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Categoría: Confesiones

Las vivencias de Quim

Después de haber leído infinidad de relatos en las diferentes páginas de la web me he decidido a contar parte de mis vivencias. Entre una parte de desfiguración de los personajes, de la situación geográfica y sobre todo de lo que me hubiese gustado en realidad, aquí van unos relatos de mi historia.

En la actualidad soy técnico en una oficina de asuntos sociales y podéis suponer que mi sueldo es bastante menguado. Soy informático de la vieja escuela y cuando 8 años atrás me encontré en la calle me fue imposible encontrar trabajo dentro de mi profesión. Tenía 47 años y después de 23 años en la misma empresa, fue muy deprimente. Por suerte estaba relacionado con gente que se dedicaba a la política y esto me permitió que al cabo de año y medio de paro me diesen la plaza que ocupo. Después de ocho años, una plaza provisional y sin ninguna garantía de continuidad.

Se han acabado todas las inquietudes político sociales que había tenido. Cuando llego a mi casa, después de la jornada de trabajo, mi único consuelo es leer los relatos eróticos que encuentro en la web y esto me ha animado a contaros las innumerables aventuras que nos han sucedido, sobre todo a mi mujer.

La conocí en una fiesta cuando le faltaban unos 5 meses para cumplir los 18 años, era un bombón. Antes de seguir me presentaré, no sufráis que seré breve, me llamo Joaquín, Quim para los amigos. A los 23 años salí del pueblo, en el cinturón de Barcelona, para ir a vivir a la gran capital. Conseguí un ático dúplex en el paseo de la Barceloneta a precio de ganga. El ático constaba de una gran pieza que era el comedor, la sala y la cocina. Un lavabo y una habitación donde tenía montados todos mis bártulos. Porque aunque siempre trabajé para la misma empresa lo hacía desde mi casa como autónomo. En el sobreático había una gran habitación que era el dormitorio, vestidor y lavabo que apenas quedaba disimulado. Tanto en el ático, como en el sobreático había grandes terrazas. Era una maravilla.

Después de este inciso sigo con la historia que había empezado. Un amigo del pueblo me comentó lo de la fiesta y de que había una avala que era todo un monumento. Con curiosidad asistí a la fiesta, mi amigo se había quedado corto, no tengo palabras para describirla. Supongo que por ser la persona de más edad que asistía a la fiesta, la chica bailó la mayoría de bailes conmigo. Cuando llegó la hora de los bailes lentos la chica se pegaba como una lapa y no sé echó para atrás cuando primero le rocé sus labios con los míos y a continuación le di un largo beso.

Los últimos bailes fueron exclusivamente conmigo, le acariciaba la espalda con las dos manos por debajo del top y desde un primer momento descubrí que no llevaba sostenes. La cabeza me hervía, tenía un inmenso deseo de llevar las manos hacia delante y acariciarle los pechos que se adivinaban divinos, pero no me atreví, no sabía cómo reaccionaria. Al finalizar la fiesta, hacia las dos de la madrugada, me dejó que la acompañase a su casa y en el portal de la misma nos abrazamos y nos dimos un largo y profundo beso. Aquí ya no pude aguantarme y pasé una mano por debajo del top acariciando un pecho que me trastornó. ¡Qué tetas que tenía!, Macizas, y bien puestas. Seguro que ella tenía que notar el enorme bulto que se me había formado debajo de los pantalones, pero no hizo ningún comentario.

Cuando nos despedimos me invitó a comer en casa de sus padres, yo aluciné, pero acepté inmediatamente. Volví para Barcelona sin saber que pensar de lo acontecido aquella noche y puedo aseguraros que al día siguiente quedé todavía peor.

Al día siguiente llegué al bar hacia la una, estaba abierto con media docena de clientes y en la barra una mujer joven, muy guapa y muy parecida a Montse. Montse era la chica con la que había estado bailando, y aquella mujer debía ser con seguridad su madre. Cuando llegué a la barra

Mujer.- ¿Tu debes ser Joaquín?

Quim.- Sí señora. Montse me...

Mujer.- Como no retires lo de señora te vas a quedar sin comer. Me llamo Luisa.

Quim.- Perdone Luisa...

Luisa.- Todavía sigues mal, me has de tratar de tu, me parece que no nos llevamos tantos años.

Quim.- De acuerdo, procurare tenerlo en cuenta.

Luisa.- Sube al piso de arriba, la encontraras durmiendo en su habitación.

Bastante cortado por el hecho de que me hiciese subir a la habitación de su hija, pasé la puerta que me había indicado encontrándome en una sala-comedor inmensa y muy bien decorada. Lo que más me impresionó es el gran ventanal que daba a un patio bastante grande, con piscina incluida. Vi la escalera que subía al piso de arriba y todavía sin saber claramente qué hacía allí, subí. Me encontré en un rellano con dos puertas, una de ellas abierta y que daba a la habitación de matrimonio. Abrí con cuidado la otra puerta y se me salieron los ojos de sitio, echada sobre la cama estaba Montse desnuda del todo, era una diosa. La visión de aquel cuerpo desnudo puso mi polla a reventar. Estaba dudando en lo que tenía que hacer cuando oí unos pasos que subían, era la madre

Luisa.- Si no la sacudes fuerte no se despertara.

