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A estas alturas de la vida, de forma natural, tanto la frecuencia con la que me masturbo como la cantidad de semen blanqueado por la esperma ha disminuido.
Asimismo ciertas escenas o imaginaciones que antes me provocaban una erección instantánea, ahora no lo hacen. Imagino que mi cerebro no recibe el estímulo necesario cuando esas escenas o pensamientos morbosos se han repetido mucho y necesita otras maneras de estimularme. Aún así, el deseo de mi dosis de sexo aunque no llegue a masturbarme sigue presente cada día.
Eso no significa que ya no me haga pajas, lo que pasa es que no son tan frecuentes ni tan urgentes como solían serlo.
Como muchos de nosotros, he probado distintas maneras, posturas y técnicas para darme placer a mi mismo con objetos caseros y algunos comprados, cosa que en ocasiosnes y según mi experiencia es un gasto inútil, ya que con imaginación se pueden encontrar en casa muchos artilugios y objetos que pueden llegar a cumplir la misma función, o mejor, que lo que te trae Mr Amazon. No voy a hacer un listado de todas las cosas con orificio en las que he metido la polla intentando conseguir una sensación que no sea el clásico de la propia mano ensalivada, solamente comentaré una técnica que alguien me enseñó hace tiempo, que yo he mejorado y que es la que más me gusta cuando la paja es relajada y sin prisas.
Hago un lazo con un cordón ni muy fino ni muy grueso y rodeo la base del escroto con él haciendo la presión suficiente para que los huevos queden redondos, tersos y lisos. Luego doy una vuelta más y hago un nudo. Entonces hago lo mismo con la base de la polla: la rodeo dos veces con el cordón y hago un nudo. Al no haber riego sanguíneo la polla se hincha de tal manera que parece otra y su sensibilidad al tacto aumenta mucho. (Por supuesto esto es solamente para hacerse la paja en cuestión, no para dejar los genitales atados).
Mi innovación es que en vez de usar la mano desnuda me pongo un guante de látex o vinilo, me pongo mucha crema y la sensación mientras paso la mano enguantada por la polla y los huevos me resulta muy placentera. Cómo si la mano y los genitales fuesen de otra persona.
Y por lo que respecta a los juegos anales confieso que aunque lo haya intentado de varias maneras nunca he conseguido sentir placer metiéndome objetos por el culo y mucho menos un orgasmo de próstata de esos que dicen que existen ni siquiera con un vibrador/masajeador de próstata con varias velocidades y diez tipos de vibración distintas. Del único modo que siento placer por ese lado es cuando me meten una polla de verdad y creo que es porque detrás de ella hay alguien que está disfrutando metiéndomela, cosa que me pone mucho.
Lo del guante lo añadí yo, lo de las cuerdas lo aprendí hace bastante tiempo.
Durante unas épocas de verano trabajé en un bar de un pueblo de la costa donde había mucho turismo. Allí tuve una experiencia que hasta mucho más tarde (hace muy poco) no volví a repetir con otro hombre. Fue la primera vez que me ataron los huevos y la polla y desde entonces suelo hacerlo para hacerme una buena paja.
Hacía un turno que acababa a las dos y media de la madrugada y acostumbraba a estar muy lleno en plena temporada.
Una noche llegó un hombre algunos años mayor que yo por su aspecto y se sentó en la barra del bar. Le serví un gin tonic y continué yendo arriba y abajo de la barra ocupándome de los otros clientes. Al poco, cada vez que pasaba por delante suyo me hacía algún comentario o me preguntaba cosas sobre el pueblo hasta que las preguntas empezaron a ser sobre mi.
Al principio no me extrañó porque muchas personas se sientan en la barra para charlar y desahogarse un poco. En un momento de tranquilidad me dijo que era inglés, cosa que yo ya había notado por su acento, y que hacía dos días que había llegado a pasar una semana junto con su mujer y su hija, pero que ellas se habían ido a una excursión en la que pasaban la noche en otro lugar y a él no le había apetecido ir porque de ese modo podía estar tranquilo un par de días y salir solo esa noche. Le felicité irónicamente haciendo alguna broma y seguí con mi trabajo.
