vino a cargar gas. Y cuando me dijo de vernos la noche de ese sábado le dije que lamentablemente no podría ser pero que nos veríamos es siguiente sábado y le resarciría con creces mi ausencia. A la semana siguiente, no pude contenerme más, por lo que le pedí que mientras me pagaba y le daba el vuelto, se sentase en el coche y me mostrase la pija, cosa que hizo la siguiente vez que vino; yo al verle la poronga, semidespierta, no pude contenerme y haciendo que le daba el vuelto se la toque, pero como debía ser fuerte, solo fue un pequeño toque. Cuando me dijo que el sábado nos veríamos y podría tocarla todo lo que quisiese, le dije obvio que lo haré y agregué y no solo te la tocaré, pero pudo más a duda que el deseo por lo cual no fui adonde nos teníamos que encontrar y cuando me llamó por teléfono para saber que me había pasado le dije que tenía fiebre. Me estuvo llamando casi cada dos horas, para ver cómo estaba y si necesitaba algo hasta que, el domingo, le dije que el médico me indicó que ya estaba bien, por lo que el próximo sábado seguramente nos veríamos.

Ese lunes, fui nuevamente a ver a la ginecóloga y me dijo que aparentemente estaba embarazada por lo que no tomase pastillas anticonceptivas, sino que me cuidase utilizando preservativos, por lo menos durante un par de semanas más. No podía creerlo por lo que, destrozada, esa noche no jodí con él cuando apareció a cargar gas, algo que le extraño por lo cual insistió en que le diga que me pasaba pero yo no largue prenda, eso hizo que se fuese cargado de dudas, ya que no solo no nos vimos dos sábados seguidos sino que además no jodiamos durante las cargas.

Cuando salí de la estación de servicio y conecté el teléfono, porque por seguridad en ella no se puede emplear, vi que tenía tres llamadas y siete mensajes de él por lo que lo llamé y le dije que estaba todo bien que no se preocupase, cosa que le repetí cada vez que hablamos por teléfono o que me vio en la estación de servicio.

El sábado cuando nos vimos, fuimos a cenar, esta vez en un restaurant, le conté que aparentemente con la maratón de sexo que habíamos tenido el otro día había quedado embarazada. Él casi pega un salto de alegría y me dice “Gracias por no dejarme utilizar preservativo, finalmente seré padre”. Yo no podía creer que me dijese eso, pero cuando vio mi cara de desconcierto y me lo repitió creí morirme de felicidad y le pregunté si era consciente que un niño necesita de su papá y de su mamá y que por ende debíamos vivir juntos, a lo que me respondió que por supuesto que él era conocedor de ello y que por ende su alegría era superior pues no solo me había conocido sino que tenía una excusa para que recorriésemos juntos un trecho del camino de nuestras vidas.

Al sentirlo decir eso no pude contenerme y dándole un beso le pedí que dejásemos la comida y fuésemos a su casa a coger, algo que no pudo dejar pasar, por lo que llamó al mozo, pagó y agarrándome de la mano me llevó a los trompicones hasta el coche para haciéndome subir, correr hasta el lugar del conductor, arrancar y partir raudamente hacia su casa. Yo no me aguantaba de felicidad ni soportaba la calentura que la situación me provocaba por lo que no bien salimos del estacionamiento comencé a acariciar su pija por sobre su pantalón, sintiendo como la misma crecía con cada caricia, hasta que no aguanté más y bajando el cierre de su pantalón la saque y agachándome empecé a chupársela. Creo que su calentura era similar a la mía porque a las pocas cuadras sentí como su verga se endureció, todo él se tensó y salieron chorros calientes de semen de la misma, chorros que golosamente tragué y luego se la continué chupando para que ni una sola gotita de leche quedará en ella. Hecho esto le mostré como no quedaba, en mi boca, nada de su semen y sonriéndome colocó su mano derecha sobre mi pierna izquierda y la hizo subir hasta mi conchita, para al llegar a ella, corriendo mi tanguita comenzar a acariciar mi concha haciendo desaparecer dentro de mi gruta dos de sus dedos, los que golosamente jugaron en su interior provocándome un intenso orgasmo. No supe si el mismo fue tan rápido por lo que estaba viviendo, por su orgasmo de hacia escasos momentos o por la felicidad que tenía por lo que me había dicho sobre continuar nuestro camino juntos ante la llegada de un, aun no confirmado, hijo.

