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Categoría: Lésbicos

El tanga negro de encaje

Emma y Nicole estaban en casa de la primera, viendo una película. En una de las escenas, la protagonista se durmió y se mostró su sueño, en el que aparecía ella besándose con su mejor amigo. De repente, Nicole saltó y dijo:

—¿Sabes lo que he soñado hoy? —sin pausar la película, Emma miró a Nicole con curiosidad y negó con la cabeza como respuesta— He tenido un sueño erótico contigo.

Emma se quedó quieta, entre sorprendida y confusa.

—Vaya, qué sueños más raros tienes a veces —comentó Emma, y siguió viendo la película.

—Emma, quiero besarte —siguió Nicole, y con esa frase, su rostro adquirió una expresión totalmente erótica.

Emma se giró hacia su amiga, con el rostro color rojo como si se tratase de un tomate, desconcertada y estupefacta.

—No sabía que fueses lesbiana —dijo Emma al no saber cómo contestar.

Nicole rio con una voz que te hacía sentir un cosquilleo extraño en el estómago.

—No creo en esas etiquetas. Sólo sé que quiero besarte, Emma.

Rápidamente, Emma desvió la mirada de su amiga hacia el suelo.

—Lo siento, pero yo soy heterosexual. No me gustan las mujeres, y tampoco me atraen —dijo seguidamente, y se volvió a concentrar en la película.

Nicole no desvió la mirada enseguida, sino que se quedó observándola. No con una mirada lujuriosa, ni con una mirada superior, sino con una mirada de amor, de admiración, de represión, de amistad.

No volvieron a tocar el tema, y cuando acabó la película, Emma la detuvo y apagó el reproductor.

—¿Qué te ha parecido? —preguntó Emma.

—Ha estado bien, la verdad. Podría haber sido mucho más cliché, pero lo han hecho muy bien —respondió Nicole.

—¡Exacto! —exclamó Emma—. Esta película me encanta, no sé por qué. No sé si es la forma en que está rodada, o la música (que es maravillosa), o las actuaciones, o los diálogos… Tiene algo que la hace…

—Especial —completó Nicole. Emma sonrió y asintió con la cabeza—. Como tú —añadió Nicole. A Emma se le borró un poco la sonrisa—. Eres muy guapa, Emma —Nicole empezó a estirar el brazo para acariciarle el pelo que tenía más cerca de la cara, pero Emma movió la cabeza para desviar la vista de los ojos de Nicole.

—Gracias —dijo tímidamente.

Nicole le sonrió brevemente aunque Emma no la vio, y bajó el brazo.

Desde el pasillo se oyó el sonido de unas llaves y de una puerta abrirse, y después les llegó una voz femenina que saludaba. Ambas amigas se levantaron y fueron hacia la puerta del pasillo, la cual se abrió en ese momento y dejó ver tras ella a la madre de Emma.

—Hola, mamá —la saludó Emma.

—Hola, cielo —Emma le dio un beso en la mejilla, y después Nicole la saludó con dos besos, uno en cada mejilla—. Hola, Nicole. Vienen los tíos y los abuelos para hacer el café —dijo esto último a Emma.

Sus padres, sus tíos y sus abuelos habían ido a comer a un restaurante, pero siempre venían a casa para tomar el café y a veces se quedaban hasta después de la hora de la merienda. Emma no había ido con ellos esa vez porque ya había quedado con Nicole.

—Hola, Emma —su padre entró en el comedor y saludó a Emma y a Nicole—. Si no queréis quedaros, os podéis ir a tu cuarto —le dijo a Emma.

Emma estuvo de acuerdo, y preguntó a Nicole si quería ir a su habitación, y además, añadió que, personalmente, prefería no quedarse con sus familiares. Nicole le sonrió divertida, y acordó que se fuesen a su habitación. Ambas chicas se despidieron de los padres de Emma y se marcharon a la habitación de Emma. Primero entró Nicole, y Emma cerró la puerta tras de sí.

Emma se tiró en su cama y se estiró en horizontal, es decir, que sólo estaba tumbada de caderas hacia arriba, y las piernas le quedaron fuera de la cama. Nicole saltó a la cama y se tumbó a su lado, pero más diagonal que su amiga, así que sólo le quedó fuera de rodillas hacia abajo. Nicole llevaba una minifalda ese día, y al tumbarse se le había subido un poco, lo que Emma notó.

