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Estoy doblando el codo de los cincuenta, me mantengo leal a los principios y enseñanzas que formaron mi personalidad, sin rollos, gustos normales y firmes conceptos, son esos momentos de la vida cuando sentimos que aún tenemos asignaturas pendientes. Romper, aunque sea un poco, con el pensamiento estructurado, permitirnos ser arte y parte del pecado, dejarnos arrastrar por la tentación de la carne.
La sobrina preferida de mi esposa, insinuante y voluptuosa meneaba su deseo insatisfecho a los cuatro vientos, mis ganas de vivir me quema por dentro, ambos sabíamos que seríamos devorados por el pecado de esta pasión prohibida.
En mi vida existen otras mujeres y seguirán existiendo, sumándose, alternando o renovando según se vaya dando. Pero “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra” según la filosofía de la calle. Considero a la fidelidad como algo relativo, tiene más que ver más con el dogma que con lo racional, a la lealtad como valor superlativo, que resume en sí misma el valor intrínseco, la esencia del hombre de bien. Ser leal y consecuente con los afectos y con uno mismo, no mezclar el amor con la pasión y el deseo, es mi sana receta.
Me considero un “artesano” de sexo, un trabajador de la pasión, porque no basta tener un buen material y una “buena herramienta” sino la habilidad y el talento para saber utilizarla, y con estos tres elementos alineados, el resultado solo puede ser el goce del sexo, compartido por igual es la idealización de pecado convertido en la virtud del infiel. Yo soy fiel a mi pensamiento, sino verán...
Sucedió una mañana, casi a fines del otoño, fresquita, me ofrecí para llevar al hijito de la sobrina de mi mujer al jardín de infantes. Bajé del auto para fumar un cigarrillo mientras aguardaba el regreso de Vero, la sobrina, espero rodeado por acompañantes de los otros nenes, casi todas mujeres, casi todas jóvenes, casi todas interesantes, algunas de “muy buen ver”.
Esa mañana tenía que pasar todo el día fuera de la oficina, no era lo habitual. Voy yendo hacia el auto, abstraído en mis temas laborales, tanto que no vi pasar a Vero, dirigirse al auto, voy detrás, totalmente abstraído en mis pensamientos, casi como al descuido voy detrás de una mujer, admirando la parte trasera de su anatomía, debí estará tan inmerso en esa mirada colmada de lujuria, que cuando ella volteó se quedó absorta notando mi expresión poco prudente para mirarle el traste.
- Eh! –chasqueó los dedos. – Eh!, tío, soy yo, tu sobrina!
- Ah, ah, perdón!!, no sé… no sé en qué estaba pensando…
- Vamos, se te notaban los colmillos, no está bueno, con esa cara de perverso libidinoso mirando la cola de su sobrina. ja! Si parecías el Lobo Feroz
- Por favor, por favor, no creas todo lo que ves. Es que… no había pensado que eras tu, por un momento, me dejé llevar por el instinto… de cazador que todos los hombres llevamos dentro y… y… eso me atrapaste infraganti. Acepta mis disculpas y ruego que esto se quede solo entre nosotros.
- Bueno pero acéptame que eras como el lobo feroz -asiento con un gesto. –Que se te notaba como un cazador furtivo, el deseo encendido en los ojos. –asiento. Bueno, vamos al auto!
- Bueno, ahora que está todo aclarado y perdonado, dime a dónde quieres que te acerque. La maña está lo bastante fresca para que te vuelvas a casa caminando. Pero… si quieres que te perdone por estar mirándome el culo y sobre todo que… me lo guarde solo para mí… necesito pedirte un favor! -asiento nuevamente. Llévame a tomar un café… pero no por aquí, conozco un lugar más discreto.
Me miró para estudiar mis reacciones, se acomodó en el asiento, colocándose el cinturón de seguridad y con mucha habilidad movió sus piernas para permitirle al tío “mirón” ver un poco más allá de las rodillas. Para ser honesto, la Vero no se mostraba nada ofendida, pues todo lo que hizo fue solamente para provocarme. Suponía que me tendía una trampa para jugar al erotismo con el hombre mayor o simplemente necesitaba ser deseada y contenida.
