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Concierto en el Hard Rock

Ella, mi esposa, iba ataviada con un vestido de color rosa mexicano que le llegaba un poco arriba de las rodillas; ella es en realidad hermosa: delgada y de fino cuerpo, bonitas piernas y unas exquisitas pompis que son la envidia de todas sus compañeras y tentación de sus compañeros en la empresa que trabaja; bien, estábamos en el Hard Rock de Vallarta presenciando el concierto de una banda en vivo, el cual no estuvo a la altura de lo que queríamos, así que nos dispusimos a irnos, cuando ella tuvo que ir al baño y levantándose se retiró, percatándome de cómo las miradas de los hombres presentes la miraban al pasar al cotonear su cuerpo, sin ninguna arruga o línea que marcara su vestido ya que yo, antes de llegar, le había pedido sus bragas y que ahora guardaba en la bolsa de mi camisa.

Ya de regreso, no subimos al auto que rentamos en la mañana para ir a la playa, el cual era un Sentra de color blanco, y como no estuvimos muy satisfechos con el concierto, buscamos un lugar solitario y a la vez público para tener nuestro propio “show”.

A estas alturas mi esposa estaba, como ella dice, “Horny, very Horny”, ya que, en la playa, no muy concurrida a la que fuimos en la tarde, estrenó por primera vez una tanga, lo cual a mí me excitó sobremanera y a ella le gusta ponerme así, por lo que ella estaba deseosa de llegar más lejos. Así las cosas, encontramos un pequeño callejón a un costado del hotel Sheraton Bungavillias y el cual conduce hasta el mar; nos estacionamos a un costado a la sombra de las paredes y ahí empezamos a hacer el amor: recorrimos nuestros asientos para quedar en una posición horizontal, pasándome al suyo, y ella, levantándose el vestido, me pidió que la penetrara; el auto se mecía con nuestros movimientos y los vidrios empezaron a empañarse, cuando me separé de ella para no venirme, ya que estaba tan excitado que me hubiera venido muy pronto para satisfacerla. En eso le dije que era una lástima que no tuviéramos a la mano un dildo para verla penetrada por él, ya que a mí me gusta verla con juguetes sexuales y yo sé que a ella le encanta sentirlos dentro de ella (de hecho, el último juguete que tenemos es un cilindro de color verde de 18 centímetros y que le gusta dormir con el dentro de ella, lo cual me excita horrores).

Precisamente, tal instrumento estaba en nuestro cuarto de hotel, por lo que no podíamos hacer nada, pero era tal nuestra calentura que empezamos a ver que teníamos a nuestro alrededor, y ahí estaba, la palanca de velocidades del Sentra.

Claro que cuando se lo sugerí, hizo cara de que, si estaba loco, pero sus ojos reflejaban la excitación que le producía; yo le insistí, pero la falta de preservativo para ponérselo y evitar alguna infección la detenía, pero eso fue por poco tiempo, ya que nuestra excitación nos hacía intentarlo todo. Poco a poco se fue acomodando, abriendo las piernas poniéndolas sobre ambos asientos y poco a poco descendió sobre la palanca, la cual, por tener una punta ancha, no entraba dentro de su vagina. Ella misma me decía que estaba muy grande, pero siguió intentándolo, remojando con sus propios jugos la parte superior… hasta que, por fin, la penetró.

Hasta ella misma estaba sorprendida de como entró, me dijo que estaba muy rica el sentir eso tan enorme dentro de ella, que le provocaba gran placer y yo lo veía, viendo como subía y bajaba por la palanca, mientras yo estaba con una erección bastante pronunciada, tanto que mis propios jugos lubricantes salían sin darme cuenta de ello. Yo le preguntaba que cuando sentía más placer y me decía que cuando la punta se acercaba al final de su vagina y que por su tamaño no podía salir, era cuando más placer le proporcionaba. Esas escenas me tenían en lo personal extasiado; habíamos fantaseado con esa idea, pero la realidad superaba con mucho nuestras expectativas y yo no me cansaba de verla y de tocarla, sobre todo en la parte que se unía su vagina con el tubo de la palanca, la cual estaba mojada por todos sus jugos que, con su gran excitación, lo empapaban todo.

De pronto se detuvo, y es que le entró de pronto el miedo de que, por haber batallado en entrar la palanca dentro de ella, ésta podría atorársele y con ello impedir que pudiera desprenderse, tal y como si fuera un bulbo de un perro. Yo la tranquilicé y le dije que intentara salirse en ese momento para probarlo, ya que, como un amigo me dijo “aquello no nació allí”, y así lo hizo, se levantó lo más que pudo, y en un sonido de “plop”, salió de su vagina la palanca, haciendo ella con mayor razón cara de placer. Le pregunté que que tal, y que, si le gustó, que le dolió un poco la salida. Fue entonces que le dije que se volviera a encaramar sobre él, ya que quería que se viniera con la palanca dentro de ella, y luego de decirme que, si en verdad eso quería y al ver mis ojos de lujuria, volvió a subirse y dejó que aquella palanca, ahora más rápidamente, entrará en ella.

Así, empezó a moverse sobre ella y a decirme lo rico que sentía con tener a aquello dentro, tan duro y tan grande, masajeándose con una mano su clítoris, y cada vez más rápido para anunciarme que se iba a venir, lo cual logró, dando gritos de placer incontenibles y que, si alguien hubiera pasado en esos momentos, pensaría que le estaban haciendo daño. Yo me aguanté las ganas de masturbarme y de venirme, por no dar crédito a lo que mis ojos veían, y sí, mi orgasmo fue interno al ver a mi mujer, a la mujer que amo, en esa tan singular posición, y lo mejor, disfrutándolo plenamente.

Bueno, ya al relajarse, batalló nuevamente para salir, volviéndose a escuchar ese “plop”, y se recostó junto a mí, preguntándome si me había gustado, que, si me había excitado, a lo cual le di un gran beso y le dije que era el mejor regalo que me pudo haber dado en esos momentos.

Por lo mismo, al estar más tranquilos, pensamos en la situación en la que estábamos y decidimos regresar a nuestro hotel para continuar con nuestra sesión de amor, la cual, por los momentos vividos, fue único.

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