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Categoría: Voyerismo

Adicta a mi cuerpo

En esta ocasión me he decidido confesar mis experiencias sexuales más calientes. No sé, quizá por terapia, por desahogo, o por mera calentura.



Mi historia cuenta desde muy niña sufriendo de sobrepeso, debido a esto siempre había tenido muy baja autoestima hasta pasada la adolescencia, donde pasé los peores días de mi vida, sola y sin que ningún chico se fijara en mí.



Pero todo cambió desde que decidí dedicarme a mi cuerpo haciendo ejercicio. Me llevaría largos años lograrlo, pero finalmente conseguí el cuerpo que tanto quería.



Muchas cosas pasaron y cambiaron en mí, por ejemplo mi autoestima, mi seguridad y mis gustos. Sin duda ya no era la misma chica gorda e insegura de antes. Me volví adicta al ejercicio, adicta a mi cuerpo, salía todos los días a correr por las mañanas, y por la tarde al gimnasio. Entre el trabajo y mis estudios, no descuido un solo momento mi hermoso y bien torneado cuerpo.



Me había vuelto adicta a mí misma, a las miradas en la calle, en el gimnasio o en el parque, llegó el momento en el que no había cosa que me excitara más que volver locos a los hombres, que antes me ignoraban y trataban como basura, perdiéndose ahora en mi trasero, mis tetas y mi delgada cintura, siendo enseguida botados ahora por mí.



En el gimnasio:



Mi lugar favorito para lucirme, sin duda es el gimnasio. Lo que más me gusta es vestir mis pantalones de licra más ajustados para que se me pegue en mi coño depilado dejando ver mi culo bien parado y firme, con un top diminuto que realce mis grandes tetas poniendo al descubierto mi abdomen plano y cintura esbelta.



En alguna ocasión me sentía tan caliente que me fui con unas licras casi transparentes y un pequeño top deportivo sin nada debajo. Me fascinaba como todos me miraban, con lujuria, con morbo y depravación. Eso siempre me pone muy caliente. Recuerdo exhibirme con lujo de descaro mientras hacía mis rutinas y me tomaba una que otra fotografía. Esa sensación de ser el centro de atención y sentir la textura del nylon en mi mojada vagina al estirar mis piernas, mientras todos me miran mis pezones reventando el elástico de mi top. Simplemente es lo mejor.



Haciendo la caminata:



Otro día me desperté increíblemente excitada, así que me vestí con mis deportivos favoritos, aquellos blancos con rayas grises y azules, acompañados con un top blanco, y salí a correr un poco. Sin ponerme nada debajo.



Me sentía increíble, como toda una diosa. Mientras caminaba en el parque no podía dejar de espiar las miradas de los hombres, a su vez, viéndome a mí. Yo misma no podía dejar de verme, quizá era demasiado, no lo sé, aquellos leggings estaban muy ajustados, y eran demasiado transparentes, con buenos ojos se podía ver mi partecita depilada marcando todos mis labios entre mis piernas, de hecho era tan ajustado que si tuvieses una buena visión se podía ver hasta mi clítoris levantándose un poco entre mis labios.



Estaba tan caliente que me detuve en una banca del parque a hacer un poco de estiramientos. No me interesaba nada, solo quería exhibirme como una zorra. Saber que cualquiera que pasara por ahí, hombre, anciano, mujer o adolecente, podría verme en mi conjunto deportivo que poco dejaba a la imaginación, es una de las cosas que más me excita.



En el trabajo:



Por supuesto el trabajo no queda exento de mis locuras. Trabajo en una oficina, en el piso catorce de un edificio muy popular en el centro de la ciudad. Es un trabajo que poco tiempo deja para uno mismo, pero desde luego que me he dado mis aventuras para lucir mi cuerpo.



Por ejemplo, nunca pierdo la oportunidad de usar mis vestidos más ajustados y cortos, sobre unos coquetos tacones altos acompañado del conjunto de la lencería más sensual. No hay nada como una minifalda tableada con una blusa transparente para lucir aquella lencería con la más pequeña excusa, al quitarme el saco, o cruzar las piernas.



