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Vacaciones con mis amigos y mi novia (Parte 4)

Aquella noche iba a haber una fiesta, la misma que Alex quería invitar a Gina como cita. Todos mis amigos estaban dispuestos, excepto por Ori y por mí. Mi novia seguía enojada conmigo y yo aún estaba en un estado de conflicto. Necesitaba hablar con Ori y sabía que no podía ir sin ella ya que eso sólo haría la situación peor.



Todos se estaban preparando para ir a la fiesta, las chicas se pusieron unos vestidos de noche y Alex y Gerardo se pusieron la mejor ropa que traían.



Antes de que se fueran necesitaba hacer algo.



Toque la puerta de la habitación de Valeria y Gina y una voz sonó en el interior.



—Pasa —dijo Gina desde el interior.



Abrí la puerta y mire a las dos chicas. Ambas se veían bastante bonitas. Gina se había puesto una blusa blanca bastante holgada y un short azul marino con rayas blancas; por su parte, Valeria llevaba puesto un vestido con medias y botas de tacón, todo de color negro, dándole un aire elegante y para ser sincero, se veía hermosa. Al verlas así no pude evitar pensar que tan sólo unas horas atrás había cogido con una y visto a la otra, parecía que esa experiencia jamás hubiera pasado. Se veían tan guapas e inocentes.



—¿Gina, podrías darme un minuto con Valeria?



—Ammm, seguro. —Dijo y salió de la habitación—. No tardes mucho, ya casi nos vamos.



Cerré la puerta en cuanto se fue y mire a Valeria, me movía un poco nervioso por lo que iba a decir.



—Valeria —hice una pausa—. Te quiero pedir una disculpa por irme de forma tan abrupta hace rato. No estuvo bien, mucho menos después de lo que hicimos.



—Oh —dijo con una cara de genuina sorpresa, no sabía lo que iba a decir—. Descuida, no pasa nada.



—No, sí pasa algo. Me dijiste que te gustó como lo hice y en vez de decirte algo parecido me fui como si tuvieras lepra o algo así.



—Oye, Alex me explicó todo y… la verdad es que tampoco estuvo bien lo que hice, olvide que tú y Ori estaban juntos. Es sólo que… creo que me deje llevar.



—Los dos lo hicimos —dije con una ligera sonrisa y ella también sonrió—. Pero la cosa es que… tú me gustabas antes de que conociera a Ori, y una parte de mí… bueno, le encanto lo que pasó.



Hice una pausa en espera de que me dijera algo, al no hacerlo continué.



—Y pues voy a rectificar mi error. Valeria, eres hermosa, tienes un gran cuerpo y me encantó hacerlo contigo. Estuvo increíble.



Ella sólo sonrió y camino hacia mí. Quedamos a sólo unos centímetros de distancia y alcance a oler su perfume. Olía delicioso.



—Tú también me gustaste por un tiempo y… —sonrió— creo que también necesitaba quitarme las ganas que tenía de ti.



Su comentario hizo que un cosquilleo apareciera debajo de mi pantalón.



—Y realmente era en serio lo que dije, coges bastante rico —dijo acercándose más—. Y… me gustaría repetirlo



No sé quién lo hizo primero, pero en cuanto sus labios tocaron los míos me deje ir. La tome de la cintura y la acerque a mí mientras seguíamos besándonos. Sus labios eran tan dulces y no podía contenerme… pero lo hice. Me separe de ella y la mire, su cara denotaba decepción.



—Aún estoy con Ori —dije simplemente.



—Lo entiendo —me dijo, me soltó y se acomodó el cabello que yo había revuelto—. Será mejor irme, Gina se va a desesperar si tardo mucho.



Sólo asentí y deje que se fuera. Tenía razón, yo también quería repetir con ella. Por eso la había besado, un beso no se había comparado con lo que habíamos hecho unas horas atrás. Pero aun así había estado mal.



Cuando salí de la habitación aún no se habían ido. Insistieron un a última vez en que los acompañara, pero me negué rotundamente. Le entregue las llaves de la casa a Alex para que abrieran cuando llegaran y se fueron.



No me atreví a ir a la habitación. Ori seguía ahí, no sabía si aún lloraba o se había quedado dormida, pero simplemente no quería estar con ella.



