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Pelirroja... peligrosa (5ª parte)

Cuando Nuri salió de la habitación caminando con dificultad, yo ya había recogido la casa, me había dado una buena ducha y estaba preparándome para salir. Nuri se acercó a mí con la cabeza gacha, la ropa totalmente arrugada y caminando con dificultad.



- Hola - le dije, mientras sacaba una taza y servía café. Ella ni siquiera me contestó, simplemente se sentó en silencio. Le puse la taza delante, y ella se sirvió un poco de azúcar y bebió a sorbitos.



- Oye C***... - Levantó la cabeza y vi que tenía los ojos húmedos y que estaba muy colorada, nerviosa.



- Dime, Nuri - Yo tomaba otro café de pie, frente a ella, apoyado en la encimera.



- Lo que ocurrió anoche... bueno, esta mañana... - Cada vez le costaba más hablar. Yo la miraba, procurando permanecer impasible. - ... lo que ocurrió... bueno yo... vaya... quiero decirte que no... que estoy muy arrepentida...



Es en estos momentos cuando un hombre se siente desorientado. ¿Arrepentida? ¿Arrepentida de qué? ¿De que te emborrachases? ¿De que te me echases encima como una loba? ¿De que me pusieses a cien mil por hora y nos interrumpieran a mitad del polvo? ¿De que te quedases frita y prácticamente te violase mientras dormías desnuda con ese cuerpazo que tienes?¿Arrepentida de no haber disfrutado de un buen polvo?



Naturalmente no le dije eso. No soy el colmo de la sutileza y la diplomacia pero tampoco totalmente gilipollas.



- Ya... bueno, yo también... - le dije, serio cual esfinge. Ahora era el momento de quedar como un señor. Atención a la jugada - Creo que fue culpa mía. Bebí demasiado y me dejé llevar...



- Bueno... - Nuri me miraba casi agradeciéndome que le dijese lo que quería oír. En el fondo la culpa era mía, ¿no? Al fin y al cabo, fui yo quien se metió su lengua hasta la tráquea, fui yo quien le quitó las bragas, fui yo quien preguntó por un condón, y fui yo quien la sentó encima de mi polla. - ... yo creo que la culpa fue de los dos...



Ya le he dorado la píldora, ahora hay que procurarle una salida airosa.



- Mira, Nuri... da igual. Verás... a mí Silvia me gusta mucho, y yo... me siento como un cabrón por lo que he hecho. - La pelota está en su tejado. Veo cómo a Nuri se le llenan los ojos de lágrimas.



- Joder C***... Silvia es mi amiga...



- Nuri, lo mejor es que olvidemos lo que ha pasado... por favor, no le digas nada a Silvia. No sé cómo pudo ocurrir... - Hombre, tengo una ligera idea, pero...



- Tienes razón. Joder, estaba superborracha...



- Es igual Nuri, mira, no pasó nada, y ya está.



A Nuri parecía que le bastaba con eso. A mí, para qué decirlo. Así que nos tomamos un café, y como ya era bastante tarde, me ofrecí a llevarla a su casa. Cuando paré delante de su portal, me dio un beso en la mejilla.



- C***... de verdad... no sé lo que...



- No importa Nuri. Venga, hasta otro día.



Se dio la vuelta y se marchó. Yo me quedé mirando su culo ajustado en esos pantalones rojos... realmente estaba buena. Pero dentro de una hora tenía una cita con Silvia, y era mejor tomarse un par de tragos por si acaso. No sé si Marga habría largado lo de Nuri, pero tenía que estar preparado para cualquier cosa.



Tres cuartos de hora y tres copas más tarde me dirigí, paseando, hacia el restaurante.



* * *



Era un restaurante caro. No de los más caros, no sé si me entienden, pero sí uno bastante pijo, muy de moda. Aunque llegué un poco tarde, Silvia aún no estaba allí, así que me senté en el bar... perdón, hice equilibrios en el bar sobre una de esos endemoniados taburetes diminutos y altísimos que ponen en los pubs de diseño, y pedí otra copa.



La vi entrar y casi se me cae el vaso. Supe enseguida que no sabía nada de lo de Nuri, porque estaba radiante, y preciosa. Caminaba con lentitud y con alguna dificultad, pero estaba realmente guapa con ese vestido corto, color granate, muy escotado y entallado, y un abrigo blanco. Además se había cambiado de peinado y su larga melena rizada caía sobre sus hombros. Me levanté y fui a su encuentro, besándola en los labios. Dios mío, hasta su olor a perfume me encantaba.



No sentamos en la mesa, ella con evidente incomodidad, y apenas puedo recordar de qué hablamos. Pero si sé que durante esa cena, me sentí cautivado una vez más por el embrujo de sus ojos oscuros y su cara de niña buena. Era dulce, inteligente, pero con ese candor típico de las chicas tímidas. Y yo le gustaba de verdad, lo notaba en cómo me miraba, en cómo jugaba con mis dedos encima de la mesa. Y en como apoyó su cabeza en mi hombro cuando salimos, agarrados, del restaurante.



Nunca he sabido qué hacer en esta clase de situaciones. Paseando un sábado por la noche por el centro de la ciudad, como dos enamorados en una comedia romántica... buf. Entonces ocurrió lo de mi ex y las cosas se enredaron un poco más.



* * *



No les he hablado de mi ex porque no ha salido el tema, no se vayan a pensar. Lo tengo más que superado. ¿Que salimos más de seis años? Tampoco es para tanto ¿Que convivimos durante dos años? Bueno, y qué. ¿Que cuando me dejó tuve que volver a casa de mis padres porque no soportaba vivir en la misma casa que cuando estábamos juntos? Cosas de la vida.



