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Adoraciones

~~Durante los siguientes d?as al comienzo del sometimiento a mi esposa
 la cosa fue algo rutinaria. Yo me dedicaba a las tareas de la casa por las ma?anas
 (desde bien temprano, m?s o menos a las seis y media, por que mi Ama
 quer?a que todo estuviese siempre como un palmito) mientras que ella
 dorm?a. Entre las once y las doce ella se despertaba y era cuando comenzaba
 a servirle personalmente.
 Los d?as pasaban entre humillaciones, adoraciones de pies y algon
 que otro castigo f?sico. Pronto me acostumbr? a no tener erecciones
 delante de mi Ama, y eso que tras perder esos kilos que le sobraban estaba imponente;
 sobre todo en top less. Por lo tanto, no hizo falta el cinturon de castidad.
 Aprend?a r?pido a obedecer. Y la verdad es que aquella situacion
 no me terminaba de desagradar.

 Pero todo cambi? al sexto d?a.
 Ese fue especial, casi tanto como la primera noche.
 Yo me levant? bien temprano para realizar las tareas, como cada ma?ana
 (limpiar la piscina y el c?sped, limpiar la casa, hacer la comida, lavar
 la ropa. ). A eso de las diez y media suena la campanita que me avisaba que
 mi Ama se hab?a despertado. Dej? lo que hac?a y corr?
 hacia su cuarto. Cuando llegu?, me arrodill? ante ella, como ten?a
 ordenado.
 Buenos d?as, mi Ama. ?Qu?
 desea?, le dije.
 R?pido, esclavo, el desayuno. Hoy tengo que estar lista pronto,
 que tenemos visita.
 Me qued? de piedra. ?Visita?
 ?Quion vendr?a, y c?mo desear?a que actuase
 yo?
 Me permite una pregunta, Ama.
 ?Te he pedido el desayuno, esclavo!, me grit? mientras
 cog?a la fusta para castigarme. ?Obedece!
 Tras tres azotes sal? de su habitacion.
 A los cinco minutos ten?a el desayuno en la cama. Se lo serv?
 y volv? a arrodillarme.
 Supongo que te gustar? saber quion
 viene me dijo mientras com?a el desayuno. Te va a gustar,
 por que ser? la primera vez que tengas dos Amas. Viene mi amiga Sandra.
 Su marido est? fuera un par de d?as y la he invitado a disfrutar
 de mi nueva vida.
 Sandra y Javier eran amigos nuestros desde
 hac?a tiempo. Con ellos hab?amos compartido muchas juergas y alguna
 que otra org?a. M?s o menos una vez al mes qued?bamos
 los cuatro para cenar y luego nos ?bamos a la cama. Todo val?a,
 con tal de que los implicados quisiesen, era la consigna. Mi Ama continu?.
 Sandra est? muy ilusionada con
 lo que le he contado, y me ha dicho que ten?a muchos planes. As?
 que espero que te portes como es debido y que la trates como si fuese yo misma,
 ?entendido?
 S?, mi Ama.
 Por cierto, dijo mirondome a mi polla erecta. O controlas
 la ereccion o ya sabes lo que te espera.
 S?, mi Ama
 Ya me hab?a acostumbrado a estar sometido
 a mi esposa; pero otra mujer me sobrepasaba por ahora. Adem?s Sandra,
 con lo buen?sima que estaba y con lo bien que follaba. Intentaba controlar
 mi ereccion, pero no era posible.
 Sandra hab?a anunciado su visita a las
 doce. A esa hora ya est?bamos preparados. Mi Ama hab?a escogido
 para recibirla un min?sculo bikini de triongulo azul, y unas sandalias
 de tiras negras, con la suela de ligera plataforma de corcho y alt?simo
 tacon. Las u?as, de pies y manos, se las acababa de pintar en
 azul intenso, algo m?s fuerte que el bikini. Se puso tambion un
 pareo, de estos que solamente cubren la braguita.
 Yo, como siempre, con mis grilletes en mu?ecas y tobillos y con mi collar
 en el cuello. Mi Ama me ten?a cogido por la cadena.
 Lleg? por fin la hora. Son? el
 timbre de la verja y salimos a abrirle. Yo, a cuatro patas, me qued?
 en la puerta del garaje. Ir m?s all? pod?a significar que
 alguien me viese, y de momento mi Ama no quer?a arriesgarse. Entr?
