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Vidriería Pacific

Mis padres estaban terminando de construir nuestra nueva casa en una urbanización privada de Samborondón a las afueras de Guayaquil y un día mi papá me pidió que lo acompañe a comprar vidrios en un establecimiento que el arquitecto le había recomendado, yo acababa de llegar a la casa luego de un partido de tenis en el club y le pregunté si no había problema si me iba vestido tal como estaba y mi papá me dijo que no importaba porque yo era tan sólo un muchacho deportista de apenas 22 años de edad, y que no se vería mal si andaba por el centro de la ciudad vestido así. Cuando llegamos mi papá se estacionó afuera de un negocio de venta de aluminios, vidrios y materiales de construcción llamado Vidriería Pacific y me pidió que lo acompañe adentro para que lo ayude a decidir tipos, colores y tamaños de los diferentes vidrios que usaría en un bar que el mismo había diseñado para la nueva casa. Al entrar a la Vidriería Pacific noté que uno de los tipos que atendía a los clientes era gay y fue muy fácil reconocerlo porque sus movimientos eran sumamente amanerados. Al verme, el gay se quedó petrificado, me imagino que le llamó la atención mi físico puesto que voy al gimnasio todas las noches, tengo el cuerpo definido y mido un metro ochenta y cinco; encima yo llevaba puesto una pantaloneta de tenis blanca y una camiseta blanca ceñida al cuerpo. La verdad comencé a incomodarme un poco porque el gay no dejaba de mirarme fijamente. De pronto, mi padre se sentó en la oficina con uno de los dueños de la Vidriería Pacific que eran serranos comerciantes y estaban negociando los precios de la compra pues iba a ser una compra grande. Mientras tanto yo me distraje mirando como los empleados de la Vidriería Pacific cargaban enormes varillas de aluminio que también vendían en este local. De repente una voz me sorprendió, era el gay que se me había acercado y me preguntó: “¿Es la primera vez que vienes?” yo le respondía que sí, que estaba acompañando a mi papá y que habíamos ido a comprar varios vidrios para nuestra casa. La loca súper lanzada me dijo: “¿quieres conocer toda la fábrica?” y cómo no me pareció nada malo asentí con la cabeza, entonces el homosexual me extendió su mano y se presentó: “Me llamo Jimmy Mayorga, y tú, ¿cómo te llamas?” “Andrés, Andrés Piovesán”, respondí un poco turbado por sus maneras tan femeninas, luego, el homosexual caminó hacia el fondo de la fábrica contorsionando las caderas y moviendo como licuadora un culo que no tenía, pues como buen serrano, era seco de nalgas; me imagino que se movía tanto con la intención de llamar mi atención. Yo me sonreí al notar su ridícula forma de caminar pero lo seguí en silencio observándolo; era un tipo de aproximadamente unos 40 años, de estatura baja, flaco, con rostro cachetón y usaba lentes. Lo dejé mostrarme su negocio, pues al parecer el serranito homosexual quería impresionarme con sus grandezas mediocres como si a mí me fuera a deslumbrar este tipo de ambiente de comerciantes de medio pelo cuando en realidad el tema no me interesaba para nada. El lugar era enorme y lo que si me llamó mucho la atención fue ver como trasladaban las enormes varillas de aluminio ”¿juegas fútbol?” me interrumpió el homosexual, “no” respondí, “me gusta mucho el fútbol pero el deporte que practico siempre es el tenis”, “ha, con razón” exclamó con una sonrisa libidinosa el gay, “¿Con razón qué?” le pregunté, “Con razón tienes esas piernotas, debe ser por el tenis puesto que es uno de los deportes más completos” dijo con un tono de voz muy afeminado, cómo noté que la loca comenzaba a irse de bola pensé que en cualquier momento se ofrecería en bandeja de plata así que mejor le dije que prefería regresar al frente del negocio dónde había mucha gente para que el