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Categoría: Maduras

Adela

En muchas oportunidades he pensado que la vida nos presenta situaciones que nunca habíamos imaginado enfrentar. Con escasos 16 años, viviendo una adolescencia en un ambiente conservador, con una familia "pegada a la antigua", con pocos amigos y terminando el colegio secundario, tuve que afrontar una experiencia para la cual, sinceramente jamás habría estado preparado.



 



Hoy que han transcurrido tantos años me pongo a pensar en lo vivido y no salgo de mi asombro en el sentido que no terminé seriamente dañado.



 



El ligar donde vivíamos con mis padres se caracterizaba por ser un vecindario de clase media alta. Estudiaba en un colegio inglés mixto y mis padres eran ambos profesionales. Como hijo único disfrutaba de excelentes comodidades para la época. Tenía pocos amigos, pero mantenía una amistad muy íntima con mi vecina Helena, quien tenía la misma edad que yo y estudiábamos en la misma escuela y en la misma aula.



 



La madre de Helena, la señora Adela, era una mujer muy agradable, a la vez que simpática y hermosa. Viuda desde hacía 3 años se convirtió en una de las mejores amigas de mi madre, tanto así que solíamos pasar los fines de semana juntos ó, si de pasar el verano en la casa de la playa de mis padres se trataba, ella y Helena tenían una habitación disponible.



 



A veces me preguntaba si mi padre no sentía algo por ella, después lo certifiqué, no eran mas que buenos amigos. Por lo que sé, mi padre siempre estuvo enamorado de mi madre y aún cuando no era un santo, sus valores como él decía, le impedían ofender a mi madre con una relación extra matrimonial.



 



La señora Adela contaba en aquella época con 38 años, alta, de 1.75 m de estatura, poseía un cuerpo espectacular, sobre todo cuando se ponía bikini en tiempo de verano, sus seños no eran demasiado grandes, su cintura estrecha y sus caderas casi perfectas permitían destacar un "culito" respingado. A veces pensaba que si ponía una copa en su culito, esta no se caería, piernas largas y bien formadas con unos muslos carnosos y, para mí lo mejor de todo, sus pies. Siempre bien tratados, con sus uñas pintadas, sus tobillos redondos, tan bellos que parecía ser una adolescente.



 



Helena era la viva imagen de su madre, para sus 16 años era casi una mujer formada. Contrastaba con Adela en sus ojos, los de Helena eran verdes como los de su padre, su cabellera color miel a diferencia del negro azabache de su madre, el resto, podían decir que ella y Adela eran hermanas, era igual la una que la otra.



Helena y yo compartíamos muchas cosas en común, la música, el deporte, el deseo de estudiar la misma profesión, el cine entre otras. Por lo general estudiábamos en su casa, en su dormitorio, el cual era bastante amplio y contaba con todo lo necesario, esta era una de las razones para hacer las tareas juntos, la otra era que en la casa siempre se quedaba la señora Estela, quien era la ama de llaves y trabajaba de lunes a sábado de 8.30 AM a 6.30 PM, por lo que, cuando llegábamos del colegio la señora Estela acompañaba a Helena hasta esa hora, a la espera de la llegada de la señora Adela, quien solía llegar de 7 a 7.30 PM. El trabajo de la mamá de Helena como funcionaria de una institución financiera de prestigio en el País le obligaba en algunas oportunidades a llegar más tarde a casa, por lo que generalmente acompañaba a Helena o, ella venía a mi casa hasta que llegaba su mamá.



 



Helena también acostumbraba a pasar algunos fines de semana en casa de su prima Rebeca, la hija de la hermana de su mamá, con quien salía de compras ó se dedicaban a asuntos propios de mujeres-



 



Como pasaba tanto tiempo en casa de Helena, no era raro que me fijase casi siempre en Adela, conocía su rutina, llegaba a casa, llamaba a Helena, se saludaban, si estaba yo era igual, luego se retiraba a su dormitorio para cambiarse. Siempre o casi siempre se ponía una blusa y una falda corta, por encima de las rodillas. Yo no perdía la ocasión de observarla, de generar morbo al ver sus piernas desnudas, sus pies en sus sandalias de estar en casa y, en una que otra oportunidad, sobre todo cuando estaba con Helena en la sala de la televisión en el primer piso, verle casi la ropa interior cuando subía las escaleras rumbo al segundo piso.



 



Las fantasías que generaba mi mente con Adela eran tales que no paraba sino hasta masturbarme frenéticamente soñando con acariciar ese cuerpo y besarla completita.