En una ocasión me encontraba aburrida en mi cubículo frente a mi ordenador, cuando se me ocurrió hacer una de mis locuras. Ese día vestía una blusa blanca transparente, sobre un sujetador del mismo color, con un traje color gris de saco y falda.



Bueno, lo que sucedió fue que al estar en el baño mientras me arreglaba el cabello, me llegó la idea de quitarme mi sujetador y quedarme solo con mi camisa transparente. No lo pensé mucho y lo hice. Doblé mi sostén lo más apretado que pude y me lo escondí en el bolsillo de mi saco. Así salí despreocupada y bien caliente cuál perra soy.



Una vez en mi escritorio de nuevo, me quité mi saco sin más y continué con el poco trabajo que tenía. Aquella sensación de mostrar mis pezones a quien fuese que pasare frente a mi cubículo me ponía muy mojada. Me toqué un poco ese día bien recuerdo.



Siempre he querido intentar algo parecido en una de las tantas conferencia que tenemos, pero nunca me he atrevido.



En los puestos ambulantes:



Por mi casa se pone un mercadillo que atraviesa las calles a lo largo de un par de cuadras, bastante grande por cierto, dónde se alinean mercaderes de todos lugares para comerciar sus artículos, como ropa, fruta, tecnología, cosas nuevas, usadas, películas y un sinfín de cosas más.



A mí me encanta visitar esos lugares, no solo porque encuentras excelentes ofertas, sino porque también puedo ir a lucir mis mejores conjuntos y vestidos.



Uno de esos días, estaba tan caliente, que me puse un vestido amarillo con estampado de rosas, holgado, debía ser fresco pues era uno día de verano en el que bien podríamos estar a más de treinta grados centígrados. Me sentía tan bien, pero tan zorra que me decidí por no ponerme nada debajo. La sensación de estar desnuda debajo del delgado vestido, era muy fresca, pero sobre todo excitante.



Sin medir consecuencias me fui a aquel mercadillo, a pocos minutos de mi casa. Por esos días, ya había terminado con mi novio, por lo que me sentía un poco deprimida y enojada, lo que también quería decir que no había tenido sexo en un buen rato.



Al llegar me parecía ser modelo en pasarela, sabía que todos me mirarían, aquel vestido ligero por su natural tela delgada, dejaría ver a contraluz perfectamente mi desnuda silueta forjada a base de sudor y esfuerzo. Mis tetas levantarían los delgados pliegues de la tela con mis firmes y erectos pezones, mientras el viento se encargaría de exhibir mis moldeadas piernas, y quizá con algo de suerte, un poco más allá.



En esas estaba, con aires de reina de belleza, cuando se me ocurre comprarme una cerveza preparada. Por mi estilo de vida, no soy mucho de tomar bebidas alcohólicas, sin embargo, por el calor insoportable, simplemente se me antojó, fui débil. Lo ameritaba.



En fin, por mi complexión delgada y que como dije, no acostumbro a beber, rápidamente aquella inocente bebida me puso un poco desequilibrada, por decirlo así. No lo sabía, pero aquella decisión sería mi perdición ese día.



Tambaleando, bueno, caminando entre los puestos ambulantes, me dedicaba a curiosear deteniéndome en uno que otro puesto que me llámese la atención. Todo parecía normal, pero entonces el alcohol comenzó a hacer estragos, paso a paso me sentía cada vez más agitada, mi respirar se aceleraba, mi pulso aumentaba y bajo mi vestido ya se erguían mis pezones en mis tetas duras.



Al caminar sentía mi vagina tan mojada que en un momento juro que sentí como me escurría una delgada gota a lo largo de mi pierna. Estaba realmente excitada, y el roce con la gente me ponía cada vez peor. Uno que otro se intentaba sobre pasar, metiendo mano en mi trasero, pero siendo sincera no me importaba, me gustaba.



Solteros o casados:



Ya caminaba como venado recién nacido, en parte por la cerveza, en parte por la tremenda calentura que me cargaba. Intentaba disimular deteniéndome en los puestos de tanto en tanto, haciendo ofertas, mirando ropa, artículos y todo eso.