Prendí la televisión y vi una película mientras cenaba un poco de la pizza que habíamos comprado en la tarde.



Mi mente era un desastre. Sabía que tenía que decirle a Ori lo que había hecho, la había engañado maldita sea. Pero una parte de mí no quería, le haría demasiado daño a ella, no quería cargar con ese peso. Sin embargo, había algo más y me sentí peor siquiera plantearme esa idea. Era la excusa perfecta para terminar con ella.



La película seguía, pero ya le había quitado importancia. Mis pensamientos y mi atención regresaban una y otra vez sobre qué debía hacer. Y como siempre se planteaban la posibilidad de dejar que todo acabara.



Pero volvía a la misma idea, lo que pasaría a Oriana si terminara con ella, era tan dependiente de mí que no sabía lo que podría hacer si terminaba nuestra relación.



Imagine varios escenarios, pero ninguno me parecía el adecuado. Ori había sido una buena novia en lo que cabía: atenta, cariñosa, pervertida cuando era necesario, pero sobre todo amorosa.



Apague la televisión, pues ya no importaba lo que estaba viendo y fui a lavar mi plato. El frío del agua despejo un poco mi mente. Lo primero en que pensé fue en Valeria. Aun recordaba como lo habíamos hecho, repetía muchas veces que había sido increíble, pero sobre todo diferente. No sabía qué era, pero había algo. Como resultado volví a sentirme completamente confundido.



Quería tener las respuestas, necesitaba algo o alguien que me las diera.



La puerta de la casa se abrió y mire el reloj, apenas eran las 11 de la noche, muy temprano para que mis amigos llegaran.



Me dirigí a la sala y me detuve al ver a Jimena quitándose los zapatos. Lleva el pelo suelto, una blusa blanca y sobre ella una falda de mezclilla azul fuerte. Sus piernas estaban enfundadas en un par de medias negras. Un atuendo bastante cómodo para la fiesta.



—¿Por qué tan temprano? —pregunte extrañado de verla sola sin ninguno de nuestros amigos que la acompañara.



—La verdad me aburrí —me dijo con una sonrisa y mis ojos se desviaron al pequeño lunar sobre su boca—. Así que le pedí a Alex que me diera las llaves para regresar. —Me lanzó las llaves y las agarre al vuelo—. Espero que te quedes despierto para poder abrirles.



Mire las llaves en mi mano y vi como Jimena se dirigía a su cuarto, pero alce la voz para detenerla.



—¿Podemos hablar?



Ella se detuvo y me miró un instante, luego se alzó de hombros y asintió.



—Vamos a mi cuarto, quiero ponerme la pijama para poder ya irme a dormir.



Sin pensarlo del todo, asentí y la seguí.



—Puedes sentarte en la cama. —me dijo tomando su ropa para dormir de su maleta y metiéndose al pequeño baño que tenía en el cuarto.



Obedecí. Mis manos restregaban con nerviosismo mi pantalón, sin saber por dónde empezar.



—Escucha, Jimena. Sé que me viste con Valeria y quiero pedirte un favor.



—¿De qué se trata? —respondió su voz desde el baño.



—No le cuentes a Ori, por favor.



—Pero es tu novia y sobre todo mi amiga.



—Lo sé, lo sé. Pero quiero ser yo quien le diga lo que pasó, no quiero que se malinterprete o algo.



—¿Pero cómo sé que le vas a decir la verdad?



—Yo… —hice una pequeña pausa ¿le diría la verdad? —. Lo hare, pero tengo que ser yo quien se lo diga, no creo que sea justo para ella que alguien más se lo diga.



Hubo una pequeña pausa en la que Jimena no dijo nada. Por un momento me puse nervioso, pensaba que diría que no.



—De acuerdo. Tú se lo dirás, pero quiero que hagas algo por mí primero.



—Sí, seguro. Lo que quieras.



—¿Lo prometes? Es un trato, si lo rompes iré ahora mismo a su cuarto y le contare todo.



Dude un momento. Algo en su voz había cambiado, pero no pensé en eso, necesitaba que no dijera así que conteste.



—Lo prometo.



—Muy bien.