Mantuve la calma, si parecía una jugada de ajedrez, decidí esperar su siguiente movida. Hablando de movida, volvió a moverse girando hacia mi lado, provocando, ahora sí me pareció totalmente premeditado, que la falda subiera un poco más, para dejar buena parte de sus blancas piernas bien a la vista del tio… libidinoso (sí, en ese momento).
- Es aquí, a mitad de cuadra, pero deja el auto aquí, mejor que no nos vean
Esas precauciones, el tenor de la conversación y la exhibición de sus piernas presagiaban algo morboso, así lo había detectado el olfato de lobo cazador, pero nunca me anticipo, prefiero ser algo lento que rápido y torpe, no cerrar la mano hasta que no esté fácil de atrapar.
- Qué galante sos!. Cuánto hace que no me abren... la puerta, del auto, sabés atender a una dama.
- Gracias, respondí complacido, notando que todo estaba un poco más que bien.
Tomamos café, en un rinconcito, a resguardo de miradas indiscretas. Con mutua complicidad, la corversación discurrió por trivialidades primero, luego Vero buscó temas más personales. Me enteré que está transitando un conflicto de pareja, que le pescó el teléfono al marido y tenía unos whatsapp bien súper comprometidos que descubrían una relación de infidelidad con una compañera de trabajo, no era la primera vez pero esta era distinta. Se habían casado de “apuro” para cubrir el embarazo accidental, al poco tiempo lo “pescó” en una aventura, y ahora nuevamente y con las pruebas escritas.
Que lo descubrió hace unos días y aún no ha podido procesar ese dolor, y tampoco contárselo a nadie, por eso pensó que yo podría ser el confidente más idóneo, y por la experiencia personal, y por género entendía que podía ser el mejor referente para aconsejarla.
Traté de separar esa atracción de hacía un momento, y hablarle con el corazón pero sin dejar que la racionalidad y la conveniencia estuvieran fuera del menú de opciones.
- Bueno… sí que estás en un buen conflicto de intereses y de sentimientos. No soy de dar consejos, solo opinar para que puedas conciliar con tu apreciación. Me parece que la separación no es solución, al menos de momento, él no es un mal tipo, infiel como casi todos, pero por lo que sé es responsable y leal, sobre todo esto último es un valor importante que debe priorizarse sobre la debilidad de la carne, por otra parte separarte y luego qué? Viven en la casa de la familia de él, y volver a la casa de tus padres, como de soltera pero con un crío a cuestas. Hmm me parece que al menos hacerle sentir sus responsabilidades sin ir al choque directo, hacerle saber que su sabes, darle una nueva oportunidad me parece lo mejor.
- Pero es que este cretino “me corneó” con esa compañera, para colmo es mi mejor amiga. Y eso me quedó “haciendo los rulos”, desde hace tres días estoy buscando la forma de pagarle con su propia medicina, al menos para calmar la ira y sobre para calmar el calor de haberme tenido como un mes sin atenciones maritales, aduciendo estar cansado por hacer horas extras en el trabajo. Si será hijo de puta este tipo, que hora extras ni que ocho cuartos! Este hijo de… se la pasaba cojiendo con mi amiga, ufffffffff le debió de haber exprimido hasta la última gota de leche..
- Por favor, calma, calma, que todo se volverá a acomodar.
- Necesito preguntarte algo –asentí con la cabeza. Se bien que eres un cazador, un lobo solitario, siempre a la pesca, no solo por los comentarios en la familia sino por haberte observado, sobre todo esta mañana.
- No es tan así…
- Decime entonces como es!
- Touche, respondí
- A confesión de parte, relevo de pruebas!
Rápida para la respuesta, vaya si “la tenía clara”, era de los míos, sabía dónde poner el dedo en la llaga, transparente y segura. Me la hacía fácil, pensé.
