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Categoría: Sadomaso

ESCARMIENTO

"Una mujer da una buena lección a un hombre que hizo daño a chicas."

 

Mans era un hombre de mediana edad y estatura, pelo corto y un cuerpo delgado, pero bien cuidado. Estaba amarrado a unas cadenas que colgaban del techo y no se podía mover. Se encontraba completamente desnudo, con su pequeño miembro flácido colgando entre sus piernas al igual que sus dos pelotas que colgaban como un péndulo.

 

Abrió los ojos y lo primero que vio fue a una mujer examinando su teléfono móvil mientras esbozaba una sonrisa, algo estaba viendo. Al mover sus ojos, se percató de que este ya se encontraba despierto.

 

-Hola, ya has despertado-dijo ella.

 

Era una mujer alta, fuerte, con una larga melena rubia que se movía cuando meneaba su cabeza. Tenía el cuerpo de una modelo, era espectacular. Sus pechos no se veían debido a que iba enfundada en un traje de cuero azul. Pero los pezones se marcaban haciendo que el hombre se hiciera una idea. Sus caderas eran finas, piernas largas y todo depilado. Llevaba unas botas de tacón alto que resonaban con sus pasos.

 

-¿Qué estoy haciendo aquí?-preguntó.

-Según parece has violado a unas cuantas mujeres-dijo sacando una carpeta y echando una ojeada.

-Eso...no es verdad-mintió al verse en aquella situación-¡sueltame!-ordenó.

 

La mujer suspiró largamente mientras daba cerraba la carpeta provocando un sonoro ruido en la sala. Era grande, gris y solo había una puerta. Estaba insonorizada.

 

-¿Por qué lo hiciste?

-Yo no hice nada

-¿Seguro?

-Por supuesto-dijo.

-Mmmm, en principio te creería. Porque con esto-agarró su pequeña polla-no es que se pueda hacer mucho.

 

Eso enrabietó al hombre quien se vio herido en su masculinidad.

 

-Deja que me vaya, no quiero estar aquí-comentó.

 

Ella deslizó su mano hacia sus huevos, los acarició, palpando ambos. Primero uno, y luego otro. Sentir sus manos era increíble y enseguida su pene fue haciéndose un poco más grande y duro.

-He visto fotos de tu acto, has violado a esas mujeres y ahora debes pagarlo-dijo.

-¡Ya te he dicho que no he hecho nada maldita zorra!. Además...¡ouhh!-el empeine de la mujer le dio de lleno por la espalda justo en sus huevos haciendo que la fina masa se subiera al abdomen.

-No deberías insultarme en tu situación-dijo entre risas.

 

Escuchó un ruido y vio como abría una pequeña maleta, aunque no pudo ver nada de su interior. Esta sacó un látigo. Y pronto, comenzó a azotarle en las nalgas, una tras otra ante los gritos de Mans que pedía clemencia.

 

-¡Arhhh, basta, basta por favor!-rogó llorando.

-¡Lo dejaré cuando me salga del coño puta polla pequeña!-aumentó el ritmo pero esta vez en la espalda y luego volviendo a las nalgas hasta que se quedaron del color de un tomate.

 

Cuando paró, el hombre lloraba y suspiraba aliviado. Aunque el dolor estaba ahí y tardaría tiempo en irse.

 

-Bien, vamos a por el siguiente castigo-dijo jalando a este de su cabeza.

-Ya le he dicho...hic, que yo...hic...no he hecho nada malo-lloraba y eso lo único que hacia era provocar la risa en ella.

 

Pero la mujer no estaba dispuesto a perdonarle. Agarró algo de madera de la maleta y este vio como le colocaba algo en las pelotas.

 

-¿Qué es eso?, ¿qué hace?-se movía pero la mano firme de la mujer le impidió seguir y escuchó un ruido de como que algo se cerraba. Fue cuando sintió una gran presión en su escroto. Al ver detenidamente, pudo contemplar como era una madera en el cual sus huevos estaban encerrados(no recuerdo el nombre del aparato en cuestión pero seguro que alguien sabe a lo que me refiero).

-Ahora, te voy a dar duro con un buen pene-dijo yendo a por este.

 

El hombre con dolor en su espalda, nalgas y ahora huevos, solo quería morirse para poder dejar de sufrir. Ella virtió un líquido en este, era mucho mayor que el suyo, incluía unos huevos de plástico también.

 

-Por favor...no quiero...quiero irme a casa...-las lagrimas caían hasta el suelo provocando el sonido como de la lluvia.

-Pronto...pronto-introdujó su polla de golpe aprovechando que estaba distraido.

 

Mans aulló como nunca lo había hecho, pero daba igual, en aquella sala, estaban ellos dos y estaba insonorizada. La mujer meneaba su pelvis para hacer el movimiento de penetración. Su mano bajó la cremallera del vestido dejando sus bellos pechos al aire aunque este no podía verlos.

 

-Ohhh te gusta...¿cierto?-preguntó disfrutando.

-No...¡saca eso de mi culo!-la mujer soltó una carcajada.