 Ama Sandra en con su coche. Se baj? y salud? a mi Ama efusivamente.
 La verdad es que estaba imponente, con esa minifalda el?stica que se
 confund?a con el cinturon, y con una blusa blanca, casi trasparente,
 cortada a la altura del ombligo para dejar ver el piercing que luc?a
 en ese sitio. Sus alt?simas piernas se sustentaban en unas sandalias
 blancas de alt?simo tacon, con una sola y fina tira en el empeine
 y pulseras en los tobillos. Las u?as de los pies estaban pintadas de
 rojo.
 ?Donde est? el cerdo
 de t? marido? Quiero ver a ese cerdo arrastrarse ante m?
 le dijo Ama Sandra a mi Ama.
 Ah? lo tienes. Es muy d?cil y har? lo que le digas.
 Puedes hacer la prueba.
 Ven, perrito. Porque parece que a tu Ama le gusta que seas un perro, ono?
 me dijo mientras se re?a. Ven hasta m? y b?same los
 pies Luego, se volvi? hacia mi Ama. ?Qu? pat?tico!;
 pero ?qu? bien lo vamos a pasar!
 Desde luego, Sandra le contest?. Y a ver si cuando
 llegue Javier conseguimos que tambion se convierta en nuestro esclavo,
 ono?
 Ya prepararemos la bienvenida para que as? sea.
 Vamos a dentro.
 Nos dirigimos hacia el interior de la casa.
 Yo dej? mi condicion de perro para llevar el equipaje de Sandra.
 Una vez se instal?, salieron al jardon para tomar el sol y ba?arse
 un poco. Yo mientras terminaba la comida, siempre pendiente si mis dos Amas
 necesitar?an de m?. En una de las veces en que fui requerido,
 comenzaron las ideas de Ama Sandra.
 Esclavo, ve a mi cuarto y trae las dos
 bolsas que hay sobre la mesa me orden?.
 As? lo hice. Era su c?mara de
 fotos y un tr?pode.
 Cuando aparec? empez? la primera de las sesiones de fotos que
 viv? durante ese mes de esclavitud. Me fotografiaron a los pies de mi
 Ama, pegondome ella con la fusta, con mi Ama a caballo, a los pies de
 ambas, lamiondoles las suelas de los zapatos. As? hasta cuarenta
 y ocho fotos, dos carretes. Era lo m?s humillante que hasta ese momento
 hab?a tenido. Digo que hasta ese momento por que por la tarde la cosa
 empeor?.
 Tras la comida y un rato de jugar a las cartas mientras yo les serv?a
 de escabel a ambas, me ordenaron algo que no entend?. Ten?a que
 vestirme. As? lo hice. Cuando baj?, vestido, me dieron un papel
 con una direccion, y estas ?rdenes. Ve a esta tienda de
 fotos. All? revelar?s los carretes. Esta tienda est? regentada
 por una chica. Te quedar?s con ella hasta que te tenga revelados los
 carretes y le ofrecer?s la posibilidad de pasar una velada sado con nosotras.
 Tres Amas para solo esclavo.
 Llegu? a la tienda. Efectivamente, una
 chica de unos 25 a?os atend?a. No hab?a nadie; un agosto
 a las seis de la tarde casi nadie va a rebelar un carrete. Entr? y le
 di los carretes.
 Dentro de una hora los tiene terminados
 me dijo. Si quiere darse una vuelta, a las siete eston. Si no vuelva
 ma?ana.
 Me quedo esperando, mejor
 Me sent? en una silla y la observ?:
 un vestido rojo, con la falda hasta medio muslo; zuecos rojos tambion
 y una pulsera adornando su tibillo izquierdo.
 Estaba muy inquieto y ella se dio cuenta.
 ?Le pasa algo? me pregunt?.
 Nada especial. Cuando comiencen a salir las fotos lo entender?.
 Efectivamente, cinco minutos despu?s
 su cara cambi? por completo. Una sonrisa, de oreja a oreja iluminaba
 su rostro.
 Mis Amas me indicaron que la invitase
 esta noche a una fiesta, ?acepta?
 No contest?. Se limit? a acercarse
 a la puerta y cerrarla. Luego me indic? que pasase a la trastienda. Mientras
 las fotos segu?an saliendo. Pas? y ella cogi? todas las
 que estaban fuera.
