Vivo en un pueblo cercano a Pachuca. A principios del año, tuvimos una reunión familiar en la casa de mi tía. Yo estuve tomando las fotos de la fiesta con mi cámara digital, la cual tenía pocos días de haberla comprado. Por la noche vimos las fotos en la computadora de mi prima. Ahí llegó la esposa de mi primo, Irma, quien me pidió le tomara una foto para enviársela a su esposo Oscar, quien se encuentra en Atlanta desde hace cinco años. Le tomé varias fotos y después de descargarlas en la computadora ella las envió a su esposo. Regresé a casa, antes de dormir, descargué las fotos en mi computadora en el álbum familiar para dejar la memoria de la cámara vacía. Mientras pasaban las fotos en el monitor, miré las fotos de Irma. Joven, morena clara de alrededor de treinta años. Es más bien bajita, de cuerpo bien formado con curvas acentuadas después del parto de su hijo, ahora de siete años. Su cuerpo ganó un poco de peso, su busto creció y sus caderas se pusieron más anchas. Fue muy afortunado mi primo al tener esa mujer, aunque como dije, desde hace varios años no esta con ella.
A la semana siguiente, Irma se presentó bien vestida en mi casa. Después de platicar cosas no relevantes al caso, me dijo que Oscar quería que le mandara otras fotos, le habían gustado mucho las anteriores, las que le tomé en la fiesta. Me preguntó si tendría inconveniente en tomarle otras fotos para enviárselas nuevamente. Por supuesto que no me negué, al contrario, me sentía bien el hecho de usar mi cámara. Le propuse tomar varias fotos y después elegir cuales quería enviarle. Coloqué una sabana de color sobre la pared, a manera de improvisar un fondo uniforme y procedí a tomarle las fotos. Irma soltó su pelo, se puso en diferentes posiciones y actitudes ante la cámara. Después puse una silla, para hacer varias tomas con ella sentada y de pie apoyándose en la silla. Vimos la serie de fotos en la computadora y ella eligió tres. En una de ellas, tomando su rostro, Irma lanzaba un beso y se veía muy sonriente. Otra foto era de cuerpo entero, con su vestido corto muy pegado a su cuerpo se veía sensacional. En la tercera, estaba sentada en la silla con las piernas cruzadas. Sus piernas y muslos se veían fabulosas en esa foto. Le grabé las fotos en un disco compacto y ella se fue agradecida. Yo revisé nuevamente las fotos en la computadora. ¡Que linda se veía Irma! Hasta ese momento me pregunté sobre su soledad. Es decir, sobre la falta de su esposo, porque una mujer como ella, seguro debería ser fogosa. En fin, era el precio a pagar por los dólares que le envía Oscar.
Pasaron tres semanas para que Irma me visitara. Nuevamente platicamos de cosas banales. Ella se notaba nerviosa, quería decirme algo sin atreverse. Finalmente jaló aire y se animó a hablar. Me dijo haber cometido un error. Le pedí me explicara cuál era el error. Habló sobre las fotos enviadas a Oscar, habían intercambiado mensajes por correo electrónico y hasta discutido en un chat sobre ellas. Irma le mintió a Oscar diciendo que una amiga suya tomaba las fotos, así él se sintió confiado y ahora quería le enviara más, pues es una forma de recordarla. Le dije a Irma que no tenía porque preocuparse, yo le tomaría más fotos. Realmente no era ningún problema para mí. Confirmé haber hecho una compra útil con esta cámara. Me aclaró que le daba mucha pena contarme esto, pero Oscar insistía en las fotos, y ella no se atrevía a decirle quien era el fotógrafo por temor a desencadenar un malentendido. Le dije que estuviera tranquila, yo jamás le diría algo a Oscar para no ocasionar problemas. Entonces ella dijo algo que me hizo pasar saliva con dificultad. Oscar deseaba las fotos de ella en ropa interior. Me dijo haberle dado muchos pretextos a Oscar, que no encontraba a su amiga, que la amiga había salido de viaje y cosas así. Pero su esposo seguía insistiendo en tener esas fotos de ella. Llegó el punto de ya no tener como seguirle negando las fotos. Además, no conocía a nadie más con este tipo de cámara. Inmediatamente me ofrecí a ayudarle, jurándole que de mi boca no saldría nunca un comentario al respecto. La cara de Irma cambio de expresión, estaba más relajada y confió en mis palabras. Con timidez, me preguntó si podía tomarle las fotos. Por supuesto que lo haría. Me dispuse a preparar el escenario, aunque pensé sería muy riesgoso tomarle las fotos en mi casa. Es frecuente la visita de vecinos o familiares y si me encontraran con Irma en ropa interior sería muy complicado que entendieran todo el asunto. Le expliqué lo anterior a Irma y le propuse irnos a Pachuca y buscar mejores condiciones. Le pedí adelantarse y esperarme a dos calles de la terminal de los taxis colectivos. Yo la alcanzaría unos minutos más tarde porque necesitaba comprar unas lámparas para mejorar la iluminación y tener mejor calidad de fotos.
