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Categoría: Incestos

Sexo con la madre de mi novia. Necesitó sexo, probó el mejor

Era una calurosa tarde de verano, la madre de mi novia, me solicita si puedo pasar para solucionarle un problema de la pc, tenía tarea que debía presentar el día lunes.



- Luis, sé que tenías programado ir a jugar fútbol aprovechando que Elena (novia) se fue a pasar el día con su padre, pero es que necesito me soluciones un problema con la pc, porfa…



- Sí, Nela, me imagino que se reitera el problema de conectividad, busco algunas herramientas y salgo.



Llegué tan pronto como me fue posible, la señal de la conexión a internet no era del todo eficiente, busqué una escalera para acceder a la azotea y buscar el origen del problema, remover y cambiar las conexiones fue suficiente para normalizar la conectividad. Terminado y ordenado, retorné a la sala.



- Me parece que una Corona bien helada estaría bueno no?



- Sí, claro.



- Bueno, voy a la pc, vos por las cervezas.



Llegué con las cervezas, me ubiqué tras de ella para asistirla, cargada la configuración, el sistema restaura las páginas en uso al momento del apagado. – Dile que sí, para evitar perder el contenido de algún programa y dificultar la recuperación.



Se produce la restauración y ¡Oh!, la pantalla se abre en un sitio porno, video mostrando trío en pleno acto sexual!!



No hubo palabras, solo nos quedamos viendo, las manos de Nela sobre sus muslos y la mirada atenta a la evolución del video. Mis manos se posaron sobre los hombros de la mujer, frotándolos, incipiente masaje, fue la forma más sensual y permisiva de seguir compartiendo la morbosa y contagiosa visión del sexo a pleno.



Se quedó, nos quedamos, obnubilados en la contemplación de la pantalla, dos mujeres ofrecen el juego lésbico al hombre que se pajea. Estaba seguro que mis veinte años podían con los cuarenta y algo de Nela, tenía experiencia en cómo tratarlas. Comencé a deslizar la tela del vestido para descubrir los hombros, un – Shhhhhh, fue suficiente para callarla.



Se dejó mansamente que comenzara a masajear sus hombros, complacida echa la cabeza hacia atrás, un suspiro profundo. El masaje se desgrana, mis manos discurren sobre sobre sus hombros, rodando por su pecho deslizan en la camisas, se esconden en la copa del soutién. Siento la emoción de sopesar la voluptuosidad de los senos deliciosamente opulentos.



- Qué haces Luis. Me has puesto las manos en las…



- Nela, no sé qué me pasó…



- Pues yo sí, que tus hormonas mandan. Pero no está nada mal… sigue, sigue porfa…



Esa fue la banderilla del vía libre, mejor recibir una bofetada por intentar que arrepentirse por no hacerlo.



La cabeza hacia atrás me facilita cubrir los suspiros con mi boca, mi lengua juega con la suya, distracción para poder extraer de la copa del soutién las carnes turgentes, volcarlos fuera y retenerlos, frotando los pezones entre los dedos.



Suspira dentro de mi boca, ahogando los gemidos, frotándose los muslos en la impotencia de saber cómo manejar las sensaciones que dominan su pasión y atropellan su razón.



Es momento de actuar, giré la silla, enfrentados, sus pechos en mis manos, los pezones secuestrados en lamidas complacientes, erizándose al compás de la mamada, siento como se aceleran los latidos, el deseo incrementa la humedad en su entrepierna, las manos apretadas entre sus piernas la delatan.



Levanté el vestido, instintivamente separó las piernas para hacerme lugar entre ellas, podía entender sus necesidades, interpretar sus miedos. Me arrodillé entre sus piernas, froté la boca sobre el triángulo del pecado, embriagarme con el aroma de hembra ardiente, hice a un lado la tanga, metí mis dedos, hurgar en su sexo la estremece.



Es el momento de complementar con mi boca para engullirme sus pezones, mientras mis dedos son succionados por su boca vertical. Los gemidos se multiplican, desmedida en su exteriorización, abraza mi cabeza para frotarla entre sus tetas, eleva las piernas, ceñidas en mi cintura.



