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Categoría: Incestos

Mi tío, mi tía y yo, en la misma cama

Mi tía Rosa y yo estuvimos viéndonos constantemente a lo largo de un poco más de un año, alegrándole sus días de soledad, y ella complaciendo mis ansias de jovenzuelo loco por el sexo.



De tal manera que yo la visitaba por las noches en forma continua, disfrutando de las mieles de su amor, y de su menudito pero bien formado cuerpecito, ella también se notaba feliz, puchita llena corazón contento.



Hasta me dio llave de la puerta trasera, para que pudiera entrar con confianza por las noches, tener una rica sesión de sexo desenfrenado como el que ya teníamos.



Esa noche llegue a la ciudad ya tarde, como a las 3:00 am, porque me enviaron a tomar capacitación de la empresa, y pensé en darle la sorpresa llegando de improvisto.



Deje la camioneta en una calle contigua, y sigilosamente entre a su casa sin hacer el menos ruido, estaba pensando en algo que se me había ocurrido de pronto.



Me deslice como gatos entre las sombras en el interior de su casa, las luces estaban apagadas, solo la luz de la calle se filtraba por los ventanales, iluminando un poco el interior.



Llegue a su habitación y con mucho tiento me acosté a su lado, bajos las sabanas, ella estaba dormida profundamente.



Mis manos hurgaron entre sus nalgas y las separe un poco para penetrarla, y para esto yo ya me había quitado la ropa en el camino, estaba en pelotas, y me puse de cucharita con ella, y le apunte mi verga en su puchita, y se hundió como mantequilla, cosa extraña porque la tengo gruesa, no tan larga pero gruesa, y casi siempre respinga cuando se la meto.



Mi pene entro casi en su totalidad, y para que entrara el último tramo le empuje algo fuerte, ella se despertó de pronto, y me miro con los ojos desorbitados, se zafó y se volteó de frente a mí, y me tapo la boca con su mano, y con la otra me hizo la señal de que no hiciera ruido.



Yo no comprendía porque tanto misterio, y no alcanzaba a distinguir nada, hasta que mis ojos se habituaron a la oscuridad y pude descubrir de que se trataba. ¡Puta madre!, ahí estaba mi tío dormido, había llegado esa tarde de estados Unidos, afortunadamente había estado tomando y dormía profundamente.



-¡y ahora que putas hago, le dije a Rosa, muy despacito!



-¡vete! pero no hagas ningún ruido.



Mi tío se hizo como que despertaba, y yo temblé de miedo, la adrenalina estaba a tope, si me descubría no sé qué haría, era de esos que carga pistola, aunque la pistola que necesitaba no le funcionaba bien.



Estaba paralizado, pero extrañamente mi verga seguía tiesa, y pensé en esos momentos de silencio, y si lo hacemos así, con mi tío dormido a un lado, seria extremo y emocionante, al filo del peligro.



Total que podría pasar, si se despierta me meto bajo la cama, además sus ronquidos indicaban que dormía la mona plácidamente.



-¿te cogió? Pregunte a Rosa susurrando en su oído, ella asintió con la cabeza, y con el dedo índice me dijo que una vez.



-¿cogemos?, ella abrió los ojos otra vez y me dio un codazo, me aguante el dolor y la puse de cucharita.



-¡estás loco! me indico con su dedo índice dando vueltas.



En esa posición no estaba en condiciones de manotear o protestar como a veces lo hacía, cuando le entraba el remordimiento, así que tenía que aguantar la verga.



Y se la metí toda de un golpe, ella se mordió los labios para no gritar, y luego lentamente se la metía y se la sacaba hasta el borde del grande, ella intentaba forcejear.



Ahora yo le tape la boca con una mano, mientras que con la otra acariciaba sus meloncitos duros y sus pezones deliciosos, ella se estaba calentando ya.



La situación extremadamente peligrosa, la excitación al máximo, y ella lo comprendió al fin y cedió a mis pretensiones, y coopero para completar la faena.



Mi verga entraba y salía a un ritmo acompasado, ella se movía de adelante hacia atrás empujando su culito, para que entrara hasta el último milímetro de mi hinchada verga.



Mi tío seguía con su concierto de ronquidos y a veces pensé que se ahogaría, pero no, así dormía él.



