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Hace algunos años, cuando empezaba en mi profesión de técnico en rayos x, fui invitado a laborar en un gabinete en la capital de mi estado. No podía quejarme, era buena paga y podía pagar la renta sin problemas, así como mis alimentos.
Laboraba en el turno matutino. Al ser un gabinete privado, la clientela o pacientes, eran algo especiales, iba gente de dinero, y personas de la zona de la montaña, que a pesar de ser aparentemente pobre, era muy amable y que se desvivían en agradecimientos por la atención recibida. Llevaban regalos, invitaciones a comer o incluso a visitarlos. En una de varias agradables vivencias la tuve con una paciente, una señora de apariencia sería y muy formal.
Un día normal de trabajo, serían más o menos las 11:30am cuando me pasan una solicitud de estudios. El paciente, una señora de 40 años a quien le pedían de tórax y columna dorso lumbar, estudios de rutina. Paciente de nombre Gloria. Salgo y nombró a la paciente, en eso se para una señora de falda azul marino debajo de las rodillas, la cual marcaba y delineaban unas hermosas caderas anchas, sin exageración, con unos muslos bien simétricos y firmes a simple vista, con un abdomen plano. Una blusa floreada con un dominante azul oscuro, de mangas largas y botones al frente, que hacían lucir un par de senos firmes, redondos y altaneros. De piel blanca, rostro hermoso aunque sería. Ojos azules, labios rojos y carnosos, muy sensuales, cabello castaño oscuro, largo y lacio, muy bien peinado.
Su caminar muy firme y sensual sobre esos zapatos negros de tacón mediano. Me saluda sería y pasa al servicio de rayos x. Voy detrás de ella y no puedo evitar mirar su hermoso trasero, un par de hermosas nalgas, firmes, bien delineadas y paradas, que remarcaban las líneas de su pantaleta debajo de su ajustada falda. Ver su hermoso trasero me excitó, no pude evitarlo.
Ya dentro, saludo nuevamente a la paciente y con una sonrisa amable le doy la indicación que debía pasar al vestidor, quitarse toda su ropa, los zapatos y ponerse la bata que le estaba dando. Era una bata con sus listones para amarrarse a la cintura, ya sea con la abertura hacia el frente o hacia atrás, como el paciente disponga. La señora, agradece el saludo y sería toma la bata y entra al vestidor, mientras voy preparando el material. Unos minutos después sale la señoría Gloria con la bata puesta con la abertura hacia atrás, agarrando uno de los listones y jalándolo hacia su derecha.
Para registrar sus datos tuve que hacerle unas preguntas que ya venían formuladas, como nombre: Gloria. Edad: 40 años (había acertado) ¿Estado civil?
> Viuda.
¿Viuda? ¿Tan joven? -No pude evitar sorprendente y demostrarlo.
Una leve sonrisa se dibujó en su bello rostro, la cual fue señal de fractura en ese hielo que mostraba.
>Si, desde hace cuatro años.
¿Hijos?
>Cuatro.
¿Edades y sexo?
>El mayor 25, le sigue una de 24, luego otra de 22 y el último de 20.
¿Dos varones y dos mujeres?
>Si.
>Gracias, eres muy galante. Me respondió mostrando una bella sonrisa y cambiando el serio mirar de sus ojos azules. No era de la capital, era de un pueblo de la zona de la montaña donde tenía rancho y otras propiedades, de buen estatus social. Y aunque no venía exactamente así la pregunta, le pregunte el motivo de los estudios, lo cual resulto ser sólo por rutina, ya que por insistencia de sus hijos a que se checara por unas molestias en la espalda, las cuales al final sólo resultó ser por estrés. Si de por si su belleza me había inquietado, tenerla ahí parada frente a mí en bata y sabiendo que no traía nada debajo, me excitó aún más, lo cual mi pantalón no podía esconder y la señora lo notó. Bajó su mirada y la postró en mi pantalón, dándose cuenta el bulto que sobresalía, no dijo nada, solo vi desaparecer esa ligera sonrisa de su rostro. > ¿Y qué me vas hacer? Me pregunta ella mientras sus ojos la traicionan, ya que no deja de mirar mi bulto, aunque trata de mirarme a la cara. > ¿Y qué es eso? Insiste en su pregunta. ¿Nunca se ha tomado placas? Le preguntó frunciendo la ceja. >No, nunca. ¿Va a dolerme? Me pregunta. Le doy unas indicaciones más y ella las acata. Se para dónde le indico y ya cuando iba hacia los controles me pregunta: >Disculpa ¿tengo que quitarme la bata? La señora solo me miro y no dijo nada, ni pareció molestarle, solo se soltó el listón de