 



Por supuesto que, en más de una oportunidad, tuve deseos de entrar en su habitación para curiosear, ver su ropa interior sentirla, olerla; entrar en su baño y ver sus cosas íntimas, solo el pensarlo hacía que me excitara, claro que no podía dejar que Helena se diese cuenta, hubiese sido un desastre.



 



Pocas semanas antes de terminar los estudios secundarios me descuidé y caí en cama con una gripe muy fuerte, la misma que me obligó a faltar algunos días a la escuela, Helena vino a verme todos los días y me comentó lo que se había avanzado para que no perdiese la relación de avance de cada materia. Igual vino a comentarme que ese fin de semana se iría a casa de Rebeca pues tenían una reunión de amigas con la finalidad de hacer planes para la llegada del año nievo. Aproveché para pedirle que dejara los files de las materias en el estante de su cuarto, de esa manera podía tomarlos para poner al día los míos.



 



Era domingo y me quedé un rato más en la cama. Mis padres se habían ido al club porque mi papá tenía un torneo de golf y aprovecharían de almorzar allí. Mi madre me había dejado un refrigerio en la cocina, prometiendo que me traerían algo para comer a las seis de la tarde que estarían de regreso.



 



Después de una ducha placentera, sin nadie que estuviese apurándome, me preparé café y panecillos con queso, que son mis preferidos, disponiéndome a ir a casa de Helena para recoger los files y trabajar.



 



Miré por la ventana de mi dormitorio y me percaté que el auto de Adela estaba en la entrada de la casa, por lo que me dirigí hacia ella. Toque el timbre dos veces:



¿Quién es? Se escuchó a través del Intercomunicador,



Soy Yo, Miguel, señora Adela, respondí



Ah, Miguel, pasa, te abro en este instante,



Se escuchó el clic del portero automático. Empujé la reja de entrada y pasé al jardín, la puerta de entrada al vestíbulo estaba abierta, Miguel estoy en la cocina, entra.



Hola señora Adela ¿Cómo está?, me aproximé a ella y le di un beso en la mejilla. Primera vez que la veía vestida con una bata de entre casa de color naranja, ceñida, permitiendo resaltar sus formas, tenía por lo menos unos siete botones en el frente.



Helena no está –me dijo-



Sí ya sabía que iba a la casa de Rebeca, me lo comentó cuando fue a visitarme



¿Cómo estás? ¿Ya te recuperaste,



Sí, desde el viernes estoy bien. Venía a recoger los files de las materias de física y matemáticas para ponerme al día,



¿Sabes dónde están?





¿Te apetece tomar un café? -Adela estaba en pleno desayuno cuando llegué, al menos así pensé por la cantidad de cosas en el tablero de la cocina- ¿Tus padres?



Se fueron al club.



Sí me olvidaba que Isabel –mi mamá- me había comentado que Pedro –mi papá- tenía un torneo de golf. Así que te han dejado solo. Estás igual que Yo.



Había un brillo extraño en sus ojos, se sentó en uno de los bancos de la cocina cruzando sus piernas, lo que permitió que la bata se abriese un poco enseñando uno de sus muslos carnosos y apetitosos. Si –le contesté. Pero aprovecharé el tiempo para poner al día mis asignaciones.



Bien, bien, pero antes necesito que me ayudes con algunas cosas,



Lo que usted diga señora Adela –respondí-



Preciso que me alcances una tina de plástico con ropa que he dejado en el corredor del segundo piso. Hoy me toca lavar mi ropa, por lo que te agradeceré me la pases y me evites subir y bajar,



El tono de su voz fue distinto cuando pronunció "mi ropa", no logré entender a que se debía, sin embargo me produjo un efecto muy particular en mi cuerpo, pensé : Ojalá que haya puesto algo de su ropa interior, cuanto anhelaba ver y sentir lo que ella usaba. Rápidamente me dirigí al segundo piso, allí encontré una canasta en el suelo justo en la entrada a su dormitorio. Me agaché para tomarla y mis ojos se encontraron directamente con dos trusas que estaban puestas encima del montículo de ropa. Una era de color negra y la otra celeste, ambas transparentes con encajes. ¡Qué diferentes a las blancas de algodón que usaba Helena! Sentí que todo mi cuerpo se erizaba, mi miembro comenzó a ponerse duro. Acerqué el tacho hacia mi cara y puse mi rostro en sus trusas, inhalando su aroma lo más que pude,



¿La encontraste? Escuché su voz mientras llenaba mis pulmones con ese aroma tan penetrante, tan seductor, tan a sexo, mezcla de todo lo que el humor de una mujer puede dejar en la entrepierna de una trusa. Me acerqué más a la trusa celeste, podía ver que estaba colocada al revés, es decir, la parte que tuvo contacto íntimo con el sexo de Adela estaba a la vista, me deleité oliendo y observando los puntos amarillos-marrones que se encontraban en la entrepierna esas manchas características, también, de los flujos vaginales cuando las mujeres están excitadas.