Me fijé que cuando pasaba por delante él seguía con la vista mis movimientos. Me comentó que trabajaba muy bien y rápido y se lo agradecí sin darle más importancia. Estuvo toda la noche en la barra y se bebió unos cuantos gintonics más hasta la hora de cerrar, cuando como cada noche pedíamos a los clientes que quedaban que se marcharan. El hombre de la barra fue el primero en acabarse su bebida de un trago, me dio las gracias y deseándome buenas noches salió.
Como cada noche estuvimos unos minutos hasta que se fue el último de los remolones. El bar siempre lo cerraba mi compañero y, como yo ya había acabado, salí y me dirigí a mi coche para irme a casa. A pocos metros del bar vi que el inglés de la barra venía en mi dirección. Cuando llegó a mi altura me pidió que le dijera por favor donde estaba el hotel en que se alojaba, pues al ser un lugar casi desconocido y después de las cuatro o cinco copas que se había tomado no recordaba por donde ir. Era un hotel que no estaba muy lejos e intenté explicárselo pero parecía no acabar de entenderlo.
Entonces decidí acompañarle con mi coche, pues parecía inofensivo y yo no tenía que desviarme casi nada de mi camino. Subimos al coche y me dio las gracias poniéndome una mano sobre el muslo y apretando un poco por la parte interior. No me sorprendió demasiado porque las miradas que me había echado en la barra me sugerían que las cosas podían ir por ese camino. Como no se la aparté ni hice nada para rechazar su contacto él dejó la mano allí y me invitó a su habitación del hotel a tomar una copa.
Yo pensé en las posibilidades de hacerlo, ya que esta parte de mi vida era y es secreta y en aquel pueblo me conocía bastante gente. Corría el peligro de que el portero de noche me reconociera, pero por otro lado no había peligro de que el hombre ese volviera al bar y se pusiera pesado, ya que supuestamente su mujer y su hija volvían al día siguiente. Dudé unos instantes y pensé Por qué no?
Aparqué cerca del hotel y al llegar a la `puerta de cristal miré a través de ella y confirmé que la cara de la persona que había detrás del
mostrador de recepción me era desconocida. Eso me animó a seguir adelante. Entramos los dos juntos, el pidió la llave y el recepcionista, con los ojos medio cerrados por el sueño, se la dio sin casi mirarnos.
Animado por el alcohol y por el hecho de que yo le estaba siguiendo la corriente, en cuanto entramos en la habitación me empujó hacia la cama y estirándose encima mío me agarró la cabeza con las dos manos y me lamió la boca con su lengua muy húmeda metiéndomela luego en la boca.
Todavía tenía sabor a alcohol, pero como yo ya estaba entonado correspondí a su beso mientras él, bajando una de las manos, me la puso encima de mi ya abultada entrepierna. En ese momento me pidió por favor que no hiciera ruido, pues no quería que las personas que se alojaban en las habitaciones contiguas pudieran escucharnos.
Yo también notaba su polla encima de mi vientre y parecía bastante voluminosa. Elevaba y bajaba el culo como si quisiera follarme a través de sus pantalones. Era bastante más grande que yo y casi no podía moverme.
Entonces se levantó y se desnudó completamente dejando al descubierto una barriga de cerveza no muy exagerada, un pecho bastante peludo y unos huevos y una hermosa y gruesa polla que, para mi asombro, estaban atados con una correa de cuero que le rodeaba la base.
Aparte de eso, el pene también tenía alrededor una especie aro o anillo cerca de los huevos que, evidentemente, le oprimía haciendo que se hinchara más lo que sobresalía del aro. Era la primera vez que yo lo veía, quizá porque en otros países era más común y en el mío todavía no.
Me quedé mirando aquello sin moverme y él, estirado como yo estaba en la cama, me desabrochó los pantalones y me desnudó como a un niño. Entonces, con las rodillas a ambos lados de mi cabeza, se inclinó hacia delante y me metió su gorda polla en la boca. Yo ya la estaba esperándola y la acepté también algo ansioso, pero sus embestidas eran un poco fuertes, supongo que también debido al alcohol.
Entonces le agarré los huevos por debajo de la correa que los rodeaba dando un tirón hacia atrás para intentar frenar sus embestidas y lanzó un quejido de placer que dudo mucho que no se oyera en las habitaciones de ambos lados. Al parecer le gustaba aquello, y a mi también.
