(Por fin Thelma y Arcelia son desvirgadas por sus primos y Abe las goza a ambas).
Aquel lunes 13 de julio, pasaditas las diez de la mañana, Thelma y Arcelia tocaron el timbre de casa de Toño. Sólo estábamos él y yo y las esperábamos vestidos únicamente con chorts, él de fut-bol y yo unos largos con grandes bolsas. Ellas llegaron con sus falditas escocesas de la escuela, la de Thelma a medio muslo y la de Arcelia arribita de la rodilla, con zapatos negros, blancas blusas y calcetas escolares.
Thelma se colgó de mi cuello, me dio un cálido beso y dijo:
-Pero si nos estaban esperando... ¿verdad? –yo la tenía abrazada de la cintura, pero al decir eso, tomó mi mano y la llevó más abajo, dentro de su falda. Acaricié su nalga para comprobar, feliz, que no traía chones: así había venido desde su casa. Cuando acaricié la deliciosa línea de sus nalgas, dijo:
-Nosotras venimos preparadas. Arce no quería, pero la convencí... ¿de verdad están listos?
-Estoy preparado, preciosísima. Tenemos condones para evitar cualquier mal, y daría mi alma por hacer el amor contigo, ahorita.
-Pues no será necesario... yo estoy más caliente que una olla express-. Y sin esperar más me llevó por las escaleras al cuarto de Mariana, diciendo antes de llegar arriba: –te dejamos tu cuarto, Toño. Trata bien a Arce.
Teníamos prisa, hambre mejor dicho: mi virginal primita estaba más excitada que yo, si cabe, y durante el camino había venido tocándose y fantaseando con lo que iba a pasar, mientras Arcelia manejaba. Tan pronto estuvimos en el cuarto de mi (otra) prima, la cachonda Thelmita empezó a morderme en el cuello y los labios. Le desabroché uno a uno los botones de su blusa sacando al aire sus pequeñas tetas y las chupé con ansia.
-¿Ya estás lista, reina mía? –le pregunté.
-Ya... hazlo por favor... –dijo con voz entrecortada.
Le di vuelta sobre su propio eje, decidí olvidar el condón y venirme fuera, y la puse empinadita sobre el escritorio de Mariana, le levanté su faldita sin quitársela y me ensalivé el pito antes de metérselo como Mago me había dicho que lo hiciera: despacito, despacito hasta que sentí el obstáculo deseado. Ella gemía y cuando yo arremetí contra su himen, con un violento movimiento de caderas, mientras la tenía buen prensada de la cintura, dio un gritito. Pero su vagina estaba húmeda y acogedora y ella tenía muchas ganas, así que nos movimos con gusto. Parecía que yo supiera más de lo que sabía, porque entraba y salía hasta casi venirme, sintiendo su carne, la delicada carne de su vagina rodear, acariciar mi pene. Y luego, a punto de turrón, me detenía, con el pito metido hasta dentro, acariciándole las tetas y las nalgas. Y dale otra vez hasta que ella se vino, temblando y gimiendo, y yo arremetí con vigor creciente hasta que sentí venirme, sacándoselo entonces y echando todo sobre sus nalgas y su faldita.
Ella se dio vuelta y sin limpiarse ni nada, escurriendo semen, me dio un abrazo largo .
-Ya soy mujer,- dijo. –Me encantó. ¿seremos amantes?
-Thelma, te adoro... ¿seremos amantes?
-¡Sí...!, ¡sí!
Y la besé otra vez, desnuditos los dos. La besé y la acaricié y el pito empezaba a amorcillarse sabroso, cuando ella dijo:
-Vayamos a ver cómo van aquellos ¿si?
-Ahoritita te alcanzo: déjame limpiar un poquito –le dije.
Agarró su blusita y salió. Yo hurgué en los cajones de Mariana hasta encontrar el de su ropa interior y me robé unos chones de Mariana, los que estaban hasta debajo de la pila de calzoncitos, en el segundo cajón que abrí, unos calzoncitos todavía infantiles, grandes y con olancitos en donde van las nalgas. Seguro Mariana ya no los usaba (alcancé a echar un vistazo a los de arriba, mucho más pequeños y sexis), así que no los extrañaría. Con ellos limpié los jugos que pringaban mi pito y las manchas de semen y sangre que quedaron sobre el escritorio y en el piso. Los guardé en la bolsa de mi chort y así, con la verga amorcillada y mis chorts en la mano, salí al pasillo y pensé “¿qué dirían mis tíos de encontrarnos así?, mi tía Mariana todavía aguanta un piano... pero ¿qué tal que llegara Marianita?”, tan trascendentales pensamientos terminaron de pararme la verga y así entré al cuarto de Toño.
Entonces terminó de ponérseme durísima: acostada en la cama, con las piernas abiertas, totalmente desnuda, Arcelia se acariciaba el pezón derecho y el clítoris. Observé su coño, cubierto por una espesa mata de pelo crespo y negro y observé sus ojos cerrados y su sonrisa. Tenía los ojos cerrados y se tocaba a pesar de que a tres pasos de ella, al pie de la cama, Thelma cabalgaba a Toño, quien soltaba audibles y gozosos gemidos.
Me puse un condón pues esta vez sí quería terminar dentro. Pasé a un lado de Toño y Thelma, y apunté mi pito hacia la entrada de Arcelia. Hice a un lado su mano y ella abrió los ojos. Sin decir nada rodeó mi espalda con sus morenos y delgados brazos y me atrajo hacia ella.
Mi pito se deslizó suavemente dentro de ella. Estaba en su casa. Se movía suavemente, por instinto, y sus músculos vaginales oprimían deliciosamente mi miembro. La besé y trenzamos nuestras lenguas y, abrazado por ella, me movía a su ritmo, despacito, disfrutando su cueva, su cuerpo, su beso, mientras Toño y Thelma aullaban a nuestro lado.
La llené (es decir, al condón) de mi leche y al cabo de un rato estábamos los cuatro, completamente desnudos, acariciándonos y diciéndonos ternezas. Nos metimos a la ducha todos juntos, pero no follamos más ese día por miedo a que ya fueran a regresar mis tíos. De todos modos fue una delicia ver a las dos hermanitas, tan guapas, tan lindas, con la piel mojada y el pelo cubierto por las gorras de baño de mi tía Mariana y de Marianita.
Ellas se despidieron con un beso y quedamos de vernos el jueves. Nosotros limpiamos un poco el desmadre que había,. Trapeamos con pinol los dos cuartos y, antes de que llegaran los demás, me fui a mi casa. Llevaba en mi mochila el chort que había usado y las pantys de Marianita bañadas en leche y jugos y sangre de Thelma.
Me dormí temprano, sintiendo en la piel el olor, el sabor de Thelma y Arcelia y fantaseando con el premio que, a la mañana siguiente, me daría Mago.
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