Sí, bajo en este instante, -no sabía ahora que hacer, como ocultar la erección que tenía. Mi miembro estaba durísimo, mis casi 20 cm no podían pasar inadvertidos, más aún cuando estaba con un short deportivo y tenía un calzoncillo delgado puesto en el interior- ¿Dónde lo pongo? Pregunté mientras bajaba las escaleras.



 



Por favor Miguel, llévalo a la lavandería, -pasé lo más rápido que pude por la cocina. No me atrevía a mirarla. Cuando llegué a la lavandería deposité el cesto sobre la mesa y no pude contener mis ansias de poder volver a tocar y oler su ropa interior. Fue instantáneo, tomé el bikini negro y me lo llevé a la nariz, mis fosas nasales aspiraron nuevamente su fragancia; era más suave que el bikini celeste, como si este hubiese estado poco tiempo en su cuerpo –me imaginé-, también no me pude resistir a sentir su sabor y pase mi lengua por la entrepierna, sentí un sabor ácido y dulzón.



 



¡Miguel! ¿Qué haces? – la sangre se me heló, no sabía que hacer, si tan solo habían sudo unos segundos –al menos así me parecieron- que me demoré mientras jugaba con su bikini, no quise voltear y enfrentarme a ella, mis piernas se querían doblar, estaba echo un mamarracho, uno de esos muñecos de trapo que se deforman por nada- ¿Te gustó mi olor y sabor? -Ahora era una voz suave, melodiosa, expectante, no salía de mi asombro-¿No me vas a contestar?-me volteé hacia ella-



 



Yo....Yo.... Señora Adela... Yo –balbuceaba, no sabía que contestar- Eh, disculpe, Yo



 



No estoy molesta Miguel, tranquilo, te entiendo, eres joven, lleno de vitalidad y deseos y es normal que sientas ganas y seas curioso respecto a la intimidad de una mujer, caso contrario me preocuparía. –me tranquilizó, mi alma volvió al cuerpo, la sangre circulaba otra vez por mi cuerpo sin embargo, no pude dejar de sonrojarme, sentía vergüenza de la situación. Me miraba directamente a los ojos y de pronto comenzó a recorrer mi cuerpo con su mirada- me va a ver la erección, pensaba. Había dejado caer el bikini negro en el cesto de ropa e instintivamente me llevé las manos hacia delante, tratando de tapar lo que quedaba de mi erección- ¿Qué tratas de ocultar con tus manos?¿Una erección? No debes sentir pena por tener algo que es totalmente normal; por favor retira tus manos, vas a hacer que sea Yo quien se sienta mal-



 



Señora Adela –respondí- Disculpe lo que he hecho, he abusado de su confianza, por favor no se lo diga a Helena y menos a mis padres, le prometo que no lo volveré a hacer,



 



¿Es la primera vez Miguel qué haces esto o ya lo habías hecho antes? –no sabía que responder, la verdad es que no era la primera vez que jugaba con ropa interior femenina, con Helena nos gustaba jugar con sus trusas, por lo general ella las mojaba y me las daba para que me viniera en ellas mientras miraba como me corría-



 



Sí le contesté –tuve coraje para mentir o, de pronto no mentía, de hecho jamás había tenido contacto con ropa interior de una mujer mayor-



 



Y dime ¿qué pensabas hacer con mis bikinis? ¿Masturbarte? –el solo hecho de escuchar esa palabra viniendo de su boca hizo la magia que mi miembro volviese a estar erecto completamente, sentía que en cualquier momento eyaculaba, sentía la cabeza de mi miembro mojada, que se pegaba al calzoncillo- no me has contestado, ¿Te gustó mi olor y mi sabor?



 



Sí, es la primera vez que siento un olor tan excitante y nunca había sentido el sabor que deja.........



 



La vagina –me interrumpió- o el coñito –como dicen ustedes-



 



Sí, exactamente –le contesté-



 



Pero dime ¿Te gustó o no?