Los dedos controlan y dominan sus zonas más erógenas, las delicias más extremas, se agita y remueve, pide, exige, que no me detenga. Los gestos dicen todo, los gemidos y aullidos llevan el sello de la impotencia de no poder resistir, inquieta por saber cómo encontrar sosiego, agitada y excitada pierde la calma y solo puede apretarse los pechos y gemir intenso.



El orgasmo, compulsivo, excede su memoria sexual, entre gemidos de goce pide que pare, que me detenga, al mismo tiempo que ordena que no lo haga…



- Para! para! Por favor! No puedo…



Suspendo el movimiento digital, solo un instante, retomo el ritmo, “dedeando” en su vagina, el dedo mayor, húmedo se anima a explorar en el ano. Un nuevo sacudón la pone en órbita, el orgasmo vuele a estremecer.



Se somete al macho joven, es momento de poner mi experiencia en acción. Tomada de la cintura la senté sobre el escritorio, el vestido arrollado en la cintura, me coloco entre sus piernas, produzco el golpe de efecto al desgarrar el tanga de un tirón, la prenda desgarrada la llevo a mi boca para aspirar su esencia de mujer.



La vulva aletea alborotados por el “paleteo” persistente de mi lengua, bucear en el mar de jugos de Nela, el clítoris abulta y eriza acosado por el pulgar izquierdo, la derecha intrusa por derecho propio en el oscuro hoyo del ano.



Los primeros escarceos digitales y bucales tienen efecto sobre su maltrecha sensibilidad, se deja al influjo de joven que sabe manipular sus eróticas sensaciones.



Las sensaciones la obligan a recostarse sobre el escritorio, haciéndome lugar para acosar su sexo con mi boca.



Su mano presiona para incrustar mi boca en su conchita, enredar sus dedos y sujetarme por la eternidad en ella. Las piernas elevadas y enlazadas en mi cintura como eximia luchadora sexual.



Los gemidos se suceden, sin recato ni pudor, todo vale para expresarse el placer de su genitalidad. El fuego interno asciende por su venas, dilatan sus pupilas, la mirada perdida, boca ladeada, babeándose, claros síntomas de un orgasmo de proporciones difícil soportarlo.



Siento que sus piernas se agarrotan sobre mi dorso, los pies extendidos y la mano empujando mi cabeza para incrustarla en su vagina, Jadea, gime y vocifera que me pare.



- Para! Para!, para por favor! No puedo, no puedo!!! Me mueroooo



Solo un momento de compasión, tan pronto dejó de vociferar retomé lentamente el movimiento, vibra sus músculos, aprieta los labios vaginales, otro remezón de temblores excitantes toman el control de su maltrecha humanidad. Un segundo tsunami agitándola como hoja en la tormenta.



La misma receta la lleva a un tercero y a otro más. Totalmente desencajada y alborotada, solo atina a pedir clemencia entre lágrimas de goce.



- Basta, basta!!! Porfa, no puedo más, no puedo… mi cuerpo no está acostumbrado a este trajín, no puedo soportar, no puedo controlarme ni dominar esta calentura. Me sometiste, me haces delirar pero me cuesta soportar tanto placer.



Me deshice de las ropas, solo quedó el bóxer, me senté en sillón de respaldo alto, mirándola tendida sobre el escritorio, abierta de piernas, los labios de la vulva aleteando, los jugos empapándolos, los pendejos (vellos púbicos) alborotados y húmedos.



Se deshizo del vestido, avanzó hasta quedar hincada entre mis piernas, palpó el tamaño del miembro, el gesto fue bien expresivo cuando apretó a dos manos el buen tamaño de la poronga.



- Hmmm, cómo debe haberte sufrido Elenita. Todo esto se comió, con razón la escuché gemir una tarde que ni se enteraron que había llegado. Desde ahí, comencé a mirarte con ojos envidiosos.



- Sí que lo he notado, sabía que debías de habernos pescado cuando le hacía el amor a tu hija.



