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Agotado, a cumplir

Estaba cansadísimo, no había dormido ni tres horas esa noche y no demasiado bien, además. Llevaba muchas horas despierto también, sólo quería meterme en mi cama y desmayarme por una semana por lo menos. Pero esa noche no podía ser, no estaba en mi casa, ni siquiera estaba en mi ciudad. Salía con una chica que vivía a cincuenta kilómetros de mí y nuestras respectivas agendas nos permitían vernos poco. Y ella no quería dejar pasar esa oportunidad.

No sirvió de nada que le dijera una y mil veces lo agotado que me encontraba, no le daba lástima. Así que nos desnudamos y fuimos hacia la cama. Me tumbé boca arriba de cualquier manera, creo que en diagonal con la cabeza en una esquina a los pies de la cama. A pesar del cansancio estaba totalmente empalmado, mi novia tenía ese efecto en mi cada vez que la veía desnuda. Ella se subió de rodillas a la cama y se me puso encima, pero del revés, sus piernas a los lados de mi cara y su boca... uf, su boca. Su boca tenía todo mi miembro dentro antes incluso de que yo supiese lo que ocurría. Por un instante me quedé sin hacer nada con toda mi atención puesta en la sensación de la felación, los labios apretando fuertemente mi miembro, deslizándose en toda su longitud, la mano acompañando... Un movimiento impaciente del culo de mi chica me sacó de mi ensimismamiento. Sonreí.

Sonreí y me lancé a comerle el coño como un poseso, la agarre con ambas manos para acercármela a la cara y mi boca degustó sus labios vaginales como si de un manjar se tratasen. El clítoris también reclamaba mi atención por supuesto, y los movimientos pélvicos y los gruñidos que me llegaban me hacían comprender que mis atenciones eran muy bien recibidas.

Me había olvidado por completo de la felación, atento como estaba en el coño cada vez más humedecido de mi novia. Tenía una vaga sensación de que me la estaba chupando, pero eso era todo. Tras lamérselo todo bien empecé a aplicar mis manos a su rajita, con la derecha le estaba apretando el clítoris mientras con la izquierda le metía un par de dedos en la vagina. El cambio le gustó bastante pues paró de chupármela para empezar a gemir mientras me pajeaba. Yo proseguí con mi esfuerzo y donde antes había dos dedos ahora eran tres, tres dedos que flexionaba dentro de su vagina cada vez que se los metía. Todo el cansancio acumulado estaba haciendo mella en mí y empecé a flojear. Mi novia se dio cuenta, paró un momento y se estiró hacia la mesilla.

Volvió con un consolador en la mano, me lo pasó y continuó lubricando mi pene con su saliva. Yo por mi parte le metí el consolador, que entró sin esfuerzo alguno de tanta lubricación que allí había. Apoyando el codo podía sacar y meter el consolador sin apenas esfuerzo así que me afané en ello. Enseguida se puso de manifiesto la excitación que esa polla de plástico producía en mi novia. La lubricación no se limitaba sólo a su vagina, sino que corría por sus labios vaginales y algunas gotitas empezaban a caer en mi cara, yo las lamía con lujurioso goce.

No recuerdo si ese día me corrí, ni dónde. Sólo tengo el recuerdo de un colosal orgasmo de mi chica a los pocos minutos de empezar a aplicarle el consolador y como todo ello acabó en mi cara. Por supuesto no desperdicié nadita.
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