Al llegar a su casa estacionó el auto y casi corriendo me llevó hasta el ascensor para una vez sobre él comenzar a besarme hasta que llegados a su piso llevarme corriendo hasta su departamento y una vez en él, sin llegar a la habitación, sacarme la ropa y llenándome de besos, introducirme su verga, que yo había logrado liberar de su encierro escasos momentos antes en el ascensor. Me la metió haciéndome subir mi pierna derecha a uno de los sillones y comenzó un rápido mete y saca haciéndome sentir sus huevos chocar contra mi pelvis, mientras el dedo mayor de su mano derecha entraba en mi orificio anal. Yo tampoco me quede quieta y como pude logré hacer caer sus pantalones, su calzoncillo no porque por uno de sus laterales salía su verga y esta estaba ensartada en mi concha. Fueron suficientes varios minutos de sus movimientos para que mi concha comenzase a palpitar queriendo sentir su semen golpeando sus paredes. En ese momento me colgué de su cuello y rodeé con mis piernas su cintura haciendo que su verga entrase aún más profundamente en mi conchita y fue casi inmediatamente que tuve un orgasmo, tan fuerte que creo que mis gritos se oyeron en todo el edificio. Como Agustín aún no había llegado, pero estaba cerca de hacerlo, saque su verga de mi concha y la apunté a mi culo. No sé si fue por la calentura que llevaba, por la posición en la que estaba, por lo lubricada que se encontraba su poronga después de haber recibido mi acabada reciente o por qué pero su pija se introdujo fácilmente en mi ano y después de una pocas subidas y bajadas sentí en mi recto el calor de su semen, mientras nuestras lenguas parecían que querían enroscarse una a la otra. Las separamos y bufando como un buey me recostó en uno de los sillones. Se ve que la sesión de sexo me dio sueño y me dormí porque cuando me desperté estábamos en la cama. Él estaba dormido pero vi que su pija no porque estaba bien parada por lo que comencé a mamarla, lo que hizo que se despertase y mientras apretaba mi cabeza hacia su pelvis movía esta hacia mi cara logrando que su verga se introdujese hasta los huevos en mi boca.

Se dio cuenta después de hacer dos o tres veces que me llegaba muy adentro, porque me daban arcadas cuando la punta de su pija golpeaba mi campañilla, por lo que pidiéndome disculpas me la sacó y me sentó sobre ella, en esa posición pude cabalgarlo a mi ritmo y sin que se saliese de mi conchita, me di vuelta de forma de darle la espalda para que viese mi culito, eso parece que le gustó, porque se sentó y agarrándome y apretándome los pezones comenzó a acabar llevándome a mí también a tener un orgasmo. Fue ahí cuando me di cuenta que el sol ya estaba alto, por lo que le dije que preparase el desayuno mientras yo me bañaba, porque tenía que ir a casa para irnos con mi madre a almorzar con su mamá.

Después de bañarme y desayunar Agustín me llevó a casa, al entrar encontré a mi madre, como siempre que no volvía el sábado a la noche a casa, “desesperada” porque no llegaríamos a almorzar con su mamá, obvio que como siempre llegamos pero la felicidad que tenía me la fue quitando a medida que avanzaba el día.

Al momento de regresar se entabló entre nosotras un dialogo más o menos como el siguiente:

-Me voy a ir a vivir con el hombre que me hace feliz.

-¿Cuándo?

-Lo antes posible.

-¿Vas a dejar de ir a almorzar los domingos a lo de la abuela?

-No, una cosa no quita la otra.

-¿Cómo se llama?

-Agustín.

-¡Es un nombre viejo! ¿Es viejo?

-Depende para quien.

-¿Cómo que depende para quién? Se es viejo o no se es.

-Tiene un par de años más que vos. Sacá tus propias conclusiones

-Es un viejo.

-¿Vos sos vieja?

-¡No!, yo no soy vieja. Pero eso es porque me cuido.

-Él también se cuida y en lo que a sexo se refiere me hace gozar más que un pibe de mi edad.

-Me imagino que te debe coger bien porque cuando no volves el sábado a la noche el domingos llegas radiante.

-Así es, radiante como a veces llegas vos a pesar de quedarte a trabajar.

-¿Cómo se llama?

-Ya te dije que Agustín.

-Sí, ya lo registré, pero su apellido ¿Cuál es?

-Flores.

Al oír el apellido su cara se transformó y pegando un volantazo, que casi nos hizo poner el auto de sombrero salió a la banquina y frenando me preguntó:

-¿Flores?

-Sí, Flores.

-¿Cuánto mide?

-16 o 17 centímetros. La verdad no se la medí.