marica no se propase, pero entonces el astuto gay me dijo: “También tenemos una sala de eventos con todas las de ley, equipos de música, sonido digital, juegos de luces, como en las mejores discotecas del mundo” dijo muy orgulloso el marica, y cuando le pregunté en dónde la tenían me condujo por unos recovecos hasta llegar a otra ala del edificio y luego subimos a la famosa sala de eventos. Al verla me decepcioné porque el lugar tenía una decoración horrible, como esas casas horriblemente decoradas de nuevos ricos o de esos comerciantes de los mercados que logran hacer plata pero que no tienen buen gusto sino que obedecen a su origen real pues había unos grandes cortinajes ridículos, lámparas palaciegas, espejos exagerados, cuadros espantosos y alfombras cursis. Sin embargo para que el homosexual no se ofenda le dije: “está súper chévere tu salón de eventos”, y la loca ya totalmente desinhibida porque en ese lugar nos encontrábamos sólo los dos, lejos de las miradas de los empleados me dijo coqueta: “¿Y….todo lo demás también es tan grueso como tus piernas?” yo me reí por la ocurrente mariconada del gay y le dije: “así dicen”, “¿quién dice?, ¿los suertudos que han tenido el privilegio de medirla con la boca?”, “las suertudas, dirás”, le corregí, entonces el audaz maricón me mandó mano y me acarició el paquete que formaba mi pene y mis testículos por debajo de la tela de la pantaloneta de tenis, yo retiré mi pelvis hacia atrás sacando el culo para zafarme de su mano entrometida al tiempo que le dije: “ya, tranquilo, pórtate serio” pero el gay era muy obstinado y nuevamente coloco su mano en mi bulto esta vez definiendo con el tacto que parte era el pene y que parte eran las bolas y al sentir su caricia no pude evitar que mi miembro se endureciera rápidamente porque siempre he sido muy sensible en esta parte de mi cuerpo a este tipo de caricias. El gay dijo maravillado: “¡huy el niño se despertó, que rico!” yo comencé a sentirme incómodo así que le dije: “¿sabes qué?, mejor vámonos que aquí nos van a pillar haciendo huevadas” pero el insistió: “no, papito aquí nadie sube, tranquilo, sólo déjame verlo un ratito nada más que yo también tengo que regresar a mi trabajo rápido porque si no mis hermanos se darán cuenta de que no estoy en mi puesto” y acto seguido introdujo su mano dentro de mi pantaloneta y me agarró bien la verga. Al sentir como su mano me palpaba el miembro no logré dominarme y mi pene se endureció por completo arrancando un chillido de la garganta de la loca… apurada me bajó el short y se quedó atónita mirando mi bulto cubierto por un suspensorio blanco y dijo: “¿pero, qué es esto?” , “es un suspensorio”, le dije; “¿nunca habías visto uno?” , “lo usamos quienes hacemos deportes para que nos sujete el miembro y no se mueva, quieres que me lo quite?” pero la loca fascinada me dijo: “no, no, déjatelo papito, déjatelo que se te ve precioso” y enseguida me retiró totalmente el short casi arrancándomelo dejándome sólo los zapatos deportivos que llevaba, luego me sacó la camiseta y me acarició el pecho al tiempo que murmullaba: “que ricura de cuerpo que tienes mijito, así me gustan los machos: blancos, rubiecitos, grandotes, y musculosos”, finalmente recorrió con sus ojos y sus manos todo mi cuerpo sintiéndolo y haciéndome pensar que quería devorarme, retiró hacia un lado el protector delantero de mi suspensorio y dejó escapar mi verga completamente dura para enseguida arrodillarse ante mi duro pene y sujetándome de mis caderas y agarrándome el culo atrajo mi pelvis hacia su cara y se introdujo mi verga tiesa en su boca y la muy golosa se tragó todo mi sable de carne sin chistar, me pegó una mamada deliciosa y logró hacerme excitar al máximo pues sus chupadas se sentían riquísimo y olvidé por completo en qué lugar estaba y que mi papá me estaba esperando.

