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"Habíamos esperado ya mucho tiempo para este momento, los dos, sin decir nada habíamos añorado este encuentro, nunca habíamos hablamos de ello, sin embargo las cosas se fueron dando hasta llegar a estar en la recámara del motel más cercano al centro comercial donde la recogí."
Habíamos esperado ya mucho tiempo para este momento, los dos, sin decir nada habíamos añorado este encuentro, nunca habíamos hablamos de ello, sin embargo las cosas se fueron dando hasta llegar a estar en la recámara del motel más cercano al centro comercial donde la recogí.
Todo había comenzado en aquella fiesta de cumpleaños de un amigo en común, ambos habíamos llegado con nuestras parejas, y cómo la casa donde estabamos festejando a Luis era muy grande, había muchas personas llegó el momento en que nos quedamos platicando un buen rato.
Su esposo era un buen tipo, pero en las fiestas le gustaba ser el alma de las mismas y entre bromas y copas le gustaba coquetear con cualquiera, ella Inés, era más recatada y aunque se reía de lo que pasaba a veces se molestaba por lo que, prefería apartarse un poco para no sentirse avergonzada por lo que hacía su esposo.
En ese entonces, me acerqué con ella y estuve platicando como una hora con ella, nos tomamos un par de copas, aproveché que mi esposa estaba platicando con un grupo de amigas.
Fue una platica sin ningún tipo de insinuación, Inés es una mujer muy guapa de 31 o 32 años, de tez blanca y pecosa, de piel lacio y largo color castaño, esa noche llevaba unas mechas rubias en su pelo, debe medir sobre el 1.65 metros, de unos pechos casi perfectos y un par de piernas bien torneadas, con unas pantorrillas fuertes y sensuales, redondeado su espectacular cuerpo con un buen y suculento trasero. ¡Cómo no estar a gusto con ella!.
Aunque nos conocemos de muchos años no había tenido la experiencia de platicar con ella largo y tendido, es una mujer inteligente pero siempre opacada por su marido, reconocido intelectual, brillante y acaudalado profesionista. Menuda sorpresa me lleve al estar charlando con ella.
A la siguiente semana de estar en esa fiesta volvimos a coincidir en un bar, otra vez con varios amigos y nuestras parejas, curiosamente quedé sentado a un lado de ella y estuvimos charlando toda la noche. Intercambiamos e-mail.
Así las cosas, cada vez que me conectaba en la oficina y aparecía en el msn messenger, aprovechábamos para saludarnos y enviarnos uno que otro e-mail de chistes y esas pavadas que se acostumbra a enviar. Una vez le envié un calendario de unos stripper`s y me devolvió el de una chicas en bikini, y entre bromas me decía que no se lo dijera a mi esposa para que no le reclamara, le contestaba si prometía no hacer lo mismo con su marido.
Nuestra amistad fue creciendo, íbamos intimando en la relación, me platicaba lo frustrada que se sentía no poder trabajar pues su marido no quería, me decía que a pesar de haber estudiado una carrera profesional, es Arquitecta, le gustaría ejercer su profesión. Por mi parte la apoyaba y le decía que si quería le podía mandar unos clientes que deseaban un avalúo de unas propiedades, que si quería le preguntaba a su marido en una de las reuniones, total de entre todo el grupo de amigos no hay otro arquitecto.
La cosa salió a pedir de boca, pues aunque el dinero no les hiciera falta, su marido lo vio bien pues me dijo que Inés tenía ganas de trabajar.
Así fue como Inés comenzó a acudir a mi oficina con regularidad, primero quiso preparase y no quería fallarme.
- ¿crees que pueda con el paquete?, me dijo esa tarde en la oficina.
- Claro Inés, y vas a ver como poco a poco van a ir llegando clientes y te vas a sentir a gusto.
Los avalúos eran para presentarlos en el juzgado en un litigio sucesorio, por lo que la acompañaba a los tribunales y la presentaba para que fuera conociendo los foros. Notaba que le iba impresionando mi actuar en dicho lugar.