Fui a una tienda departamental en Pachuca a comprar dos lámparas de luz fría. En el trayecto a la caja de pago crucé por el departamento de lencería y se me ocurrió comprar algunas prendas para Irma. Le pregunté a la encargada de la tienda por ropa de talla apropiada, señalándole a una mujer con cuerpo parecido al de Irma. Compré un brassier y panty de hilo dental diminutos de color azul pastel. Nada más de imaginarme a Irma con estas prendas puestas, hizo que mi verga se parara.
Pasé por Irma y tomé rumbo a un hotel de la periferia de Pachuca. Ya dentro de la habitación coloqué las luces y cuando estuve listo, se lo indiqué a Irma. Ella se puso nuevamente muy nerviosa. Me dijo estar un poco incomoda por encontrarse sola frente a mi y tener que quitarse su ropa. Le comenté que no hacia nada malo, solo trataba de complacer a su esposo quien debía extrañarla mucho. Finalmente se animó y me dijo que podíamos comenzar. Se quitó su vestido e inicié a tomar algunas fotos. Su ropa interior era normal, brassier grande y panty de licra. Mientras cambiaba de posiciones, y yo disparaba mi cámara, le comencé a platicar sobre lo feliz que estaría Oscar al ver las fotos. Sobre todo porque hacia mucho tiempo que no estaba con ella. Le pregunté si no le gustaría sorprender a Oscar con fotos más sugerentes. Me contestó que sí, le gustaría mucho que Oscar se desahogara viendo fotos de ella y no buscando por ahí otra mujer con quien desquitarse. Eso era lo que yo quería oír. Entonces le dije, mientras le mostraba las prendas, que había comprado ropa muy sexy. Yo le podía tomar fotos con esas prendas y Oscar estaría muy contento de verla así. El rostro de Irma reflejó sorpresa, me dijo que no podía vestir esa ropa que era muy atrevida. Yo argumenté que se trataba de hacer feliz a su esposo, para asegurar que se desahogara bien y no anduviera buscando otra mujer. Ese era su punto débil. Quizá tienes razón- me dijo.
