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Mi nombre es Ingrid, tengo 35 años y estoy casada desde hace 4 con un hombre de 50. Le conocí recien terminada mi anterior relación, él creyó era una presa fácil, cuando me probó se enchochó de una hembra deseada por muchos hombres con la que presumía ante sus amistades. Para mi era un maduro atractivo, con buen nivel económico, que satisfacía mis caprichos. Al poco tiempo quiso asegurar la relación proponiéndome matrimonio, a lo que accedí estableciendo algunas condiciones con cierto margen de libertad para ambos, en base a la confianza, el respeto y no mentir. Era la única manera de sobrellevar una relación por parte de dos personas liberales que habían fracasado en relaciones anteriores.
Nuesto matrimonio trnacurre hasta el momento de forma satisfactoria. No puedo decir estar enamorada de mi marido, pero le quiero y nos compenetramos lo sufieiciente para que la convivencia sea agradable y disfrutemos con pasión de momentos íntimos. Aceptamos las aventuras que el otro tiene, siempre que sean con discreción , sin engaños y contándolas con detalle para excitarnos y disfrutarlo en pareja.
La historia que voy a relatar ocurrió en mi primer año de matrimonio. Solía frecuentar una cafetería cercana a mi casa, donde entraba de vez en cuando a tomar algo. Al cabo de un tiempo ya conocía a los clientes habituales, con los que me cruzaba meros saludos de cortesía. Entre ellos un caballero entrado en los 60, que vestía elegantemente. Pasaba bastante tiempo leyendo prensa o algún libro y solía observarme disimuladamente. Un día que llegué cargada con algunas bolsas de compra, se ofreció a ayudarme a llevarlas a casa. Le agradecí el detalle pero le dije que no era necesario, él insistió y me vi obligada a permitir me acompañara. Ya en mi casa entré en el ascensor y le agradecí su ayuda despidiéndole.
En los días sucesivos todo seguía en su rutina, solo que me saludaba mas cordial e incluso cruzaba alguna conversación conmigo si la proximidad lo permitía. Un día se acercó y pidió permiso para sentarse en mi mesa. Hacía tiempo quería hablar contigo , dijo. Me habló que desde el primer día se sintió atraído y estaba obsesionado con poseerme, disfrutar de mis atributos, gozarme una noche entera, follarme sin parar, recorrer cada centímetro de mi piel. No podía dejar de pensar en ello y estaba dispuesto a lo que fuera. Era consciente que por su edad, no tenía ningún atractivo para mi, así que solo podía ofrecerme dinero. Me dijo pensara una cifra para permitirle satisfacer sus deseo. Me levanté ofendida pero me retuvo agrarándome del brazo, te conviene sentarte, dijo. Si tono amenazante me paralizó, explicó que el día que me acompañó lo hizo para conocer detalles de mi vida: donde vivía, los nombres de mi marido y mío, con lo que pudo encargar investigaran nuestras vidas. Así pudo conocer que en mi juventud, cuando estudiaba en la Universidad, realicé algunas actividades con una agencia de eventos y publicidad y ocasionalmente acompañaba a empresarios y ejecutivos a cenas y viajes. "Tengo información de que trabajaste de puta y eso a lo mejor lo desconoce tu marido. Solo te pido una noche conmigo y se queda entre nosotros. Toma mi tarjeta y me llamas cuando lo tengas decidido". Es lo que me dijo. Me fui con el miedo de que este pervertido arruinara mi vida.
Dí muchas vueltas a como salir de esa situación y acabé por rendirme a sus pretensiones. No podía arriesgarme a que mi marido conociera aquella faceta de mi vida, la única que le había ocultado, me jugaba mi matrimonio y la forma de vida cómoda y lujosa que tenía. Le llamé aceptando su propuesta. Le dejaría abusar de mí pero sin aceptar un euro y luego me dejaría en paz el resto de mi vida. Estuvo de acuerdo y quedamos en que pasaría con él la primera noche que mi marido estuviera fuera por algun viaje de negocios.