Mi ex se llama Beatriz, Bea. Tiene el pelo castaño, ondulado, y es guapita de cara, con una sonrisa amplia y unos ojos preciosos, verdes. Por lo demás, es bajita y está rellenita. No es que esté gorda, pero tiene las caderas bastante anchas y un pandero amplio, y siempre le acomplejó, cosa que trataba de combatir con un carácter fuerte y bastante mal genio. Fuimos juntos a la universidad, y cuando acabamos la carrera nos fuimos a vivir juntos. Yo llevaba dos años trabajando en la tienda de ordenadores, y ella enseguida encontró trabajo en una empresa de telefonía, como comercial. Así que sin posponerlo ni medio mes, cogimos los bártulos y nos fuimos a un piso del centro.



Y pasó lo que tenía que pasar. Bea descubrió que para follar e ir al cine, nos entendíamos de fábula, pero que no soportaba mi cinismo, mis neuras, mis manías y mi inmadurez. No quise darme cuenta, pero nuestra relación se fue deteriorando, y llegó el día en que me contaron que me estaba poniendo los cuernos con uno de sus compañeros, así que, aunque seguía enamorado hasta las cachas, finalmente me convencí de que las cosas se acaban y que era mejor dejarlo antes de tirarnos los trastos a la cabeza. Entonces ella me dijo que iba a mudarse a Madrid, y fue así como, de un día para otro, nos perdimos la pista mutuamente tras dejarlo "como amigos", repartirnos los discos, las cintas de video y un puñado de buenos recuerdos. Nunca la he vuelto a ver.



¿A quién trato de engañar? Han pasado tres años de aquello y todavía pienso en ella.



* * *



Silvia y yo paseábamos por una de las calles peatonales del centro de la ciudad, confundiéndonos con un buena cantidad de parejas que deambulaban por las cafeterías. En una de ellas noté cómo unos dedos se clavaban en mi cintura. Sorprendido, me giro y me encuentro cara a cara con Bea.



- ¡Hola guapísimo! - Me dice, sonriente. Yo, totalmente cogido por sorpresa, me callo y me quedo mirándola con una cara me imagino que harto graciosa, porque ella se echa a reír. - ¿Pero qué te pasa? ¡No me digas que ya no me conoces!



Cuando me repongo de semejante shock, la miro de arriba abajo y noto que no ha cambiado demasiado. Si acaso, está un poco más delgada, pero sigue poniéndose esos vaqueros que resaltan su amplio trasero. Balbuceo un saludo, y le doy dos besos. Me vuelvo hacia Silvi, que no parece estar a punto de dar saltos de alegría, y las presento.



- Silvia, esta es Bea, mi... mi ex novia. Bea, Silvia. - Prescindo de nada más, antes de meter la pata. Las dos se dan dos besos, muy corteses, pero creánme, el aire entre las dos podría haberse cortado con un cuchillo y vendido en filetes. Sobre todo por Silvia.



- Bueno C***, qué casualidad. ¿Cómo estás, a qué te dedicas? - Bea se sentó en nuestra mesa tras hacer un gesto a un grupo que estaba de pie en la barra.



- Uf... yo bien, sigo de informático... pero cuéntame, ¿qué haces aquí? Hacía la tira que no te veía. - Estaba bastante incómodo, más que nada porque estaba frente a la chica que me había dejado hace tres años, y al lado de una pelirroja con la que, qué caramba, me encontraba muy a gusto.



- Nada chico, estoy de vacaciones y he venido a ver a mis padres. Siento no haberte llamado, pero... ya sabes.



¿Siente no haberme llamado? ¿Cuándo? Hace tres años, tres, que no sé nada de ella, y de repente me la encuentro por casualidad en un bar. Y me dice que siente no haberme llamado. No sé que contestarle, así que la dejo seguir charlando y charlando.



Así era siempre. Ella hablaba, era el centro de atención, y yo me limitaba a pensar cómo era posible que una chica así estuviera con un tipo como yo. Ojo, no me considero ni más listo ni más tonto que nadie, ni más guapo ni más feo, ni nada parecido. Sencillamente es que ella tiraba de mí a todas partes, mientras yo me derretía en cuanto me ponía la mano encima o me miraba a los ojos.



Y ocurre exactamente así. No lo de derretirme, sino lo de tirar de mí. De repente me encuentro junto a los amigos de Bea, unos madrileños que han venido hasta aquí con ella, y presentándoles a Silvia. Son tres chicos y una chica, una tal Olga, totalmente insufrible, que sale con uno de los tipos, Javier, el gilipollas más integral que imaginarse puedan. Los otros dos son pareja, se llaman Pau y Marcos, son creativos publicitarios, y ellos mismos parecen anuncios de una marca de ropa. Los cuatro son super cool, y trabajan en una agencia de publicidad, donde también trabaja Bea.



Apestan a snob. Cuando se enteran de que trabajo en una tienda de ordenadores me miran como pensando "qué pintoresco", pasando enseguida a charlar sobre lo guapos que son todos, la mucha pasta que ganan, y lo grotesco que es todo en cuanto abandonas la capital. No los soporto, y noto que Silvia tampoco, pero Bea no para de charlar conmigo y al final terminamos todos en un bar de esos muy bohemios, con velas en las mesas, decorados con madera, y con actuaciones de jazz todos los miércoles por la noche.



Un rato después, Silvia se va. La acompaño hasta la puerta del bar, y una vez fuera me encojo de hombros. Ella se ríe y me da un beso. "Ven hasta mi casa cuando quieras", y me alarga una llave. Me quedo a cuadros. Así que para eso era la cena. En apenas unos días, me acaba de convertir en su novio formal.



Cuando ella se aleja, se da la vuelta y me lanza un beso. Tengo su llave en el puño, bien apretada. Entro en el bar otra vez y me la guardo en el bolsillo de la chaqueta.



* * *



No les voy a aburrir con detalles, porque desgraciadamente está claro cómo terminó todo aquello. No lo pude evitar. Hubo un momento, un segundo, en el que pude cambiar el desenlace de aquella noche, pero se pasó. Cuando Silvia me lazó aquel beso, desde media calle de distancia, estuve a punto de despedirme y salir tras ella. Sin embargo...