-No te hagas la boluda, me refiero a él no a su pija.

-Ah. Debe medir 1,80 metros.

-¿Tez?

-Blanca.

-¿Cabello?

-Rubio, bueno el poco que le queda.

-¿Color de ojos?

-Marrones. Pero, ¿esto es un interrogatorio?

-¿Tenés una foto suya?

-¡No!, pero pensaba presentártelo antes de irnos a vivir juntos.

-Es lo menos que podes hacer, pero… Agustín Flores, 54 años, un metro ochenta, tez blanca, pelo rubio, ojos marrones, pija normal… mirá si es quien creo no podrás irte a vivir con él.

-¿Pero qué decís? No lo conoces y me querés prohibir que me vaya a vivir con él ¿Qué bicho te pico?

-Mirá, tenés razón, no lo conozco, pero por la descripción que me das es un garca.

-¿Qué? ¿Te volviste loca?

-¡No!, ¡No me volví loca!, pero yo cuando tenía cerca de 30 años salí con un Agustín Flores parecido al que describiste y se borró. No quiero que te pase lo mismo.

-¡No me va a pasar lo mismo!

-¿Por qué estás tan segura? ¿Porque te coge bien?

-No pasa por cómo me coge sino porque me doy cuenta cuanto me quiere.

-Cuando yo salí con un Agustín Flores también creí que me amaba y un día se fue y no lo vi nunca más.

-Tal vez sea otro, o tal vez sea el mismo pero cambió.

-Puede ser. Pero júrame que hasta que lo conozca no te vas a acostar con él.

-¿Cómo me pedís eso? Además ya me acosté con él.

-Ya sé que cogieron varias veces, pero júrame que no lo volverás a hacer hasta que yo lo conozca.

-Te lo juro, pero no porque me lo pedís, sino porque hasta el sábado no tenemos posibilidades de hacerlo, porque nuestros horarios son opuestos.

-Bueno, mejor así.

Y dando por terminada la charla puso el coche en marcha y fuimos para el departamento.

Mientras ella manejaba lo llame a Agustín y le dije que el sábado a la noche lo esperaba en casa para cenar, así conocía a mi madre antes de irnos a vivir juntos.

Al otro día él vino a verme y con la excusa del vuelto por la carga de gas, se subió al coche y sacó la pija, para que se la tocase al darle el vuelto, pero yo le di el vuelto sin tocársela y le dije, después te llamo y hablamos. Al salir lo llamé y le dije que le había prometido a mi mamá que no nos acostaríamos hasta después que ella lo conociese; eso lo molestó mucho y me dijo un montón de cosas pero yo no pensaba en romper la promesa que le había hecho a mi madre y si bien no es lo mismo acostarse que tocarla trataría de no jugar con fuego. No vino hasta el viernes, creo que para castigarme, día en que cargó gas y me preguntó a qué hora sería la cena.

Al día siguiente nos vimos en casa y no bien entró mi madre se desmayó. Creí que no había relación entre su desmayo y la presencia de Agustín, pero cuando él la llevó hasta un sillón y la vio bien, yo me di cuenta que se le fueron los colores de la cara, por lo que me percaté que era el mismo Agustín Flores que había salido con mi madre.

Cuando ella regresó de su desmayo mirándolo le dijo que no iba a permitir que nos fuésemos a vivir juntos, a lo que él le preguntó si era por lo que había pasado entre ellos. Ella le dijo que sí, que era por eso, porque él se había ido y no volvió nunca a buscarla. Entonces Agustín le dijo que si bien habían salido nunca le había hecho saber que lo quería. Ella le preguntó entonces si era necesario que se lo hubiese dicho, que si no le alcanzó con haberse acostado con ella para darse cuenta, que si creía que ella se acostaba con cualquiera y que se yo cuantas cosas más.

Agustín le dijo que se había ido a probar suerte en un barco mercante, que cuando regreso, casi un año después, la fue a buscar y ella estaba en la esquina hablando con otro hombre, por lo cual no se aceró, que había vuelto como a los 6 años y la había visto con una nena de la mano, por lo cual pensó que se había casado con ese tipo con el que la había visto y que tenían a esa niña y que por eso tampoco se le había acercado.

Me di cuenta que esa niña era yo y creí que tenía que intervenir, por lo cual dije: “Sí, esa niña era yo, pero mi mamá nunca se casó porque mi papá se murió”. Agustín dijo sentirlo, pero mi mamá expresó “No importa el motivo por el que no te acercaste, lo que importa es que por lo que pasó entre nosotros no se pueden ir a vivir juntos.