- Hacer el amor? Con esta poronga lo que hacías es romperle el culo. Se lo hiciste? (el que calla otorga), ah… entiendo se lo rompiste verdad?



- Bueno… no fue tan así, supe hacerla desearlo, le dolió algo pero no la lastimé como piensas.



- Estaría bueno saberlo, aunque esta “cosota” me intimida.



Se prendió al miembro con la ansiedad de beberse la vida, se aferró a él con quien defiende su derecho a la vida. Sentía que esta carne le era indispensable para renacer de sus propias cenizas.



Asida al mástil coronó de besos y saliva la cabezota, abriendo bien grandes los ojos, controlando cada uno de mis gestos, pajea y mama sin perderse un gesto. Atorada y bufando no suelta la presa, la conserva todo el tiempo dentro de su boca caliente, labios bien apretados por el grosor y para retenerla a pesar de todo y todos.



La pajeada avanza sin prisa pero sin pausa, el glande siempre inmerso dentro de su cavidad bucal, tiene buena mano para movilizar la excitación, pronto me llevó al bode de la eyaculación.



- Para, para, que si sigue así me vas a hacer venirme. (Sonríe sin soltarme de su boca) Nela, estoy casi al límite, voy a venirme en tu… Voyyyy.



Ni pude terminar la frase, la excitación fue tanta y tan grande que cuando sentí el cosquilleo de que la eyaculación estaba próxima, ya ni tiempo tuve, solo una advertencia sobre la marcha y el disparo del semen salió con el estrépito de un cañón, bueno a así lo percibía desde el puesto de mando. Disparé una gruesa andanada de semen en su boca, y luego los siguientes cumplieron el mandato de vaciarme. La venida fue tan intensa que necesitó tragarme en dos movimientos, y aun así se atoró un poco en la tragada.



- Hmmm cuánta leche tenía mi hombre. Esta es la segunda vez que trago la leche de un hombre, la primera fue de pendeja, a un noviecito del colegio, solo hacíamos sexo a mano, y en esa oportunidad me tapó la nariz y me obligó a abrir la boca y me la metió de prepotente, luego me sujetó se pajea sujetándome del cabello hasta venirse dentro. No me soltó hasta que no me tragué su leche. Ahora fue la segunda vez, pero por que quise hacerlo, quería recibir esta leche que me gané con el sudor de mi boca.



Agradecí el gesto y la recompensé con decir que había sido la mejor mamada que me habían hecho, sí aún mejor que las que hace tu hija, que lo hace de mala gana y no siempre de traga mi lechita.



La pija siguió dentro de su boca, recibiendo las caricias bucales, sin perder casi erección. Éramos tan jóvenes que podíamos echarnos dos sin sacarla, tal fue en este caso que solo se la sacó de su boca para poner la otra, la de abajo. Trepó al sillón, montando ahorcajada, arrodillada sobre el asiento, se había abierto bien la chucha para que le calzara justo en el centro y se fuera dentro engullida como por boa constrictor. Con una mano se tomó del alto respaldo como forma de impulsarse, con la otra me dio la teta para que pudiera mamarla.



Me hubiera gustado poder mamar más y mejor, pero había comenzado a moverse con tanta vehemencia y tan rápido que me sacudía como a un flan. Tomada firmemente del respaldo podía dominar y controlar los movimientos, balancear e impulsarse sobre mí, subir y bajar, rotar y volver a caer con todo el peso de su cuerpo hasta sentir el golpe de los 18 centímetros de poronga golpeando y abriendo todo su sexo con seis centímetros de abertura que ocupa el grosor de la verga que se está comiendo.



El primer orgasmo estalló cuando se balanceó con fuerza apretándose contra el respaldo, estrujando sus grandes pechos en mi cara y dejándome casi sin aliento cuando se eleva y me deja literalmente apretado contra el respaldo. Echó el torso hacia atrás como para distender los músculos y recuperar el resuello y volver a cabalgar en pelo como una potrilla salvaje, el segundo fue igual de intenso, y lo fueron el tercero y no sé cuántos más que vinieron tras de él.