Mientras su polla entraba y salía de mi boca, ahora más suavemente, le retorcí los testículos de todas las maneras posibles y viendo su cara por encima, me consta que le encantó que lo hiciera. No sé si fue también debido al alcohol, pero estuvo así un rato sin correrse hasta que cansado se tumbó junto a mi empujándome hacia un lado intentando que me pusiera boca abajo.
Hasta ese momento, mis escarceos homosexuales habían sido pajas, mamadas por ambas partes y alguna que otra polla, pero solamente el hecho de pensar que aquella polla que casi no cabía en mi boca me entrara por el culo me producía pavor por lo que me resistí y no me moví.
Entonces él pareció calmarse y dio un par de suspiros quedándose quieto sobre la cama. Yo, naturalmente, no tenía bastante y me puse encima de él al contrario de cómo estaba y me tocó el turno de follarle la boca.
Mientras lo hacía, por un momento me pareció que se iba a dormir, pero en cuanto le agarré la polla con una mano y con la otra los huevos y empecé a retorcerlos todo lo que pude volvió a reaccionar emitiendo los clásicos sonidos que uno hace cuando le gusta lo que le están haciendo y tiene una polla en la boca.
Le tuve que decir que tuviera cuidado con los dientes, porque en alguno de esos tirones que le di me rozaron la polla. Así estuvimos unos minutos hasta que yo hice una pausa y le pregunté qué sentía con los huevos y la polla oprimidos de esa manera.
Sonrió abiertamente con los ojos semicerrados y me contestó preguntándome si lo quería probar para saberlo. Ya desde joven siempre he querido experimentarlo todo con el sexo y le dije que mientras no me atara las manos y no intentara meterme su polla (que seguía bien tiesa) en el culo podíamos seguir jugando a lo que quisiera.
Se levantó, abrió el armario y rebuscando en una bolsa sacó una cuerda blanca de dos o tres metros de longitud y me dijo que me pusiera en pie separando las piernas.
Así lo hice y él, muy hábilmente y sin hacerme nada de daño me rodeó la bolsa de los testículos con la cuerda y la apretó hasta que él mismo vio que estaba ajustada y a mi no me hacía daño.
Para haber bebido, sus movimientos eran muy precisos; me pareció que tenía mucha práctica. En ese momento yo todavía no sentía nada en especial, pero cuando dio varias vueltas a la base de mi polla con la cuerda, cada vez se hinchaba más y la notaba mucho más sensible cuando me tocaba.
Hizo un par de nudos y acabó haciendo otro en la base del glande. Yo nunca la había visto tan dura y con las venas tan hinchadas y realmente me gustó mucho esa sensación, aunque lo mejor llegó cuando él cogió los extremos de la cuerda y estiró hacia arriba, como ahorcándome el pene y con su polla le dio unos golpecitos a la mía.
Esa sensación no se puede describir como dolor, cada golpe era más bien como una pequeña descarga eléctrica que me producía un placer que nunca había experimentado. Me preguntó si me gustaba y le respondí con un wow. Luego desató el nudo de la base del glande, se inclinó y me tocó con la punta de la lengua antes de metérsela en la boca. En ese momento, cualquier contacto me hacía dar un respingo de gusto.
Le dije que estaba a punto de correrme y sacándosela de la boca apuntó contra su velludo pecho y allí me corrí con un poco de escozor, ya que el conducto de la esperma estaba comprimido por la cuerda. Él fue a limpiarse al baño y yo me senté en la cama para desatarme. Mi miembro se quedó casi en la mitad de lo que estaba hacía un momento.
Cuando volvió del baño yo estaba estirado con las piernas colgando por el borde de la cama y él, con las últimas fuerzas que le quedaban y sus ojos casi cerrados, se puso entre mis piernas de pie, se hizo una paja que duró muy poco, se corrió encima de mi y dejándose caer sobre la cama empezó a dar ronquidos. Después de limpiarme y vestirme, salí de la habitación y ni siquiera vi al recepcionista.
Varias veces he vuelto a atarme yo sólo y sigue gustándome, aunque la intensidad de aquel momento nunca la he vuelto a alcanzar y, como he dicho, hasta hace muy poco no he encontrado a nadie al que le haya tenido la oportunidad de proponer aquel juego.
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