Tanto Agustín como yo exclamamos casi al unísono “No importa tu opinión, lo que ocurrió quedó sepultado en el pasado, hoy somos felices, nos queremos y tendremos un hijo”, al oírlo ella gritó, “¡No!, ¡Un hijo no! Ustedes no pueden tener hijos”, a lo que al mismo momento preguntamos ¿Por qué? ¿Por qué no podemos tener un hijo? a lo que la respuesta, si bien se la dirigió a él, nos dejó mudos a ambos, fue: “Porque ella es tu hija”. Agustín se sentó agarrándose la cabeza entre las manos y yo, temblándome la voz le pregunté cómo era posible si ella me había dicho que mi padre había muerto; entonces ella agarrándome las manos me confió lo siguiente: “Yo estaba enamorada de Agustín por lo que dejé de cuidarme y quedé embarazada de vos, antes de enterarme, él se embarcó y no volví a saber de su vida hasta que el otro día me contaste que pensabas ir a vivir con quien te hace feliz, por tu descripción intuí que podía ser el mismo hombre y hoy lo confir..., no la deje terminar de hablar y le pregunté porqué me mintió a lo que me dijo que lo hizo para que no pensase mal del hombre que me dio la vida, ya que si bien desapareció de nuestras vidas, lo hizo sin saber que había engendrado un hijo.

Agustín se paró y abrazándola le dijo que había sido un tonto al no habérsele acercado pero que hoy, casi 24 años después de aquello, era a mí a quien quería, que ya habíamos mantenido relaciones y que yo ya estaba embarazada, a lo que yo, agarrándolo por la cintura, agregué que lo había conocido como a un hombre cualquiera y no como a un padre, que me sentía bien entre sus brazos, que estaba dichosa de que tuviésemos un hijo y que a pesar de ser mi padre me iría a vivir con él como su esposa y madre de sus hijos. Mi madre quiso continuar hablando pero yo agarrándole la mano a Agustín lo tiré hacia la puerta de entrada y nos fuimos.

Cuando llegamos a su casa, nos sentamos en los sillones del comedor, y llorando hablamos; él me pidió perdón por no haber estado a mi lado como padre, por haberse enamorado de mí, por haberme hecho el amor y por haberme embarazado; y yo le respondí que todo eso estaba perdonado pues ninguno de los dos sabía que éramos, ya que él nunca supo que había tenido una hija y yo siempre pensé que mi padre había muerto, que si no hubiese sido por lo que mi madre nos contó hubiésemos sido simplemente un hombre y una mujer que se conocieron y se enamoraron, y dándole un beso le dije “Mi hombre, mi macho, el padre de este hijo que llevo dentro mío, el primer hijo que te enteras que tendrás”; ahí me apretó las manos y me sonrió tristemente. Yo le di entonces un beso intenso, beso al que inicialmente no correspondió pero que ante mi insistencia respondió. Cuando terminamos de besarnos lo tomé de las manos y lo llevé a la cama y, desvistiéndome, le pedí que me cogiese como a la Agustina de la que se enamoró y no como a la Agustina, su hija. Me cogió suavemente, como lo hizo siempre, haciéndome gozar como nadie me ha hecho disfrutar y agotados después de tener mil y un orgasmos, con semen en todas partes de mi cuerpo y en las sabanas de su cama, nuestra cama a partir de ese día, nos dormimos.

Me desperté por el olor a tostadas que Agustín, mi hombre, mi macho, estaba haciendo y después de desayunar llamé a mi abuela para decirle que ese domingo no iría a almorzar con ella ya que me mudaría a la casa del hombre del que esperaba un bebe y que el domingo próximo si iría y le contaría. Agustín quiso que nos bañásemos para ir a buscar mis cosas a la casa de mi madre, pero yo preferí que volviésemos a la cama, no porque quisiese coger, aunque lo hicimos, sino porque no quería llegar a la casa estando aún mi madre en ella. Hoy ya llevamos juntos 10 años y tenemos tres hermosos niños, dos varones, los mayores y una nena, la última ya que con ella cerramos la fábrica. Nos hemos mudado a la ciudad de San Rafael donde nadie sabe de nuestro parentesco y si bien yo a Agustín lo llamo papí, papucho o papá no es porque lo sienta así ya que yo lo conocí como pude haber conocido a otro hombre, aunque debo reconocer que me da mucho morbo saber, cada vez que hacemos el amor, que la leche que me recorre las entrañas sale de la misma pija que salió la que me engendró.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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