La puerta se abrió y me quede de piedra ante lo que vi. Jimena se había cambiado, sí, pero no a su ropa para dormir. Ahí estaba ella, usando sólo su ropa interior, un brasier y calzón violeta, se había dejado las medias negras, pero se había recogido el cabello en una coleta. Al verla no pude evitarlo, llegó a mi mente la imagen de ella masturbándose mientras nos veía hacerlo a Ori y a mí y una ligera erección apareció en mi pantalón.



—Quítate la playera.



Su orden me sacó de mi estupor.



—¿Perdón?



—Ya me oíste.



Abrí la boca para decirle algo, pero ella se dirigió a una silla que estaba cerca de la venta, se acostó a lo largo y cruzó sus piernas sobre el reposabrazos.



—¿O prefieres que vaya a tocar a la habitación de Ori?



Abrí la boca para decir algo, pero no llegaron palabras, así que un poco a regañadientes me quite la playera. Como respuesta, Jimena sonrió.



—No sé porque pones esa cara, cuando estabas jugando con Mishel y Gerardo se te veía tan feliz.



—Entonces nos viste desde ese momento



—No hables —me dijo levantando una mano—. Si hablas gritare a Ori y ella vendrá a ver qué pasa.



No podía creer lo que estaba pasando, sentía que me estaba chantajeando… de hecho lo estaba haciendo.



—Quítate el pantalón.



Quería decir algo, pero Jimena tan sólo alzó las cejas, retándome. Con el ceño fruncido me levante y me quite el pantalón, quedando sólo en ropa interior. Jimena ladeó un poco la cabeza y miró mi miembro.



—Ahora veo porque Valeria quería tanto ese juguetito.



Su comentario alzó mi pene involuntariamente. ¿Qué estaba pasando?



—Quítate el calzón y vuelve a sentarte en la cama.



Obedecí, no tenía sentido decir nada. Me sentía a su merced, si decía o hacía algo que no le gustara sólo necesitaba llegar a la puerta y podría gritar el nombre de Ori para llamarla. Me planteé la idea de atraparla antes de que llegara a la puerta, pero ella parecía tener otros planes.



Jimena se levantó de su asiento y caminó hacia la puerta. ¿Me iba a dejar ahí, desnudo? Su trasero se movía mientras caminaba. ¿Por qué me fija en eso en la situación que me encontraba? ¿Por qué estaba tan excitado?



Cerró la puerta y giró su cabeza para verme. Una enorme sonrisa en los labios. Se acercó a mí lentamente, moviendo todo su cuerpo al hacerlo. Recordé cuando la miraba mientras hacía ejercicio, su abdomen estaba completamente firme y el resto de su cuerpo estaba tan torneado, se veía bastante sexy.



Cuando estuvo junto a mí rozó con sus dedos mi miembro y un suspiro salió de mi boca. Sus dedos eran tan suaves.



—No puedes tocarme —me dijo obligándome a mirarla tomando mi barbilla con su mano libre—. Tú sólo observaras, si llegas a tocarme siquiera llamare a Ori, ¿te quedó claro?



Asentí, hipnotizado por el toque de sus dedos. Ella no dijo nada más, se arrodilló frente a mí y tomó mi miembro entre sus manos.



—Vi cómo lo hacía Ori, pero apuesto a que puedo superarla —su lengua recorrió el tronco de mi pene e hizo un par de círculos en la punta.



Quería acusarla de que sí nos había visto. Que me había mentido en la cara, que estaba loca. Había planeado todo esto, estaba seguro. Pero toda replica desapareció en cuanto metió mi miembro en su boca. Tenía razón, era mucho mejor que Ori. Su lengua recorría mi pene junto con sus labios y el gusto aumentó.



Varias descargas de placer subían por mi cuerpo y no pude evitar gemir de satisfacción. Lo hacía increíble, la mejor mamada que me habían dado, eso era por seguro. Quería tomar su pelo, hacer que lo chupara a mi gusto. Acerque mi mano a ella para hacerlo, pero sus palabras rondaron mi cabeza. ¿Sería capaz de cumplir su amenaza? Decidí no arriesgarme y regrese mi mano a la cama, de todos modos disfrutaba lo que hacía.



Después de unos minutos sacó mi miembro de su boca y lo sostuvo con firmeza.