Era una mujer nueva, remozada, renovada, consentida y pervertida, había soltado las amarras del recato y lo convencional, abandonado la abstinencia de poco más de tres años, autoimpuesta como una especie de culpa desde que su marido la abandonó por una muchacha apenas mayor que su hija.



Ahora es tiempo de revancha, de tomar lo que le place, haberme escuchado teniendo sexo con su hija rescató los deseos escondidos en arcón de los recuerdos, al mismo tiempo que descubre que tiene derecho a tomarme para usarme como objeto de revancha. Por cierto que estaba tomándose toda la revancha y dándose pija como para saldar todas las deudas del pasado reciente.



La potencia del macho se hizo presente, me levanté con Nela abrazada, los brazos rodeando mi cuello sus piernas mi cintura, de ese modo volví a colocarla sobre el escritorio. Le di un par de entradas, pero por comodidad y para tener mayor libertad de movimientos la puse boca abajo sobre el escritorio.



Se la mandé a fondo, de un solo envión, el quejido la estremeció hasta la raíz de los cabellos, se tomó con firmeza de los bordes para poder contener los vergazos.



Por suerte, para ella, no pude aguantar mucho, estimo que la furibunda cogida no duró más de diez minutos, la venida de semen volvió a ser intensa y proyectada bien en el fondo de su cuquita. Agotado y con las piernas temblando me retiré de su sexo, senté totalmente recostado en el sillón que conservar los rastros de la profusa acabada.



El cuerpo de Nela sigue latiendo, asida de los bordes del escritorio, con los labios vaginales flameando, abiertos, escurren en chorritos el exceso de semen vertido por mi poronga. Parte del escurrido se queda en un muslo, el resto directo al piso.



Giró la cabeza, sin soltarse, solo sonríe a su macho, gratificada por los orgasmos que ha sabido conseguir.



Pasó por el baño, sentada en el bidet sintió el aliviador chorro de agua tibia que suavizó el escozor propio de una intensa cogida, sobre todo después de vencer la autoimpuesta abstinencia de poronga.



- No podía dejar pasar la oportunidad, la tenía entregada, comiendo de mi mano. Era el ahora o nunca lo sería… Nela quédate sobre chorrito de agua tibia, lávate bien el culito que tu macho te lo va a hacer, para uno virgen como el tuyo el agua tibia te lo va a relajar.



- Ah, así…



- Sí, así fue cuando se lo estrené a tu hija. En esta casa y pasó por este mismo bidet antes de entregarme el culito virgen. Ahora es tu turno, hazlo, que ahora vas entregármelo.



Como dije antes, el que calla otorga, ella calló. Su culito virgen me lo entregó sin oportunidad de negarse.



La conduje a su dormitorio, en la misma cama que tenía sexo con su marido, ahora será desvirgada por el ano por su nuevo hombre.



Nos besamos de un modo especial, fue un beso que se da con la mirada, con la memoria, del modo que arrebatan los sentidos, en él estaba impreso el mensaje que transmite de corazón a corazón, que llevan la tempestad de la pasión para ahogarla en la tibieza de su carne pródiga, cobijar la fuerza salvaje del deseo de la mansa quietud de la emoción. Todo esto nos dijimos en ese beso robado, con la obscenidad del deseo prohibido pero tan sentido como era el sentimiento que había despertado durante el contacto pasional.



Habíamos decodificado el significado de los gestos, interpretado el sentido de la sexualidad, despertado una forma de amor no convencional, pero cargado de emoción y sentimiento que excede a un polvo furtivo.



La invité a tumbarse sobre el lecho, a que abra sus piernas hasta que quedara bien visible su flor. Entonces me senté frente a ella y le pido con extrema dulzura que pase sus dedos entre sus labios, para deleitarme con la visión de su placer. Así lo hizo, un par de minutos más tarde se agitaba como si el diablo la hubiera hecho su prisionera.



