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Me gusta tanto el sexo anal que solo deseo que los hombres me den bien

Me gusta tanto el sexo anal que solo deseo que los hombres me den bien duro, que solo deseo que me rompan el culo de a varios

 

Porqué a la mayoría de los hombres les atrae hacerle la cola a una mina, qué hace que a una mujer le guste el sexo anal. Estas fueron las preguntas que entre todos los mensajes de del chat erótico que frecuento, llamaron mi atención y quedaron dando vueltas en mi cabeza.

Tumbada en la cama del hotel, mi mano rozaba suavemente mi conchita entregándome esa sensación de estar pronta a llegar al orgasmo pero no llegar nunca, la pregunta se particularizaba en mi cabeza, porqué me gusta tanto el sexo anal, porque yo no imagino una buena revolcada sin que abran mi puerta trasera, una sesión de sexo sin que me rompan el culo, es como un té al que le falta una pizca de azúcar o un café que quedó demasiado amargo.

Mientras divago mis dedos se deslizan hacia mu culito, imaginando esas vergas que ya me han penetrado y todas aquellas que deseo se interioricen de mi cuerpo. Porqué me gusta tanto el sexo anal.

En mi caso particular, sé que algo tiene que ver con el morbo, soy una mujer morbosa, me atraen sexualmente todas aquellas prácticas que no son socialmente aceptadas, los intercambios de pareja, el spank, el voyerismo, el exhibicionismo, pero no es lo que determina mi gusto, tampoco es la sensación física de dolor y placer, pese a que me gusta el dolor, si sólo fuese el placer físico ninguna mujer optaría por entregar el culo.

Estoy sudando copiosamente, sé que hoy saldré a buscar una verga, cualquiera, la necesito, estoy absolutamente excitada y deseosa, pero estoy en Concepción, no conozco aquellos lugares que si conozco en Valparaíso y nadie me conoce, me invade el temor, como las primeras veces que comencé a salir sola de puta en el puerto, pero también estoy excitada y la situación me excita aún más, como si aquello fuera posible, si salgo seré solo una puta más en la calle, entregada a quien me compre, me toma, me usa y me bota sin conocer mi historia, una verdadera puta.

Creo que es la realidad social, las mujeres nos hemos elevado a espacios de poder que eran dominados por los hombres, hoy se ven desconcertados y sumisos en sus relaciones, esforzándose por ser modernos e igualitarios, sin distinción, no somos hombres ni mujeres, somos algo pero no personas porque eso requiere individualidad. El hombre requiere necesita sentirse y demostrar su poder y las mujeres necesitamos sentirnos protegidas, es atavismo.

Es el poder, me gusta entregar el culo porque me siento absolutamente dominada, sin voluntad, a merced de mi abusador, sabiendo que no puedo evitar nada, que mis deseos no tienen importancia. Les gusta a ellos porque ahí escuchando mis gemidos y gritos de dolor y placer, haciendo saltar mis lágrimas a cada estocada vuelven a sentirse poderosos aniquilando a la competidora evolutiva, pudiendo usar mi cuerpo más allá de aquello para lo que naturalmente está preparado y socialmente aceptado, así en la cama nuevamente él es el macho y yo la hembra.

Él quiere, yo quiero que quiera, y quiero que me rompan el culo.

Desnuda en la cama, busco calmar mi calentura en el chat, pero sólo logro el efecto contrario, frente al PC muevo mi cola de lado a lado suavemente excitando a todos aquellos que me ven y excitándome, imaginando que poseen mi boca, mi conchita, yo rogando que taladren mis intestinos, dos dedos juegan en mi culo, y me angustio por no tener una verga atravesando mi culo, los mensajes del chat acrecientan la humedad de mi concha que ya es notoria en las sábanas, todas esas voces diciendo que quieren penetrarme, reventarme la raja, estrujar mis tetas, hacerme sangrar el culo, tan machos detrás de una pantalla.

No traje mucha ropa, era un viaje por pocos días, mi mente grita que puedo viajar con el mismo traje, mientras corto los únicos jeans que tengo transformándolos en un short cortísimo, mu rebajado, la mitad de mis nalgas quedan a la vista, nada bajo ellos, mis botas de taco bajo a media pierna y una de las blusas de traje a la cual hago desaparecer las mangas y abierta hasta dejar ver mis tetas, me hace inmensamente feliz verme como una puta. Un abrigo para disimular.

Es de noche y estoy en el centro de Concepción, camino buscando un café, de esos con piernas, ingreso sin que nadie lo impida, me miran con extrañeza los clientes y las niñas que lucen sus cuerpos, me traen la cerveza, con la excusa del calor del local saco mi abrigo y me dejo ver, converso con una de las chicas, hueviando, me gusta el hueveo le digo y la música estridente apaga la conversación.

De vuelta me dice que sí, que la administradora no tiene problema, puedo bailar, nada dice del dinero que le pasé para poder hacerlo por si mi presencia disminuye las propinas, -me creo mejor puta que las putas- lo hago en mi lugar sin soltar mi cerveza, pequeños roces en mis nalgas de clientes que se mueven por el local erizan mi piel y hacen palpitar mi cuerpo.

Yo lo quiero, ellos lo quieren….hoy me van a reventar el culo.

Datos del Relato
  • Categoría: Fantasías
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