—Ahora veo porque este es el juguete que todas se están peleando —comentó con una sonrisa y yo no pude hacer nada más que temblar por el escalofrío—. Ahora acuéstate.



No dije nada y me acosté a lo largo, ella se subió en la cama y colocó su entrepierna frente a mi rostro.



—Ya sabes que hacer —dijo levantando su pierna derecha y moviendo sus bragas a un lado.



Y vaya que sabía. Saque mi lengua y comencé a lamer su entrada. Ella primero se quedó quieta, gimiendo ante lo que le hacía, luego comenzó a mover su cadera de un lado a otro, estimulándose con mi lengua. Sus gemidos aumentaron de volumen, una parte de mí temía que Ori la escuchara y viniera a ver qué era lo que pasaba, pero otra parte disfrutaba su sabor. Tenía un sabor dulce.



Se bajó de mí y se acostó en la cama. Se había quitado el sostén cuando estuvo sobre mí, dejándome ver sus pechos perfectos y redondos al aire. Una vez en la cama, se quitó su calzón, me miró y abrió las piernas.



—No te detengas —me dijo diciendo que me acercara con la mano.



Me acomode boca abajo y me acerque a su entrepierna. Al verla así recordé cuando la mire sentada sobre la escalera, la posición era la misma y eso me trajo el recuerdo de cómo me había sentido. La había deseado tanto en ese momento, quería alcanzarla, saborearla, hacerle tantas cosas. Ahora estaba ahí, pidiéndome que le comiera el coño. Lo hice como si tuviera no hubiera comido en mucho tiempo. Su cuerpo se retorció ante mi lengua. Su mano tomó mi nuca y me apretó contra ella. Junte mis labios con los suyos y gruñí, haciendo vibrar mis boca. Ella casi gritó y sus fluidos inundaron mi boca, sabía tan delicioso.



Me empujó para acostarme en la cama, casi por inercia coloque mis manos a mis costados mientras ella se sentaba en mi falo, aun sin metérselo. Se movía sobre él, apretándolo contra mi pelvis, sus labios vaginales abrazando mi tronco y estimulándolo.



—No sabes cuánto envidiaba a Ori por no compartir este juguetito suyo —dijo con la voz de una niña.



Gemí por el gusto que me estaba dando, quería metérsela, sentir su interior y parecía que ella tampoco aguantaba. Se levantó ligeramente y con su mano dirigió mi miembro para que entrara. Estaba tan caliente y húmeda. Se sentía tan rico estar dentro de ella.



Lo metió hasta el fondo y comenzó a moverse lento y de forma rítmica. El gusto aumentó, pero quería más, quise tomarla y penetrarla lo más duro que podía. No pensaba en nada ni en nadie más, la deseaba a ella, a Jimena. Lo había hecho cuando me miró de forma picara en el carro, lo había hecho cuando se masturbaba en las escaleras, la deseaba ahora mientras ella se movía sobre mí.



—Desde hace tiempo había querido que me hicieras esto —me dijo entre gemidos sin dejarse de mover—. Te vi mientras se lo hacías a Ori, cuando jugaron póker después —comenzó a apretarse los pechos—. Luego cuando se lo hiciste a Valeria. Quería que me cogieras y dejaras bien cogida.



Sus palabras me excitaban, cerró los ojos y se agarró el cabello para dejarse llevar.



—Cógeme, cógeme como lo hiciste con ellas. Dámelo todo, amor. Quiero sentirte por completo. Cógeme duro.



Ya no pude más.



La levanté para sacar mi miembro de ella y la lance contra la cama. Ella río. La tome de la cadera y la levante para volver a comerle el coño. Ella gimió sin reparo y se dejó hacer, ya no importaba su amenaza, ella lo quería y se lo iba a dar. Mientras comía su coño le di un par de nalgadas, cada una acompañada con un gemido por su parte.



—Te voy a dar justo lo que querías —le dije mientras me ponía en posición y metía mi miembro en ella con una fuerte embestida.



—¡Ah! —gritó con un gemido.



No me contuve, quería que le diera duro y eso hice. Ella giró parte del cuerpo para pellizcarse los pezones mientras me miraba.



—Así, así, dame. Quiero sentirlo hasta el fondo —me dijo y luego sonrió.



