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Categoría: Confesiones

Adriana, una mujer multiorgásmica

Tuve la ocasión de conocer a Adriana, en una reunión de ex alumnos de la escuela donde realice mis estudios de preparatoria, venia acompañando a un ex compañero, después de presentarnos y saber a lo que nos dedicábamos cada una, me busco para solicitarme una cita en mi consultorio, para hablar sobre ella.



Pocas son las mujeres que tan abiertamente y con esa iniciativa, se acercan a mí. Desde el principio me cayó bien, cada sesión con ella era fascinante, me obligo a leer mucho, para satisfacer la cantidad de preguntas que me hacía y así llegar a un buen diagnóstico de su caso, el diagnostico final fue mujer con capacidad de tener multiorgasmos múltiples.



Estas son algunas de sus historias.



Hola, mi nombre es Adriana, actualmente tengo 36 años, soy soltera, profesional con estudios de posgrado, vivo con mis padres, mi hermana mayor, mis perros y mis gatos. Mis padres, de condición humilde, pero con una educación fuerte en cuanto a valores y respeto a las personas, nos educaron a mis dos hermanas y a mí, bajo una estricta doctrina católica, inculcándonos también sus valores y sus tabúes, sobre todo en lo sexual.



Mi descripción física, es muy sencilla, pequeña de estatura (1.55 m.), muy delgada, con muy poco pecho y pocas curvas. Fina de cara, en realidad considero que no soy fea, pero honestamente, poco atractiva para los hombres (tal vez por la falta de atributos físicos).



Desde pequeña, me hice asidua a la lectura y al estudio, toda una nerd (otro obstáculo para interrelacionarme con el sexo opuesto), poco atlética y para colmo, con gustos alimentarios muy vegetarianos. Lo único que me unía a mis compañeros y compañeras de escuela, era el gusto por la música, el baile y la bebida, siempre contaban conmigo para las fiestas, y aunque a los chicos les encantaba sacarme a bailar, hasta ahí llegaba el encanto. Tuve poco novios y pretendientes en mi vida estudiantil y no fue sino hasta después de esta, que por fin conocí a alguien que quisiera pasar a una relación un poco (solo un poco) más amistosa.



En lo referente a mi sexualidad, fue aproximadamente a los 12 años, cuando me di cuenta, que había algunas zonas de mi cuerpo, que me producían una sensación diferente, pero mis fuertes convicciones católicas inhibían cualquier posibilidad de preguntar o informarme lo referente a estas. No fue sino pasados mi adolescencia, que empecé a auto explorar mi cuerpo y a disfrutar los resultados de esto. Ahí me di cuenta lo satisfactorio que era tocar mis partes íntimas y lo fácilmente que podía lograr auto estimularme para llegar a un orgasmo. Pero siempre, la información y las deducciones que tenia de esto, eran gracias a libros y consultas en el internet jamás se me ocurrió consultar esto con otra persona.



De esta forma, también reconocí, que había otras formas como también obtenía un estímulo tal, que podía llegar en una noche, a varios orgasmos. Pero pensar en tener una relación de tipo sexual con un chico, era totalmente impensable.



Así trascurrió mi adolescencia y los primeros años de mi mayoría de edad, hasta que conocí a Guillermo, un compañero de trabajo, con el que tuve que hacer equipo, para llevar a cabo las funciones y responsabilidades que me habían asignado en la empresa. Frecuentemente teníamos que trabajar hasta tarde y organizar algunas operaciones propias del negocio, que se llevaban a cabo en unas instalaciones retiradas de las oficinas corporativas. Guillermo era 6 años mayor que yo y técnicamente era mi jefe, tenía mucho tiempo más que yo en la empresa y era quien tenía la experiencia operativa, yo hacía más una labor de apoyo administrativo. Soltero, con una hija pequeña (la cual vivía con su abuela paterna en una población cercana), jamás hablaba de la madre de su hija, totalmente dedicado a su trabajo excepto dos fines de semana al mes, que era cuando visitaba a su hija.



Teníamos poco más de un año de trabajar juntos y habíamos hecho una gran amistad, no solamente en lo laboral, sino que nos habíamos vuelto amigos fuera de la oficina, casi diario comíamos juntos, algunos fines de semana íbamos a bailar a algún lugar (más por mi gusto al baile que por el suyo), y en otros íbamos a algún juego de americano (más por su gusto que por el mío), sino habíamos formalizado nuestra relación, era por el temor a que esto perjudicara nuestro trabajo. Pero la convivencia diaria y el estar hasta tarde solos, nos llevó por consecuencia al siguiente nivel.



