Estaba paseando un sábado al atardecer y me detuve a mirar una vitrina en un lugar céntrico de la ciudad donde vivo. Es algo que hago semanalmente.
Ese sector los sábados esta tranquilo y no hay muchos transeúntes. Me gusta quedarme contemplando los maniquíes que las chicas del almacén organizan cada fin de semana.
El almacén vende ropa interior femenina y se especializa en lencería, novedades, medias y zapatos de tacón alto.
Antes de seguir adelante, permítaseme confesar algo, para que entiendan el porque de mi interés.
Soy un hombre común y corriente, nada afeminado y estoy seguro que nadie adivinaría mis intereses solo en la base de mi apariencia exterior. Visto de una manera conservativa y me gusta el comportamiento respetuoso.
Desde pequeño, descubrí mi afición por la ropa interior femenina, hurgando en los roperos de mis hermanas y amigas y más tarde yo la compraba por correo para usarla en privado.
Mas tarde bajo la influencia ocasional de un amigo personal ya bastante maduro que tuve, tuve algunas relaciones esporádicas con hombres activos que disfrutaban de ver a otros hombres vestidos en ropas de mujer. También tuve algunos amigos que su principal afición en la intimidad era la de feminizar a su compañero, es decir de estar con un hombre complaciente que se dejara convertir en una mujer en la privacidad de una habitación.
Siempre fui muy serio y era difícil para mí encontrar a estos hombres, porque me atemorizaba que el secreto saliera afuera, pero tuve algunas aventurillas y me entere de algunas peculiaridades excitantes de este juego especial y muy secreto.
Algunas veces transformaban al hombre sumiso en una supuesta chiquilla inocente y pura, con ropa adecuada, como faldas, medias y zapatos de colegiala. El hombre transformado se comportaba como una niña y el hombre mas maduro trataba de seducirla y pervertirla hasta convertirla en su amante dócil. A veces esto duraba semanas o meses, como si se tratara de una historia de la vida real en la cual un hombre trata de seducir a una chiquilla inocente y muy mojigata. La excitación estaba en la emoción producida por la negación inicial de la mujercilla, la insistencia del hombre maduro y activo y la transformación lenta de la chiquilla en un objeto sexual complaciente para cualquier juego secreto.
Yo mismo había hecho en algunas pocas ocasiones el papel de la mujercilla pura y casta, había sido seducida con mucha paciencia por un hombre mas maduro y activo, me había dejado enseñar pequeñas detalles y con el tiempo había estado practicando todo lo que me había ensenado mi maestro-amante
Al final y después de haber aprendido y disfrutado, yo había terminado pidiendo mas, y buscando un amigo para que lo practicara conmigo.
Mi hombre y yo nos poníamos de acuerdo de hacer la pantomima, de jugar el juego, de yo hacerme la niña y el de seducirme muy lenta y tranquilamente. De hecho yo era muy obediente, gustaba seguir órdenes, aprender y hacerme la inocente, la presumida, la santa.
Ya esto había pasado varias veces y había experimentado por lo menos en 3 ocasiones con hombres siempre más maduros que yo y muy entregados a este jueguito secreto.
El juego era muy excitante; el sentirse descubierto por otro hombre mas maduro, de que a ti te gusta ponerte cosas de mujer, de que te gusta ser enamorado por otro hombre, que te gusta ser seducido, y de que poco a poco te van vistiendo de mujer. Al final te convierten en una mujer de tal manera que te olvidas de todo y terminas siendo muy romántica suave y complaciente.
En el proceso te ponen un nombre de mujer, y te empiezan a poner poco a poco cosas de mujer, como panties, zapatos, medias y otros artículos y te piden que te comportes como una mujer mimada y muy seductiva. Te exhibes, te muestras, te enamoras, te dejas decir cosas suaves y dulces al oído y ellos te van conduciendo poco a poco por el camino que ellos desean. El amor y el romance funcionan muy bien en esta etapa inicial. El corazón salta de la felicidad y el amor inunda tu corazón.
A veces ellos solo desean verte vestido así y conversar contigo y hacerte preguntas personales e intimas pero no pasan de ahí. Otros quieren que tú les camines, les modeles, les exhibas y les muestres.
Otros quieren examinarte en detalle y te miran los puntos secretos, exigiendo que te comportes con miedo y temor como si fuese la primera vez que se lo hacen a una niña inocente y pura a quien estás chantajeando o presionando para que se lo deje hacer.
Otros van un poco más adelante y quieren un poco más de acción y finalmente te conviertes en su mujercita, o amante y te usan como tal. Esta es la parte más excitante y que más me gusta.
Busco siempre la relación completa y me gusta que vaya hasta el fondo, porque me gusta entregarme en cuerpo y alma.
Cuando estoy en ese punto, no solo me visto y actúo, sino que me TRANSFORMO a la totalidad. No se como lo hago, solamente lo siento y me precipito sin control abismo abajo. No soy una actriz, solo lo vivo y lo llevo a cabo hasta el fondo. Claro esta que el me tienen que gustar, el me tiene que mimar, me tiene que decir cosas lindas y de amor al oído, el ambiente tiene que ser el apropiado, la ropa y los tacones muy finos y la discreción absoluta. No me gusta el comentario indiscreto.
Me gustan los lugares calmados, silenciosos y sin interrupciones. En el mejor lugar donde he estado ha sido en una casa-finca, a una hora del centro de la ciudad, en donde se cerraban las puertas y no se podía escapar ni un gemido. Ahí me sentía a gusto. Allí podía ser lo que quisiera bajo la dirección de mi hombre.