Me aburro como una ostra. Estos cuatro pijos me hacen sentir como un fracasado por no tener tanto talento ni tanto éxito como ellos. Viven en lofts, tienen coches caros, se van de vacaciones a Egipto y a Bali, y no tienen que montar tarjetas de memoria o viajar en furgoneta por media ciudad. Si me quedo y no les mando a la mierda, es por Bea.Ha cambiado, si no por fuera, sí por dentro. Es más alegre, menos trascendental. Ya no trata de esconder sus inseguridades tras una máscara de extroversión: ahora realmente disfruta siendo el centro de la conversación, el centro de las miradas.



Hacia las cuatro de la mañana, me entero de que los amigos de Bea van a un hotel, pero de que ella va a su casa. Así que me ofrezco para llevarla.



Dice que sí.



Cuando montamos en el coche, todavía podría simplemente conducir hasta su casa, despedirme de ella e ir a buscar a Silvia. Pero algo sucede en el coche que me obliga a claudicar.



Al principio conduzco en silencio, pero desgraciadamente pasamos por delante del portal donde vivíamos hace años. Bea lo señala y comenta en voz alta.



- ¡Joder C***! Pero si es donde vivíamos, ¿te acuerdas?



- Ajá - Yo ni siquiera la miro.



- Hace ya... buf, tres años por lo menos, ¿no?



- Hum... sí, más o menos, por ahí...



- ¿Te acuerdas de cuando...? - Con esa frase, vencida y desarmada mi templanza, tomó la nostalgia sus últimos objetivos emocionales. La resistencia había terminado.



Aparqué el coche en la falda del monte, en un mirador sobre el manto luminoso de la ciudad que dormía a nuestros pies. Hablamos durante una hora, por lo menos, de los viejos tiempos. Ella me dijo un montón de cosas, que se equivocó, que se acordaba mucho de mí, pero que el orgullo le impidió llamarme y decírmelo. Yo le conté lo mucho que la eché de menos. Antes de que saliera el sol, estábamos besándonos en el asiento de atrás.



Habían pasado tres años y algún tiempo más desde la última vez que lo hicimos, pero recordaba perfectamente lo bien que nos compenetrábamos haciendo el amor, lo insaciable que era. Apenas nos besamos y le toqué un poco la espalda, ella se lanzó sobre mi bragueta y me desabotonó el pantalón, liberando mi polla que se irguió, casi saltando. Aún la sentía irritada y ardiendo, pero en cuanto Bea la engulló, glotona, golosa, me invadió de nuevo la excitación y no pude sino prepararme para lo que venía.



* * *



Siento que mi polla crece en su boca mientras ella la recorre por completo, metiéndosela hasta la garganta, chupándola, tragándola, devorándola, lamiéndola más tarde como un helado de carne, haciéndome cosquillas con su lengua, mordisqueándome el capullo, follándose ella misma la boca, acariciándolo con sus labios carnosos. La mama con auténtica devoción, haciéndome estremecer de gusto. Se coloca de rodillas en el asiento, inclinada sobre mi nabo como si estuviera rezando, con su gran culo apuntando hacia la ventanilla empañada.



Yo voy bajando mi mano por su espalda inclinada sobre mi regazo, poco a poco, hasta llegar hasta esos dos globos carnosos que esconden sus tesoros. Su pantalón es como un segunda piel, y magreo sus nalgas abundantes, un poco fofas, desbordantes. Llego hasta su coño, y lo froto con fuerza, despacio, recorriendo su entrepierna desde el monte de venus hasta el culo. Ella gime con la boca llena de mi polla, meneando el trasero como una gatita. Cuando vuelvo a recorrer sus nalgas con mi mano y a apretarlas, ya sé cómo hacerle pagar estos tres años.



Con la polla bien tiesa y embadurnada de saliva, la levanto un poco y la desnudo como puedo. Su camiseta roja vuela hacia el asiento de delante, y pronto le sigue su sostén. Sus tetitas son muy pequeñas, y apuntan hacia arriba, con unos pezones color marrón claro, pequeñitos, que recuerdo me volvían loco. Las chupo un poco y las acaricio, apretándolas en mis manos, poco más grandes que pelotas de tenis, y trato de meterme una entera en la boca. Enseguida la emprendo con el pantalón y el tanga. Ajustados como son, nos cuesta un rato y un poco de contorsionismo el poder bajarlos por sus piernas, pero pronto está completamente desnuda junto a mí. En la penumbra puedo adivinar su piel morena, el tatuaje de su hombro (un delfín), y noto casi la oleada de ardiente fuego que se desprende de su cuerpo. Sin esperar ni un segundo se vuelve a lanzar sobre mi polla, arrodillándose otra vez a mi lado en el asiento, así que yo vuelvo a frotar el culazo que tiene, un poco caído, pero todavía hipnótico, rebosante. Cuando acerco mis dedos a su orificio posterior, se saca la polla de la boca y comenta, apartándose el pelo de la cara, sin mirarme, con voz traviesa:



- Hmmm... ¿quieres darme por el culo, cabronazo?



Por respuesta yo poso mi dedo corazón en su esfínter, que yo recuerdo oloroso y dulce, haciendo círculos en torno a ese arrugado anillo, hasta que finalmente empujo para clavarlo dentro de su orificio. Sé que lo hacíamos regularmente por ahí, y que debería tenerlo bien entrenado y elástico, pero noto una sorprendente tensión, una tenaz resistencia. Eso quiere decir que no le han abierto bien el culo últimamente. Bea sigue chupando, pero se detiene con un gemido cuando le inserto el dedo por la puerta de atrás. Se saca mi polla de la boca y levanta la vista.



- Hmmm... hazlo suave... tú eres el último que me la ha metido por ahí.