Estando en esas, me encontré con un puesto de ropa deportiva, mi perdición. Ya había pasado por algunos otros, pero éste me pareció diferente. No lo sé, me había parecido ver un par de conjuntos muy lindos. Pero era otra cosa, era el lugar, era una tienda como las demás, pero tenía tanta ropa colgada alrededor que le cubría por completo. No lo sé, eso me daba la sensación de que una vez dentro, bajo todas esas prendas estaría en completa privacidad. Eso me puso todavía más caliente.



Ya con mi lívido a tope, me apresuré a aquella tienda antes que llegara más gente, pues en ese momento estaba casi vacía, solo con una chica preguntando precios.



Al llegar de inmediato comencé a mirar los conjuntos que me habían llamado la atención, inmiscuyéndome lentamente entre toda esa ropa. No tarde mucho, cuando ya me encontraba en lo más profundo de la tienda. La sensación era exactamente como me la imaginaba no se podía ver más que ropa y más ropa, escapando del murmullo en el exterior.



Entonces se me acercó el vendedor, era un hombre de unos cuarenta, no estaba tan mal, se veía que hacía un poco de ejercicio, quizá involuntario. Tenía los brazos grandes y marcados, con algo dedicación y una buena dieta tendría un buen cuerpo. Muy diferente a su esposa, quien no se levantaba de su silla de plástico ni por peligro de muerte. Se veía mal, demacrada, descuidada, sin arreglarse y quizá hasta sin bañarse. Era obesa y de mal aspecto, más bien fea diría yo.



El hombre muy amable se ponía con toda la disposición de ayudarme con mi compra. A penas llegaba me di cuenta que me miraba con deseo, con perversión, seguramente habría notado mi estado y mi forma de vestir, casi seguro estoy que no había visto una mujer así como yo de tan cerca en mucho tiempo.



Desde luego eso me encantaba. Disimulaba, pero no podía evitar insinuarme e incluso coquetear con el desconocido. En esas estaba cuando encontré un modelo que me gustó mucho, sin titubeos pregunte por él. Amablemente el tendero me lo acerco para que lo pudiese ver mejor.



Se trataba de un top naranja de licra que tanto me gustaban usar. Lo miré por todos lados segura de que me lo compraría, pero entonces se me descarrilo la mente.



Quizá era por la cerveza, quizá por la tremenda calentura que me cargaba, o quizá por el lugar tan privado en el que apenas se lograba ver a las personas desfilar fuera del puesto ambulante, entre los montones de ropa colgados por doquier, pero en ese instante se me ocurrió preguntarle a aquel hombre si me podía probar la prenda.



Aunque un poco asustado y asombrado el tendero me aseguró acertando mi propuesta. Estaba como loca, sabía que debajo de aquel vestido no llevaría nada más, pero era justamente esa idea de desnudarme frente a aquel hombre casado, quien no paraba de voltear a ver a su esposa a pocos pasos de nosotros en aquel lugar público, lo que me tenía tan excitada.



Entonces me di media vuelta para darle la espalda al vendedor y sin más me bajé los tirantes de mi vestido, dejándolo caer hasta el suelo. A continuación me puse el top y me subí el vestido hasta mi cintura para darme vuelta de regreso frente al afortunado buen hombre.



Su expresión era de total asombro, quizá no había visto más que mi trasero desnudo, pero había sido suficiente para ponerlo a temblar como perro faldero. Era justo de lo que estaba hablando, esa expresión, ese semblante, la mirada, la sensación de tenerlo a mis pies y poder botarlo como si nada. Eso me embriagaba más que cualquier bebida. Me declaro adicta a esa sensación de poder, control y sumisión.



Saber que el pobre no podía siquiera intentar nada con su esposa a unos pasos, se le veía como perro hambriento atado a una cadena mientras le enseñan una jugosa chuleta y un par de pechugas firmes y sabrosas frente a él. Eso me excita más que cualquier cosa en la vida.



Entonces le pregunté qué tal se me veía. El pobre apenas podía hablar para decirme que me veía hermosa, completamente excitado al ver mis grandes tetas en el pequeño y apretado corpiño deportivo, sin dejar de revisar a su vieja y descuidada esposa quien se perdía en su teléfono móvil, ignorando lo que sucedía con su esposo.