Le acondicioné un espacio en mi oficina para que pudiera trabajar a gusto, aunque a decir verdad el que estaba a gusto era yo al verla todos los días, cada día pensaba como llegaría vestida y esperar a recibir ese beso de saludo matutino era un placer.
Su estado anímico iba mejorando se veía radiante, feliz y me lo decía y agradecía.
Cómo íbamos intimando más, cuando llegaba a la oficina me acercaba más a ella, con el pretexto de revisar su trabajo, trataba de rozarla, de tocarla cada vez más y más. Empezaba a desearla.
El asunto resultó un éxito para ella, pues había sido su primer trabajo, y en menos de un mes había provocado un cambio brusco en su vida.
Cada vez que íbamos a los Juzgados aprovechábamos y nos tomábamos un café y platicábamos de diversos asuntos.
Cómo el asunto de los avalúos, ya había concluido, Inés mencionó un tema que no quería escuchar.
- Bueno creo que ya he terminado, y tendré que regresar a mi rutina, me dijo con un dejo de tristeza.
- Inés, a mi no me caen con regularidad estos asuntos, pero quiero que sepas que en cuanto me llegue uno será para ti.
- No te preocupes, es la actividad y estos cafés los que voy a extrañar.
- Mmmm, yo pensé que me ibas a extrañar a mi.
- Claro que sí, aunque nos seguiremos viendo los fines de semana y por el chat, ¿no?, me dijo mientras ponía su mano sobre la mía.
- Pues si y uno que otro café no crees, le dije haciéndole un guiño.
Cuando nos despedíamos hubo un momento en que nos quedamos mirando fijamente a los ojos y pensé en besar sus labios, pero no puede, no me atreví, nunca habíamos, siquiera coqueteado.
La rutina siguió igual, hasta que un día vi que estaba conectada al msn messenger, me contactó con un "hola jefe"
- ¡Hola preciosa!, le contesté sabía que su marido no estaba pues eran las 11 de la mañana y estaría en su oficina.
Después de unos segundos me contestó con un "hola guapo".
Mis sentimientos empezaron a aflorar de no sé dónde y le empece a comentar que la extrañaba, que la oficina no era la misma sin ella, que me agradaba su compañía.
Por su parte un poco más parca ella me decía que extrañaba de igual forma la rutina de la oficina. Por mi lado le decía que aunque podía mirarla y platicar con ella los fines de semana no era lo mismo, pues siempre estabamos rodeados de amigos, por lo que deseaba verla y estar juntos tomándonos un café, le insistía que me viniera a visitar. De una u otra forma mi insistencia pareció no gustarle porque poco a poco perdí relación con ella, no salían los sábados con nosotros, no la veía en el messenger, ni modo, pensé, que ya me había dado el clásico cortón.
Hasta que un día sonó mi teléfono móvil, era Inés, me decía que si deseaba verla y tomar un café con ella, pues tenía toda la mañana y tarde libre, pues sus hijos irían a una fiesta después de la escuela, su marido andaba fuera de la ciudad y llegaría hasta en la noche por lo que no quería estar sola. No supe que decir, pasaron unos segundos y le dije que me dijera donde estaba para pasar por ella.
Dudó pues pensaba que si nos veía la gente no diéramos de que hablar. La suerte esta echada, pensé.
- Si quieres pasó por ti al estacionamiento del centro comercial del sur de la ciudad, deja tu coche ahí y te recojo. Le dije con un tono de autoridad, para que no dejara a lugar a dudas que yo también deseaba verla.
- Bueno esta bien, cuando llegues me marcas y te digo donde estoy, pues ando cerca del centro comercial.
Salí de la oficina volando, al llegar al estacionamiento techado del centro comercial, ya me estaba esperando dentro de su automóvil, me estacioné a un lado, se bajó del suyo, rápido se subió al mío.