Su trasero se sentía tan bien chocando contra mí. Quería sentir más de ella, quería disfrutar su cuerpo tan perfecto. Le di la vuelta y acaricie sus torneadas piernas, se sentían tan suaves. Besé su abdomen firme y lamí todo su cuerpo desde su pelvis hasta el espacio entre sus pechos. Los besé y masajeé con mis manos, había tenido razón la primera vez que los vi, eran un poco más grandes que los de Ori y cabían de una forma perfecta en mis manos. Chupe y mordí sus pezones, su gruñido de satisfacción me hizo jalar uno con los dientes. Me estaba volviendo loco, todo en ella era perfecto, incluso oír sus gemidos era diferente.



Tome una de sus piernas y la coloque sobre mi hombro, haciendo que quedara un poco de lado para volver a penetrarla. Baje lo más que pude, sorprendido por su elasticidad, mi frente toco la suya mientras me movía. Sentía como mi cuerpo movía el suyo y escuchaba sus gemidos a la perfección pues estaban cerca de mi oreja.



—Así, no pares… no pares… me encanta —dijo estimulando su clítoris mientras seguía dándole duro.



Su mano tocaba mi pene de vez en cuando y eso mandaba más sensaciones a mi cuerpo. La apreté más contra la cama y le di lo más rápido y fuerte que pude. Llegó al orgasmo, su cuerpo se convulsionó debajo de mí y se mordió la mano para evitar gritar.



No la deje descansar, continué penetrándola con fuerza. Sentí su mano arañarme el pecho, luego el brazo y al final la espalda, pero estaba tan concentrado que no le di importancia.



—Ah… estás tan apretada —dije sintiendo como su vagina se volvía a cerrar sobre mi pene unos segundos después de su orgasmo.



—Quiero que me lo des —me dijo bajando su pierna de mi hombro y apretándome más.



Continúe con mi movimiento mientras sentía el orgasmo llegar.



—¿Lo quieres?



—Sí, sí, dámelo. Lo quiero.



La penetre lo más rápido que pude, pero sólo dure unos segundos antes de que me saliera, poniéndome en posición para darle mi corrida. Para mi sorpresa, ella se levantó rápidamente, tomó mi miembro y se lo metió a la boca. Sólo necesite un par de chupadas antes de correrme. Hasta ahora, el mejor orgasmo que he tenido.



Caí a un lado en la cama, completamente rendido. Jimena se acostó también, pero no a mi lado, sino a lo largo y dejando su pie cerca de mi miembro. Lo tocó con delicadeza, su tacto me dio como regalo unos cuantos cosquilleos agradables mientras mi erección bajaba.



—¿Sabes? Realmente iba en serio lo que te dije —comentó.



Gire la cabeza para mirarla, completamente extrañado.



—Acerca que debes terminar con Ori.



—¿Y estar contigo?



Ella se rio ante el comentario, se levantó para ponerse las bragas y se sentó a mi lado, mi mirada se fue a sus pechos. Había sudado un poco y no lo había notado.



—No quiero que te hagas ideas raras, ¿de acuerdo? La verdad es que no eres mi tipo —me dijo.



—¿Ah no? ¿Y tú chantajeándome para que te cogiera qué fue? —pregunté levantándome y apoyándome en un brazo para verla mejor.



Ella sólo levantó los brazos.



—Uno, estaba muy caliente desde hace mucho, no había estado con alguien desde hace un buen rato. Dos, verte haciéndolo hizo que se me antojara y tres, realmente se veía que cogías rico y lo hiciste.



Ella me giñó el ojo y yo me senté, colocando mi espalda contra la pared. En cierta forma sabía que debía sentirme mal, había vuelto a engañar a Ori, tan sólo unas horas después de haberlo hecho, pero al hablar con Jimena, sentía que quería llegar a algún lado.



—¿Entonces admites que me viste las tres veces, incluso cuando lo estaba haciendo con Ori?



—Bueeeno, en realidad te traía ganas desde antes —me dijo acariciando mi pierna desnuda, se sintió raro, pero a la vez íntimo y agradable—. Ella me contaba y contaba lo buen novio que eras y muchas cosas de ti. Un día me enseñó una foto tuya y pensé que al menos tenía que intentar tenerte para mí una vez. Si te soy honesta fue una suerte todo lo que pasó estos últimos días, de lo contrario no hubiéramos terminado así.