Estúpida, con ese cuerpo y esas fachas, era cuestión de tiempo para que su marido la dejara por alguien mejor, quizá no alguien como yo, pues estaba fuera de su alcance, pero si una mujer más atractiva.



En fin, ya convencida y complacida del impacto que le había causado al afortunado caballero, le indiqué que me llevaría la prenda. El tipo acertó entre tartamudos pensando que me la llevaría puesta. Cuál fue su tremenda sorpresa al ver que dejaba caer de nuevo el vestido que sujetaba con ambas manos a la altura de mi cintura, esta vez frente a él, sin ningún pudor, para quitarme el top, quedando así completamente desnuda, frente a su mirada atónica, desquiciante e impotente.



Estaba encantada, me sentía en el éxtasis total mientras le entregaba la ropa pidiendo me regalara una bolsa para llevarla. Enseguida me subí el vestido y le pagué la compra para irme como si nada hubiese pasado en aquel rincón de aquella tiendilla callejera.



Esa habría sido la mejor de mis experiencias. Me había puesto tan caliente como perra en celo. Saliendo del mercado ambulante, me tentaba a regresar a aquella tienda y follarme duro y sucio al tipo que me había visto desnuda. Recuerdo que apenas regresé a casa me masturbe como loca, imaginando que me cogía a aquel hombre frente a su esposa en ese mismo lugar.



Tienda departamental:



Finalmente, la más reciente y descarada experiencia que he tenido, fue en una tienda departamental. Ese día igual tenía un vestido corto color azul marino precioso sin estampado, debajo tenía un conjunto de lencería rosa y me posaba sobre unos tacones altos color piel.



Caminaba sola en un día de compras cualquiera en una tienda departamental muy grande y elegante. En esas estaba cuando pasaba por una tienda de ropa de la que me llamó la atención un maniquí en el aparador luciendo un conjunto de lo más maravilloso.



Lo primero que pensé al igual que cualquier otra chica, fue en un par de combinados con los que me quedaría genial. Entonces me decidí y entré a la tienda a preguntar por él.



En aquella tienda había muchas prendas de moda, por lo que enseguida me perdí viendo los modelos en exhibición. Sin pasar mucho tiempo, amablemente se me acercó un empleado para asistirme con mi compra, de inmediato me apresure a preguntar por el conjunto que tanto me había gustado. Amablemente el vendedor, quien se notaba debía ser un estudiante de preparatoria en su primer empleo, me ayudó con los preparativos de la compra.



Todo marchaba genial, ya preparaba aquel conjunto que había comprado mientras miraba el resto de ofertas que había en la tienda, cargando un montón de prendas en el brazo, dispuesta a vestirlas en los probadores.



Sin embargo había una cosa que me tenía muy ansiosa. Mirando las cámaras de seguridad, me tentaba la idea de desnudarme en los probadores a sabiendas de que alguien, fuese hombre o mujer, me estaría observando tras alguna pantalla en algún lugar no muy distante.



Ya con la ansiedad a tope y no pensando mucho en las consecuencias me dirigí al área de probadores. En esas estaba cuando me detiene un encargado diciéndome que no estaba permitido probarse ropa intima, refiriéndose al par de conjuntos que cargaba en mano junto con algunos otros vestuarios. Se trataba ni más ni menos que del mismo adolecente que me había atendido en mi reciente compra. Me pareció gracioso, pues sabía que me había estado espiando todo este tiempo, aunque no me imaginé que con esas intenciones.



Lo deduje, aquel adolecente sería fácilmente sobornado con un poco de seducción femenina. Entonces puse manos a la obra, o el cuerpo completo en este caso. Le convencía explicando que de igual forma me compraría todo ese conjunto de ropa, el tipo se resistía insistiendo en que eran políticas de la tienda, pero en ese momento le propuse que si me dejaba probármelos le dejaría vérmelos puestos.



El joven enmudeció, en un principio debió pensar que bromeaba, pero yo me puse firme y aproveché su momento de duda para entrar al vestidor con mis prendas en mano, entre risas coquetas y movimientos sensuales.