Por mucho que lo intente, no me pienso apiadar. Le pienso perforar ese culo de niña pija que tiene, me la voy a menear con sus tripas, la pienso encular hasta que se me desgaste la polla. Saco el dedo de su ano, me acerco la mano a la boca y me escupo en los dedos. Los froto humedeciéndolos bien, y empiezo a masajear su orificio a la vez que ella se traga mi miembro, cada vez más duro, ahora lubricándola bien. Sabe que se la voy a percutir por el ojete, y quiere que esté bien preparada. Se tensa cuando le meto un dedo, y después, venciendo la resistencia de su ojal, dos. Los meto y los saco, gozando con el tacto de su culito, ella gime y menea el culo en círculos, lubricando mi polla a la vez con su saliva.



- Bea, colócate. - le digo finalmente.



Ella se incorpora y se pone delante de mi, medio acuclillada, de espaldas, y lista para sentarse sobre mi polla. Cuando veo ese culazo enfrente de mi polla, me siento en el paraíso. Bea se abre el culo con una mano, y con la otra mano se apoya sobre mi pecho para controlar la penetración. Yo mantengo mi polla bien tiesa con la mano, bien dirigida hacia su negro agujero. Ella baja esas dos nalgas redondas que tiene, muy despacio, hasta apoyar su culo en la punta de mi nabo, y entonces se deja caer un poco.



- Aaaaaaaaaaaayy... joder... - Está bastante tenso, y cuando noto que entra el capullo, Bea se detiene con un grito. Ya no recordaba su culo... ¡qué gozada! Está superapretado, y me da un gusto de la hostia. Bea respira fuerte, tratando de acostumbrarse a tener el culo otra vez relleno de polla. Pero no estoy dispuesta a dejarla tomar la iniciativa de la enculada. Llega el momento de la venganza. Con un movimiento brusco aparto su mano de mi pecho, y entonces cae con todo su peso sobre mi polla, ensartándose sin remedio, hasta las pelotas, con su culo todavía sin dilatar del todo.



- ¡¡¡¡¡Oooooooouuuuuuu!!!!!! - Me ha dolido hasta a mí, y el grito de Bea ha tenido que oírse hasta en su casa. Con sus nalgazas apoyadas en mis piernas, temblando, sacudiéndose, con esas dos montañas apretando bien mi polla, la escucho quejarse y casi sollozar, mientras a mí me duele horrores, en serio, por culpa de la fricción. Noto como si me la fuera a arrancar de lo que aprieta el esfínter la muy puta. Su culo está ardiendo, y lo noto bastante seco y muy cerrado. Aún así, en medio del dolor, escalofríos de placer recorren mi espina dorsal. Dejo pasar medio minuto, entre los gemidos de Bea, pero sin descanso la levanto por la cintura y la desempalo hasta el capullo. Miro mi polla entre esas dos masas de carne, que parecen querer engullirla, y la suelto dejando que su propio peso la clave otra vez y literalmente embuta mi nabo en su intestino.



- ¡Auuuu!... ¡Joder!... - No la dejo descansar, cuando siento que sus culazo se posa en mis piernas vuelvo a levantarla, gozando de cada milímetro de sus tripas que me pajean la polla como un puño bien cerrado.



- Aaaaaaayyy... joder cabrón... ¡más suave! - No hay contemplaciones. Ya no soy aquel chaval que dejaste tirado hace tres años, guapa. Ahora soy una polla que te va a dar por el culo hasta que te salga por la boca. Así que la dejo caer otra vez, excitándome con sus quejidos. Sigo arriba, abajo..., disfrutando con el tacto del blando cojín de sus nalgas golpeándome los muslos, resoplando de puro gustazo al abrirle bien el culo a esta zorrita. Después de seis o siete penetraciones profundas y presumo que dolorosas, Bea se cansa de protestar al ver que yo sigo perforándole el trasero sin tregua, así que gimiendo de dolor y placer, se agarra al reposacabezas del asiento delantero, lo muerde y se deja hacer... al fin y al cabo, no hay más remedio.



Ahora la subo hasta sacarle la polla, y no me limito a dejarla caer, sino que tiro de ella con fuerza, metiéndosela bien, venciendo a puros tirones la rigidez de su anillo y de sus entrañas. Bea gime al compás de mis penetraciones, sin duda disfrutando también del agudo dolor mezclado con el placer de la enculada. Tanto es así que cuando le suelto la cintura para agarrarle bien las tetitas que tiene, es ella misma quien se la mete, levantando el culo y bajando, jadeando y gimiendo de puro gozo.



- Mmmm... así... sí... ooohhh.... - Habla en voz alta, me pone muy burro darle por el culo, mirar cómo mi nabo se pierde en su interior, cómo se lo come ese antes cerrado agujerito.



- Tómala por el culo... te gusta que te den por el culo, zorra... - No me contengo, casi grito y le acompaño en sus gemidos, insultándola, clavándole mis dedos en sus pechitos, pellizcando sus pezones, mordiendo su cuello, agarrando con las dos manos ese culazo que me obsesionaba desde hace tres años.



- Sí... dame por el culo... rómpeme el culo... - Eso me pone a mil. Hasta ahora estoy sentado, pero entonces la agarro de la cintura y la empujo contra el asiento delantero hasta que éste se inclina hacia el volante. Ella queda apoyada con su pecho en el asiento inclinado, las piernas flexionadas. Yo me coloco de rodillas sobre el asiento, con la polla bien metida en su culo, y veo como ella se abraza al asiento y se prepara para la cabalgada. Yo la agarro por los hombros y emprendo un metesaca endemoniado, furioso. Ella chilla, sacudida por espasmos de dolor, de gusto, excitada y dolorida.



