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Hola a todos queridos lectores, hace tiempo que no escribo, pero he tenido algunos problemas. Os pido disculpas, y espero que os guste mi siguiente relato.
Intentaré de manera resumida contaros como ha sido la experiencia que tuve apenas hace unos días, en la que pude disfrutar del calor, ardor, temperamento y brutalidad que sólo un buen macho maduro puede experimentar con una joven como yo. Y no era un hombre cualquiera, sino que fue al novio de mi madre a quien terminé follándome.
Mis padres, a raíz de ciertos problemas que surgieron en mi casa, y después de yo haber abandonado mi hogar (Ya sabéis por otros de mis relatos que vivo sola acompañada de mi hijo), decidieron divorciarse, algo que fue algo traumático para mí ya que nunca me lo hubiese podido imaginar. Desde aquel momento, ambos viven separados. Mi padre tuvo que abandonar el hogar, y fue mi madre la que se quedó con la casa en la que vivían.
Desde entonces, no he conocido ninguna pareja de mi padre, pero si se me han introducido diversos de los hombres con los que mi madre ha salido. He de reconocer que esto no es de mi agrado especialmente, pero al ser mi madre, no he tenido más remedio que acatar sus decisiones e intentar que su vida sea lo más feliz posible.
Jamás podría imaginarme que, con el último de ellos, y por supuesto a escondidas de mi madre, terminaría teniendo una aventura amorosa. Desconozco su edad exacta, ay que nunca ha sido nada que me interese, pero por su forma de hablar, diría que ronda los 55, la misma edad de mi madre. A pesar de esto, he de reconocer que es un hombre apuesto y fuerte, y estoy segura de que no sólo a mi, sino a cualquiera chica de mi edad, le haría dejarle las bragas mojadas tras un rato fantaseando con lo descomunal que ha de ser su pene, algo que pude comprobar y sentir e mi propia piel.
El fin de semana pasado, mi madre, con la intención de presentarme a su nueva pareja, nos invitó a mi y a mi hijo a pasar el día con ella. Tras coger al niño me dirigí temprano a su casa, con la intención de pasar el máximo tiempo posible. A mi llegada, no paso mucho hasta que aquel caballero me recibió en mi propia casa como si fuera suya. La primera impresión fue muy buena, y he de reconocer que su sonrisa me transmitió algo que hacía tiempo no veía en ninguna de las parejas que había tenido mi madre. Su nombre era Alberto, y congeniamos muy bien desde el primer momento.
Los cuatro juntos pasamos un día genial, y tanto mi madre como él disfrutaban jugando como mi bebé. Sin embargo algo comenzó a extrañarme, y rápidamente me percaté de que aquel caballero, y muy disimuladamente, no paraba de observarme, poniendo sus ojos sobre mi y prestando atención a todos y cada uno de mis movimientos. Aquello me incomodaba un poco, y comencé a sentirme algo sonrojada. Llevaba puesta una falda no muy corta, y me veía obligada a cruzar mis piernas al sentarme, ya que la mirada de aquel hombre se dirigía a menudo a mi entrepierna, probablemente con la intención de ver mis bragas, o por qué no, de ver mi coño húmedo si es que no llevaba nada puesto.
No pude evitarlo, y devolviendo la descortesía, dirigí mi mirada hacia su entrepierna, notando como su pene se encontraba algo erecto. Esto me excitó, y no pude evitar sentir la necesidad de al llegar a casa, y ante la prevista falta de clientes, darme placer propio haciéndome un buen dedo que me consolase. Pero la cosa no quedó aquí, y poco a poco se produjo un intercambio de señales que nos indicaban que ambos estábamos deseando de echar un buen polvo. La cosa fue evolucionando, y finalmente, tuvo el final inevitable que ya imagináis.
A espaldas de mi madre, ambos quedamos, ya habiéndonos puesto de acuerdo en mantener relaciones sexuales, por lo que la cosa fue muy directa. Le di la dirección de mi casa, y el vino a recogerme a mi casa, tras lo cual, me invitó a cenar en un restaurante de las afueras de la ciudad. Yo llevaba un vestido verde oscuro, algo ajustado, y medias finas negras, de manera similar a como suelo vestirme cuando tengo alguna cita con un cliente. Durante el camino al restaurante, y dentro del coche, las sonrisas, miradas y piropos se intercambiaban, pero no llegaron más allá de sus caricias en mi rodilla cada vez que parábamos en un semáforo.
Cenamos y bebimos vino, y tras más de dos horas rozando nuestras piernas bajo la mesa, llegó el momento de dirigirnos hasta el apartamento que había alquilado para nuestro encuentro. El coche se encontraba en el parking subterráneo del centro comercial en el que nos encontrábamos. Dentro, comenzamos a besarnos. El comenzó a acariciar mi dorso, y lentamente introdujo la mano dentro de mi escote, comenzando a acariciar mi pecho, lo que rápidamente hizo que mis pezones se endurecieran, todo ello a la vez que nos fundíamos en un besos. Él tenía barba, y sentía el roce de su cara como mi suave piel, a la vez que con ímpetu lamía mis labios dejando su baba en ellos. De golpe me echó hacia atrás, y recogió mi pelo dejándolo detrás de mi espalda.