La masturbación fue un espectáculo que me surgió de la necesidad de conocer su quehacer erótico durante ese tiempo sin hombre. Con este orgasmo a mano propia, está lista para dejar que su hombre se haga dueño se su virginidad anal.



La voltee sobre el lecho, justo en el borde, los pies en el piso y almohada bajo el vientre. Es la postura clásica para penetrarla con comodidad y libertad de acción. Me espera en la postura descripta mientras voy al dormitorio de Elena por el potecito de crema que lubrica y suaviza el ano para que no sienta tanto la dilatación del miembro tan grueso, un anestésico suave que compré en un sexshop y que le hemos dado muy buen uso con la hija.



Ahora es tiempo de usarla con Nela, unté el dedo y se lo introduje para esparcirlo en las paredes del recto, otro poco de la cremita mágica, con dos dedos, haciendo el vaivén de un coito, girando y rotando para prepararla, dándole tiempo a que el suavizante haga efecto. Las caricias y besos contribuyen a darle confianza, reiterarle la mentira piadosa, “tranquila princesa si te duele me avisas y te la saco”, ambos sabíamos que tan solo es una formalidad, que ningún hombre te la va a sacar cuando la tiene dentro, promesa que nadie cumple.



Acomodé los pies por fuera de los de ella, las rodillas apretando sus muslos, separó las cachas, apoyé la cabezota en el aro, siento el calorcito, percibo el temblor. Afirmado en sus caderas comencé a empujar suave, entrar y retroceder hasta que se acostumbró al juego, intento distraerla con los besos en su espalda y de pronto una nalgada la desconcentra y se la entro, hasta la mitad.



- Tranquila, ya está toda, la tienes toda dentro. (Verifica con su mano)



- Mentira, no está toda, falta mucho. Me está doliendo.



- Tranqui, voy suave. Muévete, éntratela tu misma.



Tomamos el ritmo justo, cuando ella viene atrás, voy con todo hasta que los testículos se golpean con los labios de la vulva. Coordinamos el ritmo justo, sin dejar de quejarse por la dilatación que produce al entrarle toda. El pistoneo se consolida en ritmo y tiempo, ella sufre el grosor yo disfruto ese delicioso gemido del dolorcito anal.



Nela resiste pero le cuesta alguna lágrima, soporta para no cortarme el polvo y porque la tengo tan aprisionada que no puede más que aguantarse toda la verga.



- Dale, dale, acaba de una vez, me está doliendo mucho.



Comienza a moverse, cierra y afloja el esfínter para ayudarme a eyacular, pone toda su voluntad y ofrece todo el culo abriendo y cerrando. El momento está próximo…



- Tranquila mami, quieta! quieta! Ya estoy cerca, estoy llegando. Prepárate para sentirme estoy llegandooo.



Un chorro de semen, intenso se derramó dentro de su culo, la poronga se dilata para dejar circular el semen hacia el destino final. Montado sobre la mujer, termino de largar el resto del polvazo.



Permanecí dentro de su culo, no quería que saliera con la pija tan hinchada, necesita que se afloje un poco, siente que el grosor le hará doler más aún.



Consciente y disfrutando de seguir dentro del agujero negro, disfrute los latidos post eyaculación, gozando cada instante hasta el momento de retirarla del hoyo.



Fuera de ella disfruto ver el resultado, el hoyo sigue latiendo, enrojecido y dilatado. Quedé velando y esperando que ese agujero desvirgado vaya cerrándose, puedo sentir el calorcito emanado, latiendo cuando el anillo vuelve a fruncirse como al inicio del acto.



Nos besamos, como amantes, con la necesidad y dependencia que hemos descubierto en ese instante.



- Hmmmm, qué tarde se nos hizo. Vete, te limpias en tu casa, Elena ya debió de haber llegado. No me llames, yo te llamo. Si te portas bien te envío una selfie de esta conchita que te gusta para invitarte a coger, sí?



Acepté, ahora es tiempo de espera, que se despierte la necesidad de garche de Nela, yo sigo tan caliente como al inicio.



Lobo Feroz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 0
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  • Envios: 0
  • Lecturas: 2011
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