 As? que eres uno de esos est?pidos
 a los que les gusta sufrir y ser humillados, ono es cierto? me
 pregunt?.
 No exactamente, Se?ora. Todo fue por una apuesta, la perd?
 y as? me veo le contest?.
 Pero, ?te gusta? insisti?.
 No me desagrada, aunque a los castigos f?sicos aon no me
 acostumbro.
 Pues bien. Mientras terminan de salir tus fotos quiero verte lamiendo
 mis pies me orden?. Luego nos iremos a ver a tus Amas.
 Los veinte minutos largos que tardaron en terminar
 de revelarse los dos carretes estuve besando y lamiendo los pies de mi nueva
 Ama. Al finalizar, cerr? la tienda y nos fuimos a casa de mi Ama.
 La recibieron muy efusivamente. Mientras ella se pon?a m?s c?moda
 (apareci? en top less, como el resto de mis Amas estaban, y con unas
 sandalias que le prest? mi Ama que dejaban al descubierto sus preciosas
 u?as pintadas de rojo) mi Ama me coloc? el collar y los grilletes.
 Cuando estuve ante las tres, comenzaron a humillarme. Me escup?an en
 la boca y ten?a que trag?rmelo; me pisaron reiteradamente la cabeza;
 me azotaban con la fusta; me pegaron patadas en todas las partes de mi cuerpo.
 Dolorido, recib? de Ama Sandra la orden de hacerme una paja para agasajarla,
 corriondome en sus pies. Mientras lo hac?a, observaba como mi
 Ama y Ama Raquel se besaban y met?an mano la una a la otra. Por fin me
 corr?, yendo todo mi semen a parar a sus pies. Luego me orden?.
 Limpia todo lo que has ensuciado con
 tu lengua, esclavo.
 Obedec?. Era la primera vez que probaba
 el semen. Me entraron ganas de vomitar, pero pude controlarme. Mis Amas re?an
 al verme.
 Entonces, cuando hube terminado, Ama Raquel quiso lo mismo. A sus pies, arrodillado,
 me masturbaba mientras mi Ama y Ama Sandra se masturbaban ellas mutuamente.
 Aquel espect?culo me excit? lo suficiente como para correrme sin
 problema. Luego, otra vez a quitar el semen con mi boca y a trag?rmelo.
 Por fin fue mi Ama la que quiso que la obsequiara con mi leche en sus pies.
 Era la tercera paja. Y esta vez me cost?. Ni tan siquiera ver c?mo
 mis otras dos Amas se penetraban con un consolador lo lograba. Entonces, mi
 Ama encoleriz?.
 As? que tienes semen para estas
 dos mujeres y para m?, tu Ama, ono? me grit? mientras
 descargaba toda su furia sobre mi espalda con la fusta. Pues ahora vas
 a ser castigado de verdad.
 Perdoneme, Ama dije arrodillado y besando sus pies.
 Te voy a desvirgar me dijo mientras ped?a el consolador.
 Por favor, Ama, eso no supliqu?.
 Adem?s, voy a probar otro juguetito. Y se ri? mientras
 me pon?a una mordaza.
 Las otras dos Amas se acercaron para ver mi
 primera penetracion.
 Not? como mi Ama untaba vaselina en mi culo, c?mo me met?a
 el dedo. Luego hizo lo mismo con el consolador, se lo at? a su cintura,
 y me orden? ponerme a cuatro patas. Entonces comenz? a penetrarme.
 Notaba como si mi ano se hubiese desgarrado. Quer?a gritar, pero no pod?a;
 la mordaza me lo imped?a. Fueron unos cinco minutos de agon?a,
 en los que la excitacion pas? a dolor intenso, muy intenso.
 Por fin mi Ama lo dej?. Me quit? la mordaza y me oblig?
 a besarle los pies, en se?al de sumision y lealtad. Tambion
 me indic? que deb?a darle las gracias.
 As? lo hice. Bes? sus pies con devocion, una y otra vez,
 con l?grimas en los ojos, jurondole lealtad y fidelidad, y dondole
 las gracias por lo bien que se portaba conmigo, est?pido esclavo.
 Durante toda la noche estuvieron abusando de
 m?. Posiblemente fuese la peor noche de las que pas?, pero estaba
 contento. Las estaba satisfaciendo y estaba cumpliendo mi promesa. Quiz?
 me empezase a gustar peligrosamente aquella situacion.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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