Oh, Dios, al verla mi corazón palpitó, me sentía como un joven de 17 o 18 años en su primera cita.
Ella vestía unos jeans negros a la cadera y una blusa de tirantes blancas, ¿sin sujetador?, al bajarse de su coche pude verle un vientre plano y ese hermoso ombligo que me excitó en demasía.
Me saludó de un beso en la mejilla, la notaba nerviosa, no nos dijimos nada, sólo arranque y me encaminé a buscar la salida del estacionamiento.
Así pues, no sabíamos que decir, ni por donde ver, ella iba callada, viendo hacía el exterior. Al salir del centro comercial, enfilé hacía un boulevard por donde se ubican, curiosamente varios moteles, por lo que será el sereno, pero sin pensarlo entré al más cercano, "Major-Motel", alcancé a ver.
Al entrar vi cual cuarto tenía la puerta del garage abierta y ahí me estacioné, automáticamente al cruzarlo se cerró el portón, nos bajamos, seguíamos sin decir nada, subimos las escaleras que llevan al cuarto, ella delante de mi, con la cabeza abajo, afortunadamente era un buen motel, el cuarto era grande, acogedor y limpio. Dejé el dinero, del costo de la habitación, en el lugar adecuado para ello.
Se recargó sobre la cómoda que esta frente a la cama, me acerqué, levante su cara con mi mano izquierda, pude ver esa hermosa cara. Pensé estaría asustada o con cierta pena, pero afortunadamente su cara reflejaba excitación, la besé.
Inmediatamente me correspondió el besó y nuestras lenguas se fundieron, se volvieron una misma. Sus brazos me acariciaban la espalda y mi cabeza, temblaba de la emoción, puse mis manos en sus caderas, comencé a desabotonarle el pantalón, me ayudó con una de sus manos, por lo que, en cuestión de segundos, cayó rendido al suelo, luego con un par de movimientos de ambas piernas lo movió del lugar, le quité su blusa, en efecto, no llevaba sujetador, mi mano izquierda tocó uno de ellos, sentí como brotaban esos senos, hasta ese momento seguía besándola, por lo que tuvimos que hacer un esfuerzo para separarnos. Me quedaron a la vista sus hermosos pechos, sus senos eran de un tono rosa casi invisibles.
Inmediatamente mi boca se fue hacía esos maravillosos globos de carne, comencé a besarlos, pasarle mi lengua alrededor de su áureas, ella emitía leves gemidos, comenzó a desnudarme, mientras chupaba y succionaba sus tetas a mi antojo, estaba bien empalmado, reaccioné aún más cuando Inés con una de sus manos comenzó a jugar con mi pene, ¡qué sensación!.
La tomé de las caderas, la senté en la cómoda, la vi y sonrió, era más que obvio que estaba a gusto. Una vez sentada, le quité su tanga blanca, por lo que quedó ahora si toda a mi disposición, tenía una pequeña mata de pelos en su rosada concha, se le notaba que estaba en completo estado de excitación, me jaló, besó y se juntó hacía mi, por lo que mi pene quedó a la entrada de su rajita, quería yo, ver como mi pene comenzaba a entrar en su cueva, así que primero mi glande tocó su vagina y ella se abrió de par en par para permitir una entrada sin obstáculos.
Le metí sólo la punta mientras ella gemía y deseaba que comenzara, una y otra vez la puntita, sólo la puntita, verla completamente desnuda, ver su vientre moverse una y otra vez, ¿no sé como aguante?, hasta que me lo pidió.
- Anda ya, por favor métemela de una vez, me dijo suavemente al oído.
Sus deseos fueron ordenes para mi, y así lo hice se la dejé ir de un tirón, ella no aguantó más y dio un grito de placer.
Deseaba seguir besándola y jugando con sus tetas pero eran más mis ansias por ver la penetración, se la sacaba toda y se la volvía a meter, de su vagina emanaban chorros de líquidos, una y otra vez estuvimos en esa posición ella apoyaba sus brazos en la cómoda, me gritaba que se iba a venir, eso me ponía a más excitado por lo que no deseaba terminar aún, quería extender esa sensación lo más que pudiera.