Esta situación tan extrema en la que estábamos, nos generaba una adrenalina muy intensa, estábamos poniéndole los cuernos al tío en su propias barbas, en su propia cama, y por supuesto con su mujer.



Yo sentí como Rosa se tensaba y se corría una y otra vez, conteniendo los gemidos, y aferrándose a las sabanas de su cama.



Yo también solté un chorro de leche en su puchita y un suspiro salió de mi garganta, y nos quedamos así, sin hacer el menor ruido. Había sido emocionante.



Ella me apuro a que me fuera, y me dio un beso tierno, -¡vete, yaaa! susurro, yo le dije; - adiós hermosa nos vemos luego.



Y me fui como llegue sigilosamente como un ladrón, ella se quedó dormida junto al cornudito de mi tío, satisfecha y feliz.



Al otro día fue a mi casa y me dijo:



-¿dice tu tío que si puedes ir a cortarle el cabello?



-Si dile que ahí voy ahorita, nada más preparo las cosas.



Y pensé, pobrecito si supiera, pero bueno hay que despistar al enemigo, y fui a su casa a cortarle el pelo.



Se sentó en la silla reclinable, y empecé a prepararlo para empezar el trabajo, no soy peluquero, aclarando, solo que se me enseñe a cortar.



Mi tío charlaba alegremente conmigo, preguntando como me iba en el trabajo, y yo muy disimuladamente buscaba a Rosa, que no se había presentado por ahí.



-Permíteme traer una poco de agua de la cocina, tío.



Y fui a la cocina con la intención de encontrar a Rosa, y en efecto ahí estaba haciendo algo en el regadero, vestía su faldita corta de holanes, su culito paradito, y sus piernas tersas y firmes, así la mire yo desde atrás.



Llegue sigilosamente y la abrace por la cintura, ella forcejeo, y me dijo; -¡Quítate!, ¿no ves que ahí está El?



-no pasa nada tía, está ocupado, déjame darte un beso, y ella cedió y me presto sus labios rojos y carnosos.



Un rico beso, mientras que mis manos bajaban a su cuevita y le di unas palmaditas, ella se excito y me agarro el paquete muy fuerte.



-¡Quieto cabrón!



-Está bien, está bien, pido paz!, y me soltó.



-¿Qué paso con el aguaaa?, grito mi tío.



-La estaba calentando un poco tío, pero ya.



Y empecé a cortarle el pelo poco a poco, mientras que charlábamos animadamente, descargando mi conciencia.



Le iba a arreglar también la barba y el bigote, y para eso le puse una toalla tibia sobre los ojos, para que se relajara.



De pronto sentí que una mano se posaba en mi paquete, ¡woow, era mi tía Rosa¡ que me estaba incitando a experimentar otra vez lo prohibido y en sus barbas.



Yo llevaba puesto un pants deportivo, así que lo bajo sin hacer ruido, y la verga salió disparaba, tiesa ya, y me lo empezó a chupar silenciosamente.



Mi tío, hable y hable de sus aventuras allá en los Estados Unidos, mi tía Rosa chupando, y yo cortando el pelo y disfrutando.



Era evidente que a ella también le causaba emoción extrema el hecho de hacerlo en presencia de su marido, pero sin que se diera cuenta, un juego extremo.



Ella se sujetó del respaldo de la silla, y empujo su culo hacia mí, y le subí su pequeña faldita y quedo al descubierto su culito bello y terso como durazno.



Rosa hacia como si le cortara el pelo a mi tío, el no notaba nada, estaba muy relajado y entretenido en su charla.



Yo por detrás la ensarte de una estocada, ella hecho su pelo hacia atrás, y me la empecé coger ahí parados, y mi tío hablando y hablando, nosotros cogiendo a su salud.



Ella presa de la intensa emoción, se corría intensamente, escurriendo líquido vaginal por sus piernas, yo intensifique la faena y eyacule abundantemente dentro de su puchita salvaje.



Se retiró y yo me subí el pants, y volví a lo que estaba, las tijeras castañeaban, porque yo temblaba por la emoción extrema.



-¡ya no te la puñetees tanto sobrino, mira como estas de tembloroso!, me dijo el tío, riéndose.



Si supiera, que todavía antes de terminar con el trabajo le di una visitada a Rosa en la cocina, donde nos aventamos otro rapidin.



Ojos que no ven corazón que no siente.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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