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Después de una dura jornada de trabajo llego a casa, cansada, aún tensa, algo sudorosa y con muchas ganas de darme una ducha o un baño para refrescarme. He estado medio excitadilla durante el trayecto a casa por haber releído uno de mis relatos favoritos antes de apagar el computador de la oficina. Tengo además muchas ganas de orinar debido a la gran cantidad de agua que bebí durante todo el día. Me dirijo al cuarto de baño, pero antes cojo el chocolate Twix que he dejado en la nevera por la mañana. Me encierro y comienza la evasión…
Poco a poco me voy desvistiendo frente al espejo. Me tomo mi tiempo, siento como con cada prenda que me quito me voy relajando un poco más. Me miro bien en el espejo, me lavo la cara con agua fresca, me quito el maquillaje. Ya me he olvidado de la discusión con el colega imbécil. Me desabrocho la blusa blanca de seda lentamente. Con cada botón se desvanecen los otros problemillas tontos del día. Estoy en sujetador. Cada vez me voy sintiendo mejor. Levanto mis brazos, me estiro, como si me desperezara, me voy relajando. Huelo mis axilas... a través de la suave fragancia del desodorante percibo mi aroma natural. Paso mi cara por la suave piel de mis hombros, de mi bíceps, lo acaricio, lo beso, insisto en ese puntito donde el brazo se convierte en hombro, ese tan tierno. Saco la lengua, a ver hasta donde llego, lo mas lejos que pueda. Chupo, mordisqueo, lamo, saboreo. Ya me noto relajada y comienzo a sentirme más excitada.
Es hora de quitarme los pantalones. Lo hago despacio, como todo en estos momentos tan privados. Siento la tela rozando cada milímetro de mi piel en su viaje hacia el suelo. Estoy en ropa interior, mucho más fresca que hace unos minutos, mucho más a gusto conmigo misma. Respiro profundamente varias veces, con los ojos cerrados. De nuevo me llegan indicios de mi perfume natural, como una suave brisa marina me relaja y me altera al mismo tiempo. Lo único importante ahora es descubrir cada uno de los matices de mi esencia, con los ojos cerrados soy capaz de leer lo que mi cuerpo ha escrito: las prisas y los agobios dejan su marca, aquellos minutos que pasé fantaseando despierta, perdida en un sueño de placer los recuerdo gracias al bouquet que llega a mi nariz. Aquel pis tan largo que hice a media mañana y que con las prisas habría podido limpiar mejor, eso también lo consigo descifrar. Mi cuerpo me habla, me cuenta cosas, paso los siguientes instantes escuchándolo. Pronto será el quien escuche todo lo que yo quiera que haga…
Abro los ojos y noto la diferencia, mis facciones se han suavizado, una sonrisa invisible dibuja mi rostro y mis mejillas tienen más color que antes. Fuera con el sujetador, está comprimiendo mis senos y mis pezones se quejan, erectos... quieren salir al aire. No les puedo negar ese derecho, un rápido movimiento y hop! Ahí están ante mi, coronando los suaves montes de mis pechos. Los observo bien, con su tacto único y sedoso, los acaricio para hacerlos aun más duros y firmes. Chupo un dedo, lo mojo a conciencia y lo llevo a un pezón primero. Repito con el otro seno. Mi cálida y espesa saliva se esparce como mantequilla sobre pan. Se siente demasiado bien... los estiro un poco con mis dedos, solo un poco, muy suavemente.
Algo pasa abajo, entre mis piernas. Mi chochito y mi culito parecen reclamar la misma libertad que mis senos. Cada vez tienen más calor. En estos momentos soy su sierva y debo obedecerlos en todo lo que me pidan, por muy exigentes que puedan llegar a ser. Pantys fuera, están húmedas al tacto. Las miro bien, me fijo en que estado están. Las huelo, escucho la historia que tienen que contar, con cada uno de sus matices. Me encanta lo que dicen.
Por fin estoy totalmente desnuda. Me miro de nuevo al espejo y me descubro en todo mi esplendor. Atrás queda el duro día, ahora empieza un nuevo momento mucho mas dulce…
La presión en mi vejiga se hace cada vez más insistente, pero no molesta, al revés. Además, muy pronto podré liberarme, pero antes tengo que continuar escuchando lo que dice mi cuerpo. Bajo una mano a mi chochito. Primero en el pubis, siento bien los recortados pelitos. Bajo mas la mano a la fuente de calor. Separo los labios, aspiro bien. Miro al espejo, quedándome con cada tonalidad, con cada textura grabada en la mente. Alcanzo a ver mi clítoris, hay humedad, es abundante... mi coño me habla, me dice que lo pruebe, quiere que yo sepa como es su sabor en ese momento, quiere que encuentre la respuesta a todas las preguntas que me hace. Lo pruebo... humedezco mis dedos en él y me los llevo a la boca... los chupo a fondo, lamiendo y relamiendo con ansiedad, una y otra vez hasta saciarme. Mi coñito me lo agradece al igual que mi lengua.