Fue al baño a ponerse la lencería. Cuando salió, se me cayó la quijada de lo buenísima que se veía. ¡Irmaaa!- le dije- Oscar se pondrá muy feliz cuando vea estas fotos, te ves muy hermosa. Irma se sonrojó y movió sus brazos tratando de cubrir sus pechos y su entrepierna. ¿Tú crees? – me preguntó. Desde luego- le respondí en tono muy sugestivo- eso pondría feliz a cualquier hombre. Irma desvió su mirada hacia mi paquete y obviamente se dio cuenta de la carpa que mi palo había levantado. Comencé a tomarle fotos, ella seguía cubriéndose con sus brazos. La tomé desde varios ángulos. Le pedí se diera la vuelta, ella obedeció. ¡Wow! Que riquísima se veía Irma. Esta prácticamente desnuda, fijé mi vista en el triangulito de tela y la tira de la tanga de hilo dental metida entre sus nalgas. Irma seguía con la vista hacia la cámara. Yo no pude más, acomodé mi verga, me dolía al chocar contra mi pantalón, por lo erecta que estaba. Irma notó cuando me agarré la verga, cerró sus ojos y me pareció escuchar un leve suspiro. Le pedí se pusiera de frente nuevamente con sus manos en la cintura y sus piernas cruzadas. Levanta el pecho – le dije. Irma acató la orden de inmediato. Me acerqué a tomar fotos a sus tetas. Sus areolas se asomaban levemente por arriba de las copas del brassier. Noté sus pezones erectos. Continué diciéndole como posar y ella fue obedeciendo a pie de la letra. Le pedí se pusiera en cuclillas con sus manos colocadas en sus rodillas. Me hinqué para quedar a la misma altura y no tener imágenes distorsionadas. ¡Ay cabrón! Miré su entrepierna, su panochita se veía muy sabrosa, apenas cubierta por la delgada tela de la tanga. Unos pelos finos se asomaban a los lados de la tanga. Me tiré al piso para buscar el mejor ángulo y tome varias fotos de su pubis. Quedé acostado muy cerca de ella. Observé como Irma dirigía su mirada al bulto de mi verga bien parada. Acuéstate en la cama y abre tus piernas – le indiqué- obedeció como autómata. Continué tomando fotos de su panochita. Oscar se va a desahogar completamente cuando mire las fotos – le dije. Irma solo cerró los ojos y su respiración aumentó de frecuencia. Ahora híncate sobre tus codos y rodillas –le ordené. Irma lo hizo dejando sus rodillas juntas. ¡Que culo tan sabroso se le veía a Irma! Apenas tapado por la delgada tira de la tanga. Tome fotos sin discreción. A veces me acercaba a su sexo para olerlo. La tanga estaba empapada con sus jugos. Jala tu tanga para fotografiar tu sexo – le pedí. Me respondió que no, eso no la haría. Insistí que Oscar estaría desesperado por verle su sexo aunque sea en fotos. Con ese argumento Irma obedeció. ¡Que mojada estas! – le dije. Ella no respondió, solo arqueó un poco sus hombros y agachó su cabeza hacia la cama. En esa posición le veía yo todo: su culito muy oscuro y cerrado y su panochita con sus labios pegados con líquido viscoso saliendo de ellos. Hice varios disparos con la cámara. Le pregunté: ¿Te puedo acomodar tus pelos para que tu panochita quede bien descubierta? Solo si me juras – respondió- que no te vas a aprovechar de mí. Por supuesto, no haré nada que tú no quieras – le expliqué. ¡Júrame que no me vas a coger! – me exigió. Después de hacer el juramento, procedí a bajar su tanga y a separar con mucho cuidado los pelos que cubrían su sexo. Su vagina expulsó mucho líquido, sus labios vaginales crecieron enormes con su clítoris asomándose por debajo de ellos. Con mucho cuidado separé sus labios dejando su panochita como una papayita abierta a lo largo. Tome varias fotos, noté como Irma estaba apretándose una teta. Con el pretexto de acomodar los pelos comencé a tocar los labios vaginales de Irma. Cuando toqué su clítoris ella pegó un gritito. ¿Te lastimé? – le pregunté. Irma solo movió su cabeza afirmando. Déjame sobarte – le dije. Con mis manos abrí completamente sus nalgas y procedí a poner mi lengua sobre su clítoris. A los pocos segundos de que lamí su clítoris se desencadenó un violento orgasmo en Irma. Para esto, yo ya le estaba comiendo toda su vagina, recorrí con mi lengua todo su sexo poniendo mucha presión con mi lengua sobre su clítoris. Irma no dejaba de moverse de un lado a otro mientras continuaba viniéndose. Cuando terminó, casi sin poder hablar por lo agitado de su respiración, me reclamó: - ¡Dijiste que no me ibas a coger! Y no te he cogido – le contesté - mira mi verga sigue dentro del pantalón. Una mancha grande en mi pantalón indicaba que mi verga había arrojado un poco de semen. Me puse a un lado de ella y, mientras yo hablaba, le seguí acariciando con