Al sentir que se venía empuje con tal fuerza, se la mantuve adentro de su cueva hasta que sentí sus uñas en mi espalda, me llenó de líquidos mi cadera, me llenó además de besos y caricias.
La tomé de sus nalgas, aún con mi pene en su vagina la llevé hacía la cama, donde continué haciéndole el amor, ella posó sus piernas por mis caderas, mientras le besaba el cuello y mis manos se apoderaban de sus tetas, ella continuaba emitiendo líquidos por lo que facilitaba la penetración.
- ¡Oh Cielos, me viene otro orgasmo!, alcanzó a decir entre jadeos Inés.
Deseaba que pudiera acabar al mismo tiempo, pues sabía que era cuestión de segundos...y así fue, nos venimos casi al unísono, no sé cuanta cantidad de semen deposité en ella pero con seguridad fue la misma cantidad de líquidos que ella dejó en mi.
Nos abrazamos y nos fundimos en un abrazo.
Momentos después nos paramos y nos metimos a la ducha, pues deseábamos continuar con lo que había nacido.
En la ducha la enjaboné, me agache, comencé a besarle las piernas, ingles y nalgas, como pude me senté metí mi cabeza entre sus piernas e inicié una mamada a su vagina, le di ciertas mordidas a su clítoris, me empujaba mi cabeza y se abría más de piernas, mientras con mis dos manos la empujaba de sus glúteos, fue una sensación deliciosa. Preferimos continuar en la cama, por lo que allá nos fuimos.
Aún mojados pues no nos secamos bien, la acosté en la cama y continué lo que quedó pendiente en la ducha, me acabé a besos, succiones y mamadas su clítoris, explotó en un orgasmo que la hizo pararse en forma inmediata, sus ojos reflejaban el estado de excitación en el que nos encontrábamos, me recompensó con una mamada, me excitaba más el verla como me besaba mi pene y se lo engullía que la propia acción de la felación.
Una vez hubo levantado mi pene, se sentó sobre él, se levantó los cabellos y comenzó a cabalgar sobre él, por mi parte la ayudaba sosteniéndola de las caderas, le tocaba y casi arrancaba sus tetas, empezó a sufrir una especie de espasmos cada vez que se excitaba con la cabalgada, me agarraba de mi pecho, gritaba y gemía como posesa.
Le agarré sus bien dotadas nalgas y le comencé a meter un dedo en su ano, cosa que la excitó, me miró con unos ojos exorbitantes y ambos volvimos a tener un orgasmo simultaneo. Terminamos agotados, ella sobre mi y aún con mi pene flácido en su chorreante vagina.
Estuvimos un buen tiempo acostados, descansando, la veía y me veía, nos sonreíamos. Habían pasado ya un par de horas tal vez, no quería que terminara. No quería hablar de nada, sólo aprovechar el momento.
Cuando recobramos fuerzas continuamos besándonos y tocándonos le di vuelta, me puse sobre ella, la penetré vaginalmente por atrás quería sentir sus nalgas en mi, fue una penetración más bien con ternura, le besaba su cuello y espalda, mientras mis movimientos se iban apurando, cosa que ocasionó que nos incorporáramos y quedáramos en mejor posición, ella agachada me daba más facilidad en la penetración, ayudándome de sus caderas la jalaba hacia mi, comenzaba a sentir el cansancio de los polvos anteriores, por lo que no tardé mucho en venirme, mi idea de penetrarla por su ano, quedaría para más adelante.
Nos arreglamos, salimos del motel, la dejé en el mismo lugar donde la recogí, era jueves, el sábado nos veríamos seguramente, una vez más, con los amigos.
En efecto, ese sábado nos vimos. Su esposo nos dio la noticia que se irían a Australia a vivir por motivo de trabajo, así sin más.
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