Me puse rojo como un tomate, titubeando terminé de abrir la puerta

Luisa.- No seas vergonzoso, no me digas que no has visto a una mujer desnuda.

Terminé de entrar y poniendo la mano en su hombro la sacudí ligeramente. Ella se desperezó lentamente quedando totalmente boca arriba. Era impresionante el cuerpazo que tenía aquella chiquilla. Volví a sacudirla ligeramente y entonces entreabrió los ojos

Montse.- uhau... Ha, eres tí, ¿si que has venido temprano?

Quim.- Son casi la una y media.

Montse.- ¿Tan tarde, es? Siéntate aquí a mi lado y hazme unos mimos para despertarme.

Os confieso que la polla me dolía de lo tiesa que la tenía. No sabía realmente qué hacer, oía a su madre trastear en la habitación de al lado. Me senté en el borde de la cama y le puse una mano encima del estomago, tenía una piel muy suave. Como apenas moví la mano

Montse.- Anda tonto, acaríciame un poco que no te voy a comer.

Fui subiendo lentamente la mano que tenía en él estomago hasta llegar a una de sus preciosas tetas. Se la estuve acariciando y el mugro se le puso tieso, alargué la otra mano acariciándole la otra teta hasta que tuvo los dos mugrones tiesos. De golpe se incorporó, quedándose sentada en la cama y pasándome los brazos por el cuello me abrazó y me dio un largo beso en la boca. Cuando separamos las bocas, se levantó de la cama y fue al lavabo. Tenía lavabo propio y no cerró la puerta, desde donde estaba oí perfectamente como orinaba. Se dio una rápida ducha y se puso una camiseta de deporte como única vestimenta, le llegaba justo por debajo de las nalgas del culo.

Bajamos al bar donde ella misma se hizo un café con leche para ella y otro para mí. Quedé extrañado de la naturalidad con que respondió a los piropos que le dijeron los clientes del bar. Era una pasada, ya que por los escotes de la camiseta le podíamos ver perfectamente las tetas. Después de tomarnos el café con leche

Montse.- ¿Qué te gustaría hacer?

Quim.- La verdad es que no lo sé. Por supuesto que estar contigo, pero decide tú misma.

Montse.- La verdad es que aunque he dormido bastante, me encuentro todavía cansada. Me gustaría quedarme a tomar el sol y bañarme, ¿qué te parece?

Quim.- Me parece muy bien, pero no llevo bañador.

Montse.-No lo necesitas para nada, pero si has de estar más tranquilo te puedo dejar uno de mi padre.

Volvimos a entrar y fuimos directamente al patio. De un cuartucho sacó un slip y me preguntó sí me servia. Lo tomé y después de sacarme la ropa me lo puse, me iba raquítico pero como mínimo tapaba mi polla, aunque supongo que si me excitaba no serviría de nada.

Mientras me había cambiado, ella ya estaba desnuda echada en una toalla de playa. Estuvimos tomando el sol y bañándonos. Sus padres salieron hacia las tres y media y mientras el padre encendió el fuego, la madre preparó los ingredientes de la paella. Al cabo de un rato la madre nos advirtió que en 20 minutos estaría la paella lista. Montse cogiéndome de la mano me hizo subir al piso diciéndome que nos íbamos a duchar.

Nos metimos los dos en la ducha y esto sí que fue demasiado. Nos enjabonamos mutuamente, por no decir que nos estuvimos acariciando por todo el cuerpo, estaba súper excitado y por lo poco que la conocía, ella también lo estaba. De pronto subió una pierna y con la mano me cogió la polla y se la fue introduciendo en el coño. Estaba tan excitado que inmediatamente colaboré en la penetración y con un par de empujones se la metí del todo. Entonces se colgó de mi cuello, levantando y pasando las piernas por la espalda. Nos empezamos a mover y tuve que hacer grandes esfuerzos para controlarme. Cuando noté que ella empezaba a tener los espasmos del orgasmo, me solté y tuve una corrida impresionante. Seguimos abrazados un buen rato y finalmente nos terminamos de duchar y salimos. No sabéis la vergüenza que pasé, tuve que bajar desnudo porque tenía la ropa en el jardín. Me vestí rápidamente, pero no pude evitar el que me viesen, ya que nos estaban esperando. Solo sentarnos en la mesa

Luisa.- (guiñando el ojo) ¿Necesitáis mucho tiempo para ducharos?

Montse.- Es que se está muy bien en la ducha acompañada. Esto de que te enjabonen la espalda es todo un placer.

Luisa.- ¿Seguro que sólo ha sido la espalda?