mi mano su panocha. Solo te acaricio – le dije – no es lo mismo que cogerte. Cogerte sería si yo te metiera la verga, pero siente, solo te estoy metiendo un dedo. Mi dedo entraba y salía de su resbalosa vagina, Irma no estaba en condiciones de negarse, solo cerró sus ojos y agacho su cabeza concentrándose en sentir mi dedo. Seguí metiendo y sacando mi dedo, mientras con la otra mano desabrochaba mi cinturón y pantalón dejando mi verga al aire. Acerqué mi verga a la cara de Irma, con suavidad acaricie su cabello. Al sentir mi mano abrió sus ojos e hizo su cara hacia mí, al ver mi verga tan cerca por instinto abrió la boca. La cabeza de mi verga entró en su boca y ella la comenzó a mamar suavemente. Así estuvo un rato, mamando despacio mi verga mientras yo le metía y sacaba el dedo de su vagina. Irma fue metiendo más verga a su boca poco a poco, hasta que logró meterse más de la mitad. Le pedí levantara su pierna porque quería mamarle su panochita otra vez. Me coloqué debajo de ella en un 69 prendiendo mi boca a su sexo. El siguiente orgasmo le llegó enseguida. Aumentó la fuerza con que mamaba mi palo y yo también me vine, dentro de su boca. La gran cantidad de mocos que aventé la hicieron toser. Escupió muchos espermas, pero luego luego se pegó otra vez a mi verga. La mamaba con desesperación, seguro no había mamado una verga desde que Oscar se fue. Ella seguía moviendo su sexo sobre mi boca. Se sacó mi verga de la boca para dar unos gemidos muy fuertes. Poco a poco sus gemidos se apagaron al igual que el movimiento de su cadera fue disminuyendo. Se recostó sobre la cama, tenía su respiración tan agitada impidiéndole hablar. ¡No me dejes así Irma!- le reclamé enseñándole mi verga bien parada. –Pero ya te viniste – alcanzó a decir. Si, pero me falta todavía – le dije en tono de necesidad- todavía mi verga esta caliente. Irma estiró su brazo y tomó mi verga con su mano masturbándola suavemente. Yo me quedé inmóvil con mis manos en la cintura dejando que ella tomara la iniciativa de cómo masturbarla. Mi verga se puso durísima y la cabeza creció como nunca me la había visto. ¡Que rico lo haces! – le dije. Irma me miró con los ojos medio abiertos. Ella estaba caliente nuevamente. Pensé que era mi oportunidad de cogérmela. ¡Déjame meterla en tu panochita! – le imploré. Con mucha dificultad me contestó que no, yo había jurado que no me la cogería. - ¡Déjame ponerte nada más la puntita en tu entradita! ¡Por favor! – le rogué hasta que la convencí. ¡Nada mas en la entradita ehhh!- me advirtió. ¡Claro mamacita! – le respondí. Volvió a colocarse en cuatro con las rodillas separadas muy cerca de la orilla de la cama. Me puse detrás de ella y coloqué la cabeza de mi verga en su entradita. Con mis dedos pulgares separé sus labios vaginales y metí un poco de la cabeza de mi verga en su vagina. Solté sus labios y estos quedaron como a la mitad de la cabeza de mi verga. ¡No la vayas a meter! – me dijo Irma- el único que me ha cogido es Oscar. – No te preocupes – le contesté- nomás termino y ya. Hice movimientos de atrás hacia delante, solo tocando la entradita de Irma. Poco a poco la cabeza de mi verga se fue abriendo camino. En un momento dado, sus labios vaginales parecían que devoraban la punta de mi verga. Irma jaló aire con sus dientes e hizo su cuerpo hacia atrás. Con ese movimiento la cabeza de mi verga entró por completo en su vagina. Yo la retiré inmediatamente temeroso que Irma se levantara molesta por esto. Irma habló: ¡Toda! ¿Eeehh? ¿Qué dices? – le pregunté presuroso. ¡Toda, por favor métela toda! – me dijo en tono muy cachondo. Con un movimiento sencillo de mi cadera mi verga se clavó por completo en su vagina. La tomé por la cintura con mis manos y comencé a darle unas cogidas muy fuertes. Irma comenzó a gemir y suspirar pidiéndome que no dejara de metérsela. ¡Toda papito, métela toda! – me decía. Subí mis pies a la cama, sin sacarle la verga, y así de pie, le di unas metidas muy profundas. Irma gemía y hablaba pidiendome la cogiera más duro. Dejó de hablar porque su orgasmo llegó. Solo gemía y movía su cabeza muy rápido. Yo también sentí que iba a terminar. ¡Me voy a venir! – le dije. ¡No los vayas a echar dentro! – me advirtió- no uso nada para cuidarme. Yo saqué mi verga justo a tiempo. Un gran chisguete de espermas cayó sobre su espalda. Seguí masturbando mi palo hasta que terminó de vaciarse. La espalda y nalgas de Irma quedaron todas salpicadas de mis mocos. Para terminar, le di un beso en su panochita y otro en su culito, agradeciéndole el que me haya dejado terminar.