Ambas estaban mirando hacia delante, sin ver nada especial, hasta que Nicole giró todo el cuerpo en dirección de Emma, de manera que sus rostros quedaron muy cerca. Las dos se miraron a los ojos. Los de Emma eran marrones, casi negros, pero los de Nicole eran azules, y Emma casi se perdió en ellos. Nicole se acercó un poco más a Emma y rozó sus labios con los suyos. Emma se sobrecogió y sintió una sensación extraña que recorrió su garganta hasta el pecho, pero no se movió, no se apartó de Nicole.

—Nicole, no soy lesbiana. Me gustan los hombres.

—¿Cómo lo sabes si nunca lo has probado?

—Por lo que sentí hacia Oliver durante dos años. Nunca había sentido nada así por nadie. Ese sentimiento… Era amor, fue amor durante mucho tiempo, sólo que no correspondido. No puedo ser lesbiana cuando sentí algo así de fuerte por un chico.

—Pueden gustarte las dos cosas. Podrías ser bisexual, como lo etiquetan algunos.

Emma se impresionó. Nunca lo había pensado así. Claro que pasó por la época de cuestionarse su orientación sexual, como todos, pero siempre había considerado una cosa u otra, jamás había pensado que quizás eran las dos cosas. No supo qué decir, y desvió la mirada de Nicole para pensar sobre ello. Y sus ojos fueron a detenerse en las piernas de Nicole, desnudas sobre su cama y muy cerca de las suyas. Subió por sus piernas hasta la minifalda que dejaba entrever su ropa interior, negra, y le pareció que era de encaje. Entonces sintió los labios de Nicole besar los suyos. Se sintió abrumada. Nunca la habían besado. Tenía veintidós años y nunca la habían besado.

Nicole, tímida y un poco asustada por el rechazo, volvió a besar a Emma con dulzura, pero esa vez tampoco la correspondió. Instintivamente, cuando la besó por tercera vez, su mano se alejó de su cuerpo y buscó el de Emma, y aterrizó en su cintura.

Emma sintió el tacto de Nicole en su cuerpo, y sus labios besándola por tercera vez. Tuvo una sensación extraña y desconocida en el pecho que pareció instalarse allí en ese momento, y sintió también una especie de cosquilleo y pálpito en su entrepierna.

Nicole separó sus labios de los de Emma en una actitud rendida, porque tampoco había correspondido a ese beso. Se mantuvo con los ojos cerrados, a sabiendas que su amistad nunca sería igual, que seguramente Emma la ignoraría a partir de ese mismo momento. Pero Emma la sorprendió. Siempre lo hacía, siembre conseguía hacer algo que Nicole no había previsto.

Emma la besó con pasión y le colocó una mano en su mejilla. Nicole sintió el sabor a fresas con chocolate en los labios de Emma, y Emma sintió el sabor de la menta y la canela en los labios de Nicole. Emma presionó más a Nicole contra ella, y Nicole agarró la cintura de Emma con fuerza a la par que alargaba su pierna y rodeaba a Emma con ella. Emma soltó la mejilla de Nicole y pellizcó varias veces seguidas la pierna desnuda de Nicole que la rodeaba, y poco a poco, dejándose llevar por el momento, fue acariciando su piel mientras subía más y más hacia las baguitas negras de encaje que le había visto entre las piernas. Entre beso y beso, Nicole soltó un gemido ahogado al sentir la mano de Emma en su trasero, porque cabe decir que Emma había descubierto que Nicole llevaba tanga. Pellizcó el trasero de Nicole, y sintió cómo a raíz de esto, sus pezones se endurecían. Quería poseer a Nicole allí mismo, con su familia en la otra habitación, no le importaba.

Nicole no se quería quedar atrás, pero como casi no se podía mover por la posición en que se encontraban, optó por utilizar su lengua. La sacó y la movió dentro de la boca de Emma, y después empezó a lamer y a besar su barbilla, mordió sus mejillas y, con la lengua, bordó el camino hacia el cuello, que mordió, besó, lamió y succionó.