Me doy la vuelta. Acaricio mis nalgas, recorro su suavidad con la punta de los dedos. Las agarro luego mas firmemente por abajo, abriendo y cerrando, abriendo y cerrando en un leve masaje. Paso un dedo por la raja de abajo a arriba. Mis dedos notan su calor y humedad. Su aroma es distinto al del coño. Abro las nalgas con ambas manos, me agacho y me miro en el espejo. Veo mi ano, en el centro exacto de la raja, muy cerca de mi chocho. Observo su tonalidad, su textura. Está un poquito abierto. Paso un dedo suavemente. El tacto es único. Trazo circulitos sobre él, lo mojo con el zumo de mi coño. Trato de escucharlo, de darle lo que me pida... me pide caricias, que lo consienta y mime como hace rato nadie lo hace. También quiere que uno de mis dedos lubricados entre en él, que sienta su calor y textura, como atrapa mi dedo, lo succiona, lo besa con su humedad.
Me detengo un momento ya sudorosa acordándome del Twix, de mi dulce favorito. Lo saco del envoltorio, ahí están los dos bastones de chocolate rugoso, oscuros, delgados. Aun están frescos de la nevera. Tomo los dos y acerco uno a cada pezón. Noto el contraste, el blanco con el negro, el calor con el frío. Juego con el chocolate un largo rato, hasta que consigo que quede un poco de él en mi piel.
Para estar más cómoda me siento en el WC. Dirijo un bastón de chocolate a mi ano. La sensación de chocolate contra ese anillito de piel ultrasensible es increíblemente placentera. Trazo circulitos sobre él, poco a poco ejerciendo algo de presión. Con mucho cuidado lo voy introduciendo en mi canal secreto. Siento como cada milímetro se va abriendo paso por mi pasadizo de terciopelo. Voy conduciéndolo con la mano hasta meterlo unos centímetros.
Mientras, el otro bastón lo dirijo a mi chocho. Pero tan solo introduzco unos dos, tres centímetros. Lo meto y lo saco varias veces, hasta que se impregna de todo lo bueno que tengo que ofrecerle. Le doy de probar a mi clítoris, que le encanta el chocolate, me lo pide. Lo he conseguido derretir un poco con mi calor corporal. Meto esos centímetros en la boca y muerdo. Saboreo la nueva versión, mucho mejor que la original. Repito el ejercicio hasta comerlo entero, un twix impregnado de mis jugos, de mi esencia más íntima. Realmente no aguanto más las ganas de orinar, por fin suelto mi lluvia dorada largamente contenida, entre bocado y bocado. Me dejo llevar al máximo, liberándome totalmente. Pienso que no es solo una meada, es mucho más que eso. Es casi como un orgasmo, liberar una tensión largamente acumulada de una forma increíblemente gozosa. Además le doy un nuevo sabor al chocolate, un dorado mas autentico que el del envoltorio.
He sido capaz de hacer todo esto sin que se me salga el Twix del culo. Ahora lo saco poco a poco, con mucho cuidado de que no se parta y así puedo sentir cada milímetro del viaje de vuelta. Me recreo en las sensaciones únicas que me proporciona. Cuando lo saco del todo, lo miro bien y observo la transformación. Se ha derretido mucho, se ha ido mucho chocolate al interior. Me miro en el espejo de mano para comparar como esta mi culo después de tener el Twix dentro. Está mucho mas marrón que antes, con la certeza de que se trata de chocolate. Acerco un dedo a mi raja y lo unto con ese chocolate, me lo llevo a la boca y lo saboreo. Nuevamente mi cuerpo aporta el valor añadido que hace que un simple dulce se convierta en un auténtico manjar. Intento dejar mi culito lo mas limpio posible. Me deshago de lo que queda del Twix, realmente no tengo mucha hambre más que de mi misma... quiero saciarme por completo y ya casi lo logro.
Ahora por fin la ducha. Lo primero, limpiarme los restos de chocolate de mis partes más secretas. Con el chorro de la ducha me limpio el chocho; las agujas del agua ejercen mil puntos de presión sobre mi clítoris inflamado. Con un dedo y jabón froto mi ano endulzado, limpiando en profundidad, metiendo y sacando el dedo hasta que ya no sale manchado. Este doble tratamiento me provoca unas oleadas de placer cada vez más agudas. Sé ahora cómo hacer para que el placer llegue antes, sea mas intenso. Mis manos expertas me llevan a cotas cada vez más altas de disfrute. Cuando noto que estoy al borde del éxtasis, me dejo llevar por lo que me pide el cuerpo, soy una masa de placer, la convierto en una parte más de mi orgasmo, lo cual lo hace más intenso, más largo, más especial...
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