Quedamos de vernos a las 8, a esa hora salía del trabajo yo, él ya me estaba esperando en aquella esquina, donde nadie nos viera. Ya era época de lluvias, nos estacionamos donde no nos alcanzara la luz de los faroles. Ricardo tiene una sonrisa como la del gato del cuento de Alicia en el pais de las Maravillas, y con un hoyuelo del lado izquierdo, le digo que ese pocito es mío. Comenzó a llover, el coche con nuestra conversación se empañó, no se veía nada para afuera, y empecé mi juego... Lo calenté con besos y caricias, todavía no nos habíamos acostado, ese día quise sólo darle un adelanto de lo que sería. Me pidió ver mis tetas, alcé mi blusa y me las saqué del brassier, haciendo que se me vieras más grandes. Me las besó, me las chupó, le pedí que me mordiera los pezones, y me elevó... Yo, le pedí ver su miembro, pensó que ya la había hecho, que se lo iba a mamar, pero sólo fué para verlo..... pobrecito! lo dejé calientito. Le toqué su punta, era suavecita y el resto del falo estaba tibio, con un olor especial. Le dije que lo guardara y así lo hizo. Siguió acariciándome y dijo: si sólo te subieras aquí, a lo cual enseguida lo monté y no pensó que lo hiciera.... Sobre su ropa me restregué y lo prendió más. En eso volví a mi asiento, abrí mi pantalón y el metió su mano a mi calzón. Me recorrió la vulva, sintió mi vello púbico ensortijado, abrí un poco más las piernas y bajó más la mano sintiendo algo un poco más caliente, ahí estaba ya excitado mi clítoris. Ya estaba yo más que mojada, por lo que no tuvo que meter más su dedo para alcanzar mi vagina e inundarse de mi juguito para jugar con mi cosita. Arriba y abajo, en círculos y en la parte trasera de mi clítoris estuvo haciendo que diera esos grititos que le encantan y que a mí me hicieron correrme más de una vez, y así fué que en mi coche grité de placer bajo la lluvia.