Cuando se produjo esta circunstacia le llamé. A la hora convenida llegué a su casa donde me esperaba con una mesa lujosamente montada y llena de apetitosos manjares. Tambien sobre la mesa una pequeña caja conteniendo un regalo. "Es para tí, ábrelo a ver si te gusta". Era un precios collar de perlas naturales. "Es lo único que vas a llevar puesto para la cena". Una vez desnuda, solo ataviada con el lujoso collar, nos dispusimos a degustar los alimentos. El tambien desnudo, solo con una pajarita en el cuello, me contemplaba embelesado y ensalzaba mis encantos adelantando sus intenciones para conmigo. Abrió una botella de Mohet Chandón, escanció dos copas y brindó pr la mujer mas bella. Tome un sorbo y me pidió derramara el líquido sobre mis tetas, así lo hice y él las lamía y mamaba. Se arrodilló entre mis piernas haciéndome derramar el champagne sobre mi cuerpo que escurría deslizándose haste mi sexo donde lo bebía a lametazos. Me metió en el coño trufas congelada que derretidas por la temperatura de mi vagina, la lamía con sabor a chocolate. Había ya esnifado alguna raya de coca que me oofreció y no acepté. Tambien puso en mi coño algo de polvo, decía que así estaría con deseo sexual toda la noche.
Su polla aún seguía morcillona y me pidió se la mamara para ponerla en forma. Despues de una buena estimulación se puso tiesa y dura como un palo y asi la matuvo toda la noche por los efectos de la viagra y la coca. Me hizo apoyarme con las tetas en la mesa y mi culo en pompa y con su cinturón me azotó las nalgas hasta ponerlas rojas y doloridas, luego untó con vaselina su polla y mi ojete y me folló sin compasión hasta que eyaculó unas gotas de semen, daba la sensación que su verga estaba dura por los efectos de la viagra pero sin sensibilidad, solo era un miembro duro por los efectos de la química y su disfrute era poseer a la hembra sin ningún placer físico, solo el hecho de cubrirla como un animal. Se mostraba excitadísimo y agresivo. Obedecía a todos sus deseso por miedo. Me llevó a la cama y durante horas probó todas las variantes del Kamasutra follándome en todas las posturas posibles. Intentaba abstraerme pero la estimulación constante del meteyasaca de aquella polla mecánica, permanentemente dura, me ocasioba orgasmos seguidos que no podía evitar. Perdí la cuenta de las corridas que sufrí a lo largo de la noche. Estaba muerta y me dormía a intervalos, pero no tardaba en despertar con su miembro dentro machacando mi coño, incluso parte de la noche, lo poco que dormí, fue con su verga dentro.
Al amanecer desperté dolorida y con dolor de cabeza. El tipo estaba dormido pero con su miembro en erección. Me levanté sin hacer ruido y salí de aquella maldita casa.
Había olidado ya el desagradable episodio, cuando al cabo de un mes una llamada suya me sobresaltó. Volvía a exigirme otra noche de sexo y a ofrecerme un regalo valioso cono en la ocasión anterior. No supe que contestar quedé en llamarle.
Daba vueltas a mi cabeza en cómo resolver de una vez por todas este chantaje. Sabía que si aceptaba de nuevo seguría sin darme tregua durante el tiempo que quisiera. Recordé entonces que cuando frecuentaba la noche, en tiempos en los que salía diariamente de fiestas y discotecas, conocí a un chico que trabajaba en seguridad, con el que me acosté alguna vez. Lo localicé haciendo mis pesquisas. Había montado su propia empresa de seguridad y le iba bien Le expliqué mi problema. No te preocupes mas por ese asunto, yo arreglo el tema con ese hijo de puta.
Apenas había transcurrido una semana cuando me llamó para decirme ya no tenía que preocuparme más. "El viejo mamón ya no te volverá a molestar". Salté de alegría. Me has salvado de una gorda, cielo, no se cómo podré agradecértelo. Yo si lo se, contestó y además se que te gustará hacerlo. Cuando puedas pásate a verme. Fui un día a su despacho, como primer saludo nos dimos un morreo y al poco rato estaba tumbada en un sofá con su polla dentro.
A mi marido le expliqué había conocido un chico con el que me apetecía acostarme. Me contestó que lo disfrutara y que se lo presentara un día, cosa que hice y en un par de ocasiones me cogieron los dos. Estuvimos un tiempo viéndonos esporádicamente, cuando alguno de los dos necesitábamos un buen polvo. Luego encontró una novia y fuimos distanciando los encuentros hasta dejar de vernos. Otros amantes ocuparon su lugar, unos jóvenes otro maduros, todos de paso sin dejar huella, pero todos me han deseado y me han permitido disfrutar de mi sexualdad y sentirme satisfecha.
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