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Historias de Camoamento

~~Ese campamento con Silvana y otros amigos fue inolvidable, y aunque tuvo un buen inicio los demás días fueron mucho más tranquilos, principalmente porque aunque fuí gentil, la pobre vagina de Silvana quedó resentida (algunas amigas me han confesado que mi verga es demasiado gruesa para una primeriza) y ella se moría de miedo de entregarme su ano, el cual evidentemente era más estrecho todavía.
 Sin embargo durante esos años tuve muchos otros campamentos, con todo tipo de gente, y todo tipo de historias, la mayoría igualmente excelentes, excepto tal vez una que si agarro más confianza me anime a contarles como preámbulo a una venganza personal que llevé a cabo a los 16 años.
 Volviendo al tema. A los 18 años salía de campamento casi todos los fines de semana, a veces al campo, la montaña o a la playa. A veces solo, con amigos, o con algún grupo del cual tenía alguna referencia lejana o de vista.
 La historia que deseo contarles ésa vez sucedió en la playa, cuando me uní a un grupo de mi barrio a los cuales conocía principalmente de vista y una que otra converzación en la tienda de la esquina. Eramos un grupo como de unas diez personas, todos en una misma carpa de lona que tenía capacidad real como para ocho. La chica que me llamaba la atención se llamaba Rocío, la había visto varias veces con su enamorado comprando Coca cola y dulces en la esquina. El siempre estaba hablando a voz en cuello con sus amigos, fumando y ocasionalmente tocándole el culo a Rocío o jalándola del cuello para darle un beso. Ella, sonriente, en silencio, mirando aquí y allá sin prestar atención realmente a nada. No parecian la pareja perfecta y era evidente que seguían juntos más por costumbre que por cariño; aún así, yo no me atrevía a intervenir por más que al verla caminar mi polla se pusiese como piedra al ver su culo menearse y sus tetas vibrar con cada paso que daba.
 Pero saber que ella iría a ese campamento, aunque fuese con él, y podría verla en ropa de baño fue motivo suficiente para acercarme al grupo e inscribirme en la aventura.
 El primer día en la playa fué fatal, Rodrigo (así se llama él) tomó cerveza como si fuese el aire que se respira, le metía mano a Rocío y la abrazaba con fuerza para sentir su cuerpo pegado al suyo (realmente era para pegar su polla al culo de ella). Yo me sentía molesto, en parte porque esa no me parece forma de tratar a tu chica en público, además que cada vez que quería ver su cuerpo era la espalda de Rodrigo lo que encontraba, y para rematarla, tenía a un par de nerds hablando y hablando sin parar, preguntándome cosas que ni entendía ni me interesaban.
 Como era de esperarse a la noche Rodrigo empezó a irse en vómitos y diarreas por la borrachera, y ¿quién lo estuvo cuidando y limpiando toda la noche? ¡Rocío, por supuesto! Yo le ofrecí ayuda en algunos momentos, pero la mayor parte del tiempo ella la rechazaba dándome las gracias.
 El segundo día estuvo mejor, Rodrigo no tenía fuerzas para levantarse (aunque seguía tomando cerveza, ya no tanto como el primer día) y Rocío lo mantuvo a distancia como castigo, aunque realmente ella se mantuvo a distancia de todos y no pude hacerle converzación, pude ésta vez al menos verla tostando su cuerpo al sol en su minúscula ropa de baño; pude regodearme con la curva de sus nalgas calentarse al sol, bellas, firmes, al descubierto casi ya que Rocío usaba (como dije) una ropa de baño que en su parte baja cubría únicamente sus labios y en la parte alta, nada, puesto que para obtener un bronceado parejo ese día (como ya no tenía a Rodrigo encima) había decidido dejar el Top a un lado. Sus tetas eran igualmente un deleite, ni muy pequeñas ni muy grandes, con una areola bien definida y unos pezones que ante el sol se había puesto erectos y parecían pequeños dedales.Aún tenía a los nerds a mi lado hablando cosas sin sentido para mí, pero al menos en ésta ocasión mi mente podía perderse en la fantasía del cuerpo de Rocío. Me imaginaba que era del tamaño de una hormiga y escalaba por su cuerpo, imaginaba que mis manos le hacían masaje, que le pasaba el bronceador y que mis palmas recorrían esas curvas, imaginaba que mientras tomaba sol tenía mi pene en su boca y lo mamaba hasta ingerir la última gota. Fueron tan increibles mis fantasías que varias veces tuve que escabullirme a un lugar más privado para descargar mi leche.
 A la noche me dí cuenta que no tendría privacidad con Rocío en ningún momento, cuando no estaba junto a Rodrigo, ella se mantenía lejos de todos. Tiré la toalla, como se dice, sin embargo los acontecimientos siguientes me mostraron que siempre todo es posible.
 Si recuerdan, eramos diez personas y la carpa podía albergar ocho, así que dentro estabamos algo apretados. La primera noche quede junto a la puerta, pero eso que a cada rato alguien pase por encima tuyo para ir al baño o algo por el estilo es insoportable, así que esta vez me apoderé del fondo, lo más lejos de la puerta. Al entrar los demás me di con la sorpresa que Rodrigo y Rocío también deseaban el fondo de la carpa (la noche anterior se la habían pasado fuera).
 ¡Ponte al costado de Jack! fue la orden de él hacia ella.
 ¿Por qué?