 



Mucho –respondí-



 



Y....¿Te masturbarías con ellos?



 



Bueno....Yo....



 



No te pongas así, aquí no hay vergüenza alguna-me increpó-



 



Claro –le respondí-



 



Pues hazlo –me demandó- tomé los bikinis y comencé a dirigirme al baño, no lo podía creer,



 



¿Adónde vas? –preguntó-



 



Al baño –le contesté- para ese momento estaba a mil por hora, mi corazón se quería salir del pecho-



 



No –me dijo- Quiero que lo hagas aquí donde pueda verte-



 



¿Qué?



 



Sí –me contestó- aquí, tengo ganas de ver como llenas mi ropa interior con tu semen, con tu leche, tú lo haces, gozas y Yo lo veo y, de paso, también gozo. Vamos quítate ese short y la ropa interior que tienes, ahora, quiero verte. Tal vez necesites un estímulo adicional, ¿Qué te parece esto? – A medio quitarme la ropa me quedé perplejo al ver como Adela desbotonaba la parte inferior de su bata, desde la cintura hacia abajo, dejando ver sus piernas, sus muslos, su trusa de color rojo transparente y con sus manos comenzó a bajársela, al retirarla y bajarla por sus piernas no pude de dejar de mirar atónico la mancha negra de sus vellos, de oler ese aroma especial que despide una mujer cuando está excitada- Toma –me dijo- está caliente y húmeda, puedes olerla y probarla, hazlo, quiero verte,



 



Bueno – le contesté terminado de quitarme la ropa. Efectivamente el olor era más penetrante, fuerte, mi miembro no resistía estaba completamente parado. Levé la trusa a mi boca y pude saborear su humedad, estaba la tela pegajosa, el sabor era fuerte,



 



He estado todo el día de ayer y toda la noche con este bikini –me dijo- Mirando mi polla me pidió- Bájale la piel, quiero ver su cabeza –Yo no estoy circuncidado- - no dejaba de mirar su cuerpo, tratando de abrir con mis ojos su bata para ver los encantos que medio cubría- Envuelve la trusa en tu polla –me ordenó- Pon la entrepierna justo en tu glande y el resto a en todo tu tronco y comienza a correrte quiero verte, ya.



 



Señora Adela, déjeme mirarla, por favor – le pedí- mientras comenzaba a correrme la paja, hacia delante y hacia atrás, Adela me miró y sin decir palabra alguna desabotonó toda la bata exponiéndose totalmente desnuda ante mí- Yo estaba que no resistía más,



 



Despacio Miguel, no lo hagas tan rápido tienes que aprender a gozar, Córrete más despacio - ¿Cómo podía aguantarme viendo a esta hermosa mujer?- Dime Miguel ¿Has tenido sexo con alguna mujer?



 



No –le contesté, como iba a decirle que con su hija, con Helena, habíamos aprendido lo que era el placer, como iba a comentarle que con Helena, cuando estábamos en su cuarto estudiando, nos masturbábamos juntos, ella a mi y yo a ella. Si bien no habíamos concluido el acto sexual porque Helena tenía miedo y, en verdad, no sabíamos como hacerlo, si habíamos aprendido la satisfacción oral mutua, éramos unos expertos en la 69-



 



Ven, acércate – hasta ese momento estuvimos parados el uno frente al otro- tomó mi mano izquierda y me condujo hasta el filo del lavadero- apóyate allí –me pidió-. Sin decir una palabra tomó mi miembro envuelto en su bikini con su mano derecha y, sacando el bikini, me agarró la polla- Veo que estás muy desarrollado –me dijo- Yo no atinaba a decir nada solamente sentía la caricia de su mano subiendo y bajando por mi polla. De pronto vi como su mano izquierda dejaba caer el bikini rojo al suelo y comenzaba a perderse entre sus piernas. ¡Cómo jugaba con su coño !Mientras me hacía una paja de maravilla- Espera un poco Miguel, un poco más, estoy a punto como tú y no quiero desperdiciar los segundos apurándome o apurándote- estiré mi mano y le toque el seno derecho, su piel blanca contrastaba con la aureola de su pezón que era de color rosa. Rocé su pezón, estaba durísimo, tenía ganas de besarlo y comerlo, pero no podía; el estarnos tocando mutuamente imponía una distancia entre ambos. La miré a los ojos y, sin una sola palabra de por medio, bajé mi mano a su coño retirando la suya, Adela tenía unas manos bellísimas, delgadas, con dedos largos estilados, parecían de una concertista de piano. Sus uñas muy bien cuidadas, pintadas con un color roja brillante que resaltaba aún más sus manos, era una mano apetecible, me la llevé a la boca. Sus dedos estaban mojados, los lamí, los metí en mi boca ¡Qué sabor!, me acerqué a su cara y la besé fue un beso apasionado, ambos abrimos las bocas, literalmente, nos comimos, su lengua jugaba con la mía y yo con la suya. Tomó mi mano y se la llevó hacia su sexo- Frótame, hazlo rápido y fuerte y no te muevas de donde te he colocado-sentía una protuberancia que estaba hinchada, húmeda- ahora, hazlo, tócame, así, con movimientos hacia arriba y hacia abajo, sí, así, suavemente no te pares, sigue, sigue.