Ella se quedó acostada bocabajo y yo me recosté junta a ella. Nuestras respiraciones muy agitadas se sincronizaban. Irma se dio la vuelta, tenía el brassier por debajo de sus tetas. Sus pezones todavía se encontraban erectos. Sin decir nada, dirigí mi boca a una de sus tetas, chupando su pezón delicadamente. Irma no dijo nada, se dejó hacer. Tomé su otra teta con mi mano y de di pequeños pellizcos a su pezón. Ella exclamó un leve uuyyhhh! Seguí chupándole y mordiéndole alternadamente sus pezones. Irma tomó mi cabeza con sus dos manos, oprimiéndola contra sus pechos. Tomé una de sus tetas con mis dos manos, apretándola dejando su areola libre para mover mi lengua muy rápido sobre su pezón. Irma estaba gimiendo nuevamente, tenía sus piernas levantadas y abiertas, esperando ser penetrada. Deje sus tetas y me hinqué frente a ella, con dos o tres masturbadas a mi verga se puso muy dura. Puse sus piernas en mis hombros y me la cogí otra vez. Irma estiró sus manos para tomarme de las nalgas y me jalaba hacia ella para meterle la verga muy profunda. Irma tuvo otro orgasmo, yo seguí limando mi palo y besando sus pantorrillas hasta que me canse. Me acosté, sobre la cama y le pedí a Irma se montara en mi verga. Irma tomó mi palo y lo masturbó hasta que lo sintió muy duro. Entonces lo sostuvo con su mano y se montó sobre el. La cadera de Irma subía y bajaba metiéndose toda mi verga. Yo la jalé hacia mí para mamarle sus tetas. Unos momentos después, ella comenzó a mover su cadera muy rápido y pegó sus tetas a mi cuerpo. ¡Que rica sensación tener sus tetas rozándome mi abdomen y pecho mientras su vagina se cogía a mi verga. Los gemidos clásicos de su orgasmo se hicieron presentes, sentí claramente en mi verga su orgasmo. Tan pronto terminó, vino mi eyaculación. ¡Me vengo!- le dije- ¡Me vengo! Ella se salió de mi verga al momento que un chorro de espermas salió disparado. Irma tomó mi verga con su mano ayudándome, después se la metió en la boca y la succionó muy fuerte, tratando de sacarle todos los espermas de un jalón. ¡Que venidota tuve! ¡Que rica!
Nos quedamos acostados. Nos bañamos por separado, con esto, recuperamos nuestro estado normal. El rostro de preocupación apareció nuevamente en Irma. No dijo nada, pero entendí su silencio. Le juré nunca decirle algo sobre lo ocurrido a Oscar. Nos vestimos y nos retiramos. Ella iría a mi casa para revisar las fotos que le enviaría a su esposo. Quedé esperando varios días, Irma no apareció. El siguiente fin de semana fui a la casa de mi tía. Ahí me enteré que Irma había salido hacia Atlanta para reunirse con Oscar. ¡Que bueno! Pensé, seguramente nos evitamos muchos problemas. Era la mejor cogida que he tenido en mi vida, por supuesto que la hubiera buscado para cogérmela otra vez. Solo me queda el recuerdo de ella y desde luego todas las fotos.
Hola, otra vez te digo que eres un verdadero maestro, tu estilo me impresiona cada vez más, verdaderamente increible, creeme que superas por mucho a TODOS los demás escritores del sitio, ojakla pudiera hablar contigo personal para que me digas como haces para escribir tan bien, una abrazo El Loco