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Categoría: Incestos

¡A los pies de mi hermana... y más...!

Sólo dos años mayor ella que yo, pero infinitamente superior a mí en absolutamente todo, mi hermosísima hermana, abusadora, vivía acosándome de las más insólitas maneras, martirizándome día y noche, con la complicidad, todavía, de mamá, que reía viendo cómo me tenía y disfrutando de mis rabietas impotentes ante mis miedos atroces, a sufrir sus represalias ante la más mínima resistencia mía, ya que la superioridad en fuerza física de mi exuberantísima hermana y sus maneras de abusar con mi cuerpo mucho más débil, me hacían absolutamente vulnerable y temía yo sus castigos, que mamá celebraba con sonoras carcajadas siempre.



Mamá, una hermosísima mujer joven, me tenía enamorado de ella, aunque mi rabia por verla tan partidaria de mi hermana y cómplice de ella en sus abusos hacia mí, me tenían en un estado de impotencia y rabia que no podía ni evitar ni escapar.



Pronto, mi hermosa hermana también comenzó a buscar excitarme sexualmente, incitándome con cosas psicológicamente inteligentes, que iban también encerrándome en ese caliente corral donde me iba encerrando, y yo desesperado en no querer en eso también caer, iba como enloqueciendo sabiéndome cada vez más dominado por ella.



Comencé a mirarla con excitaciones y deseos que no podía evitar ni disimular, y mi hermana reía y mamá... ¡también!



Continuamente me decían indirectas que yo trataba de desentender haciéndome el desentendido, entre el reír hasta a carcajadas de ellas.



Cierto día que mi hermana había llegado del gimnasio y se había quitado sus sudadas medias ahí a mi lado, mientras yo miraba la tele sentado en mi sofá, mamá, que estaba también ahí, al haber quedado las medias sudadas de mi hermana sobre la mesita, las agarra y me las refriega por la cara sin sacarlas, y yo comienzo a reír sintiendo un invasivo placer, monstruosamente intenso, al sentir ese olor a pata de mi hermana y la empapada sudoración de aquellas medias sobre mi cara.



Nada absolutamente hago por evitar aquello, dejando que mamá continuara colocando las medias sudadas y olorosas de mi hermana sobre mi cara. Mamá, reía sin sacarlas... y acomodándolas de manera tal que las puntas de las mismas quedasen juntas, me ordena abrir la boca, y me las mete adentro ordenándome:



-"Chupá!"



Y yo... comienzo a chupar las medias sudadas de mi hermana. Mamá... reía. Mi hermana, en el baño duchándose, estaba ajena a lo que allí estaba pasando. Un buen rato mamá me hizo chuparle las medias a mi hermana, hasta que se cansó de eso hacerme, y riéndose las dejó nuevamente sobre la mesita, alzando los brazos victoriosa mientras reía a carcajadas. Yo... me mordía los labios sonriendo resignado, mientras el gustito saladito del sudor de los pies de mi hermana estaba ya instalado en mi boca y paladar.



Mamá me miraba y me sacaba la lengua haciéndome morisquetitas, y yo sonreía como avergonzado... mi hermana, salía del baño vistiendo una amplia remera y una tanga, acercándose a la sala y sentándose en uno de los sofá mientras agitaba su hermosísima cabellera recién lavada en el baño. Y mamá le dice:



-"Tu hermanito, acaba de chuparte bien chupadas las medias."



Mi hermana la queda mirando con una silenciosa risa mirándola como perpleja, y alterna sus miradas a ella... y a mí.



-"¿Es mentira lo que estoy diciendo, o es verdad???" Exclamó mamá mirándome con la más cochina de sus miraditas burlonas.



-"¡Vamos, contestá si es cierto o verdad!!!" Me gritó con una voz de socarrona risita a lo que mi hermana me miraba riéndose mientras esperaba mi contestación a esa pregunta. Y yo... dije:



-¡Vos me pusiste las medias en la cara y me hiciste chuparlas! -dije-.



-"¡Mentira... mentira!!! -decía riéndose con total cinismo mamá, mientras señalándome con un dedo decía:



-"¡Mentira de este degenerado chupamedias que fue derechito a tus medias y las agarró y las empezó a chupar, sí-sí-sí-sí!!!"



Y mi hermana, mirándome con la más socarrona morisqueta maliciosa, de inmediato saltó de su sofá viniéndose encima mío capturándome, y ahí nomás comenzó a desnudarme cosa que casi nada le costó ya que mi única prenda era un pequeño shortcito que me lo quitó en un santiamén dejándome completamente desnudo entre las carcajadas de mamá que aplaudía viendo lo que me estaba ella haciendo, y ahí nomás empezó a manosearme enterito cosquilleándome sin pudor ninguno mientras yo gritaba y gemía y chillaba pataleando mientras su mano manoseaba mis huevos y mi chorizo ya inmenso en empaladura de burro en ese momento, comenzando ahora sí, a hacerme las cosas que todavía jamás me había todavía ella hecho.



-"¡Ayyy, ayyy, ayyyy, nooooo, no por favor nooooo... mamááááá mirá lo que me está haciendo, decile que noooo, por favooooor!!!!" Gritaba yo sintiendo las carcajadas de mamá que hasta pataleaba de alegría viendo lo que veía, mientras mi hermana ya era un vendaval sobre mí haciéndome lo que quería.



-"¡Pajiálo, nena, pajiálo y hacéle saltar la leche por calentón y degenerado chupamedias! ¡Pajiálo, pajiálo, pajiálo!!!" -le decía-. Mi hermana, riéndose, me miraba y ya...empezaba a pajearme ahí delante de mamá. Me había sujetado dejándome completamente inmovilizado entre sus inmensas piernotas gruesas y enormes, mientras con sus dos manos libres me hacía cosquillas atroces y comenzaba ya a hacerme una descomunal paja bestial que me hacía aullar y sacudir mi cabeza gritando desesperado de placer enloquecedoramente atroz.



Las manos de mi hermana me hacían cosquillitas y pajas que me enloquecían y mis orgasmos se me vinieron en avalancha atroz y por la punta de mi empinada verga inmensa y gruesísima, dura y morada, un chorro como interminable de cremosa leche blanquísima y caliente, me saltaba afuera saliéndome sin parar por varios segundos entre el reír a carcajadas de mi hermana y mamá que gozaban así viéndome.



Soltaba yo unas especies de relinchos y rebuznos mientras acababa, y ellas reían como locas y mi hermana no quiso soltarme y siguió teniéndome así meta y meta cocharme, y mamá le decía que no me soltara y que me siguiera cochando nomás.



Yo, sintiéndome preso en una tiránica felicidad sorpresiva que me había tomado como por asalto, estaba experimentando una avalancha placentera que me hacía desear como un loco, que mi hermana me tomase por completo haciéndome su esclavo a perpetuidad.



Yo gritaba y aullaba y lloraba y reía, en un modo que delataba de manera por demás clara y evidente, ésos mis sentimientos que ellas captaban entre un tronar de carcajadas de las dos, sabiéndome ya por completo poseído en esa caliente locura placentera de así haber caído.



Comenzaba entre nosotros, esa alocada cosa de ser yo esclavo caliente y feliz de mi dominante hermana, y donde pronto... muy pronto también, iría a serlo de mamá y así… de las dos juntas.



¡Cosas... cosas que pasan...!


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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