- Pongamos las cosas en claro, además de todo, que más tenés escondido “bajo el poncho”, desnuda tus intenciones de una vez.
- Porqué no, pagarle con su misma moneda? Dijiste, desnuda? Fue en sentido literal o? Hmmm…
- Haciéndolo con el marido de tu amiga?
- No, tonto, con el marido de mi tía… -asentí, todo estaba dicho.
- Vamos? Dije, indicando que se levantara, tomado el mando de la situación.
- Vamos, el señor decide! A donde quieras!. rápida y segura respuesta. Tenemos cuatro horas antes de retirar al niño, soy toda tuya…
Ni lerdo ni perezoso, enfilé “al más cercano” (hotel por horas). No perder tiempo, la gacela ya está en la red. Pedí los tragos, ella preparó la ducha. Sin vueltas, una relación adulta y “adultera” un pecado en familia, en la culpa está la expiación de la infidelidad pagada con su carne. Lo que suele decirse en estos casos, leche por leche.
Sentado en el borde de la cama, paseo la mirada por su anatomía, deshojando un pétalo por vez, demorando para hacer crecer el deseo y disfrutar su venganza. Buena figura, ojazos claros, mirada limpia y pícara; boquita realzada por delicado color carmín; pechos levantados y rosados pezones, una invitación a ser comidos; cintura estrecha; caderas de carne firme y culito bien respingón. Torneadas piernas sostenían el conjunto, siguiendo hacia arriba, el vello levemente ensortijado bien negro entorno al sexo, un simpático “bigotito” que destacaba con sensualidad los labios vaginales.
- Aprobado el examen?
- Qué?, Oh, sí, sobresaliente! -respondí sorprendido.
- Pasé el examen? Me estabas radiografiando, -siguió, en broma: Te gusta la “mercadería”? las carnes que te vas a comer? Carne firme. –se dio una palmadita en la nalga.
Cadenciosamente se aproximó para ofrecerse a la adoración, hinque de rodillas para que su sexo quede justo en mi cara. Qué gusto! Rápido como el viento, la tomé de las nalgas con ambas manos, besé y lamí su sonrisa vertical. Ebrio de aromas de hembra en celo, robé de sus labios el sabor del deseo, los primeros gemidos llenaron de palomas el cielo púrpura de la pasión latiendo urgencia.
- Si te portás bien, todo es tuyo! Dijo, saliéndose para ir a la ducha.
Esas palabras me lenvantó más el deseo hecho carne, que tenía entre las piernas, fui por ella, nos abrazamos bajo la lluvia, todo era poco para calmar el ardor de las bocas sedientas de besos.
Sus pechos fueron presa de la rapiña, apretar y lamer, besar y morder fue el lenguaje de la pasión y el desenfreno, bajé la mano, sobre la conchita, lo propio hace ella con la pija. Mientras me acariciaba, me miró a los ojos y dijo:
- Qué dura la tenés... qué gorda es!
- Vos sos la culpable..., es tu culpa
Me gustó el comentario. Nos comimos la boca, lenguas en íntima pelea, transfusión de sensaciones y salivas.
Acaricio la conchita húmeda, paseo de lengua entre los labios. El 69 no se hizo esperar, engullía la verga, urgente y frenética mamada, casi me hacer acabarle dentro. Qué caliente me puso.
- Déjame metértela!, dije agitado.
- Bueno, métela, estoy muy ansiosa, -suspiro profundo.
Me coloqué entre sus piernas, se abrió dócil, elevé sus piernas, subí encima, la cabeza del pene justo entre los labios, el primer envión la sentía apretadita, gime y abre gandes los ojos. – Me dolió! Pero… no pares, sigue, sigue!