- Ay... ay... sí... au... rómpemelo... au... dame duro... - Bea me pide que le reviente el culo, así que no me corto ni un pelo. Empujo como si quisiera sacarla del coche por el parabrisas, con fuerza, de un solo golpe se la enchufo hasta las pelotas, la saco entera, y cuando su orificio se vuelve a cerrar la penetro con todas mis fuerzas gozando con sus gritos y sus lamentos. Sus entrañas me ordeñan la polla, y yo las abro con saña, las arraso, las hago papilla, arañando casi su grupa y ese culo que estrujo y masajeo. ¡Qué culo, joder! No hay nada mejor que darle a tu ex bien duro por detrás para gozar de verdad.



- Hmmm... ay... sí... dame... dame... sí... - Quiero hacerle migas ese culazo, así que la emprendo a azotes con sus nalgas, que se sacuden con cada cachete. Bea grita, pero noto que menea el culo en círculos dándome un gusto tremendo, con mi polla percutiendo como un émbolo enloquecido, así que que azoto su culo una y otra vez, hasta que se pone rojo como un tomate, y las marcas de mis dedos se pueden ver perfectamente.



- Auu... cómo me gusta que me des por el culo... ay... dame duro C***... - Suspira, grita, gimotea, y aprieta bien el culo para sacarle el jugo a mi polla. Pero no pienso correrme tan pronto. Así que grito como un endemoniado:



- A mí me gusta darte por el culo... te lo voy a dejar bien abierto... - La saco entera, y entonces le cierro las piernas, apretándolas bien. Sin contemplaciones, abro sus culazo con una mano y con la otra se la endiño sin hacer caso a sus lamentos, que ahora son de dolor. Siento su esfínter tratando de impedir la invasión, pero la tengo dura y bien lubricada, así que entra reventándole el ojete.



- Auuuu... oooooouuu...¡¡aaaaauuuuu!!! - Bien metida, bien apretada por sus tripas y sus glúteos, otra vez me pongo a meterla y sacarla a golpes, sin piedad, disfrutando una barbaridad al notar su esfínter volverse de dentro afuera siguiendo a mi polla, abrazándola, aprisionándola, dándome un placer acojonante. La agarro del pelo, tirando de su cabeza hacia atrás, y con mi cintura empujo, empujo, empujo, a pura fuerza, casi como queriendo metérsela hasta el estómago.



- Aaaaaah... sigue... uuuummmm... - Se la meto así, sin pausa, a empujones largos, todo el rato que puedo, y ella se corre soltando jugos como una fuente por su coño. Cuando noto que se estremece debajo de mí, contrayendo aún más su culo y provocándome una auténtica catarata de gusto, noto como una sacudida eléctrica en los huevos, un temblor me recorre por completo desde los dedos de los pies hasta la punta de mi pelo, y finalmente mi polla se contrae y crece a espasmos, escupiendo dentro de sus tripas. Se la meto todo lo profundo que puedo, y la dejo ahí, abrigada, cobijada en sus tripas escocidas por la fricción, abiertas como una granada, calientes y acogedoras, mientras los dos recuperamos la respiración. Bea se afloja, se queda reclinada sobre el asiento, y sólo bufa y resopla. Los dos sudamos a chorros, y por las ventanillas resbalan gotas de agua. El aire dentro del coche es denso, casi líquido, y apesta a jugos, a semen, a sudor, a sexo.



Después de unos momentos su culo palpitante expulsa mi polla ahora fláccida. Dándole una palmadita me siento, me subo los pantalones y sin darle tiempo a decir nada, salgo por la puerta del conductor y me monto en el asiento delantero.



Esto lo termino yo en mi casa, tranquilamente.



* * *



El viaje hasta mi casa fue una peripecia. Bea se vistió con bastante dificultad, y yo tuve que conducir con los cristales empañados. Se sentó medio de lado en el asiento trasero., y no dijo ni una palabra hasta que llegamos a mi portal y la ayudé a bajar del coche. Bea andaba con bastante dolor, apoyándose en mi hombro. En el portal nos besamos, nos comimos la boca con pasión, hambrientos, enredando las lenguas. Subimos en el ascensor metiéndonos mano, sobándonos, mordiéndonos el uno al otro. Casi no pude abrir la puerta de la excitación. Bea me agarraba el paquete, subiendo y bajando a lo largo de mi polla otra vez hinchada, pajeándome con suavidad por encima del pantalón.



Dejé las llaves sobre la barra de la cocina, y casi sin darme a tiempo a reaccionar se arrodilló frente a mí y me bajó los pantalones, dejando el bulto de mi polla aprisionada en mis calzoncillos, a punto de estallar. Me apoyé contra la barra, arrojé mi camisa al suelo, mientras ella fortaba mis muslos, me acaricaba el culo, y me miraba desde abajo con una cara de vicio que me asustaba. Tenía el maquillaje totalmente corrido, con manchas negras alrededor de los ojos. Sin decirme nada, me bajó lentamente los calzones, y mi polla saltó delante de su cara. Bea clavó la mirada en mi nabo, un poco sucio, y lo empezó a pajear con su mano derecha, moviéndo la piel de arriba abajo con soltura. Yo suspiraba de placer, dejándome masturbar por esta zorra pija.



De pronto dejó de pajearme, se incorporó y se estiró para darme un beso en los labios. Traté de cogerla por los hombros, pero se zafó.



- Espera espera... tengo que ir al baño... - Vi como su culazo recién abierto se meneaba mientras ella iba hacia el baño, tensando la tela vaquera de su pantalón. Me miré la polla, que estaba tiesa otra vez, con las venas resaltando como cables. No me explicaba como era posible que todavía fuera capaz de tener una erección, después de tres días de follar sin parar. La tenía un poco sucia, así que me la limpié con un poco de papel de cocina. El tacto del papel me molestaba, me escocía, pero tenía ganas de follarme a Bea a base de bien.



Tardó una eternidad, pero salió del baño desnuda, húmeda y preciosa. Yo estaba desnudo, listo para la acción, tumbado en la cama con la polla apuntando al techo.