Pero hacia algún tiempo que ya no experimentaba y sentía que la necesidad de ser convertida y usada era demasiado fuerte.
Había descubierto ese almacén, y los sábados antes de que lo cerraran, pasaba por ahí y me detenía a observar los maniquíes.
Había encontrado que el vigilante del almacén, un hombre ya maduro y fornido era el encargado de cerrar las puertas y siempre estaba ala entrada hasta que todas las empleadas salían.
Yo siempre me hacia notar cuando llegaba a mirar la vitrina y al final nos saludábamos desde alguna distancia mientras el me miraba con insistencia e interés. Habíamos cruzado algunas palabras y le había expresado mi interés en el material expuesto. Yo solo esperaba, como animal agazapado, para ver quien daría el primer paso y a donde conduciría. Estaba empezando a comportarme como una verdadera mujer.
--Si quieres entrar y buscar lo que deseas—me dijo el hombre en tono invitador. Los últimos clientes ya habían salido y las empleadas ya se arreglaban para salir.
--No lo se— le conteste haciéndome el remilgado. –Tal vez pasare otro día—
--Oh no—me contesto. –tenemos mucho material que no se exhibe y ya esta de rebaja—entra y te lo enseñare—
Las empleadas habían salido ya, y el hombre estaba apagando las luces del almacén.
Entré y empecé a mirar los productos, sobre todo mis preferidos: medias negras a medio muslo y los tacones extra- altos de color negro. Algo sexy y misterioso.
--Muchas personas entran y se prueban los materiales para estar seguros que les queda bien—me dijo. --Entra a ese probador y mira si te quedan bien estas que están acá-- traía en sus manos algunas medias, tangas, blusas y otros accesorios. Mis manos estaban frías y sudorosas.
--Pruébatelas con tranquilidad, mientras yo reviso el almacén-- dijo en un tono muy amistoso. Como vi. que desaparecía en su oficina, entre al probador y cerré la puerta tras mi.
Ahí estuve por algún tiempo probandome los vestidos y los accesorios y admirándome en el espejo. Antes que nada me empecé con los tacones
Extra- altos y de ahí pase a las otras prendas. Unas tangas negras, una media-pantalón apretada (un número menor de lo usual), una minifalda ceñida y un cinturón de ancha correa completaron mi atuendo. Me estuve examinado en detalle y caminaba para sentir el peso de los enormes tacones. Me sentía grandiosa y llena de felicidad interior.
De pronto note de reojo un agujerillo en la pared y con mucho disimulo me acerque y me di cuenta que alguien había estado observándome mientras me vestía. Seguí caminando y me exhibí con más descaro moviéndome de una manera sexy y provocativa zarandeando mis caderas a lado y lado con mucho desparpajo.
Luego me agache a ajustarme el tacón, y enseñe mi trasero sin ningún pudor. Luego abrí la puerta y salí al pasillo de los perfumes del almacén.
El almacén estaba ya cerrado y a oscuras, aunque el aire acondicionado funcionaba. Una oficina se encontraba entreabierta e iluminada. Me dirigí hacia ella. Entre y me senté en el sofá entrecruzando mis piernas como toda una vedette.
Minuto mas tarde llego el hombre. Se encontraba un poco agitado y se sentó junto a mí.
--Hmmm te ves maravillosa! --Nunca había visto tanta belleza junta! -- Me dijo de una manera muy empalagosa. Yo nunca había sido tratada con tanta delicadeza.
--Gracias-- le dije. --Me gusta ser así—
--Camina para verte—me dijo.
Salí de la oficinilla y camine por el pasillo. Me contoneaba hasta más no poder.
Regrese y me senté.
El acerco a mi oído y me dijo: ---quiero tenerte para mí. Me encantaría saborearte--
--Si papi, ---le conteste. --Pero hoy no, otro día será.---
El se desespero y me dijo: --aunque solo sea mirarte desnuda mi amor—
--Si eso es lo que quieres, pero apaga esa luz tan brillante, me gusta la media luz-- le dije en voz baja y en tono muy melodioso.
Apago la luz y solo quedo el reflejo difuso de la calle a través de las puertas de vidrio grueso.
Con una sabiduría infinita me fue desnudando lentamente. Yo estaba estirada en el sofá, con mi pantyhose y mis tacones extra-altos. Me quito la pantyhose y la tiro al suelo. Y se quedo contemplándome. Yo me tape mis órganos con los brazos y mi cara estaba asustada.
El se agacho en el piso y me volteo boca abajo en el sofá. Abrió mis piernas y luego mis nalgas y estuvo observando el agujerillo por largo rato.
--Me gustas mucho—me dijo, pero hoy no te voy a tocar--.
Me tomo en sus brazos y se dedico a chupar mis pezones pequeños y sonrosados dándome pequeños mordiscones que me hacían estremecer con brutalidad. Yo gemía como gata en celo. Me acaricio a su sabor y a su gusto.
--Ahora págame lo que he hecho por ti—me dijo al oído muy lentamente mientras ponía mi mano en su enorme órgano caliente. Le abrí la porteñuela y le deje escapar ese animal deseoso. Salto de un solo golpe y quedo erguido como una torre dura y gruesa.
Me agache y me la trague toda hasta la garganta. Ahí estuve chupando hasta que bebí todo su jugo grueso, caliente y crudo. Fue enorme la vaciada a chorros mientras las gotas salían por las comisuras de mis labios.
Escribeme para contarte el final
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