Baje la mirada, avergonzado.



—Pero volví a engañar a Ori, esto estuvo mal.



Hubo un momento de silencio antes de que ella tomara mi rostro para obligarme a verla.



—¿Lo ves? Es por esto que opino que deberías terminar con Oriana. Puedo ver que en verdad la quieres, pero una parte de ti ya no quiere estar con ella. Eres demasiado bueno para ella, y no me malinterpretes, es mi amiga, pero creo que te perdió en cuanto comenzó a ser demasiado posesiva y dependiente de ti.



La mire sin saber que decir, sus palabras estaban tocando algo en el fondo de mi cabeza, algo que ya había pensado desde hace mucho tiempo.



—Dime, ¿realmente veías un futuro con ella?



Abrí la boca para contestar, pero aquella cosa en el fondo de mi ser me detuvo a pensar la respuesta.



Sabía que me quería casar en un futuro, tener hijos, sentar cabeza, pero quería hacerlo con la chica adecuada. Recordé a Mariana y a Ankaret, la vez que había tenido un trio, y antes de ellas a Karina, mi primera vez. Con las tres había tenido varias experiencias bastante personales y sobre todo increíbles, pero con ninguna me había sentido conectado a un nivel demasiado profundo; sí, me habían gustado, pero con ninguna sentí que era LA chica. Y si lo pensaba detenidamente, con Ori era lo mismo. Eso era algo que me había mostrado coger con Valeria. Por mucho creí que Ori podría ser la indicada, cada vez que lo hacíamos se sentía bien, una conexión, un amor, la amaba. Pero poco a poco ese amor se fue apagando, su forma de ser tan manipuladora era la culpable. Tenía la sensación de que el sexo era lo que nos mantenía juntos, pues sentía que esa conexión que teníamos aún estaba ahí cada vez que lo hacíamos. Pero al hacerlo con Valeria… me di cuenta que no. Mientras mi miembro entraba en ella jamás pensé en Ori, y tampoco esta vez que lo había hecho con Jimena, vaya desde que la había visto en las escaleras masturbándose, quizá antes.



—No —fue mi única respuesta.



Jimena sonrió ligeramente, luego comenzó a acomodarme el cabello de una forma tierna y me sentí como hacía mucho que no lo hacía.



—Estabas tan cegado por tu cariño a ella y al hecho de que no querías lastimarla que no te diste cuenta que te estabas haciendo daño a ti mismo. Es una verdadera lástima que tuviste que acostarte con alguien más mientras fueras su novio para darte cuenta de algo.



Y tenía razón, ahora estaba claro, ya no amaba a Ori.



—Yo sólo quería aprovechar mi oportunidad antes de que te dieras cuenta por tu cuenta —continuó Jimena alzando los hombros, luego se acercó y me dio un beso—. Espero que te haya gustado tanto como a mí.



Y la verdad lo había hecho, mucho.



Quise decírselo, pero ella tan sólo me empujó de la cama y se acostó.



—Ahora vete, quiero dormir. Estoy muy cansada.



Abrí la boca para decirle algo, pero en vez de eso sonreí. Tenía los ojos cerrados y una enorme sonrisa en la boca. Se había acostado con los pechos al aire y me deleite con esa imagen mientras volvía a ponerme mi ropa, tratando de recordar cada detalle de su cuerpo. Me dirigí a la puerta para irme, pero antes me di la vuelta y le pregunte:



—Jimena, ¿crees que algún día podamos repetir esto?



—¿Quién sabe? Puede que sí, puede que no. Sinceramente estaría dispuesta, pero sería cuestión de esperar y ver —dijo sin siquiera abrir los ojos.



Sonreí por la posibilidad y salí del cuarto.



A pesar de estar algo cansado tuve que esperar a que el resto de mis amigos regresaran para abrirles la puerta. Fueron unas cuantas horas algo aburridas pero las aproveche bastante, pues medite todo lo que había hablado con Jimena. También pensé en todo lo que había pasado y lo junte con los pensamientos que había tenido desde tiempo atrás. Al final llegue a una conclusión: debía terminar con todo esto.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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