su bata. Le tomé la primera placa, de columna, de frente a mí, luego, cuando fui a acomodarla para tomarle la lateral de la columna, ya no se agarró el listón, ni la bata, se la dejo suelta. Solo que al girar ella, su mano rozó el bulto que hacia mi verga en el pantalón, no dijo nada, solo giro y colocó sus manos en la nuca como le indiqué, mientras su bata se abría de la parte de atrás y podía ver parte de sus caderas y su bien parada nalga izquierda. Le tomé la placa y para tomarle el tórax, tenía que pegar su pecho en el bucky de pared. Le indique como y ella sin decir nada y sin mirarme, con la vista al suelo se giró sin agarrarse la bata o hacer un intento de cubrirse, permitiéndome ver sin problemas lo bellas que eran sus nalgas, blancas, redondas y bien levantadas. La parte posterior de sus muslos, lisos y sin estrías. Me acerque a ella para indicarle que debía poner sus manos a la cintura y sus hombros hacia adelante, en ese momento, como suele pasarle a otros pacientes, se hace un poco hacia atrás al momento que uno empuja sus hombros hacia adelante, sus nalgas desnudas rozan mi verga, ella no dice nada, ni yo, ni mucho menos hago el intento de otra cosa. Voy y le tomo la placa, no le digo nada hasta que estoy atrás de ella de nuevo. > ¿De verdad crees que soy bonita? Me pregunta con voz baja y suave. >Has lo que quieras hacer, pero has lo>. Me dice mientras jala su bata hacia el frente. Entonces meto mis manos entre su cintura, la abrazo y pego por completo mi bulto entre sus nalgas duras y firmes, beso suavemente su hombro izquierdo, su cuello. Ella inclina su cabeza hacia la derecha y su cabello obedece a su gravedad dejando su cuello desnudo. Desde su cintura jalo su bata y se la quitó, la cual arrojo a la mesa. Ahí la tengo a la paciente, a la señora Gloria completamente desnuda y recargada sobre mí, entregada. Con su respiración acelerándose, suspirando mientras permanece con los ojos cerrados. Acarició sus duros pechos, recorriéndolos por completo, son aterciopelados, tiene una piel tan suave. Bajo mi mano derecha por su abdomen hasta llegar a su monte de venus, que palpo una pequeña matita de bellos. Apenas si meto mi dedo medio entre sus labios íntimos y ciento como está mojada su pepita, así como caliente. Pero la señora Gloria se gira, sus manos sujetan mi cara y sus labios se aferran a los míos, besándonos con desbordada pasión. La abrazo y mi mano derecha la postro sobre sus nalgas, las cuales me encantan. Se las acaricio una a una, acentuando mi dedo medio entre ellas al pasar, mientras mi mano izquierda acaricia su espalda. Sus manos se meten entre nuestros cuerpos y van a mi pantalón, desabrocha el cinturón, luego el botón y baja el cierre. > ¡Ya, métemela ya por favor!> Me dice entre suaves jadeos y su respiración acelerada. > ¡Aaaaaaahhhhh! ¡Qué rico mi niño, que rico!> Me dijo mientras llenaba de besos mi hombro derecho y sus manos acariciaban mi cabeza y mi espalda. Enseguida explotó en un sublime orgasmo, los músculos de su pelvis y músculos se contrajeron y apretaban mi mano, pero seguí masajeando ese botoncito una y otra vez, luego lo metí en su empapada y caliente vagina, se lo metí y saqué despacio, haciéndola gemir suavemente. > ¡Hay mi niño! Qué lindo eres y que rico me haces sentir, te adoro mi niño, gracias.> Me decía entre sus gemidos. Pero no quise dejar de gozar de ella y con la mano izquierda acaricie sus bellas y duras nalgas, recorriéndolas todas y apretándolas. Luego la hice ponerse de espaladas a mí, separó las piernas y paró sus caderas, creyó que ya penetraría, pero no. Me pegué a ella así detrás, pase mi mano derecha y metí los dedos de nuevo entre sus labios íntimos, acariciando y masajeando su botoncito, mientras mi mano izquierda acariciaba y gozaba de sus senos. Abajo, mi verga luchaba por salir de la prisión del pantalón y hacia tremendo bulto que se enterraba entre las nalgas de Gloria, la paciente. A mi completo gusto y placer sobe y acaricie ese botoncito, esas ricas nalgas y esos duros senos. Metí dos dedos en su vagina y ¡guau! Que caliente y empapada estaba. Un escandalizó gemido escapó de sus labios. Qué bueno que rayos x está, hasta el fondo del gabinete y poca gente se acerca, porque hubiera escuchado todo jajaja. > ¡Ya mi niño, ya no me tortures, ya!