Si yo les digo que la Samanez era una chica de armas tomar es porque lo era. En efecto, Samanez era una señorita de aproximadamente unos 22 años de edad con cuerpo exuberante, figura enviadiable, hermosos ojos celestes, cabello rubio, piel canela y una sonrisa que en la noche se asemejaba a la luna brillando en medio de la oscuridad.
Tenía una figura muy bella, tenía unos senos redondeados, contorneados y suavecitos, con pezones muy bien parados que se erguían al menor contacto. Su piel era sueve, canela tirando a morena, más se podía decir que era una chica morena. Medía, si uno pudiera calcular su estatura, aproximadamente 1 metro 65 aunque de medidas yo no soy un erudito. Para eso pregúntenle a quien la reclutó para que fuera oficial de las fuerzas armadas de mi pais.
Pero lo que si les puedo asegurar es que esta chica, tenía una moral militar muy en alto porque sabía combatir con bravura, eficiencia y un elevado nivel de cumplimiento del deber. Se había destacado en numerosas acciones bélicas durante 4 años en un vehículo blindado, siendo luego transferida a un tanque con su última campaña que la llevó a ala gloria.
Ella fue considerada la primera mujer tanquista de mi nación. Si, lo han escuchado bien: TANQUISTA. Porque fue la primera dama que comandó divisiones de tanques y transportes oruga.
Bueno. Toda esta parafernaria puede haberles resultado larga, pero la consideré necesaria para presentarles a esta chica que no es cualquier chica, sino como les dije una chica exhuberante y de armas tomar. Una hermosura dentro de un blindado. La chica que montaba a la bestia. Ahora vayamos de lleno a la historia.
En la zona alta de "La Selva", que de Selva no tenía nada porque era un vasto desierto plagado de arenales, cemento y casas viejas y aisladas, el enemigo montó una trinchera que ella logró tomar y por el gran cariño y pasión desbordante que despertaba en su tropa, mayormente masculina, a esa trinchera le llamaron la Samanez.
Pero ese es el relato que a todos, incluida la prensa le contaron, no el más interesante y el verdadero del que voy a hablarles. Si bien dije que "la Samanez" era una chica de armas tomar, de mando y de comando, también era una chica a la que le encantana y gozaba controlando cosas, como las pingas de su batallón de 21 hombres y de cualquier hombre que se le pusiera delante, incluidos los enemigos capturados, a los que chupaba y movía sus "cañones" a su antojo hasta hacerlos disparar sus salvas de esperma en su rostro como homenaje a ella, su amante cachonda.
Mejor aún. Ella era conocida e incluso se hizo famosa porque terminada la batalla y guardados los bastiones (banderas) en la profundidad de las trincheras, por lo general pasadas las 10 de la noche, la Samanez solía ir a descansar en las cabañas que se hallaban detrás de las trincheras en retaguardia y con el pretexto de ir a dormir mantenía relaciones sexuales fogosas con, como mínimo, 20 soldados de su batallón.
Ella escogía a los 20 más valientes de cada combate (obviamente no heridos) Y se comenta que su pose preferida para cacharlos era la de la vaquerita porque ella era oficial de caballería blindada y todo lo que fuera montar la exitaba mucho y a su conchita que ardía y se contraía con placer alrededor de las vergas que la penetraban sin piedad como bayonetas.
También le daban en la de perrito que permitía a sus enamorados que sus glandes tocaran su punto g y eso solía hacerla gozar muchísimo, ya que las vergas largas o cortas golpeaban las paredes de su rugosa, caliente, rosada y húmeda vagina desde diversos ángulos. También disfrutaba en la de misionero. Casi siempre acababan en esa pose. A ella no le importaba tanto el tamaño como el grosor que era lo que la hacía delirar y venirse en chorros de fluidos constantes.
Pero lo que si era un deleite era que a 5 de ellos al azar los dejaba correrse sin condón toda su leche dentro de su vagina, obviamente tomando pastillas para evitar complicaciones. Los soldados terminaban siempre al verla así calata en frente de ellos con la moral muy en alto tal como sus pingas y sumamente satisfechos y con "pasión ardiente" por entrar al combate nuevamente. Al combate de las 4 perillas, me refiero.
Samanez era una ricura lamible, comestible y apachurrable que se distinguía tan bien en el combate como en la cama y con igual diligencia satisfacía a soldados propios como aliados.
En cada relación ellos solían tocar el clítoris de la joven oficial con sus dedos que hacían crecer ese pequeño y excitable órgano. También por dentro le acariciaban el clítoris desde el fondo con sus penes entrando a su conchita.
Ella se contorsionaba y apretaba, apretaba y apretaba más como una putita con la misma tenacidad que apretaba a las fuerzas del enemigo. Su pequeño y ardoroso coño afeitado era penetrado salvajemente.
Así esa pequeña cabaña de campaña detrás de las trincheras propias, era testigo, pero no mudo del placer, porque los gritos se sentían hasta el campamento enemigo, de los coitos apasionados y voluptuosos que ella mantenía con sus amantes.
Los soldados aliados más chibolos, los de 18 y 19, porque en nuestro campamento no habían más que mayores de 21, iban donde ella a su cabaña en las tardes entre batallas o al alba para disfrutar con los redondos y voluminosos senos que la Samanez tenía a manera de jugosos melones. Se los chupaban, apretaban suavemente y lamían. Asimismo acariciaban sus piernas contorneadas y sensuales.
Pero solamente los mayores de 21 podían follarla y tocar su vulva. Samanez amaba a todos y no tenía un solo dueño hasta que conoció a uno de sus amantes: el cabo Trelles. Él refirió que una noche hicieron el amor y él se vino un chorro espeso, abundante y rápido de esperma dentro de ese candoroso coño.
¡¡Sprtt! sonó su pene dentro de la conchita de la Samanez si uno lo hubiera visto desde adentro de ese coño mientras lo inundaba con un torrente caliente de leche. Entretanto él pudo incluso sentir cómo los lazos de pasión de esa vagina lo estrechaban con fuerza mientras ambos suspiraban y gemían:
-Ohh! Ah! Me voy señora, me voy al orden!
-Misión cumplida cabo, bien hecho! ah! Vengan todos sus disparos dentro de mi! ahh!
Después de esa noche, Trelles llegó a enamorarse verdadera y profundamente de la Samanez y ella también de él. Era la primera vez que ella se enamoraba realmente de alguien. Trelles la amaba y aún la ama tanto que incluso le compuso un vals que todos lo entonaban con bravura en el campo de batalla: "Ahí va la Samanez, la que se va a la cama a las diez y a la que me he tirado hasta las 3, sin condón y por donde tu ves".
No obstante, ambos acordaron que casi todo seguiría como de costumbre, pues a la Samanez le encantaba elevar la moral de sus muchachos, por lo que seguiría cogiendo con ellos, pero como compensación a su novio le ofreció a su amiga "la muñequita Claudita" para su deleite.
Ahora bien. Lo que sucedió entre Claudita y Trelles es mejor aún, pero no lo publicaré si no prometen leer todo este relato.