 Porque si no quedas al lado del chato y de los demás que son unos frescos. Al menos Jack es alguien confiable. Yo casi no aguanto la carcajada al oirle decir eso, si él tan sólo tuviese conocimiento de alguna pisca de alguno de mis pensamientos para con su enamorada en la tarde se la llevaría directamente a su casa o me mandaría a China. Definitivamente existe un Dios lujurioso de mi lado. Rocío iva a estar a mi lado toda la noche, sin embargo el miedo a que Rodrigo se diera cuenta de mi deseo me hacía más retraído (y en la mente de él, alguien más confiable).
 Debo aclarar que por motivos de espacio no teníamos bolsas de dormir, o mejor dicho, las habiamos abierto a modo de sabanas, de modo tal que el contacto cuerpo a cuerpo era directo entre uno y su vecino. Por precaución gire hacía el borde de la carpa dándoles la espalda a los enamorados, Rocío se echó a mi lado, también dándome la espalda, y Rodrigo se puso a su lado frente a frente. Luego fueron entrando los demás y la carpa se llenó primero con el sonido de las charlas, luego los susurros y finalmente algunos ronquidos. Yo no podía dormir sintiendo la cercanía de Rocío, recordando la imagen de su cuerpo en la playa. En eso, sentí un ligero roce. Rocío había hecho un movimiento que yo no sabía como interpretar; ¿podía ser un toque casual? ¿un sondeo para ver si estaba despierto? Giré un poco para tener una idea de cómo estaba la situación en la carpa. Todos dormían, aunque la respiración de Rocío no me permitía estar seguro en su caso. Me quedé un rato mirando, pero sus ojos estaban cerrados y no se movía. ¿Estaba realmente dormida? Me eché nuevamente, pero esta vez de frente a su espalda. Mi respiración empezaba a agitarse por la emoción, acerqué un poco mi cuerpo al suyo y la toqué en algunas partes, mi pie apoyado en el suyo, mi rodilla cerca de su muslo, mi nariz cerca de su nuca, respiré unos instantes cerca de su oreja atento a un movimiento que denotase rechazo, pero lo que obtuve fue que su cuerpo se quebró un poco, de modo tal que su trasero rozaba mi sexo. Eso me encendió y animó a acercarme un poco más, pegando todo mi cuerpo al suyo y colocando mi mano izquierda sobre su cadera. La respuesta no pudo ser más clara ésta vez, reculó presionando y acomodando mi pene en su raja. Yo deslicé mi mano izquierda hacia arriba y agarré su teta, liberando y jugando un momento con el pezón. Nos estuvimos tocando un rato en silencio, procurando no hacer algún ruido que despertase a los demás.
 Como la calentura seguía en ascenso y no habíamos sido descubiertos, me atreví a quitarme la ropa de baño y colocar mi pincho entre sus piernas.
 Inmediatamente Rocío hizo un espacio entre su ropa y dirigió mi pene hacía su vagina, como ella estaba exitada el camino estaba perfectamente lubricado y pude penetrarla desde atrás sin dificultad, ella se quebró y reculó un poco más hasta que ya no pudo albergar más. Entonces empezamos un movimiento sincronizado, lento, manteniendo nuestros cuerpos pegados. Mi pene no salía de su vagina, sino que bien dentro de ella presionaba uno u otro lado de sus paredes. Entonces me di cuenta que para amortiguar su respiración Rocío estaba mordiendo una toalla con fuerza, pero por el movimiento de su cuerpo y la expresión de su cara era evidente que si pudiese en ese momento estaría jadeando y gritando como loca. Mientras, yo enterraba mi cara entre el pelo de su nuca, meneando con fuerza la cadera para que sintiese mi pene presionando por todos lados, mi mano izquierda trataba de agarrar sus tetas simultáneamente y la derecha, algo inmovilizada por mi peso, avanzaba introduciendo mi dedo medio por su ano. Entonces vino el orgasmo, tuve soltar sus tetas y mover rápido mi mano para ahogar aún más sus gritos y tratar de inmovilizarla con el cuerpo ya que con los espasmos de su vagina había logrado que yo también soltase mi leche, que aunque ya me había masturbado algunas veces por la tarde fue bastante abundante, de modo tal que al mezclarse con los propios jugos de Rocío, nuestros movimientos empezaron a hacer un ruido como plosh, plash, plosh que podría llamar la atención. Permanecimos un buen rato quietos, escuchando atentamente los demás sonidos de la carpa y sintiendo como al irse poniendo flácido mi pene y abandonar su estuche, los jugos de nuestra aventura se escurrían, empapandonos. Finalmente nos quedamos de espaldas, mirando el techo de la carpa, intercambiamos una mirada cómplice y nos quedamos dormidos.
 Al día siguiente fuí el último en despertar, situación que aproveche para colocarme la ropa de baño y ver si quedaba alguna prueba de lo ocurrido en la noche, ordené y limpié algunas marcas que pudiesen ser muy evidentes (por suerte las bolsas de dormir tenían manchas de varias sesiones previas en otros campamentos) y salí al sol. Rocío mantuvo la misma actitud distante con todos, inclusive conmigo (meses después, luego de una sesión de cama en un hostal me explicó que se moría de ganas de abrazarme, pero por miedo a la reacción de Rodrigo se contuvo), pero a la noche, cuando los demás dormían, volvíamos al viejo juego de mete saca mete saca.

Datos del Relato
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