-¿Y qué más?, ¿dejar que me folles con esto?-su pene ahora estaba tan duro como una piedra, goteando mucho-. ¿No tienes nada mejor?-comenzó a sacudirla.

 

Mans sentía que su mente se ponía en blanco, amarrado de cuerpo y huevos, con dolor de los azotes, duro como una roca y siendo penetrado. Sus ojos se iban y su lengua afuera goteaba tanto como su pene.

 

-¡Vamos...deja salir todo!-abrió el aparato de madera liberando sus huevos mientras daba el último arreón al culo de este. Con la mano libre, apretó los dos orbes de plástico haciendo que el dildo expulsase un gran chorro en su cavidad anal.

-Ohhhhhh-este se corrió bestialmente, su pene no dejaba de liberar potentes chorros de semen que mancharo la sala.

 

Le dio un mordisco en la oreja y le dijo que lo había hecho muy bien. Pero este ya estaba inconsciente de tanto placer. Mientras, su pene aún goteaba.

 

Despertó a los veinte minutos, mareado y con dolor de espalda y culo. Poco a poco fue recordando todo lo sucedido, el rojor de la vergüenza y la rabia mezcladas le hicieron sentir incómodo.

 

-Hola, ya era hora-dijo ella vestida con un albornoz. Llevaba el pelo mojado, probablemente se había duchado.

-Deja...que me vaya-dijo rendido.

-Oh vamos, no ha sido para tanto. Oye, ¿te gustaría trabajar para mi?, hay chicas que bueno...son unas guarras y solo quieren follar. Es lo que tiene ser rica-dijo.

-¿Es una broma?-ella agarró el móvil y le mostró vídeos donde ella se acostaba con chicas que pedían ser penetradas y folladas.

-¿Qué me dices?, así aliviaremos ese deseo tuyo de violar-él asintió feliz y con la polla dura, no mejoraba mucho cuando se alzaba.

-Pero primero...hay que hacer un pequeño arreglo-dijo juntando sus deditos.

-¿Qué arreglo?.

 

 

La habitación estaba lleno con adornos florares, era grande, bella y llena de luz que entraba por la ventana. En medio había una piscina como esas que usaban las esposas de los romanos. Una cantidad de chicas, que podrían ser modelos por su espectacular físico caminaban desnudas de una lado a otro mientras reían, comían y bebían. Cerca había un pequeño trono de oro y joyas. La mujer estaba desnuda pero portaba una fina tela blanca que cubría un pecho, una pequeña corona y el pelo recogido con un adorno de oro reluciente. Y sus esclavas que llevaban un collar. Había de distinto color de pelo, nunca se aburría ya que tenía donde elegir.

 

En sus piernas,varías de esas mujeres besaban sus pies y largas piernas. Daban pequeños besos y lametones, una de ellas intentó lamer su rosada y depilada vagina pero fue golpeada con un racimo de uvas.

 

-¿Quien te ha dicho que puedas hacer eso?, !serás azotada y follada por dildos de más de 25 centimentros. Voy a reventarte ese culo!.

-Oh ama, hágalo por favor-dijo poniendo su trasero en pompa ante la mirada del resto.

-Llevaos a la puta esta de aquí-ordenó.

 

Enseguida, dos mujeres vestidas se la llevaron para castigarla.

 

-En cuanto a ti...sube a mi regazo-dijo a la que estaba cerca de su compañera.

 

Era bajita e hizo lo que le ordenó.

 

-Abre la boca-ella lo hizo de manera sensual antes de que le metieran un dildo-si, mucho mejor. Le dio la vuelta y la hizo tumbarse para después darle nalgadas.

-Ama...más fuerte-a pesar de tener la boca llena, se entendía.

-¿Quién te ha dicho que puedas hablar?-tomó uno de una bandeja y lo incrustó en su ano que estaba ya abierto haciendo que chillase como una puerca en celo.

 

Escucharon unos pasos, era una mensajera.

 

-Mi señora-hizo una reverencia.

-¿Qué sucede?-empujó a la chica hasta el suelo, desmayada de placer.

-Él ha venido-ella esbozó una sonrisa maliciosa.

-Dile que traiga la comida, estoy hambrienta-ordenó.

-Como guste.

 

Con un gesto, Mans entró al lugar con gesto triste y llorando. Llevaba un collar negro en su cuello e iba desnudo. Todas miraron y susurraron mientras contemplaban su entrepierna. Para sorpresa de las mujeres, pero especialmente una inmensa alegría y sobretodo, excitación, el hombre solo conservaba sus huevos ya que había sido desprendido de su pequeño pene.

 

-Ah, ven aquí eunuco-dijo con un gesto.

 

Mans llevó la bandeja y se arrodilló.

 

-No te he mentido, trabajarás para mi con estas zorras-dijo con una sonrisa.

 

Algunas no dejaban de mirar sus pelotas que colgaban desde atrás. Pero de poco servían sin un pene.

 

La mujer comió unas uvas y colocó los pies encima de este. Y mientras lo hacia, contemplaba el reinado de esclavas que tenía a su disposición, y ahora un nuevo miembro.

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