* * *



A Bea siempre le gustó chupar pollas, así que no me extraña que se lance de nuevo a comérmela. Se la traga entera otra vez, hasta la garganta. Yo la empujo hacia mí, hasta que se coloca a cuatro patas con una pierna a cada lado de mi cuerpo, ofreciéndome en sacrificio su entrepierna a la altura de mi boca para que haga con ella lo que quiera. Yo no me hago de rogar, y sin perder tiempo paso mi lengua por su coño peludo y negro. Tiene un olor fuerte, acre, pero no me importa. Mi lengua recorre sus labios y su vulva, húmedas y casi goteantes, haciendo que Bea gima de gusto y me chupe más fuerte la polla. Abro con mis dedos su chochito, y lo miro babeante, rebosante de jugos, de color rosa fuerte, para pasar enseguida a meter mi lengua en su interior lo más profundo que puedo, recogiendo sus caldos densos y de intenso sabor, restregando mi lengua por el interior de su vagina, estremeciéndome de placer a la vez que ella, notando que succiona mi polla como si se la fuera a tragar. Sigo jugando con mi lengua dentro de su coño caliente y empapado, lo sorbo, lo chupo, queriendo devolverle un poco del placer que me está dando su mamada.



- Mmmmm... mmmmm ... - Bea emite un sonido gutural con la boca llena, subiendo y bajando la cabeza. Me está follando con la boca. Yo rebusco su clítoris entre los pliegues de su coño, y lo encuentro grande, dilatado... lo aprisiono con mis dientes y empiezo a frotarlo con la lengua, a chuparlo, a apretarlo, a morderlo, dándole suaves tirones, aplicándome a ese pequeño montoncito de carne como si fuera un pezón. Bea se saca mi polla de la boca y emite un largo gemido.



- Mmmmmmaaaaaaaah... - Se aparta su larga melena oscura de la cara y se aplica de nuevo a la tarea, chupando a un ritmo más vivo, y apretándome los huevos suavemente con la mano. Yo me encuentro en el séptimo cielo y redoblo mis esfuerzos en su coño, con las manos acariciando sus abultadas nalgas, sus muslos prietos, y mi lengua moviéndose cada vez más rápido. Me detengo y recorro todo su coño, con sus pelitos encrespados haciéndome cosquillas en la nariz, hasta su ano, que está algo hinchado e irritado. Lo miro, arrugado y de color oscuro, amoratado por la enculada de antes, entreabierto como una flor, rodeado de pequeños y suaves pelos negros, lo chupo y lo relamo bien con la punta de mi lengua, relajándolo, saboreando su orificio como un caramelo. Mi lengua se mete un poco por su agujerito, mientras Bea se retuerce de placer. Le hago un beso negro como dios manda, con paciencia, con esmero, dedicándome a recorrer cada pliegue, cada arruga, cada rincón de ese hoyito con mi lengua, suavemente, e introduciendo la punta con cuidado en el centro, curvándola, masajeando la cara interna del esfínter, cosquilleando, bebiendo de él con mis labios, besándolo con deleite. Bea se detiene a disfrutar del momento, dejando mi polla refrescarse al aire, húmeda y brillante. Sacude la cabeza, la hunde entre mis piernas, y jadea, moviendo el culo, hundiéndomelo en la boca, tensando todos los músculos.



- Aaaahhh... sí... cómemelo... mmmmmm... - Bea se abandona al placer, culebrea, abre su culo dejado que mi lengua lo repase de arriba abajo, lo recorra por entero, lo devore. Yo no ceso de darle lametones, de girar mi lengua alrededor de ese anillo delicioso, de endurecerla, de meterla y sacarla como una polla diminuta. Cuando después de un rato abandono ese agujerito y bajo de nuevo hasta su coño, Bea exhala un largo suspiro y gira la cabeza hacia mí.



- Joder C***... qué bueno... - Enseguida se pone de nuevo a chupar como una desesperada mi polla, que no ha perdido ni un ápice de dureza. Recorre toda su longitud con su lengua larga y húmeda, desde el glande hasta la base, y entonces juega con mis huevos, los lame, se los mete en la boca, los acaricia con sus labios, y vuelve a subir por mi polla hasta el capullo, para abrir la boca y metérsela sin contemplaciones. Lo hace una, dos, tres, diez veces, y yo no paro de comerle el coño como antes el culo, sin prisa, saboreándolo, mordisqueándolo, deteniéndome unos segundos en mamar el clítoris, frotarlo a toda velocidad con la lengua, y subiendo otra vez hasta la entrada de su chochito, comiéndomelo entero sin dejarme nada en el plato.



Durante unos minutos largos y maravillosos, seguí disfrutando de su mamada experta y de su coño. Me detuve unos instantes, dejando su entrepierna llena de saliva, y me apliqué a la tarea de comerle el clítoris sin descanso. Eso la volvió loca. Dejó de chupar mi polla, y se dedicó a gemir y berrear de gusto, estirando sus brazos y apretando mi cabeza entre sus rodillas. En ese instante se sacudió como si la hubieran dado un correazo, se tensó entera y con un intenso gemido empezó a echarme encima jugos a litros.



- ¡¡¡¡Aaaaaauuummmmmm!!! - Yo sigo comiéndole la pepita sin parar, mientras Bea se retuerce y se corre como una perra. Cuando termina su orgasmo, se tumba encima de mí con la cabeza apoyada en el colchón, y su coño rezuma aún en mi boca, así que continúo chupando y lamiendo mi premio.