Estaba tan mojadita, que bastaron dos nuevos enviones, también gemidos, y se la enterré toda. Con todo adentro iniciamos el movimiento coital, presos de una atroz calentura. Las caderas y el vientre de ella mecen y agitan por mis empellones, la técnica se perdió en la calentura. Las piernas a los lados de mi torso, doblada en dos sobre sí misma, me vuelco sobre su vientre, aprieto las tetas y chupo los pezones de forma salvaje. La falta de delicadeza suma ardor en la entrega sexual
Detuvo mis movimientos, se salió de abajo, pidió ir arriba. Un par de chupadas al miembro, abrió las piernas, ayudándose con una mano se sentó sobre él, empalándose hasta el mango. Con lentitud, me gozó hasta el fondo de la vagina. Controlaba el movimiento, en cada “bajada” le entraba un poco más. Suspiraba y quejaba cuando sentía la cabeza frotando el fondo de la vagina.
- Cómo te estoy gozando, cómo me gusta! Qué ganas tenía de una pija dentro. Qué hambre por Dios, no aguantaba más!
Seguía subiendo y bajando, un ritmo difícil de seguir sin acabar, silenciosa y concentrada en sus sensaciones. Estando abajo, trataba de pensar en otra cosa, demorar lo más posible, prolongar este genial disfrute. Detuvo el movimiento y dijo:
- Me voy!!, acabo!! Ah, ah! estoy acabando! Hablaba, reía, lagrimeaba, todo junto.
- Ah, ah! No puede aguantarme, tus movimientos y la indecisión. Me… vine dentro. No soy de hacer esto sin avisar,
Ella parecía no escuchar mi culposa disculpa, seguía volando. La retenía de las caderas, estremecida por el brutal orgasmo. Mordía los labios para no gritar demasiado fuerte. Volvió al movimiento con suspiros de felicidad, interrumpe para decir:
- Cielo, podés acabarme adentro, tengo puesto el “diu”, no hay problema.
Creo que nunca escuchó mis palabras, tampoco pudo sentir la acabada.
Se quedó montada, con el miembro dentro, sonreía, moviéndose y disfrutando de un nuevo orgasmo.
El silencioso recogimiento del relax nos encontró tomados de la mano, nos abrazamos en silencio, cada uno en su mundo, disfrutando de ese momento único e irrepetible.
Buscó la toalla para secar los fluidos que se escurrían de su sexo, humedad y semen habían dejado un charco sobre la sábana, limpio dentro de la cueva, necesitaba sentir la fricción de la verga bien ajustada.
- Dame vuelta, ven desde atrás, colocada de perrita, me gustaría sentirte así.
Esta muchacha realmente sabía hacer feliz a un hombre, gustaba sentirse dominada, sometida brusquedad, sentía fluir la hembra que disfruta del sexo intenso, violento y descontrolado. Presintiendo la eyaculación me pidió, rogó, que demorara otro poquito, que está llegando nuevamente. – Aguanta, estoy llegando, ahora me cuesta, pero ya lo siento. Casi no terminó la frase cuando los gemidos pusieron estrellitas de colores al estallido emocional y físico del orgasmo.
Uno, pero que largoooo! Resultó. – Vamos papi, ahora vos, dame tu leche, dame mi leche!!
Invitado de ese modo, solo bastó empujar un par de veces, con fiereza y juntos dimos el grito triunfal, sus grititos saludan la venida del semen caliente. Permanecí montado sobre sus nalgas, el torso sobre su espalda, derrumbados sobre el lecho, el macho cubriendo a la hembra.
Me dejé caer de costado, tumbado boca arriba, la pija brilla con restos del polvo, aun tiesa apuntando al cielo. Con un gesto entendió que le faltaba darle las últimas atenciones, limpiar el arma mortal que el guerrero hundió en sus carnes. Lamió y limpió todos los vestigios de la batalla de los sexos, se relamía el sabor salado de mi semen, sonreía.
Mientras se higienizaba, quedé repasando mentalmente los último acontecimientos, mientras escuchaba correr el agua sobre su cuerpo, aproveché para pedir dos whiskies on the rocks. Para cuando llegó al lecho los tenía servidos, lo degustamos con la fruición de quien ha sido arte y parte de una venganza de cuernos, pero bien sabíamos que en el pecado esta la penitencia, que esto era solo el comienzo de algo.
