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Realmente no sé cómo empezar. Quiero contar la historia de amor que vivo con mi hijo. Quiero ser sincera. Pero no sé como comenzar a contarlo. Me llamo Marta, tengo 45 años, soy viuda desde hace 10. No es que no quiera hablar de mi marido. Se portó bien conmigo y nos quisimos mucho. No me arrepiento de nada, absolutamente nada, que hice con él. Pero para decir la verdad, mi verdadero amor lo descubrí cuando él murió, cuando tras aquel accidente nos dejó solos a Paco, mi hijo, y a mí.
Había tenido una vida placentera junto a mi marido. Como he dicho nos quisimos mucho. Me casé con él con 19 años, embarazada de Paco, al que tuve con apenas 20. No tuvimos más hijos no porque no quisiéramos tenerlos, sencillamente porque no vinieron.
Como he dicho con 35 años enviudé. Mi vida cambió a partir de ese momento. Y eso es lo que pretendo contar, tal vez como una especie de terapia individual e íntima que deseo compartir con todos vosotros. No pretendo que nadie me dé consejos, la decisión está tomada y más que tomada. No tengo ningún sentimiento de culpa. Ni mi hijo tampoco. Somos felices, disfrutamos juntos y estamos tremendamente enamorados. Es un amor el que sentimos total, absoluto. Eso es lo que quiero ir contando. Como he dicho no quiero consejos, pero sí opiniones. A favor o en contra. Sé que habrá gente que me comprenda. Sé que otros pensarán que lo que cuento o es ficción o es una aberración. Allá ellos. Estoy decidida, firmemente decidida, a contar mi historia. Vamos allá.
Cuando murió mi marido, Paco, con 15 años, era un chico jovial, deportista. Guapo. Un adolescente sin mayores problemas que los normales en un joven de su edad. Sano. A los dos, a él y a mí, la muerte de su padre nos descolocó en el plano emocional. Yo me sumí en una tristeza, en una depresión, en un vacío existencial. Me encontraba sola, con un hijo en edad adolescente que aún necesitaba la figura paterna como referencia. Yo no había trabajado nunca. Siempre había estado en casa. No es que quiera decir que en casa no se trabaja, las amigas que me lean saben de sobra que se trabaja y posiblemente más. Pero no tenía ninguna experiencia laboral. Gracias a los contactos que mi marido tenía, no me resultó difícil un trabajo en una oficina en horario continuado, lo que me permitía mantener un control suficiente sobre Paco.
Poco a poco mi estado de ánimo fue mejorando. Veía la vida de otra manera. El salir de casa me ayudó. Paco, sin embargo, bajó en su rendimiento escolar. No demasiado, pero sí lo bastante como para que tuviéramos una tarde una pequeña conversación:
-Debes estudiar más, las notas han empeorado este trimestre? le dije.
-Mamá, lo intento. Te juro que lo intento pero a veces me resulta muy difícil concentrarme, me acuerdo mucho de papá-
-Yo también, cielo, pero tenemos que continuar con nuestra vida. Es así por mucho que nos duela-
A Paco le estaba costando más que a mi volver a la normalidad en su vida. Tampoco es que estuviera especialmente unido a su padre. Debió de ser más bien el shock y, por supuesto, la edad.
Por mi parte poco a poco iba encontrando la normalidad en mi vida. Poco a poco iba incorporándome a mi estado anterior. Empecé a echar de menos a mi marido por las noches, o quizás debiera decir que empezaba a tener necesidad de sexo. Siempre había sido una mujer con unas necesidades sexuales muy marcadas. Siempre había estado satisfecha, porque siempre había tenido a mi marido al lado.
Con el paso de los años comencé a aficionarme a la lectura de relatos eróticos. En ellos encontraba mi válvula de escape y me ayudaban a masturbarme, leyendo algunas historias realmente excitantes, emocionante.
Descubrí entonces esta página y me gustaban especialmente los relatos de amor entre madre e hijo. Leyendo algunos de ellos, en más de una ocasión, mis bragas se mojaban de tal manera que no podía terminar de leer la narración y mientras lo hacía bajaba mi mano hasta mi chocho húmedo y caliente ya, proporcionándome una placer a mí misma indescriptible.
En una ocasión estaba tan ensimismada con la lectura, estaba tan caliente, que tenía mi mano dentro de mi pantalón de pijama. Mi dedo corazón masajeaba mi clítoris, a la vez que leía, me pajeaba y gemía intentando no hacer mucho ruido, sabiendo que Paco estaba en casa, estudiando en su habitación.
De repente, la puerta de la habitación donde me encontraba, se abrió. Me sobresalté al sentirme pillada en plena paja, a punto de llegar al orgasmo. Intenté recomponerme en la silla lo más rápidamente que pude y minimizar la pantalla del ordenador. Paco se quedó mirándome. Sorprendido.
-Qué haces mamá?
-Nada estaba echando un vistazo a internet-
-Te pasa algo, estás bien?-
No, no lo estaba. Estaba con una calentura del quince. A punto de correrme. Mi voz temblaba por la excitación. Mis pezones se marcaban de forma descarada en la camiseta de pijama. Paco se dio cuenta. Miró mis pechos. No les quitaba vista.