Una vez en la privacidad del cubículo me comenzaba a sentir muy excitada, demasiado. Me había calentado mucho en poco tiempo y es que después de tanto tiempo de haber terminado con mi novio, y con lo poquito zorrilla que soy, ya me ponía muy receptiva con cualquier cosa.



No solo por todo lo que sentía, sino por cómo lo había hecho, casi eludiendo la seguridad, por así decirlo. Lo primero que hice al entrar fue buscar alguna cámara de seguridad, de inmediato noté una en la parte superior apuntando directamente al espejo frente a ésta.



Estaba tan estimulada por todas aquellas atrevidas acciones que no podía pensar claramente. Me sentía realmente excitada y deseosa. Enseguida coloqué los conjuntos en un rincón del probador y los apilé para vestirlos uno a uno. Primero me probé las blusas, más tarde continué con los vestidos, y en ese momento estallé, no podía más con mi farsa, moría de ganas por volverme una zorra. Sabía que alguien me estaría vigilando a través de aquella cámara de seguridad tras de mí. Entonces, justo después de haberme quitado el último vestido y quedar en ropa interior, me desabotoné mi sostén y los dejé caer, liberando mi par de tetas duras y calientes al aire frio. Enseguida me bajé las bragas y las puse sobre la banca dispuesta a un lado de mí.



Fue en ese momento, mirando mi reflejo desnudo en la privacidad del pequeño lugar público, cuando me di cuenta de lo caliente que ya estaba. No pude contenerme más, me llevé mis manos a mis tiesas y erizadas tetas estrujándolas con pasión. Sabía que aquel momento era mío y no lo desperdiciaría.



Me senté en aquella banca frente al espejo y separé mis piernas cuanto mi elasticidad me lo permitía. Sin pensármelo, baje mis manos y comencé a tocarme alrededor de mi coño caliente como caldera, restregando mi palma en mi clítoris que ya se asomaba ansioso por comenzar la acción. Estaba tan excitada que de inmediato me metí un par de dedos en mi húmeda vagina cuales se deslizaban sin problemas.



No me importaba nada, estaba como cachorrita deseosa y ansiosa. Sin más continúe estimulándome como mejor podía, metiéndome el par de dedos hasta alcanzar aquel punto de placer erógeno en el interior de mi mojado coño, produciendo así un sonido pegajoso sonando mis fluidos entre mis dedos medios, mientras me estimulaba mi clítoris con mi pulgar y mis tetas con la mano restante.



Sabía que me haría correr como nunca, no me importaba, lo necesitaba. Entonces aumentaba mis ritmos cada vez más y más, haciéndome la más maravillosa y placentera de todas las pajas que me había dado jamás, provocando que un par de gemidos se me escaparan de mi garganta entre sofocantes jadeos de éxtasis total.



Ahí no pude más, me coloqué al borde de aquella banca para dejar mi coño fuera del precipicio y poder meterme mis dedos más adentro y masturbarme con más velocidad. Entonces, metiendo y sacando mis dedos a gran velocidad en mi vagina mientras de paso rozaba ferozmente mi clítoris con los dedos de mi otra mano, poco a poco comenzaba a sentir como aquellas tortuosas carisias lograban su cometido, haciéndome jadear y arrancándome uno que otro gemido casi grito desgarrador desde lo más profundo de mi ser hasta conseguir hacer estallar mi coño en un tremendo orgasmo, que expulsaba todos mis fluidos entre mis dedos produciendo un chapuceo al restregarse en todo mi sexo y mis manos para después llegar a parar en el piso de aquel probador.



Seguro no había olvidado aquella cámara sobre mí, a un costado de toda la acción, ni a aquel vendedor quien seguramente me estaría vigilando y escuchando a pocos pasos del probador. Eso me habría ayudado a conseguir tan tremendo orgasmo.



Enseguida, ya un poco más tranquila, me levanté de la reposadera que había dejado toda mojada, mientras regresaba mi mente de vuelta a mi cuerpo. Ahí me disponía a continuar probándome el resto de ropa que aún me falta. Así que me acomodé el cabello, me di media vuelta y tomé el vestido que aún me esperaba.