Emma quería más. Se alzó, se puso de rodillas, cogió las piernas de Nicole y las puso alrededor de su cintura, y la levantó para colocarla en vertical sobre la cama. Cuando se dispuso a quitarle el tanga, sintió con sus manos la piel de sus muslos, y no pudo evitar acariciarla, una y otra vez, dulcemente con sus uñas. A Nicole le provocó un placer nuevo y maravilloso. Emma miró un poco más arriba de las piernas de Nicole, y vio el tanga negro de encaje, ocultando aquello que en ese momento ella ansiaba más tocar. Alargó los brazos, cogió el tanga y lo deslizó por los muslos de Nicole hasta sus pies, y lo tiró al suelo. Miró a Nicole. Su pelo revuelto y sus labios rojos le gritaban, todo su cuerpo le pedía que la hiciese suya.

—Oh, Dios mío —susurró Emma, al sentir que no podía contener toda la pasión que sentía en ese momento.

—Oh, Emma —murmuró Nicole.

Se incorporó con las piernas abiertas. Rodeó a Emma con sus piernas, se acercó a su oreja y empezó a lamérsela. Emma cerró los ojos de placer.

—¿No estamos… yendo… demasiado rápido? —logró preguntar Emma, mientras lidiaba con el gozo que le proporcionaba Nicole.

Nicole se detuvo, se acercó más a su oreja, y le susurró:

—Muéstrame tu lado más erótico, Emma. Emma. Emma. Por Dios, hazme tuya.

Nicole cogió la mano de Emma y la colocó encima de uno de sus pechos, e hizo que la masajease. Nicole echó la cabeza hacia atrás y expiró eróticamente. Emma sintió ese gemido como si penetrase en lo más hondo de ella. Retiró la mano del pecho de Nicole y se quitó la camiseta. Después se dispuso a quitarse el pantalón, pero Nicole la detuvo.

—Espera. Es la primera vez que haces esto, ¿verdad? —Emma asintió tímidamente— Entonces tengo una idea mucho mejor.

Apartó sus piernas de Emma y la tiró en la cama de espaldas. Le desató el pantalón y se lo quitó despacio, mientras iba besando las piernas de Emma. Tiró el pantalón al suelo. Abrió las piernas de Emma y se colocó entre estas. Subió con la lengua desde la cadera hasta los pechos, cubiertos por el sujetador. Miró a Emma, le sonrió y le dijo:

—Esto se va fuera.

Incorporó sus manos debajo de Emma y le desató el sujetador. Se lo quitó y también lo tiró al suelo. Se incorporó un momento para quitarse la camiseta y el sujetador, y volvió a inclinarse sobre Emma. Besó sus pezones y los mordió con cuidado, y estos se endurecieron. Emma gimió en un suspiro y echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Nicole subió hacia su cuello, lo lamió y lo besó, e hizo que sus pezones se rozasen incansablemente. Emma casi no creía que pudiese soportar tanto gozo, placer, erotismo. Se sintió su cuerpo temblar deleitoso bajo los pechos y la lengua de Nicole. Nicole subió con la lengua hasta llegar a la boca de Emma, y le metió la lengua hasta el fondo de su garganta. Se sentían el sabor de sus bocas mutuamente, y cada vez se besaban con más pasión, haciendo que sus pezones jugasen duros como piedras entre ellos. Nicole recorrió el cuerpo de Emma en una caricia de arriba abajo, hasta llegar a su vagina, y la penetró con dos dedos. Emma, que no se lo esperaba, dejó de besar a Nicole y echó la cabeza hacia atrás con un suspiro gozoso. Nicole sonrió, y bajó la cabeza, más y más, hasta llegar al clítoris de Emma, y lo succionó. Emma gimió más fuerte de lo que había previsto ninguna de las dos, pero más que cortarles el rollo, les excitó más. El morbo que les producía el ser pilladas en pleno acto hizo que Emma gozase más, y que Nicole penetrase a Emma más profundamente. Chupó y lamió el clítoris de Emma, y alargó la mano que no la estaba penetrando hasta encontrar el pezón endurecido de Emma, y empezó a jugar con él, a pellizcarlo incansablemente.

Emma arqueó todo el cuerpo, sintiendo el placer recorrer cada centímetro de su cuerpo, espasmos que hacían vibrar sus piernas y su trasero. Nicole jugó con el clítoris de Emma moviendo en círculos su lengua, y cada vez la penetraba más con los dos dedos, y los movía en círculos dentro de su vagina.