-Perdona, mamá, si te he interrumpido algo importante-
-No han interrumpido nada, Paco-
-Perdóname, de todas maneras-
Cuando Paco se fue del cuarto, no pude volver a la lectura. Me temblaban las piernas. Podía retomar mi placer solitario pero no allí. Al rato salí, me dirigí al cuarto de baño. Pasé por delante de la habitación de mi hijo. La puerta no estaba cerrada, si no entornada. Me asomé a ver que hacía. Le ví encima de la cama. Tenía los pantalones bajados hasta las rodillas. Tenía su polla en la mano. Se la meneaba de forma violenta. Resoplaba con cada movimiento veloz de su mano. Mi hijo me había vista, no cabía duda. Habia visto mi mano dentro de mi pantalón. Había visto mis pezones duros y erectos. Se había excitado y se estaba pajeando, como yo hace unos momentos.
Su meneo violento se convirtió de pronto en golpes rítmicos y secos. Se iba a correr. Su cuerpo se convulsionaba. Y un borbotón de leche salió cuando su boca pronunciaba “mamá, mamá, mamá”. Se había corrido pensando en mí, me había dedicado su leche. Esto junto con mi estado anterior, consiguieron que no pudiera aguantar más. Me encerré en el cuarto de baño, eché el cerrojo y sentada en la taza del water, con los pantalones del pijama por el suelo, comencé a frotarme el coño con desesperación.
Justo antes de llegar al orgasmo de mi boca salía “fóllame, fóllame, más, fóllame”. Pero a quién se lo decía?, quién quería que me follara. El placer que obtuve fue infinito.
Cuando me recuperé, me lavé las manos y me fui a la cocina a preparar la cena. Al poco apareció Paco. Me pareció que venía de mejor humor, de mejor ánimo:
-Que vamos a cenar, mamá?-
-te apetece algo especial?-
-Por apetecerme-
-Que te apetece, dime ?le dije mirándole a los ojos, desafiándole
-Lo que tú quieras mamá, a mi me da igual-
-Entonces tortilla de patatas-
-Vale, pues tortilla-
Habíamos tenido un pequeño dialogo que podía llegar a ser algo confuso. No me había planteado hasta ese momento nada con mi hijo. Pero verle haciéndose una paja y corriéndose nombrándome me habían alterado. Ya no es que me hubiera puesto cachonda, es que había abierto una puerta cerrada a cal y canto.
Después de cenar nos sentamos en el sofá. Bueno más bien yo estaba sentada y Paco apoyaba su cabeza en mi hombro. Yo empecé a mesarle el pelo. Siempre le había gustado. La película que veiamos en la tele tenía algunas escenas fuertes, de alto contenido sexual. Yo seguía mesándole el pelo. Me pareció oir a Paco ronronear. Se había tumbado sobre mi regazo. Llevaba un pantalón de chándal que le quedaba algo justo. Se marcaba perfectamente su paquete. Mi hijo se había vuelto a excitar. Por la película? Por mi mano en su pelo? Por mí?
La visión de su polla dura marcando el pantalón del chándal me estaba poniendo caliente a mi. El ronroneo de Paco era cada vez más evidente:
-Cómo me gusta?. ?dijo en un momento con voz entrecortada o eso me parecía a mí
-Te gusta, cielo-
-Mucho?mucho-
-Disfruta entonces, cariño-
-Me voy a tener que ir a mi habitación, mama, me acabo de acordar?.-
-No te vayas ?le dije casi con voz de súplica
-Es que me tengo que ir, mamá-
-No te vayas, por favor-
No sé de donde me salieron ni las fuerzas ni las palabras pero le dije:
-Sé que estas caliente y que vas a desfogarte, pero cielo yo también lo estoy-
Me miró sin dar crédito a lo que su madre le estaba diciendo.
Incorporó un poco su cabeza para mirarme y yo seguí hablando:
-Yo también estoy cachonda, Paco, estoy mal, muy mal?-
Agaché mi cabeza y llegué a la altura de la suya, besé sus labios suave, volví a acercarme a su boca y ahora me esperaba abierta. Metí mi lengua, nuestras salivas se intercambiaban. Fue un beso largo. Mi hijo besaba muy bien.
-Mamá-.
No le dejé acabar, volvi a besar, más bien comer su boca. En esta ocasión baje mi mano a su paquete, toque su polla. Grande. Enhiesta. Muy dura. Introduje mi mano para abarcarla y la empecé a sobar despacio. Paco gemía
-Hostias, mamá, como me gusta?.sigue?sigue-
-Te conformas con una paja?-
-Cómo? ? me dijo sorprendido
-Sólo quieres que mamá te haga una paja?-
-No sé?-
-Anda, siéntate-
Se incorporó y se sentó en el sofá, sin saber que pretendía yo. Cuando estuvo sentado tiré de sus pantalones para dejar libre su arnés. Me coloque de rodillas y me metí su polla en la boca.
-Ahhh?ahhh?.si? mamá-
Yo le comía la polla a la vez que me tocaba mi chocho. El gemía por su lado, yo por el mío, pero amortiguado por el trozo de carne que tenía en mi boca. Paco empezaba a temblar, empezaba a convulsionarse. Me la saque un momento para decirle
-Quiero que te corras, mi vida, que me des tu lefa-
-Si, mamá-
-Llename de leche la boca-
Mientras le decía esto no paraba de tocarme. Estaba a punto yo también de correrme, estaba cachonda y caliente. Y cuando me siento así me vuelvo muy sucia y me gusta hablar obscenamente. El me avisó que se venía por fin, tal vez pensando que iba a retirar mi boca de su polla. Al contrario, chupe con mayor ahínco moví la mano con mayor decisión
-Mamá, me corro, me corro, tómala toda-
Nos corrimos a la vez? Por primera vez nos corrimos juntos.
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