Un día que nos encontrábamos en la planta operativa, después de que todos se habían retirado y que ya solamente nos encontrábamos los dos, empezamos a hablar sobre mis experiencias en lo relacionado al sexo, lógicamente poco o nada tenía para contarle, pero si le mencione al respecto de lo que había experimentado a solas. De una u otra forma, nos fuimos acercando, tanto física como espiritualmente, los dos teníamos ganas de romper los límites y esta fue la oportunidad.



Llego un momento en que empezamos a tener contacto físico, nuestras manos se buscaron y después fueron nuestros labios los que se encontraron unidos. Y de ahí, llego lo que tanto deseábamos.



Unidos por un beso largo y apasionado, nos dirigimos a la sala de espera y nos recostamos, sus manos acariciaban, mis piernas, mis nalgas, mi espalda y mi busto en una serie de caricias largas y sensuales, mientras sus labios buscaban mis oídos, mi cuello, mi cara y sobre todo mis labios, musitando, lamiendo, chupando y besando todo pedazo de piel que encontraba. Con solo esto, Guillermo me estaba llevando a un paraíso que ni en mis mejores auto sesiones había llegado.



Yo estaba como despistada, sin haberme dado cuenta, me encontraba semidesnuda, mi blusa y mi corpiño se habían abierto por arte de magia, mis pantalones abiertos, empezaban a bajar sobre mis piernas. Tiernamente mi amante acomodaba mi cuerpo para ir retirando toda esa ropa que le estorbaba hasta tenerme totalmente desnuda frente a él.



Entonces su boca y su lengua, aprovecharon mi desnudez para ir bajando por mi pecho, mi ombligo, mi vientre hasta llegar a mi entrepierna, solamente fue tocar con su lengua mi sexo, la explosión de un primer orgasmo broto desde dentro de mi ser, una oleada de placer recorría todo mi cuerpo, las contracciones no cesaban, perdí la noción del tiempo y del espacio, ni siquiera lograba reconocer lo que mi pareja hacía en todo ese tiempo, no fue sino hasta varios minutos después, que recupere la conciencia de lo que estaba pasando, Guillermo continuaba dándole placer a mi zona vaginal con su boca y lengua. Cuando percibió que yo estaba de vuelta, subió a besar mis hinchados pezones mientras sus dedos iniciaban el ataque a mi humedisima caverna. Sus dedos empezaron a adentrarse por mi coño, sin problemas, ayudados por lo mojado que se encontraban aquellas paredes, sin dudarlo, sus dedos empezaron a jugar dentro de mi cuerpo, buscando y explorando, hasta que por fin encontraron el lugar que me llevo a otro espasmo de placer, era increíble la forma en que mi cuerpo se entregaba de nueva cuenta al placer de un orgasmo, mi mente se perdió en un delirio de pasión, entre sueños veía y sentía a mi pareja como sacaba y metía repetidamente sus dedos medio e índice dentro de mí, aquel juego me estaba volviendo loca, quería más, quería hacer aquello que nadie todavía había hecho en mí, pero estaba tan sumergida en aquel placer, que no podía pensar. Aquello parecía una fiesta, los orgasmos venían y desaparecían, sus arremetidas seguían y yo loca de placer sumergida en un orgasmo inacabable, gritaba y gemía hasta que agotada le pedí que parara, mis piernas y mi cuerpo temblaban incontroladamente pero mi felicidad era enorme.



Cuando me recuperé del todo, empecé a ser consiente de mi total desnudez, de la posición tan inapropiada, con las piernas totalmente abiertas y mis brazos por encima de mi cabeza, de la gran cantidad de humedad entre mis piernas y el exceso de sudor en mi cabello, mi cara y mi pecho. Además de esto, mi garganta la sentía seca e irritada debido a los fuertes gritos y gemidos emanados desde el fondo de mi pecho. Guillermo, estaba sorprendido, el deseaba seguir con mas, veía la oportunidad de poseer a una mujer totalmente entregada, pero cuando empezó a desabrochar su ropa, mis tabúes y mis miedos salieron a relucir, jamás había visto a un hombre desnudo, mucho menos un pene, le explique que todavía no estaba preparada para eso, que me diera oportunidad, con la promesa de que, en la siguiente cita, llegaríamos al coito, y era cierto, aparte de mis aprensiones morales, físicamente estaba muerta y no creía poder resistir otra aluvión de orgasmos.



Ya habrá oportunidad de continuar...


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6
  • Votos: 1
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