En esas estaba, cuando noté que la cortina del probador estaba un poco abierta. Creí que el tipo que me vigilaba me estaría espiando, pero no era así. Que tonto, me habría encantado que lo hubiese hecho. No obstante no podía dejar de pensar en esa idea, de hecho habría sido todo un compromiso.



Entonces me acerqué a la cortina, y tras asomarme un poco, pude verlo. Estaba ahí completamente embebecido al verme asomar. Sonreí. Me encantaba. Regresé dentro de mi cabina no sin antes dejar adrede un tanto más abierto, como insinuando lo obvio.



Sin más entré y me desnudé de nueva cuenta dejando el resto al adolecente que me esperaba afuera. Retomando mi rutina, doblaba la ropa que ya había modelado y me disponía a tomar la que me faltaba.



Momento perfecto sería, pues justamente se trataba de aquel conjunto de lencería roja de dos piezas. Atinado el tiempo para saldar mi deuda con el buen hombre.



Así, me calcé aquel conjunto de ropa interior con la cortina del probador casi completamente abierta. Una vez en mi traje seductor me asomé por la puertecilla para mirar a aquel joven, y al confirmar que aún seguía ahí, le hice señas para que se acercara a mí.



El afortunado, se aproximaba lentamente disimulando y asegurándose que nadie le viese. Entonces, al tenerlo en frente de inmediato le tomé de la mano y lo arrastré dentro del vestidor. Ahí le pregunté qué tal se me veía el conjunto que vestía. “hermosa” me respondía temblando de pies a cabeza. Le sonreí coquetamente y le pregunté si le gustaba, “Si” balbuceaba como idiota.



En ese momento comencé a quitarme la parte superior para mostrarle mi par de grandes tetas. El mocoso se paralizó sin saber qué hacer. Entonces le tomé su mano y le restregué su palma en mis senos. Ya tomando confianza, aquel joven vendedor continuó pellizcándome los pezones como me encantaba que lo hicieran.



A manera de agradecimiento me arrodillé frente a él, le saqué su pene completamente erecto a punto de reventar la cremallera de su pantalón y sin más me lo tragué cual paleta de hielo. Como toda una zorra profesional le comencé a propinar una tremenda felación con desesperación y pasión, engulléndomelo hasta el fondo de mi garganta obligándome a aglutinarme con tremendo paquete. Valla que aquel tipo estaba bien dotado, casi no me cabía toda su tranca en la boca pero aún así la desaparecí en ella.



Una vez asegurándome de haberle humedecido por completo su pene tieso como roca, me puse de pie y tras bajarme las bragas de un veloz movimiento hasta los tobillos, le di la espalda y me agaché parando la cola al cielo, recargándome sobre la banca del vestidor.



Esperé, estaba tan caliente que nada me importaba, entonces por fin, sentí aquel magnifico pene caliente entrando en mi húmeda cavidad vaginal deslizándose como guante aceitado con toda mi lubricación escurriendo de mi coño recién estimulado hasta el éxtasis.



Una vez dentro el joven comenzaba con las memorables embestidas que yo aletargaba moviéndome a rimo contrario, alejando mi cola cuando el retrocedía y estrechándome cuando me la metía, apretujándonos para que su tranca entrara hasta lo más fondo de mi ser.



Poco a poco aquellos van y viene, en esos felices deslices de su falo entrando y saliendo de mi caliente y chorreante coño, comenzaban a acercarme de nuevo a otro orgasmo más, el cual recibiría con placer y goce.



Así, bajé mi mano derecha hasta mi clítoris y comencé a pellizcarlo firmemente como más me gustaba, mientras sentía el feroz pene del vendedor embistiendo duro y profundo detrás de mí. Ahí, finalmente sentía que me venía de nuevo, así que paré la cola lo más que pude para permitir que su tranca entrase aún más profundo, y mientras apretaba fuertemente mis muslos y me estrujaba con placer mi clítoris, fue cuando un poderoso orgasmo estallaba en mi coño, escurriendo un par de chorros desde lo más íntimo de mi ser, empapando todo su pene hasta acabar en el mismo lugar que mi anterior filón de líquido vaginal.


Datos del Relato
  • Categoría: Voyerismo
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