—Oh, Dios mío —pudo decir Emma entre susurros y gemidos.

Enterró su sábana en el puño, pero la otra mano se fue instintivamente hacia la cabeza de Nicole, y la presionó más contra sí y jugó con su pelo. Nicole se excitó y chupó toda la vagina de Emma. Emma arqueó de nuevo todo el cuerpo, y entonces decidió que debía meterse algo en la boca para no gritar si llegaba al clímax, y se le ocurrió algo. Se alzó como pudo, le quitó la minifalda a Nicole y la atrajo hacia ella. Había visto cómo se hacía la postura del sesenta y nueve entre hombre y mujer, pero no creyó que fuese tan diferente entre dos personas del mismo sexo, así que mientras Nicole penetraba a Emma con los dedos y le chupaba el clítoris, Emma metió su lengua en la vagina de Nicole, que gimió con el clítoris de Emma en la boca. Emma empezó a penetrar a Nicole con su lengua, y con sus dedos la penetró por el ano y con la otra mano jugó con su clítoris. Cuanto más se excitaba Nicole, más penetraba y satisfacía a Emma, y a Emma le pasaba lo mismo. Ambas se penetraban con intensidad, una chupando las paredes vaginales cada vez más y más a fondo, y la otra haciendo formas dentro de la vagina con sus dedos. Nicole, para no quedarse atrás, con la mano libre que le había quedado, imitó a Emma y empezó a penetrarla por el ano. Emma gimió dentro de la vagina de Nicole y mordió con cuidado la piel de su vagina. Nicole lo sintió y penetró con fuerza a Emma, y a continuación, sintió sus fluidos vaginales recorrerle los dedos, y el gemido de total clímax de Emma dentro de ella. Por el orgasmo que acababa de sentir, Emma metió más los dedos en el ano de Nicole a la vez que hacia un movimiento extraño con su lengua en la vagina de Nicole y apretó su clítoris, y entonces Emma se cubrió la lengua de los fluidos vaginales de Nicole. Las dos vibraban de placer. Sentían los impulsos en los muslos de la otra, y lejos de acabar ahí, eso les excitó, y siguieron penetrándose mutuamente, pero cambiando los factores.

Emma usó su lengua en el ano de Nicole y los dedos en su vagina, y Nicole usó su lengua en la vagina de Emma y buscó en el cajón de la mesita de Emma, y le metió en consolador por el ano. Tuvieron otro orgasmo las dos casi a la vez, con los fluidos vaginales de la otra en sus bocas y dedos.

Después, Nicole se apartó, y empezó a hacer algo que siempre había querido probar: hizo las tijeras. Vagina con vagina, clítoris con clítoris, ambas empezaron a menearse, a tocarse entre ellas. Cada vez se unían más, cada vez más profundo. Sus clítoris se agitaban, se chocaban y se arrimaban, y sus pezones se endurecían más y más. Nicole empezó a moverse cada vez más rápido, y Emma creyó que no podía soportarlo más, hasta que le llegó el tercer orgasmo, y sus fluidos vaginales se entremezclaron. Nicole cayó encima de Emma, y las dos sintieron los duros pezones, la presión de sus pechos y el roce de la vagina de la otra en su cuerpo. Emma apretó las nalgas de Nicole, y ella echó hacia atrás la cabeza, lo que estimuló a Emma. Nicole bajó la cabeza hacia uno de los pechos de Emma, y Emma sintió el tacto del cabello de Nicole en su cuerpo desnudo. Nicole dejó descansar su cabeza entre los pechos de Emma, y masajeó uno de los pechos mientras Emma le masajeaba el trasero, y aprovechaba para acariciar de vez en cuando su ano y su vagina.

—¿Cómo no me había dado cuenta que me apasionabas tanto? —le preguntó Emma a Nicole— Dios, tenía tantas ganas de follarte, de penetrarte y hacerte vibrar…

Nicole sonrió y succionó un pezón de Emma.

—Yo tampoco lo había sentido tanto como ahora —dijo, entre beso y beso en el pezón de Emma—. Pero lo bueno es que no somos como los hombres, cariño —dijo, mirando pícaramente a Emma—, así que penétrame cuando quieras.

Y Emma le metió un dedo en el ano y otro en la vagina.

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