Montse.- Bueno, la espalda y algo más. Dejemos el tema de la ducha, ¿qué te parece la paella?

Quim.- Esta muy buena. La felicito, es muy buena cocinera.

Luisa.- Como sabes desviar el tema. Gracias por lo de buena cocinera.

A media tarde salimos a dar una vuelta por el pueblo, finalmente me decidí y le dije que estaba enamorado de ella. Cuando oyó mi declaración quedó clavada en el suelo y finalmente reaccionó colgándose de mi cuello y besándome profunda y largamente en la boca. Cuando recuperamos la respiración

Montse.- ¿De verdad que te gusto?

Quim.- Mucho. Eres una preciosidad y tienes un carácter que me entusiasma.

Montse.- Pero como has podido observar soy muy ligera de cascos, ya has visto que no te ha costado mucho el follarme. Me gusta follar, me gusta que los hombres me veáis desnuda y no me importa cuando ni el cómo hacerlo.

Quim.- Sigo diciendo que me gustas mucho y que me gustaría seguir contigo.

Después de estar hablándolo mucho rato, me pidió que le dejase aquella noche para pensar. Quedamos que nos encontraríamos a media tarde del siguiente día.

Al día siguiente me llevé la sorpresa más grande de mi vida. Estaba preparándome para volver al pueblo y ver que había decidido, cuando sonó el timbre de la puerta. Era ella

Montse.- ¿Sigues decidido a seguir conmigo?

Quim.- (después de reaccionar) Sí, lo deseo mucho.

No me contestó, se giró hacia el hueco de la escalera y dijo que podían subir. Al momento aparecieron los padres de ella. Él llevaba una maleta en cada mano y ella un par de bolsas.

Montse.- Como puedes ver, yo también me he decidido y me gustara vivir contigo. Hacemos la prueba, que va bien, todos contentos, que no resulta, seguiremos tan amigos.

Luisa.- No sabes en que berenjenal te metes, es un torbellino y completamente amoral. Lo que le gusta lo hace, ya lo descubrirás. Ahora enséñanos la casa, tengo curiosidad por ver donde vivirá este terremoto.

Les enseñé la casa y quedaron encantados, la más ilusionada fue Montse. Dijo que aquello era un palacio. Realmente para mí lo era y todavía más ahora que sabía que ella viviría conmigo. Estuvimos hasta la hora de cenar hablando, hablando sobre todo de Montse. Me explicaron todo sobre ella, pero ésta será otra historia. De momento sigo con la que os estaba contando. Se quedaron a cenar, los padres y por supuesto la hija.

Cuando finalmente se fueron, debían ser la una de la madrugada, decidimos irnos a dormir. Aquí el relato se complica, no estoy acostumbrado a escribir sobre estos temas y creo que no conseguiré trasmitiros las vivencias de aquella noche.

Cuando subimos a la habitación me pidió que me desnudase, como ella misma hizo. Fuimos a ducharnos y sin secarnos fuimos a la cama. Sentados uno delante del otro empezamos a acariciarnos, nos acariciamos por todo el cuerpo sin dejar un rincón por explorar. Le pedí que no me acariciase con tanta intensidad ya que no podría aguantar. Después de las caricias seguimos con los besos y lametones con la lengua, también por todo el cuerpo. Cuando le pedí que volviese a parar, su respuesta fue introducirse entera la polla y comérsela frenéticamente. No aguanté mucho, notar como con el capullo le tocaba la campanilla provocó rápidamente mi orgasmo, llenando su preciosa boca con mi esperma. Todavía tragadores mi esperma me dijo que le comiese el coño y a ello me puse con toda la aplicación que pude.

Le lamí y le besé desde el pequeño agujero del culo hasta llegar al escondido botoncito, el clítoris. No sé cuántos orgasmos tuvo, pero sí que os puedo asegurar que rápidamente me recobré y volví a tener la polla dispuesta para la guerra. Llegó un momento en que después de uno de los innumerables orgasmos me pidió que parase, que la dejase recuperar. La recuperación fue una cuestión rápida, pronto se incorpora y se puso encima mío introduciendo la polla hasta lo más profundo de su coño. Lentamente empezó a moverse, tomó totalmente la iniciativa, iba a su ritmo dándose todo el placer posible hasta que llegó un momento en que noté cómo su respiración se aceleraba. Comenzó a moverme intentando acompasar mis movimientos a los suyos, fue demencial, no tengo palabras para explicar el orgasmo que tuve. Ella succionaba mi polla con los labios del coño como si quisiera tragársela entera. Me dejó derrotado, aunque me parece que ella también lo estaba. Había sido un orgasmo sensacional, nunca en mi vida había disfrutado tanto del sexo. Con las pocas fuerzas que le quedaban intento que mi miembro se recuperase, pero no fue posible y nos quedamos dormidos fundidos en un abrazo.

Os prometo que otro día seguiré con mi historia, pero de momento os dejo. Espero que os haya gustado.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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