- Uffffff... que gusto... - En silencio dejo de chupar, y Bea resbala lentamente y se tumba boca arriba a mi lado, totalmente satisfecha. Me incorporo sobre mi codo y la miro, tendida con las piernas semiabiertas, el pelo chorreante y revuelto, sudando, con la cara arrebolada y reluciente, los ojos cerrados, respirando irregularmente, jadeando, recuperándose del orgasmo. Mi polla aún está tiesa, y me duelen los huevos de lo excitado que estoy. Me acerco a ella en silencio, y aprovechando que tiene las piernas abiertas, me coloco sobre ella y dirijo mi miembro a la entrada de su coño chorreante.



Ella lo nota en la entrada y abre los ojos, clavándolos en los míos. Sonríe un poco y yo le beso las mejillas, la frente, la nariz, la boca entreabierta de labios rojísimos. No aguanto más y empujo con fuerza, con decisión, mi polla en su coño.



- Aaaaahhhh... síííí... - Bea cierra los ojos y deja que mi nabo separe los pliegues de su coño... entra de un golpe hasta el fondo con una sensación maravillosa. Ya no acordaba lo bien que se siente su chocho rosado, su cueva de terciopelo rosa, tibia, húmeda, que se ajusta como un guante en torno a mi polla. La dejo ahí mientras ella me abraza y curza sus piernas alrededor de mis caderas. Entierro mi cabeza en su pelo, húmedo y perfumado, y saco mi polla con lentitud para volverla a enterrar al momento, gruñendo de puro y primario placer. Repito el movimiento y sostengo un ritmo estudiadamente cadencioso, parsimonioso, prolongando en todo lo posible este momento de éxtasis. Su coño es perfecto, y ella se mueve con maestría, moviendo la pelvis al compás de mi penetración, elevándome a una cima de gozo que hacía tiempo no alcanzaba... cuando se la meto hasta el fondo gime acompañando mis jadeos, y yo siento unos calambres electrizantes, una sensación deliciosa que recorre todo mi miembro, desde la punta del capullo hasta la base de mi columna, tan fuerte y tan intensa que quisiera convertirme todo yo en una enorme polla, sumergirme entero sin parar en ese coño de vicio, sentir esa sensación por todo mi cuerpo y por todos los días de mi vida.



- Oh sigue... sigueeee... así... más... más... más... sigueee.... - Bea me araña la espalda, y no lo puedo evitar, aumento el ritmo, y empiezo a buscar sus orejas pequeñas, sus mejillas cubiertas de rubor, sus labios ansiosos, y busco en su boca el sabor a polla, y dejo en su lengua el sabor a su coño, a sus jugos, a su orgasmo. Me levanto sobre mis codos, observando mi polla entrar y salir entre esas dos piernas que me encarcelan, que me atan a este cuerpo de mujer, subiendo y bajando tras ese tupido bosque de vello oscuro que guarda ese coñito que me está matando de gusto. Miro sus pechos diminutos, de cría, moverse al mismo compás de mis embestidas, miro su cara, colorada y sudorosa, sus ojos entreabiertos, y su boca que jadea buscando aire. No paro ni por un momento de meter y sacar la polla, pero es cuando aumento un poco más el ritmo de mis golpes de cadera cuando Bea parece soltarse de verdad y mirándome a los ojos empieza a soltar obscenidades.



- Así cabrón... metémela hasta el fondo... empuja maricón... así así... mmmm - Me sorprende, porque nunca lo había hecho, pero me gusta, así que no hago oídos sordos a sus sugerencias y empujo más fuerte, más profundo.



- Oooh... cómo me gusta... dale joder dale... así cabronazo... fóllame duro... - Bea sigue murmurando y yo no paro de largársela hasta los huevos. Entonces me detengo un poco y la saco. Bea me mira, un poco desconcertada. -¿Qué... pasa? - balbucea.



- Date la vuelta - Le digo. Ella al principio duda, pero entonces yo la agarro de las caderas y le voy dando la vuelta.- Ponte en cuatro. - Ella se coloca ofreciéndome el coño bien abierto, y yo observo cómo se asoma por debajo de ese culazo indecente. Le palmeo las nalgas - Vaya culo que tienes...



Ella se gira un poco.



- C***... otra vez por el culo no... - Noto el miedo en su voz, pero no eran esas mis intenciones... todavía. La tranquilizo con un movimiento de cabeza y me acerco de rodillas hacia su trasero. Apoyo mi nabo contra su coño, una fruta bien madura, y empujo otra vez sin medias tintas. Hago tope con su culazo, que me recibe suave y blando.



- Aaaaaaaaa... mmmmm.... - Bea baja la cabeza y gime con un agudo chillido. Esta vez mi polla se introduce más adentro, hasta lo más profundo de su coño, y Bea lo nota. La agarro bien de las caderas y la emprendo a golpes, pam, pam, pam, golpeando su culo con mi pelvis, mirando temblar esas carnes con mis arreones, excitándome con el ruido que hace mi vientre al estrellarse contra esas dos medias lunas morenas. Si antes estaba disfrutando, ahora estoy directamente en el jodido paraíso. ¡Qué coñito más bueno!



- Sigue cabrón sigue... métemela... fóllame... así... asíííííí... - Bea poco a poco se va hundiendo, hasta que apoya la cabeza sobre sus brazos cruzados en el colchón, y pone el culo un poco más en pompa. Yo la sigo enterrando en su coño con un sonido húmedo, acompañando sus gemidos y sus murmullos.



Y otra vez, me preparo para vengarme de ella.



* * *



No bajo el ritmo de mis acometidas, pero me preparo para un bonito cambio de objetivo. Sin previo aviso, saco la polla, abro su culo con las manos y empujo mi polla dentro de su irritado hoyo trasero como un poseso.



- ¡¡AAAAAAAAAUUUUU!! - Bea pega un salto tremendo - ¡Aaauuuuu!!... ¡no! ¡no! ... ¡Otra vez por ahí no! - Aunque entra bastante bien hasta el capullo, gracias a la lubricación, enseguida me encuentro con dificultades para seguir avanzando. Bea grita como una endemoniada, pero yo me agarro bien a sus caderas, la sujeto y sigo empujando, aunque su culo ofrece una resistencia importante, seguramente porque está apretando mucho.