Con una mano arrancó el coche, y con la otra, llevándola hasta su bragueta, abrió su pantalón, sacando de él su pene ya erecto. No hizo falta que dijera ni una sola palabra, y mientras el conducía, yo mojada como una perra, me incliné hacia él, tomando con mi mano su grueso pene, y comenzando a mamársela. Debía de parar de vez en cuando, ya que él me avisaba de que estaba cercano a correrse, pero permanecimos así durante todo el trayecto, disfrutando é de mi lengua y yo del sabor de su polla recorrer mi garganta mientras que fuertemente le pajeaba.
Llegamos al hotel y estacionó su coche. Yo le ayudé a abrochar su pantalón y guardar su polla, ya que estaba algo alterado y le costaba trabajo. Salió a abrir la puerta de mi coche, y cogiéndome por la cintura me condujo hasta el interior del hotel, llegando hasta la habitación que habíamos reservado tras hacer los trámites pertinentes en recepción.
El cerró la puerta, y yo rápidamente me coloqué de rodilla esperando tu pena. Él desde la puerta comenzó a bajar su pantalón, quitándoselo por completo quedando sólo con calcetines en la parte interior y la camisa en la superior, y dirigiéndose hacia mí condujo su polla hasta mi boca, comenzando de nuevo a mamársela.
-Ummmm que bien la chupas- Dijo con los ojos cerrados disfrutando de mi mamada.
Al rato, cogiéndome de mi brazos, me obligó a levantarme, comenzando subir mi falda, y agachándose el un poco bajo mi medias, terminando por quitármelas. Con brusco empujón, me tiró sobre la cama. Alzó mis piernas, y tirando bruscamente de mi tanga hacia un lado, quedó mi coño alzado hacia arriba, el cual abultaba. Él se volvió loco de deseo, y hundió su cara en el comenzando a comérmelo como hacía mucho que no lo hacía. Lamía de arriba a abajo recorriendo toda mi raja, rozando los labio vaginales con su barba, sintiendo un leve escozor, y mordiendo de vez en cuando mi carnosa vulva.
-Me encanta tu elixir- Me dijo mientras hacía ruido lamiéndome intensamente y yo gemía para él disfrutando de su intensa lamida.
Al cabo de un rato (He de reconocer que nunca me lo había comida tanto tiempo y con tanta ansia), tiró de mi tanga blanco de hilo hasta quitármelo, llevándoselo momentáneamente hasta la boca para olerlo a la vez que se pajeaba mirándome abierta de piernas. El cogió su pene con la mano, y colocándolo sobre mi raja, comenzó a golpearla, Me daba fuertemente, y cogido por su mano la punta recorría mi coño desde la entrada de mi ano hasta mi vulva.
Finalmente me la metió, y comenzó a follarme, dando fuertes empujones sobre mí y soltando gemidos a la vez que me follaba.
En una de sus embestidas paró, y volteándome, me puso a cuatro patas sobre la cama, pegando mi cabeza al colchón y pegando con fuerza la cara sobre él.
Me encontraba a cuatro patas, y sentí como la punta de su polla comenzaba a rozar la entrada de mi ano.
-¿Te gusta por aquí perra? A tu madre le encanta-
-Sí- Le grité-
Entonces, él, dejando caer su peso sobre mí, comenzó a deslizar su enorme y gruesa polla dentro de mi culo, hasta tenerla completamente dentro, sintiéndome embotada a él como una perra a su macho. A ésta no le costó trabajo entrar, y yo sentí como mi culo se abría inmediatamente recibiéndole con gratitud, causándome un enorme e intenso calor en la entrada de mi ano y un indescriptible placer de sentir como me recorría por dentro.
-Ahhhhh...- Gemí con fuerza excitada, a la vez que sentía como perdía el control sobre mis piernas y estas se aflojaban, temblando levemente.
Comenzó a follar mi culo a la vez que tapaba mi boca, dando fuertes embestidas en mi culo.
-¿Te gusta? No te mueves puta, déjame que descargue en ti-
No pudo permanecer en esta situación durante mucho rato, y tras unas embestidas aún más fuertes, y apretando con fuerza mi cara sobre el colchón, terminó corriéndose dentro de mí, sintiendo los chorros de semen caliente entrar en mi interior y llenarme.
Ambos quedamos exhaustos en la cama, el jadeando sobre el colchón sin fuerzas para moverse, y con su pene aún erecto palpitando, y yo dolorida, con un hilo de semen que salía de mi culo y manchaba el colchón.
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