> Me decía. Me desabroche el pantalón y saque mi verga, que ya me dolía de lo dura y apretada que estaba, saque mi mano de su intimidad y la tomé del brazo, la dirigí a una silla que estaba ahí cerca, me termine de bajar el pantalón a las rodillas junto con la trusa y me senté. Los ojos de Gloria solo dibujaban ansiedad y lujuria, clavados en mi verga. Me puse un preservativo y luego la tome del brazo y la guie hacia mí. Ella separó sus piernas y con un poco de dudas se fue acomodando. Agarre mi erecta y dura verga y se la fui centrando. Se sentó sobre ella, enterrándosela toda en su caliente y empapada vagina. Un largo suspiro escapó de su boca. Luego me miró fijamente por unos instantes, me sonrió, sus manos acariciaron mi rostro… >Que lindo mi niño, gracias> Me dijo sin dejar de sonreírme. La tomé de sus duras nalgas y ella comenzó a moverlas, primero hacia adelante, luego atrás, despacio, suspirando a cada movimiento. Sus manos cruzaron mi cuello y sus labios se unieron a los míos en un profundo beso. Luego, comenzó a subir y a bajar sus caderas, con delicadeza y despacio, disfrutando ambos de esa furtiva y no planeada cogida. Luego de un rato, le hice que se parara y la llevé al vestidor donde hay una banca grande y acojinada, la separé de la pared, le dije que se acostara boca arriba, me termine de quitar el pantalón y pasé una pierna a cada lado de la banca, levante las piernas de Gloria, se las separé ante su mirada un tanto incrédula y dudosa, le centre la punta de la verga y se la metí despacio, comenzando a bombearla así y poco a poco arreciando en ellas. Era excitante ver como entraba y salía mi verga de la vagina de esa madura señora que sorprendentemente se me había ofrecido y entregado. Pero la miro y veo unas lágrimas correr por sus mejillas, ella me mira… >No te detengas mi niño, sigue, sigue.> Me dice mientras se limpia las lágrimas con sus manos. Sigo bombeando su rica y caliente vagina. Extiende sus brazos… >Ven mi niño> Me dice. Suelto sus piernas que ahora rodean mi cintura, recargo mi pecho contra el suyo, me abraza y comienza a besar mis mejillas, mis labios y cuello, con una ternura sublime. Despacio, poco a poco, así la voy embistiendo, metiendo y sacando mi trozo de carne de su caliente vagina. >Así mi niño, así. Que feliz me haces mi niño> No paraba de repetir entre gemidos. Arrecié mis embestidas, metiendo y sacando con fuerza mi verga, llegando hasta el fondo de su matriz, en eso, siento como se contraen los músculos de sus piernas, pelvis y abdomen. Su espalda se arquea y de su boca escapa un largo y ahogado gemido. Ha llegado al orgasmo Gloria. Arreció más mis embestidas hasta venirme casi enseguida de ella, que sólo siente como se infla el condón con mi caliente semen. Su cuerpo se sacude y agita, aun por varios segundos más, hasta que llega esa calma, entonces me mira y me abraza con fuerza, llenándome a la vez de besos. Me mira con ternura. >Gracias mi niño. Que feliz me has hecho> Me dice mientras besa mis labios. Luego de unos segundos más, me levanto, quito el condón frente de ella que al mirarlo me sonríe. Nos vestimos y mientras ella me espera en el vestidor, termino de revelar su estudio. Ya después se lo entrego y acompañó a la salida, donde la espera una joven igual de hermosa que ella. Seria y de mano se despide dándome las gracias por la atención dada. Ya, el resto del turno, no tuve ningún otro paciente, por lo que pude descansar. Una semana después, ya como a la una de la tarde, me hablan de la recepción, que va una paciente a verme, apenas voy acercándome a la puerta cuando tocan, abro y es la Sra. Gloria, quien luce bellísima con un vestido floreado, donde predomina el rojo, con unas zapatillas rojas y su cabello suelto. Me pregunta si estoy ocupado, le contesto que no y la invito a pasar, cierro la puerta detrás de ella, quien enseguida me abraza y da un beso en los labios. >Te he extrañado mucho mi niño. Me dice. Nos fundimos en un apasionado y lujurioso beso, donde pude recorrer con mis manos su cintura, sus duras nalgas y muslos. Su respiración acelerada delataba su excitación. Más en unos segundos después se separó. > ¿Podríamos vernos a fuera? Me dice entre jadeos y su respiración acelerada. < Si, salgo a las dos. Le contesto. Al final quedamos de vernos en el estacionamiento del gabinete, de ahí la lleve a un hotel a las afueras, al lado contrario de donde ella venia…
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