- ¡Sácalo! ¡Sácalo!... ¡Joder...! ¡¡¡Me matas cabrón!!! - Ni caso. Sigo empujando, fuerte y sin pausa, hasta que noto que su esfínter se afloja y se abre - ¡¡Aaaaauuuuuu!!...- Bea chilla, y de repente se deja caer otra vez en el colchón y empieza a gemir en voz baja - ...me has roto... me has roto cabrón... mi culo... au... hijodeputa... - Y se echa a llorar. Mi polla vuelve a poder entrar, sin que nada le haga frente, en ese soberbio culazo. Empujo, empujo, y me alojo en su intestino con un placer tanto físico como espiritual: le acabo de reventar el ojete a mi ex, a la zorra que me dejó hace tres años. Así que no me paro ahí, sino que la meto y la saco a un ritmo cada vez más acelerado, entre el llanto y los hipidos de Bea. Pero pronto se acostumbra a mi polla, y se retuerce de placer cuando se la meto bien adentro, hasta acomodarle las tripas.



- Tómala zorra... ¿la notas en tu culo?... Te lo voy a romper... voy a reventar este ojete de niña pija - Realmente disfruto con esto, con el fuerte apretón de sus entrañas en mi polla, el calor abrasador de sus tripas.



- Auu... sigue joder... abreme el culo... fóllamelo... - Bea vuelve a disfrutar, así que aumento la cadencia hasta que mis huevos parece que van a reventar. Noto que me voy a correr de un momento a otro, así que saco la polla entera, la restriego entre sus nalgas y la vuelvo a meter bien fuerte en sus entrañas, con un auténtico grito de placer y dolor de Bea. Después de cuatro buenos enviones, mi polla explota en un orgasmo tan duro, tan prolongado, tan frenético, que casi me duele. Dentro de su reventado ano me corro, dándole bien duro, hasta que mi polla se deshincha y yo caigo sentado sobre el colchón.



Bea se queda en la misma posición, culo en pompa, mientras su esfínter, terriblemente abierto e inflamado, expulsa gotas de mi semen a chorros que se pierden en los pelos de su coño. Tengo la polla embadurnada de semen, de flujo y de heces, y puede que incluso un poco de sangre. Pero es que no puedo ni levantarme. Bea respira con dificultad, y se queja.



- Hostias... joder... que daño... hijoputa... me lo has dejado roto... - Poco a poco Bea se queda tumbada boca abajo, tratando de recuperarse - Me duele la hostia... pero qué gustazo... y qué daño... joder... te dije que otra vez por ahí no... pero qué bueno...



Estoy absolutamente derrengado. Llevo tres días sin parar, como en mis mejores sueños. Ahora mismo me siento totalmente vacío, seco, acabado. Hago un esfuerzo para incorporarme, pero me desplomo boca arriba, despatarrado encima de la cama. Giro la cabeza cuando Bea se levanta, con mucha dificultad, y camina cojeando, quejándose a cada paso, agarrándose el culo, hasta el baño. Yo también me levanto después de otro par de intentonas, y renqueo tambaleándome tras ella.



La veo sentada en la taza, desnuda, con la cara crispada por el dolor, los puños apretados.



- ¿Qué haces? - le pregunto casi sin voz.



- Joder... me has hecho trizas el culo y me han entrado ganas de... ¡¡sal!!



Iba a salir del baño, pero noto como se retuerce de puro sufrimiento cuando aprieta el culo. Gime y le resbalan dos lagrimones. La miro con curiosidad, y ella abre los ojos inyectados en sangre y vuelve a gritar.



- ¡Que salgas!



No le hago ni caso. Me acerco a la bañera y empiezo a lavarme bien la polla, frotándola con jabón y con mucho cuidado, porque me escuece la hostia. Bea se enfada.



- ¡¡Pero quieres salir de una vez, joder!!



- Estoy en mi casa y en mi baño, así que cállate. Haz lo que dé la gana, pero no me grites.



Bea no tiene ganas de discutir. Con atroces dolores, porque su cara y sus lamentos no mienten, termina de evacuar. Se queda sentada un momento, recuperando el aliento, y me dice sin volver la cara.



- Eres un cabrón... me has dejado el culo que no voy a poder sentarme en una semana. - Se limpia con mucho cuidado, bufando y maldiciendo.Termino de limpiarme bien y me giro hacia ella mientras aprieta el botón de la cisterna.



- Tengo crema en el armario.



Bea abre un cajón y rebusca hasta sacar un bote de crema analgésica. Al principio trata de aplicársela, pero en cuanto se toca el ojete pega un salto y se queja con los ojos llenos de lágrimas.



- Espera. Primero te lo limpio bien y luego te la unto.



Me mira con desconfianza, pero supongo que el dolor de su culo puede más, así que se mete en la bañera y se inclina, enseñándome el culo. Lo tiene bastante mal, sucio, un poco tumefacto, hinchado, todavía sin cerrar del todo, pero sin males mayores. Lo limpio bien con agua fría, cuidadosamente, entre sus lamentos y sus respingos, dejándolo bastante limpio. Después le aplico la crema con un dedo, suavemente, con ternura, aunque noto que le molesta bastante el contacto.



Al final nos vamos a la cama los dos, ella bastante dolorida y renqueante. Se tumba boca abajo, y no puedo más que admirar su cuerpo, sus curvas, la raja perfecta de su culo entre sus dos nalgazas. Me tumbo a su lado, y me pongo a pensar en estos tres días de locura, en los que he desvirgado el culo a una pelirroja, me he follado dormida a su mejor amiga y he echado un polvo de escándalo con mi ex a la que no veía hacía tres años. Me duermo con una sola idea en la cabeza...



"Esto no puede acabar bien"



FIN (Continuará)


Datos del Relato
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