Siempre me ha gustado que mis enamoradas me mamen la verga, pero nunca lo había hecho un gay y debo confesar que ¡me lo chupó increíble!

Al cabo de una buena sesión de mamada yo le dije medio jadeando y full excitado: “mira loco en cualquier momento se me va a salir la leche, te aviso para que tengas cuidado o si quieres tragártela lo hagas”, entonces el marica dejó de mamarme y me dijo: “no mi amor, esta verga merece sentirse en el culo y esa leche tienes que dejármela adentro porque así me harás tuya y tú serás mío” enseguida la loca se bajó el pantalón y se puso en cuatro sobre el piso alfombrado, yo por mi parte me arrodillé entre sus piernas y le clavé mi pene en su orificio anal, no fue necesario esperar a que se dilate el ñoco porque el gay tenía el ano totalmente abierto y aunque no tenía un buen culo porque era serrano y los serranos son tablas, este paraba la nalga de una forma que me divertía porque me daba cuenta que al marica le fascinaba recibir verga por el culo, y hay que reconocer que al parar su culo flaco yo ingresaba muy bien en su tronera y sentía rico.

Le pegué una buena culiada durante un buen rato en que me mantuve en un mete y saca constante mientras escuchaba al gay decirme engrupido: “¡así papazote, así, culéame bien, rómpeme el culo aniñado guapo, destrózame el culo con tu rica vergota!” hasta que sentí que la leche se me salía así que le clavé mi pieza hasta el fondo de su hueco y le descargué adentro toda mi dotación de espeso semen tal y como él me lo había pedido una y otra vez gritando enloquecido de placer ante mis salvajes embestidas.

Luego de eso nos lavamos en un baño y nos volvimos a vestir. Agitados bajamos nuevamente a la planta baja donde estaba mi papá que ya me había estado buscando y me preguntó medio molesto: ¿dónde te habías metido?, yo le dije: “es que él me estaba enseñando una sala de eventos que tienen arriba, por si acaso nos interese”. Ya estaban cargando la compra que hizo mi padre al carro y yo sentía las miradas de los empleados y sobre todo de un patucho con mucho aspecto de serrano y muy parecido al gay que yo me acababa de culiar, sólo que este lucía mucho más rústico que su hermano marica. “seguramente este es el hermano” –pensé- y entonces me di cuenta que en ese local de materiales para la construcción todos sabían que el meco Jimmy Mayorga les mamaba la verga a los clientes y luego se lo tiraban; me di cuenta porque los empleados hablaban entre ellos y cuchicheaban secretamente al tiempo que me miraban la pantaloneta mal puesta y con manchas de semen húmedo en la zona pélvica.

Ya en el carro de mi papá me dijo: “estos serranos de mierda no me entregaron la factura, anda a pedirla”, así que yo volví a entrar a la Vidriería Pacific y les pedí un poco nervioso la factura y entonces vi que el gay al que yo me acababa de culiarme hace tan solo unos segundos estaba sentado en su escritorio trabajando y hablando por teléfono muy tranquilo como si nada hubiera pasado, luego de haber recibido senda culiada!

Quien me entregó la factura fue el serrano patucho que creo era su hermano, quien al acercárseme y dármela, me dio también la mano y me guiñó el ojo al tiempo que me dijo: “gracias por tu compra…..y….buen provecho pelado…..”

Medio incomodo retorné al carro de mi papá y le entregué su factura. Camino a casa pensaba en todo lo que había hecho con el gay y en lo que su hermano me dijo al despedirse…¿será que los dos hermanos son gays y se hacen los levantes entre sus clientes para comerse sus vergas? ¿Tirarán con sus empleados? ¿Tendrán orgías dentro de su negocio?.Nada de esto he averiguado porque nunca más he visto a ninguno de los dos comerciantes serranos de la Vidriería Pacific, pero si lo hago los mantendré informados.
Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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