Comenzó a vestirse, mientras volvía a gozar mirando ese cuerpo que un instante antes fue tan mío…no sabía que habría mañana, ni si lo habría, pero de pronto me surgió la idea, las ganas del goce total, de ir por más por si no hubiera una segunda oportunidad. Estaba vestida, me invitaba a hacer lo mismo. El sonido del teléfono interrumpió mi respuesta. – Señor, en quince minutos termina su turno. –Gracias.
El tiempo apremia, el desafío mental de hacerle el culo me excita por demás, es el ahora o nunca, en un momento de intrepidez, me coloqué a su espalda, abrazada y besando su cuello vuelvo a hacerla sentir deseable, se excita y me excito cuando meto las manos bajo la falda, entre los labios, vuelve a mojarse toda. La vuelco boca abajo sobre la cama, levanté la falda, hice a un lado la bombacha, y se la mandé dentro, de golpe y de un solo envión, gritó pero ya era tarde, la tenía toda dentro.
Unos pocos movimientos bastaron para ponerme en erección plena, excitado por saber que el destino de mi rigidez era el ano. Mientras con una mano sujetaba su cuello contra el lecho, con la otra desenfundé el miembro y lo coloqué en la puertita del aro, froté con la humedad que traía de la conchita y se la metí sin previo aviso.
Entro la cabeza, forzando el músculo que se frunció por instinto, con las manos contuve las suyas en su espalda, sofoqué su resistencia, impedí zafarse. Seguía empujando, levemente pero empujando.
Entendió que zafar era inútil sometida y ensartada solo podía escapar cuando eyaculara, me pidió calma, que se lo hicieron una vez, a medias y terminó dolorida, ahora con esa cosa gorda me vas a matar, déjame intentar relajarme y trata de no ser tan brusco. Dije sí a todo y más.
El resto fue tenerla bien agarrada y disfrutar de un culito tan deliciosamente estrecho, meter y sacar era el sumun de los placeres, la estaba domando, sometiendo al poder del macho hasta sus últimas consecuencias. Estas llegaron prontito, el tiempo apremia, la eyaculación llegó con un golpe profundo de verga, bien al fondo, otro golpe y otro más hasta quedar vació. Me contuve un momento para disfrutar de haberla sodomizado.
Salí de ella, fue la misma sensación que descorchar una botella de espumante. Una palmadita en la nalga fue la firma de tremendo polvo.
Es tiempo de partir, me visto a las apuradas, ella acomoda las ropas, limpia unas lágrimas.
- Y esas lágrimas?
- Fue cuando me hiciste la cola, cuando me rompiste el culo!!! Me dolió mucho, pero te sentía tan feliz, y me lo merecía, por eso no quise interrumpirte, lo sufrí calladita.
El viaje hasta el jardín de infantes fue en silencio, no había disculpas ni reproches, no se habló del tema. Recogimos al niño y la dejé en las inmediaciones de la casa.
En la noche recibí un llamado de Vero.
- Son un hijo de puta, me rompiste el culo, de verdad, la bombacha tiene rastros de algún desgarro, ya no pero me sigue doliendo. –de pronto cambió el tono de la diatriba a lo dulce y afable - Me gustó, y ahora doy fe de lo que escuche hace varios años de la tía Mabel, cuando le decía a una amiga “este tipo tiene un pedazo gorda como la de un burro, pero qué bien te coje”, ahora sé bien de qué hablaban.
Mañana te espero en la mañana, en la esquina del jardín, ahora soy yo quien va por más.
Esta fue nuestra historia, simple, común, de las tantas que habrá en muchas familias que pocos saben pero que muchos callan. Esa semana fue sexo en continuado los cinco días seguidos visitamos el mismo hotel. La historia siguió su curso, los encuentros más espaciados, su matrimonio sigue unido y todos contentos.
gracias
Lobo Feroz
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