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A merced de un sádico 3 (esposado de rodillas)

A merced de un sádico 3 (esposado de rodillas)

Volviendo aquel momento y a ese aprendizaje que ya tenía, es decir, escapar de una situación difícil sutilmente. Entonces le dije, tengo ganas de mamar, quieres que te lo mame? Ciertamente la idea de mamárselo me atraía, pero en realidad lo que más deseaba era lubricar su palo con saliva, también, meterme el dedo al culo o que él lo hiciera para ir abriéndome un poco.

El respondió claro que quiero, trágatelo todo. Me arrodillé a sus pies, lo primero que hice fue darle un besito justo en la cabeza del palo, digamos un beso tierno. Luego lo introduje a mi boca, de verdad lo tenía grueso, sentía como me llenaba toda la boca, no es lo mismo mamar una pinga gruesa que una delgada, si bien, nunca pude tener un pene erecto totalmente dentro de la boca, cuando el pene es más delgado es digamos más fácil de manejar. Entonces mamaba esa pinga deliciosa, como si fuera una paleta, acariciaba sus bolas y lamía.

El estaba totalmente rasurado, así que me agache un poco para lamer las bolas, incluso me las metí a la boca y succioné, a veces los vellos son un fastidio cuando uno está mamando, pero aquí no tenía ese problema.

Cuando tenía las bolas en la boca, el dijo algo así como, que rico no joda, eso es carajo. Entonces pregunté, te gusta? El no me escucho bien y dijo, qué, que dices; le repetí ya en más tono de puta, que si te gusta papi? Te gusta cómo te mamo las bolas papito? El respondió claro, pero no me digas papi. Pensé que le gustaría, pues el Mandingo me había pedido que le dijera así, como una forma más de afianzar mi rol de puta.

Para ser más sumiso, entonces, mientras lamía y besaba su polla, respondí, perdón, por favor disculpa mi abuso, es que está tan sabroso que me provocó decirte así, pero no te enojes, no vuelve a ocurrir. La verdad no había porque ofrecer disculpas, pero lo hice para levantarle aún más el ego. El “pobre” tipo suspiró de gusto con mi comentario de sumisión.

Entonces preguntó, a ti como te gusta que te llamen; yo respondí, bueno, por mi nombre; él siguió, no pero cuando estás así, cómo quieres que te llame, puta, sirvienta, maricón, traga vergas, como prefieres que te llame; le dije, bueno, no sé, como tú quieras; y seguido metí el pollón a fondo en mi boca; el dijo, coño que regalado que eres, no te molesta que te llame así, que te insulte?, respondí “um, um” moviendo la cabeza en señal negativa, sin sacar la pinga de mi boca. Aunque no me gustaban mucho los insultos, siendo honestos, todas esas expresiones, más que insultos, eran fiel reflejo de lo que yo era en ese momento.

Luego, el se chupo los dientes de gusto, sh, sh, y me despegó de su verga con rudeza, dijo, para ya coño que me vas a hacer acabar puta del carajo.

Terminó de sacarse los zapatos y quitarse toda la ropa. Se colocó nuevamente de pie frente a mí, con las piernas más abiertas. Empujó mi cabeza hacía su pinga, sin palabras entendí que debía seguir mamando, chupando, lamiendo como una perra.

Luego me dijo, putica, trata de mamar sin usar las manos, pon las manos atrás. Quedé de rodillas, con la polla en la boca y pasé las manos atrás, como si estuviera esposado. Al principio, como ya tenía la pinga en la boca no me pareció difícil, luego, Asdrúbal se alejó y el palo se salió de mi boca. Me ordenó, búscalo, trágatelo. Fui a tomar la pinga con mi mano para llevarla a la boca, el dijo, no, así no, sin manos. Entonces fue algo más difícil, tuve que estirarme para llegar hasta la cabezota y luego hundirla en mi boca, entró torcido y tuve que acomodarla bien sin usar las manos. El estaba extasiado viéndome buscar su pinga de ese modo. Era algo humillante, pues además de mamar, tenía que buscar la polla.

Estaba succionando de lo mejor, cuando se alejó y volvió a retirar la tranca de mi boca, yo debía buscarla nuevamente. Con las manos atrás es mucho más difícil mamar, uno pierde el equilibrio, entonces sin querer me apoyé con las manos en sus piernas, volvió ya un poco molesto a decirme, sin manos, carajo, sin manos.

En ese jugueteo estuvimos un rato, el sacaba la verga y yo la buscaba, la saliva rodaba por fuera de mi boca, una que otra vez el pingón iba a dar a mi rostro, ojos y así. Luego empujó mi nuca llevando su palo hasta mi garganta, sentí nauseas, pues fue demasiado adentro, instintivamente traté de separarme con las manos, entonces me dijo, sin manos coño, es que no entiendes, ya vas a ver.

Sacó unas esposas (no sé de dónde) para ponérmelas, le dije, no, tranquilo, yo no meto más las manos. Me daba miedo permitir que me esposara. Mi cara de sorpresa y miedo lo incitó más, me dijo, vamos, ya te di varias oportunidades, así bien agarrado vas a ver que se acaba la tentación de interrumpir con las manos. Yo respondí, no…yo pongo las manos atrás y tú hazte la idea anda, pero no me las pongas. Entonces agoté su paciencia, me dijo, bueno, que vaina es, obedece.

Luego me ordenó ponerme de pie, me dio media vuelta bruscamente y colocó las esposas con las manos atrás. Eran esposas de verdad, no de fantasía. No había forma de soltarme. Finalmente, quedé de rodillas ante él nuevamente, asustado por lo que podría suceder.

Bueno, hasta aquí lo dejo en este momento, dime si te gusta mi relato y si quieres que siga contando otras cosas que sucedieron.

JP
Datos del Relato
  • Categoría: Gays
  • Media: 4.72
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