Está bien y tú córreme más rápido, estoy a punto, dame tu bikini para mojarlo



No –me contestó- te vas a venir en mi mano. Ya no hables, solo haz lo que te he pedido.- Sentí que un volcán estaba a punto de hacer erupción, lo sentía en todo mi cuerpo, mis bolas se hinchaban, mi polla se ponía más dura, no sé porque, hasta que me vine. Exploté lanzando chorros de leche, una, dos, tres, cuatro, cinco veces, no podía pensar, me abandoné AH............Ah........ ¡Qué rico! Dije! Su mano me envolvía la polla con la leche que había expulsado y fue en ese momento que la sentí- Me vengo, sigue, sigue, me vengo Ay que rico, te la voy a dar. Sí...Sí..Toma, toma, me meo todita, Ug............., sentí como mi mano se mojaba, corría un líquido por entre mis dedos, por sus piernas, ¿Se había orinado? tuve que contenerla porque parecía que se iba a caer, la pegué junto a mí sintiendo como mi miembro tocaba su sexo, sus senos en mi pecho. Se hizo un silencio que se rompía solo por el movimiento de nuestros cuerpos.



Muchacho travieso me has hecho llegar al orgasmo, te he mojado y me he mojado, hace mucho tiempo que no tenía este placer,



¿Te orinaste? Le pregunté tímidamente, por supuesto que yo era ignorante en esta materia. Siempre me pregunté ¿ qué era ese líquido medio transparente que salía del sexo femenino con tanta fuerza cuándo la mujer sentí tanto placer? Ya me había ocurrido con Helena. Estábamos haciendo la 69 cuando me vine en su boca, en lugar de detenernos a descansar Helena siguió mamando mi miembro, no se lo quitaba de la boca, por lo que continué lamiéndole su sexo. Ella se frotaba en mi boca, le metía la punta de la lengua y le besaba los labios de su coño, fue ahí cuando me dijo,



Más arriba, lámeme más arriba, sí ahí, en mi botón, pasa tu lengua arriba y abajo, en círculos, sí así –yo hacía como ella me lo había indicado, cuando volvió a meter mi polla en su boca. A medida que me frotaba con su lengua y sus labios sentí como me lo volvió a poner erecto, nuevamente tuve la urgencia del placer que me llamaba a satisfacer mis deseos: solo se sentía en la habitación el ruido que producían nuestras bocas, fue en ese momento precisamente que ocurrió- Helena comenzó a decirme: Oh, sigue, sigue, Hay, que rico, no aguanto, más hazme más –me pedía- Sí, así,- no terminó de decir la última frase- Amorcito Yo –cuando sentí que me mojaba toda la cara, me llenaba la boca y las fosas nasales con el líquido que expelía por su coño, no podía respirar, quise zafarme y Helena pegó su sexo más a mi cara, fueron segundos interminables, recuperé mi posición y pude respirar cuando sentí que se engullía nuevamente mi polla en su boca y comenzó nuevamente a succionar y apretar con mayor fuerza - vente –me dijo- dame tu leche, ahora –exigió, no duré ni un instante más y me vine en su boca por segunda vez, se hizo el silencio y nos quedamos uno sobre el otro por algunos minutos. Esa fue mi primera experiencia con el placer femenino-



Vas a aprender –me dijo Adela- el arte de hacer que una mujer eyacule. Sí –aseveró- al igual que ustedes los hombres, las mujeres cuando sentimos placer tenemos orgasmos y, estos, en algunas ocasiones, dependiendo de la mujer, terminan en una eyaculación de un líquido transparente parecido al agua que no debes confundir con orina.



Primera lección aprendida –le contesté-


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